lunes, 15 de octubre de 2012

LOS ESTADOS Y LAS ESTACIONES EN EL SUFISMO


LOS ESTADOS Y LAS ESTACIONES EN EL SUFISMO

Por: Giuseppe Isgró C

El sufismo es la parte mística del islamismo. Constituye una de las corrientes de pensamiento en la que se han escrito algunas de las más hermosas páginas de sabiduría.

En ellas, maestros sufíes como Dzulmún el Misrí, uno de los pioneros en el tema, Abulabás Ben Alarif de Almería, Ibn Arabi, Rumi, Abî-L-Khayr e Ibn Jaldún, entre otros, han hablado de “los estados” y “las estaciones” como vías y grados ascensionales que conducen a la Esencia Universal.

Los “estados” constituyen los dones, o atributos divinos con que la naturaleza de las cosas ha dotado a cada ser en los cuatro reinos naturales. “Las estaciones”, son los grados de desarrollo que en esas vías ha ido alcanzando en el eterno retorno del ser individual al Ser universal.

Esos grados de desarrollos representan niveles de percepción, tanto a nivel objetivo como subjetivo. La primera, es la percepción por medio de los cinco sentidos físicos, y la capacidad de razonamiento por medio de la lógica inductiva y deductiva.

La segunda, dado que los sufíes son expertos en alcanzar elevados niveles de éxtasis, que les permite una perfecta conexión con la Divinidad, han desarrollado en alto grado su capacidad de percepción intuitiva, y de inspiración.

Los “estados” son caminos que conducen a Dios. Las “estaciones”, constituyen las etapas por las cuales se ha avanzado, y en las que se encuentra alguien en un momento dado.


En cada “estado” se va pasando de un grado de conciencia a otro más elevado, representado por “las estaciones”. Es la eterna polarización a la que hacía referencia Lao Tse, en el Taoísmo, cuando afirmaba que, al percibir lo que era la belleza, se daba cuenta, al mismo tiempo, de lo que era su opuesto, es decir, la fealdad.

Es también la transmutación de la alquimia espiritual, mediante la cual, también se pasa de un nivel de depuración a otro más elevado.

Los “estados”, equivalentes a los atributos divinos, son los valores universales, o virtudes, que constituyen los sentidos cósmicos de cada ser en los cuatro reinos naturales. La sede de esos valores universales es la conciencia. Las “estaciones” son los grados de conciencia evolutiva alcanzados en cada uno de los valores universales.

Los “estados” son vías ilimitadas en el eterno presente, es decir, eternos e infinitos, sin comienzo y sin fin. Se emana a la conciencia individual a partir de la Esencia de la Divinidad, sin separarse de Ella y sin dejar de ser Ella misma. Los atributos, o estados divinos son los mismos, en el Ser Universal y en el ser individual. Lo que cambia es el grado. En el uno su desarrollo es infinito en vertientes y variantes; en el otro es potencialmente infinito: eternamente deberá avanzar sin encontrar límites algunos jamás.

Esos estados a los cuales nos referimos son el amor, la justicia, la sabiduría, la prudencia, la tolerancia, la compensación, la igualdad, la fortaleza, la templanza, la belleza, y los incontables otros, equivalentes a los atributos de la Divinidad, compartidos por ésta y por todos los seres en los cuatro reinos naturales.

Sostenía Ibn Jaldún, en el capítulo “De la ciencia del Sufismo” en su magna obra Introducción a la Historia Universal,  que la percepción tenía dos vertientes: “La primera tiene por objeto las ciencias y los conocimientos, no solamente de todo lo que es cierto, sino también de lo que es suposición, duda u opinión; la otra tiene por finalidad “los estados” que él (el sufí) experimenta en sí mismo, tales como la alegría, la tristeza, la constricción (sincera), la dilatación del ánimo, la satisfacción, la cólera, la paciencia, la gratitud y otras disposiciones similares”.

En el Mahasin Al Machalis, Ben Alarif desarrolla los temas de “las moradas del camino místico”, equivalentes a “las estaciones”, que él sintetiza en:

1) La gnosis o intuición extática de Dios;

2) La voluntad; Lo que Allah quiera, nada se le asemeja. Querer, desear, necesidad, deber, amor, bondad, solidaridad,

3) El ascetismo o la abstinencia;

4)  La confianza o el abandono en Dios;

5) La paciencia;

6) La tristeza y el temor;

7) La esperanza;

8) La gratitud;

9) El amor;

10) El deseo. Posteriormente, agrega otras dos:

11) La penitencia;
12) La familiaridad con Dios.


A su vez Abî-L-Khayr hace referencia a Cuarentas Estaciones “para que su marcha en el camino del sufismo culmine con éxito”.

Ellas son:

1. La intención: El sufí, al buscar el bien para los demás, lo encuentra para sí mismo. Es la pureza bajo la égida de los valores universales que orienta la intención en la realización de todo propósito personal, o colectivo.

2. La conversión: El sufí, en su retiro interior ve, o percibe a Dios. Esa conexión con la Divinidad le permite alcanzar un estado de fortaleza tal que le permite afrontar la realidad del entorno con estado de ánimo invariable. Es como un termostato espiritual que le mantiene un estado invariable de equilibrio mental, pese a la variabilidad del entorno. Su armonía interior, por efecto de la resonancia magnética, transmuta las vibraciones de los entes del medio ambiente en un estado análogo al que él sustenta interiormente. Le permite la armonía con todos y con el todo. Por la ley de la atracción, al mismo tiempo atrae elementos análogos a su estado de elevación espiritual, y aparta todo lo que le es inarmónico, como un escudo espiritual. Es la luz interior que alumbra todo cuanto está a su alrededor, tanto para sí mismo como para los demás. Su propia actitud produce una conversión, automáticamente, la de los demás. Un ejemplo lo tenemos en el perro sereno, y confiado, que impone respeto en todos los que les circundan.

3. El arrepentimiento: Rectificación, abstención, respeto a los valores y enmarcar la propia conducta dentro de sus parámetros. Decía Don Quijote: -“Quien yerra y se enmienda, a Dios se encomienda”-.

4. El estado de discípulo: El estado perfecto es el del eterno aprendiz. El maestro es el Creador Universal que inspira en la conciencia mediante el lenguaje de los sentimientos análogos a los valores universales, para vivir una vida virtuosa, en la constante ascensión de las estaciones en los incontables estados del ser. Esa estación de eterno aprendiz le permite el ascenso por medio de la Insatisfacción Creadora, descubriendo, cada quien, dentro de sí, la Divinidad interior, y a partir de ella establecer la conexión con la Divinidad Universal. Dicha conexión permite fluir, al experimentar cada una de las necesidades inherentes al ser, el poder potencialmente infinito del que está dotado. Igualmente, la conciencia de la propia ignorancia que va adquiriendo, le facilita su propia satisfacción. Fluye, sin obstáculo alguno, la sabiduría de los valores universales por medio de la intuición y la inspiración dentro de su conciencia. Esos niveles de conciencia son estaciones de los estados, o valores universales.

5. El combate espiritual: Mediante el desapego, sujetando todo pensamiento, sentimiento, deseo, palabra y acto a la más estricta justicia, imbuyendo todo con un profundo amor.

6. La atención constante: Atención centrada en la Divinidad, mediante el Dzikr, o constante recuerdo del nombre de Dios. Donde se centra la atención se expande la conciencia perceptiva y el poder creador.

7. La impasibilidad: La cual permite la imperturbabilidad para afrontar, con calma serenidad y autodominio, todas las circunstancias existenciales. Es preciso desarrollar la tenacidad, la resistencia, la paciencia y la tolerancia. El amor potencia todas estas cualidades y su sentimiento crea un lazo de afinidad que unifica y armoniza a todos los seres involucrados en la realización del propósito común.

8. El Dzikr, o constante recuerdo del nombre de Dios. Pronunciar el Nombre, sosegadamente, mil o más veces en la mañana y en la noche, y cada vez que se deba transmutar un estado de conciencia. Percepción de la Divinidad en la conciencia, mediante los estados, y por medio de las estaciones o grados de percepción. Él guía, protege, asiste, fortalece e ilumina, por medio de la ley cósmica y el fluir del sentimiento de los valores universales en la conciencia.

9. La satisfacción: Por la percepción intuitiva, o inspirativa, percibe el qué, el cómo, el cuándo, el dónde, el cuánto y el por qué, lo que le permite satisfacer toda necesidad en la forma justa y perfecta.  Esto implica aceptación de la realidad, capacidad de adaptación. Con el 20% de lo que se posee se satisface el 80% de las necesidades.

10.         La oposición al ego: Es preciso trascender el ego, descentrando la atención del ego y establecer la conexión con la Divinidad.                                                                                                                                                                                                   11.La perfecta ecuanimidad: Funge de termostato espiritual. Mantiene el equilibrio interior. Permite la aceptación de las cosas tal como son y aprovechar su potencial inherente.
12.         La sumisión: Aceptar las pruebas de la vida; afrontar la realidad tal como es, y se presenta. Resistir en forma inquebrantable regido por los parámetros de los valores universales..
13.         La entrega confiada: Establecer la Conexión Divina. Confiar en el Creador Universal, en la ley cósmica y los valores universales. El fluir de la inspiración. La percepción por intuición. La sabiduría de los valores Universales.

14.         La renunciación: Centrarse en las cosas que tienen valor, realmente. La propia comprensión y actitud frente a la realidad. Todo se puede transmutar. Es preciso trascender la realidad objetiva, lo cual implica una renunciación. Aceptación de la realidad. La voluntad de superar estaciones o etapas, la visión de las cosas actuales y de las tendencias naturales; percepción de las cosas tal como deben ser. Al renunciar a lo superfluo, e intrascendente, se deja cabida para lo trascendental, lo perdurable, lo auténtico y verdaderamente valioso. Es necesario renunciar a todo lo que no sea Dios, para llegar a Él.


15.         La adoración: El constante recuerdo del nombre de Dios y la meditación en Él y en los atributos divinos o valores universales.  Perseverancia en el servicio. Aplicación constante del poder del amor. Mente centrada en Allah. Perfección en el trabajo y en la realización de todo cuanto se ejecute.
16.         La compañía de Dios: Repetir cien veces o más: Compañía de Dios con los ojos cerrados y observar lo que pasa. Se abre mentalmente el camino que conduce a Dios. Centrar, al mismo tiempo, la atención en el punto tan tien, o hara, tres centímetros debajo del ombligo y tres centímetros hacia dentro, en dirección de la columna.

17.         La sinceridad: Sinceridad interior, autenticidad, autenticidad en el cultivo de los valores. Verdad de las cosas y de los valores. Intención firme, decisión y carácter.

18.         La veracidad: Se sujetan los pensamientos, los sentimientos, los deseos, las palabras y los actos a la vedad. Se deja de pronunciar todo lo que no se corresponda con la verdad.

19.         El temor: Basado en la conciencia del rigor de la ley cósmica, y en la efectividad de los efectos coercitivos y coactivos de los valores universales. Esto se traduce en el temor de infringir la ley de Dios. Es preciso sustituir el temor por la confianza sometiendo los pensamientos, los sentimientos, los deseos, las palabras y los actos bajo la égida de los valores universales. Decía Don Quijote: -“Primeramente, oh hijo!, has de temer a Dios; porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada”-.

20.         La esperanza: Es la expectativa que, tanto en su polaridad positiva como en su opuesta negativa, siempre se cumple. La esperanza en una potencia interior que siempre hace esperar lo mejor y la persona lo obtiene, ya que no acepta nada que le sea diferente, persistiendo hasta lograrlo. Cuando las cosas se ponen menos fáciles persiste y activa los poderes creadores de la mente humana. La protección Divina por el ceñimiento a la ley de Dios.

21.         La extinción: La trascendencia del ego, y la conexión con la Divinidad. Es preciso dejar que aflore, en el ser, la Divinidad interior. Esto se logra por medio del Dzikr, o el constante recuerdo del Nombre de Dios.

22.         La permanencia: Por donde mires siempre verás a Dios. Es preciso ayudar a Dios con el trabajo de la creación. Te estarás ayudando a ti mismo.

23.         La ciencia de la certeza: Percibir la realidad tal cual trascendiendo la conciencia objetiva, sin el velo que separa la dimensión física de la realidad espiritual. Decía Don Quijote: -“Has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que pueda imaginarse”-.

24.         La Realidad de la Certeza: Ver a Dios sin el velo, lo que significa previa depuración espiritual, haciéndose lo más semejante al estado de pureza que le es inherente.

25.         La gnosis: Contemplar a Dios en cada ser de los cuatro reinos naturales, con la certeza de que se le está percibiendo. De igual manera, en los valores universales que, como sentimientos, van fluyendo en la propia conciencia. Esos valores universales son los “estados” y el grado de percepción de los mismos denota el de la conciencia que se va adquiriendo de Él.

26.         El esfuerzo: Amar a Dios en la propia conciencia, y en cada ser de los cuatro reinos naturales. Amarle en el Espíritu. Someterse a su voluntad, plasmada en la ley cósmica y en los valores universales o atributos divinos, o “estados”. Percibir la guía divina por medio de los sentimientos de los “estados”, en sus respectivas “estaciones”, en la conciencia.

27.         La virtuosidad: Por la práctica de todas las virtudes se llega a identificar con la Divinidad, estableciendo la conexión en forma automática.

28.         El amor: La síntesis de todos los “estados”, o valores universales. Por el amor se llega a ser uno con el UNO. Atención centrada en Allah, permanentemente, hasta adquirir conciencia de Él, expresando su presencia divina en el propio ser, o estaciones por la que se va pasando ascensionalmente, en forma consciente.
29.         El éxtasis unitivo: Conexión espiritual con el Creador Universal que permite adquirir una conciencia clara de Él en todo cuanto existe, expresando la sabiduría de los valores universales, o estados, en el grado de conciencia que, por propio esfuerzo, se haya llegado a desarrollar. El éxtasis de la Unión permite expresar la Sublime Presencia de la Esencia, o Divinidad.

30.         La proximidad: Ser un instrumento, o “estación en el camino”, de la Voluntad Divina para difundir la luz que oriente a los seres en el entorno en que, a cada quien, le toque actuar. Mediante la Conexión con la Esencia transmitir la guía divina y la gnosis de “los estados” o valores universales, así como expresar el poder creador mediante obras que contribuyan a la expansión de la Creación Universal.

31.         La meditación: Meditación en Dios y en sus atributos divinos, o “estados”, o valores universales. Es preciso centrar la atención en el Nombre, practicando el Dzikr o constante recuerdo de Él. Donde se centra la atención se expande la conciencia. Diálogo con el Creador Universal en la conciencia por medio de los sentimientos de los valores universales. Se trata de un diálogo de Dios consigo mismo. Por medio de la meditación se puede adquirir conciencia de cualquier clase de conocimiento que se anhele. Por encima de todo, se puede adquirir conciencia de Él.

32.         La Unión: La unión con Él se verifica en la conciencia, que es donde se encuentra su asiento. Es preciso adquirir conciencia de que se forma una Unidad permanente e indisoluble con Él. Se precisa adquirir conciencia de Él y en Él, y de que somos Él mismo, sin separarnos de Él mismo.

33.         El desvelamiento: No hay velo alguno entre la conciencia del ser individual y la del Ser Universal. En cualquier lugar en que se encuentre el ser individual, allí se reside Dios y sus atributos divinos, o “estados”.

34.         El servicio: Conexión con Dios por el servicio. Dios actúa en cada ser para realizar el servicio a todos los seres del universo, en los cuatro reinos naturales. Es Dios el Servidor, cada ser es un instrumento de su voluntad divina. La disposición de servir le transforma, a cada quién, en un instrumento de su voluntad divina.

35.         El despojamiento: En cualquier circunstancia en que el sufí se encuentra práctica la amistad con Dios, acepta las cosas como vienen y las transforma en como deben ser. En cada situación ve una oportunidad de aprendizaje y de servicio. Ser amigo de Dios es ser, al mismo tiempo, amigo de cada ser en los cuatro reinos naturales, por cuanto en cada uno reside su presencia divina. Cultivando la amistad con cada ser de los cuatro reinos naturales se práctica la amistad con Dios, simultáneamente.

36.         El aislamiento: Mediante el termostato espiritual, sea cuales fueren las condiciones externas, por su programación interior, expresan, o manifiestan, siempre resultados perfectos, positivos, creativos y alentadores, en el eterno retorno del ser individual hacia el Ser Universal. Transmutan toda condición inadecuada en la que debe imperar en un momento dado. El sufí siempre se mantiene en la vía que conduce a Dios, mediante la conexión divina. Tiene presente que, por encima del ser individual se encuentra Dios y su ley cósmica.

37.         La expansión: La visión constante de Dios le permite osar en la conquista de sí mismo y permanecer constante en el camino hacía Dios. Sabe que el caminante, el camino y la fuente, son lo mismo: Dios. El universo se encuentra en constante expansión y el ser individual, con su aporte cuota a la Creación, contribuye activamente en el proceso expansivo-creador.
38.         La afirmación de la Verdad: Afirmando la verdad de los valores universales, o “estados” se va ascendiendo por las estaciones que conforman la eterna polarización, avanzando siempre de un nivel de progreso a otro más avanzado. La afirmación de la verdad es un decreto que genera su manifestación. Cada valor universal como el amor, la prudencia, la justicia, la igualdad, la compensación, el equilibrio, la armonía, la belleza, el orden, entre otros, según la estación de la conciencia en que el ser se encuentra, manifiesta ese mismo grado de la verdad que le es inherente a cada uno de los valores.

39.         La Meta Suprema: Se alcanza la morada por medio de las pruebas de la vida. Los infinitos ojos de la conciencia son los estados o valores universales. Cada estación es una parada desde la cual se contempla la realidad universal, desde ese “estado” o valor, y desde ese grado en particular.

40.         El Sufismo: Se le define como el instrumento de la Verdad, inherente a cada valor universal, o estado, según la estación, o parada, en que cada ser se encuentre en un momento dado, en un ascenso sin límites, en el eterno presente. Este estado integral es el del amor que sintetiza todos los estados, o sabiduría de los valores universales.

Evidentemente, solo a través de la experiencia directa se puede percibir el conocimiento de los “estados”, en forma gradual, por medio de las estaciones, o niveles de conciencia. Para conocer el sabor del té es preciso tomarlo; para saborear las delicias de la miel, es preciso ingerirla; para experimentar el sabor salado de la sal, es preciso colocar unos pocos granos debajo de la lengua; para vivir la sublimidad del acto de amor, que trascienda el acto sexual propiamente dicho, es preciso realizarlo. Para percibir la Divinidad, es preciso practicar el Dzikr, o constante recuerdo del nombre de Dios, efectuar la conexión espiritual con Él, depurarse para asemejársele, y vivir cada uno de los “estados”, gradualmente, en sus infinitas estaciones de la conciencia, en el eterno presente.

De nada sirve que alguien explique lo que es el té, la miel, la sal, la experiencia del amor sexual, o divino, y la magnificencia de la conexión divina, si cada quien no se pone en camino, obteniendo la experiencia de primera mano. La práctica desarrolla la maestría; la maestría consiste en mantener un constante estado de aprendiz a través de la eterna polarización, por las vías de los estados y sus respectivas e incontables estaciones.

Adelante.



EL ENCUENTRO EN LA VICTORIA



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UN ENCUENTRO EN LA VICTORIA

Autor: ©Giuseppe Isgró C.

Del libro: La Victoria

Capítulo I

Me encontraba un día, en una fuente de aguas tranquilas, cristalinas, cuando se me acercó un Venerable hombre, vestido a la antigua usanza, con bata blanca, larga, pelo y barba que alguna vez fueron de color pelirrojo y un báculo en la mano derecha.

Concentró sus ojos en los míos; su mirada era profunda, serena y apacible.

Con voz suave y afectiva, me dijo:

-“Hola, hijo, como estás”-.

–Bien, -le contesté-; y, ¿usted?

–Por aquí andamos; -fue su respuesta-, mientras me sonreía.

-¿Dónde estamos?, -le pregunté al Venerable hombre-.

-Este sitio es conocido como La Victoria; -me contestó-. –¿Qué haces por estos lados?

-Salí esta mañana, temprano, con el coche, a dar un paseo; luego, al llegar a esta zona, me paré a contemplar la belleza de los araguaneyes y decidí caminar un poco y la verdad que, absorto en mis reflexiones, caminé por lo menos durante dos horas, hasta llegar aquí. Desconocía este hermoso lugar. Y, usted, -¿vive por aquí cerca? -le pregunté-.

Un poco más arriba, en esa colina boscosa. Hace algunos años, -relata el Venerable hombre- decidí retirarme de la agitada vida ejecutiva en que me desenvolvía profesionalmente, como abogado, en la ciudad de Quebec, Canadá, aunque he viajado por diversos países asesorando a incontables líderes. Construí la casa, en esta zona tropical, con la idea de pasar aquí los meses de invierno. Me dedico al estudio de la vida, a la meditación y a cultivar mi jardín y de vez en cuando, a escribir mis reflexiones, las cuales, algún día, habrán de ser publicadas para esparcir un poco la luz que he podido vislumbrar en mis estudios metafísicos-espirituales.

-¿Quieres tomar un café? –Me preguntó el Venerable hombre-. Lo he traído de Caripe El Guácharo; es de los más exquisitos que he probado.

-Sí, con gusto se lo acepto; -le contesté-.

Nos fuimos caminando por un sendero rodeado de árboles cargados de mangos, aguacates, naranjas y una hilera de cayenas de diversos colores. A lo lejos, el ruido de la brisa se oía apaciblemente. Todo era quietud, armonía y paz. Pero, sobre todo, lo que más me impresionaba era la apacibilidad y el sosiego del Venerable hombre de La Victoria. Emanaba de él un flujo de fuerza que, en su presencia, me sentía con un poder y una seguridad nunca antes experimentados. Fuerzas bienhechoras se iban apoderando de mí y aquella paz y relax que buscaba en la mañana, al salir a dar un paseo, sin percatarme de ello, las estaba experimentando ya.

Después de unos quince minutos de caminar, llegamos a la casa del Venerable hombre. Su aspecto exterior humilde estaba lejos de dejar entrever lo que segundos después habría de asombrarme con lo que encontré en el interior.

Al entrar, en la casa, una joven de unos veinte años saludó al Venerable hombre.

-¡Hola, abuelo!, ¿cómo estás?

–Bien, hija, -contestó el Venerable hombre-. -Prepara un poco de café, Lucía, mientras conversamos un poco, adentro.

-Por cierto, te presento a Santiago, quien ha llegado paseando hasta La Victoria.

Después de la presentación, entramos en la biblioteca del Venerable hombre. Un salón grande, lleno de estantes de libros por todas partes, lo cual hacía inimaginable dicho cuadro desde el exterior. Algunos cuadros al óleo de morichales y de personajes históricos, presentaban un ambiente acogedor. En un rincón se encontraban diversos retratos de Tagore, Gandhi, Cicerón, Séneca, Ibn Arabi y un dibujo de Don Quijote y Sancho Panza. En un pequeño cuadro, podía leerse: -“Lo que Alá quiera. Nada se le asemeja”-.

-Le felicito por este inmenso tesoro que usted tiene aquí, -le dije al Venerable hombre-. -¿Cuáles son los temas de su interés?

A lo cual, me contestó: -Como usted puede ver, Santiago, -y me invitó a recorrer los estantes- aquí hay libros de variados temas: clásicos de todos los países y épocas, desde los Vedas, los Upanishads, el Mahabaratha, los libros de Confucio, El Tao te King, de Lao Tse, el Poema de Gilgamesh, el Código de Amurabí, autores griegos, como Homero y Hesiodo. Se encuentran las obras completas de Euclides, Platón, Aristóteles, Teofrasto, Demetrio de Falereo, de los Presocráticos, Epicteto, Plutarco, etcétera; de los latinos, autores como Séneca, Cicerón, -que son mis preferidos-, Julio César, Tito Livio, Dionisio de Halicarnaso, Marco Aurelio, así como libros de Psicología, Gerencia, Sufismo, Yoga, ensayos, filosofía, parapsicología, hermetismo, El Quijote, libros de economía, filosofía, etcétera, en fin, un poco de todo lo que es preciso conocer para poder entender el significado de la vida: de dónde venimos, por qué estamos aquí y hacía dónde vamos, sin lo cual, la vida no tendría sentido, sobre todo por el gran afán a que está sometido el ser humano en la agitada vida moderna.

Nos sentamos en sendas butacas y nos entretuvimos conversando de temas diversos. Al poco rato, entró Lucía con dos tazas de oloroso café y unos biscochos, que degustamos con agrado en una amena e interesante conversación. Al fondo, podía oírse una suave música de Beethoven.

Pasamos cerca de una hora conversando de sobre la Atlántida, Egipto, los griegos, de Homero, de los sufíes, del budismo zen, los poderes del espíritu, meditación, etcétera, después de lo cual, le hice una pregunta directa.

-Seguramente, usted ha desarrollado alguna técnica de meditación y algún método de resolución de situaciones, en la vida, que me quisiera explicar, ya que, según observo, para tener usted una serenidad tan acentuada y una fortaleza física a la edad que imagino que usted debe tener, -cerca de noventa años- es porque ha encontrado en su larga experiencia algún secreto que quizás quisiera compartir conmigo.

Santiago, -me dijo el Venerable hombre, si vuelves a visitarme otro día, quizá te cuente algo que te pueda servir. Empero, antes de que te vayas, te haré entrega de unos apuntes que hace ya muchos años, en una época en que yo andaba a la búsqueda de sosiego y tratando de encontrarle sentido a la vida, un Venerable hombre que, en una edad similar a la mía, a su vez me entregara y cuya práctica asidua me permitió domar la mente, encarrilar mi vida y poner bajo control los hilos del destino. Son veintidós manuscritos, y una meditación diaria, –continuó diciendo el Venerable hombre, que si bien son ya un poco antiguos, podrás copiarlos de nuevo y si pones en práctica las técnicas que contienen, darás a tu vida un esplendor que habrá de sorprenderte agradablemente.

-Una vez que los hayas probado con total y absoluta satisfacción de tu parte, -me dijo, ponlos en limpio, en forma de libro y publícalo para que su mensaje llegue a mayor número de personas. Hacía tiempo que esperaba a alguien a quien confiarle este legado y creo que hoy, al llegar aquí, en la forma en que lo has hecho, tus pasos han sido dirigidos por Aquel que todo lo sabe y puede, por la Ley Cósmica, y en cuyos planes universales, todos somos sus instrumentos.

Me despedí del Venerable hombre y de su adorable nieta, sintiendo dentro de mí fuerzas desconocidas hasta entonces que preanunciaban grandes cambios en mi vida.

En los días siguientes, aparté una hora diaria, antes de dormirme, y leí y releí, todos los manuscritos, de la siguiente manera: En primer lugar copié la Meditación diaria en un cuaderno, el cual leí durante veintidós noches y mañanas seguidas, tal como lo indicaban las instrucciones de la misma.

Una nota al pie de página mencionaba que si yo la transcribía en un cuaderno, el hecho de hacerlo, grabaría en mi ordenador mental las instrucciones y me sería más fácil desarrollar, en mi personalidad, las cualidades y condiciones que formaban parte de los objetivos implícitos en la misma.

De los veintidós manuscritos, cada lunes, a las once en punto de la noche, copiaba uno en el cuaderno, y durante el resto de la semana, a la misma hora, lo leía y meditaba, siguiendo las fáciles y efectivas técnicas e indicaciones al inicio del mismo.

Cuatro semanas después de leer durante veintidós días seguidos, en la noche y en la mañana, la meditación diaria, comenzaron a manifestarse en mi vida una serie de cambios positivos que me dejaban asombrado a mi mismo, pero, también, los miembros de mi familia y a mis amistades; sobre todo mi semblante comenzó a ser más apacible; volví a sonreír desde el interior; mi estado anímico era de contento; me sentía más seguro de mi mismo; comencé a confiar más en la gente, en la vida y a vislumbrar el sentido de mi misión en la vida –percibía cosas que antes me pasaban desapercibidas, a pesar de haber estado siempre allí. Sentía fluir en mí una nueva corriente vivificadora de prosperidad, de felicidad, de alegría de vivir. Mi entusiasmo y amor por la vida y por mi familia, por mi trabajo y por las personas, crecía día a día. En aproximadamente dos meses había logrado muchas de las cosas en las cuales había soñado desde hacía años. Había dado un paso sorprendente en el camino de la autorrealización.

Efectivamente, pude comprobar que me fue relativamente muy fácil desarrollar las aptitudes y actitudes a nivel físico, mental, emocional, espiritual y en diversos aspectos de mi vida, como el financiero, que comenzó a mejorar casi inmediatamente, así como, surgieron nuevas oportunidades que comencé a aprovechar, casi sin esfuerzo de mi parte.

Transcurría el año de 1967 y mi vida había encontrado un sendero que habría de conducirme a cooperar en forma más efectiva en el plan divino que el Supremo Hacedor, en algún momento, había diseñado para mí.

Tres meses después volví a aquel lugar donde había encontrado al Venerable hombre de La Victoria y allí estaba la fuente que él dijo llamarse La Victoria; empero, cuando traté de encontrar el camino para llegar a la casa donde amablemente me ofreció un delicioso café, preparado por su nieta Lucía, no logré encontrarlo, pese a haber recorrido durante un par de horas por los alrededores. Pregunté a varias personas para ver si podían indicarme como llegar a la casa del Venerable hombre y cual fue mi sorpresa, nadie lo conocía.

Empero, después de tanto buscar, volví a encontrar la casa donde vivía el Venerable hombre de La Victoria, pero se encontraba abandonada. Su aspecto indicaba que debía encontrarse en ese estado un lapso mayor del que mediaba con el encuentro de aquel ser extraordinario. Es sorprendente como los inmuebles solos acusan el paso del tiempo en mayor grado que los que son habitados. Si no fuera por los manuscritos pensaría que el encuentro no fue más que un simple sueño. -¿O se trata, acaso de un sueño combinado con un fenómeno de aporte? Personalmente, no lo creo. El encuentro fue muy vívido y real. El aromático café servido por Lucía estaba exquisito. Durante varios años volví al lugar varias veces, la casa seguía sola. La última vez que volví, no la pude ubicar y sin tener tiempo suficiente para seguir buscándola, me fui. Ahora, vivo muy lejos de aquella zona, en otro continente; han transcurrido muchos años y después de tanto tiempo es poco probable que vuelva allí; pero, los manuscritos y la meditación diaria obran en mi poder, me han transformado y han enriquecido mi vida.

Durante más de treinta y cinco años he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen los manuscritos y la meditación diaria y cada vez que los pongo en práctica, experimentos los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para mí.

Su contenido es eminentemente práctico; no hay teorías superfluas. Si lleva a cabo los ejercicios que contienen, es probable que, gradualmente, se vaya efectuando la transmutación alquímica de su ser sintonizándose con los elevados resultados existenciales, los cuales, por añadidura, al ser creados a nivel mental, se van manifestando en su propia vida, oportunamente.

Sobre todo, con estos ejercicios, me percaté, cuando el Venerable hombre me entregó los manuscritos, de que se dispone de un método para domar la mente y ejercer un pleno dominio sobre la vida en general y, por ende, sobre el destino y controlar, cuando eventualmente se presenten, todas las situaciones, manteniendo un perfecto equilibrio físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

El Venerable hombre de La Victoria me comentaba que todo se puede lograr en la vida si se siembra la respectiva semilla por medio de correctas decisiones acordes con la propia y elevada auto-estima y dignidad personal, desarrollando el convencimiento de que sí se puede hacer, por medio de las afirmaciones, las visualizaciones y meditaciones, la experimentación de un estado emocional acorde al momento de ser logrados los respectivos resultados y la practica del desapego, es decir, dejar encargada a la mente psiconsciente del logro, y además, se espera el tiempo necesario haciendo, mientras tanto, todo lo que se requiere, según el caso o los objetivos por alcanzar.

Estas técnicas funcionan, me decía una y otra vez el Venerable hombre de La Victoria; luego, agregaba: -las he probado por más de cincuenta años y quien, a su vez me las entregó, habría hecho otro tanto, aseverando que eran efectivas, si yo seguía fielmente las instrucciones y las ponía en práctica con expectativas positivas.

Desde que en 1967, el Venerable hombre me hiciera entrega de los manuscritos, han transcurrido un poco más de de treinta y cinco años, durante los cuales yo también he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen, y cada vez que me ejercito con ellos, experimento los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para todos los que hemos aplicado las enseñanzas del Venerable hombre de La Victoria.

Él me repetía constantemente: -“¡Tú puedes si crees que puedes hacerlo! ¡Hazlo y tendrás el poder!

Recuerdo que ese día el Venerable hombre me dijo: -ejercer el poder con que la naturaleza de las cosas ha dotado a cada ser, cultivando los dones inherentes y aprendiendo todo lo que se pueda de sí y del vasto universo del que se forma parte, es una manera efectiva de ser cada día más feliz. Luego, cuando me despedí de él, expresó: -“¡Que cada día brille más y mejor tu luz interior!”.- Adelante.

Capítulo 2

Meditación diaria

Es lunes en la noche, son las once en punto.

Me dispongo a copiar textualmente, en el cuaderno que he dispuesto para ello, el manuscrito identificado con el título:

Meditación diaria

Dice así:

Afirme, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desee, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubra cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en su vida:

MEDITACIÓN DIARIA

Afirma, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desees, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubre cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en tu vida. Al encender la luz en la mente se ilumina la propia existencia y todo en derredor vibra al unísono y con el mismo sentimiento de felicidad y bienestar, interrelacionándose por la ley de afinidad.

1. -Entro en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, contando de tres a uno: Tres, dos, uno.

Ø Ahora, estoy ya en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre.

Ø Voy a permanecer en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, durante quince minutos y voy a programar los siguientes efectos positivos, los cuales perduran, cada vez mejor, hasta que vuelva a realizar este acceso y programación mental:

Ø Todo va bien, siempre, en todos los aspectos de mi vida, cada día mejor. (Tres veces). –Imagínalo-.

Ø Todo va bien en mi trabajo; cada día logro mejores niveles de efectividad, prosperidad, riqueza, abundancia y bienestar. (Imagínalo).

2. Formo una unidad cósmica perfecta con el Creador Universal, -ELOÍ. (Diez veces, con los ojos cerrados). Hoy se expresa en mí la Perfección universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión en todos los aspectos de mi vida.

3. -Cada día, en todas formas y condiciones, mi cuerpo y mi mente funcionan mejor y mejor. La consciencia de mi conexión permanente e indisoluble con el Creador Universal, -ELOÍ-, restablece y mantiene en mí, diariamente, durante las veinticuatro horas del día, un perfecto estado de salud a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Creador Universal, por darme un cuerpo perfecto, saludable, lleno de energía. Aquí y ahora, me siento en perfecto equilibrio de salud, a nivel físico, mental, emocional y espiritual.

4. Afronto y resuelvo bien toda situación que me compete, siempre.

5. Todo tiene solución, en todas las situaciones de mi vida.

6. El Creador Universal, -ELOÍ-, es en mí, cada día mejor, en todos los aspectos de mi vida, fuente de amor, luz, sabiduría, éxito, riqueza, prosperidad, abundancia y armonía.

7. Permito que las leyes universales de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión actúen bien en el plan de mi vida.

8. Tengo prosperidad y poder. Cada día enriquezco mejor mi vida a través del servicio efectivo, del amor y de la práctica de todas las virtudes.

9. Mi dignidad personal me lleva a realizar las cosas que me competen con la máxima perfección posible.

10. Cada día, en todas formas y condiciones, en todos los aspectos de mi vida, estoy mejor y mejor a nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

11. Actúo con templanza, serenidad, autodominio y perfecto equilibrio en todo. Conservo plena autonomía y control sobre todas mis facultades físicas, mentales, emocionales, intelectuales y espirituales. Hecho está. (Visualizar un escudo protector de luz que te envuelve y protege; -una pirámide-).

12. Tengo fortaleza, valor, confianza y fe suficiente para triunfar y alcanzar todas mis metas, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y en armonía con sus planes cósmicos. Soy inmune e invulnerable a las influencias y sugestiones del medio ambiente y de cualquier persona a nivel físico, mental, emocional y espiritual, en las dimensiones objetivas y subjetivas y en cualesquiera otras en que sea requerido.

13. El orden universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión se establece en mi vida, en todos mis asuntos y en las personas interrelacionadas, aquí y ahora. Hecho está.

14. Asumo la responsabilidad de mis actos y cumplo bien todos mis compromisos, siempre oportunamente, de acuerdo con el orden cósmico.

15. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos da abundancia y armonía en el eterno presente. Vivo en abundancia y en armonía perfectas, aquí, ahora y siempre.

16. El Creador Universal, -ELOÍ-, se está ocupando de todo, en todos los aspectos de mi vida, y se expresa en mí conciencia intuitiva por medio de los sentimientos en correspondencia con los valores universales.

17. Gracias, Creador Universal, -ELOÍ-, por esta vida maravillosa. Que Tu Inteligencia Infinita, Amor, Sabiduría, Justicia, Luz, y Poder Creador guíen, adecuadamente, todas mis decisiones y acciones, ahora y siempre. Gracias, Eloí, por este día maravilloso.

18. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos proteja, aquí y en cualquier lugar, ahora y siempre. (Tres veces).

19. Siempre espero lo mejor, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y la Ley Cósmica, en armonía con todos.

20. Gracias, Creador Universal; todo va bien en todos los aspectos de mi vida, a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Eloí, todo va bien en mis practicas espirituales y en mi relación Contigo; Tú y yo formamos una unidad perfecta, armónica, aquí y ahora, en el eterno presente. Yo soy Tú, Tú eres yo. Te amo.

21. Voy a realizar –obtener o resolver- (mencionar), antes del: (fecha), de acuerdo al orden divino y en armonía con todos. (Si se trata de varios objetivos, anótelos y haga la afirmación y visualización con cada uno de ellos. Imagínelo concluido satisfactoriamente sin imponer canal alguno de manifestación.)

22. Tengo serenidad y calma imperturbable. Soy impasible frente a todo y a todos. No tengo temor a nada, a nadie ni de nadie en ningún nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero. Dentro de mí vibra la seguridad total. Tengo completa confianza en la vida y en mi propia capacidad de resolver situaciones y alcanzar los resultados satisfactorios que preciso, en cada caso, siempre.

A continuación anoté la fecha: Lunes 12 de agosto de 1967. Luego, tal como me lo indicó el Venerable hombre, anoté la fecha que correspondía veintidós días después: 03 de septiembre de 1967.

Acto seguido, me senté cómodamente, tomé tres respiraciones profundas y realicé la meditación.

Luego, cada noche, durante veintidós días, a las once en punto, me iba a mi cuarto, daba indicaciones de no ser interrumpido durante veinte minutos y realizaba la meditación del día, la cual, siempre complementaba con la lectura breve de uno de los libros de cabecera que siempre suelo tener en mi mesa de noche.

Iba notando, día a día como emergía de mi interior una nueva y desconocida fortaleza, seguridad, estado de ánimo contento, actitud más decidida, optimismo frente a la vida y a las situaciones; comencé a llevarme mejor en las relaciones con las demás personas, a ser más comedido en todo y sobre todo comenzaba a tener conciencia de cosas que antes me solían pasar desapercibidas.

Cabe destacar que, en el punto número veintiuno de la meditación, había anotado siete objetivos que desde hacía tiempo quería realizar y para mi sorpresa, treinta días después de haber terminado de efectuar la meditación del manuscrito número veintidós comencé a observar como, en forma aparentemente casual se iban manifestando la resultados de cada uno de ellos hasta que, algunos meses después, antes de la fechas previstas, los había realizado todos, menos dos, por lo cual, me senté y volví a anotar, en una hoja de mi cuaderno, otros diez objetivos, encabezados por los dos pendientes de la lista anterior, les puse la fecha tope a cada uno, antes de la cual debían ser logrados, para seguir visualizando, su logro, periódicamente.

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lunes, 15 de octubre de 2012

LOS ESTADOS Y LAS ESTACIONES EN EL SUFISMO


LOS ESTADOS Y LAS ESTACIONES EN EL SUFISMO

Por: Giuseppe Isgró C

El sufismo es la parte mística del islamismo. Constituye una de las corrientes de pensamiento en la que se han escrito algunas de las más hermosas páginas de sabiduría.

En ellas, maestros sufíes como Dzulmún el Misrí, uno de los pioneros en el tema, Abulabás Ben Alarif de Almería, Ibn Arabi, Rumi, Abî-L-Khayr e Ibn Jaldún, entre otros, han hablado de “los estados” y “las estaciones” como vías y grados ascensionales que conducen a la Esencia Universal.

Los “estados” constituyen los dones, o atributos divinos con que la naturaleza de las cosas ha dotado a cada ser en los cuatro reinos naturales. “Las estaciones”, son los grados de desarrollo que en esas vías ha ido alcanzando en el eterno retorno del ser individual al Ser universal.

Esos grados de desarrollos representan niveles de percepción, tanto a nivel objetivo como subjetivo. La primera, es la percepción por medio de los cinco sentidos físicos, y la capacidad de razonamiento por medio de la lógica inductiva y deductiva.

La segunda, dado que los sufíes son expertos en alcanzar elevados niveles de éxtasis, que les permite una perfecta conexión con la Divinidad, han desarrollado en alto grado su capacidad de percepción intuitiva, y de inspiración.

Los “estados” son caminos que conducen a Dios. Las “estaciones”, constituyen las etapas por las cuales se ha avanzado, y en las que se encuentra alguien en un momento dado.


En cada “estado” se va pasando de un grado de conciencia a otro más elevado, representado por “las estaciones”. Es la eterna polarización a la que hacía referencia Lao Tse, en el Taoísmo, cuando afirmaba que, al percibir lo que era la belleza, se daba cuenta, al mismo tiempo, de lo que era su opuesto, es decir, la fealdad.

Es también la transmutación de la alquimia espiritual, mediante la cual, también se pasa de un nivel de depuración a otro más elevado.

Los “estados”, equivalentes a los atributos divinos, son los valores universales, o virtudes, que constituyen los sentidos cósmicos de cada ser en los cuatro reinos naturales. La sede de esos valores universales es la conciencia. Las “estaciones” son los grados de conciencia evolutiva alcanzados en cada uno de los valores universales.

Los “estados” son vías ilimitadas en el eterno presente, es decir, eternos e infinitos, sin comienzo y sin fin. Se emana a la conciencia individual a partir de la Esencia de la Divinidad, sin separarse de Ella y sin dejar de ser Ella misma. Los atributos, o estados divinos son los mismos, en el Ser Universal y en el ser individual. Lo que cambia es el grado. En el uno su desarrollo es infinito en vertientes y variantes; en el otro es potencialmente infinito: eternamente deberá avanzar sin encontrar límites algunos jamás.

Esos estados a los cuales nos referimos son el amor, la justicia, la sabiduría, la prudencia, la tolerancia, la compensación, la igualdad, la fortaleza, la templanza, la belleza, y los incontables otros, equivalentes a los atributos de la Divinidad, compartidos por ésta y por todos los seres en los cuatro reinos naturales.

Sostenía Ibn Jaldún, en el capítulo “De la ciencia del Sufismo” en su magna obra Introducción a la Historia Universal,  que la percepción tenía dos vertientes: “La primera tiene por objeto las ciencias y los conocimientos, no solamente de todo lo que es cierto, sino también de lo que es suposición, duda u opinión; la otra tiene por finalidad “los estados” que él (el sufí) experimenta en sí mismo, tales como la alegría, la tristeza, la constricción (sincera), la dilatación del ánimo, la satisfacción, la cólera, la paciencia, la gratitud y otras disposiciones similares”.

En el Mahasin Al Machalis, Ben Alarif desarrolla los temas de “las moradas del camino místico”, equivalentes a “las estaciones”, que él sintetiza en:

1) La gnosis o intuición extática de Dios;

2) La voluntad; Lo que Allah quiera, nada se le asemeja. Querer, desear, necesidad, deber, amor, bondad, solidaridad,

3) El ascetismo o la abstinencia;

4)  La confianza o el abandono en Dios;

5) La paciencia;

6) La tristeza y el temor;

7) La esperanza;

8) La gratitud;

9) El amor;

10) El deseo. Posteriormente, agrega otras dos:

11) La penitencia;
12) La familiaridad con Dios.


A su vez Abî-L-Khayr hace referencia a Cuarentas Estaciones “para que su marcha en el camino del sufismo culmine con éxito”.

Ellas son:

1. La intención: El sufí, al buscar el bien para los demás, lo encuentra para sí mismo. Es la pureza bajo la égida de los valores universales que orienta la intención en la realización de todo propósito personal, o colectivo.

2. La conversión: El sufí, en su retiro interior ve, o percibe a Dios. Esa conexión con la Divinidad le permite alcanzar un estado de fortaleza tal que le permite afrontar la realidad del entorno con estado de ánimo invariable. Es como un termostato espiritual que le mantiene un estado invariable de equilibrio mental, pese a la variabilidad del entorno. Su armonía interior, por efecto de la resonancia magnética, transmuta las vibraciones de los entes del medio ambiente en un estado análogo al que él sustenta interiormente. Le permite la armonía con todos y con el todo. Por la ley de la atracción, al mismo tiempo atrae elementos análogos a su estado de elevación espiritual, y aparta todo lo que le es inarmónico, como un escudo espiritual. Es la luz interior que alumbra todo cuanto está a su alrededor, tanto para sí mismo como para los demás. Su propia actitud produce una conversión, automáticamente, la de los demás. Un ejemplo lo tenemos en el perro sereno, y confiado, que impone respeto en todos los que les circundan.

3. El arrepentimiento: Rectificación, abstención, respeto a los valores y enmarcar la propia conducta dentro de sus parámetros. Decía Don Quijote: -“Quien yerra y se enmienda, a Dios se encomienda”-.

4. El estado de discípulo: El estado perfecto es el del eterno aprendiz. El maestro es el Creador Universal que inspira en la conciencia mediante el lenguaje de los sentimientos análogos a los valores universales, para vivir una vida virtuosa, en la constante ascensión de las estaciones en los incontables estados del ser. Esa estación de eterno aprendiz le permite el ascenso por medio de la Insatisfacción Creadora, descubriendo, cada quien, dentro de sí, la Divinidad interior, y a partir de ella establecer la conexión con la Divinidad Universal. Dicha conexión permite fluir, al experimentar cada una de las necesidades inherentes al ser, el poder potencialmente infinito del que está dotado. Igualmente, la conciencia de la propia ignorancia que va adquiriendo, le facilita su propia satisfacción. Fluye, sin obstáculo alguno, la sabiduría de los valores universales por medio de la intuición y la inspiración dentro de su conciencia. Esos niveles de conciencia son estaciones de los estados, o valores universales.

5. El combate espiritual: Mediante el desapego, sujetando todo pensamiento, sentimiento, deseo, palabra y acto a la más estricta justicia, imbuyendo todo con un profundo amor.

6. La atención constante: Atención centrada en la Divinidad, mediante el Dzikr, o constante recuerdo del nombre de Dios. Donde se centra la atención se expande la conciencia perceptiva y el poder creador.

7. La impasibilidad: La cual permite la imperturbabilidad para afrontar, con calma serenidad y autodominio, todas las circunstancias existenciales. Es preciso desarrollar la tenacidad, la resistencia, la paciencia y la tolerancia. El amor potencia todas estas cualidades y su sentimiento crea un lazo de afinidad que unifica y armoniza a todos los seres involucrados en la realización del propósito común.

8. El Dzikr, o constante recuerdo del nombre de Dios. Pronunciar el Nombre, sosegadamente, mil o más veces en la mañana y en la noche, y cada vez que se deba transmutar un estado de conciencia. Percepción de la Divinidad en la conciencia, mediante los estados, y por medio de las estaciones o grados de percepción. Él guía, protege, asiste, fortalece e ilumina, por medio de la ley cósmica y el fluir del sentimiento de los valores universales en la conciencia.

9. La satisfacción: Por la percepción intuitiva, o inspirativa, percibe el qué, el cómo, el cuándo, el dónde, el cuánto y el por qué, lo que le permite satisfacer toda necesidad en la forma justa y perfecta.  Esto implica aceptación de la realidad, capacidad de adaptación. Con el 20% de lo que se posee se satisface el 80% de las necesidades.

10.         La oposición al ego: Es preciso trascender el ego, descentrando la atención del ego y establecer la conexión con la Divinidad.                                                                                                                                                                                                   11.La perfecta ecuanimidad: Funge de termostato espiritual. Mantiene el equilibrio interior. Permite la aceptación de las cosas tal como son y aprovechar su potencial inherente.
12.         La sumisión: Aceptar las pruebas de la vida; afrontar la realidad tal como es, y se presenta. Resistir en forma inquebrantable regido por los parámetros de los valores universales..
13.         La entrega confiada: Establecer la Conexión Divina. Confiar en el Creador Universal, en la ley cósmica y los valores universales. El fluir de la inspiración. La percepción por intuición. La sabiduría de los valores Universales.

14.         La renunciación: Centrarse en las cosas que tienen valor, realmente. La propia comprensión y actitud frente a la realidad. Todo se puede transmutar. Es preciso trascender la realidad objetiva, lo cual implica una renunciación. Aceptación de la realidad. La voluntad de superar estaciones o etapas, la visión de las cosas actuales y de las tendencias naturales; percepción de las cosas tal como deben ser. Al renunciar a lo superfluo, e intrascendente, se deja cabida para lo trascendental, lo perdurable, lo auténtico y verdaderamente valioso. Es necesario renunciar a todo lo que no sea Dios, para llegar a Él.


15.         La adoración: El constante recuerdo del nombre de Dios y la meditación en Él y en los atributos divinos o valores universales.  Perseverancia en el servicio. Aplicación constante del poder del amor. Mente centrada en Allah. Perfección en el trabajo y en la realización de todo cuanto se ejecute.
16.         La compañía de Dios: Repetir cien veces o más: Compañía de Dios con los ojos cerrados y observar lo que pasa. Se abre mentalmente el camino que conduce a Dios. Centrar, al mismo tiempo, la atención en el punto tan tien, o hara, tres centímetros debajo del ombligo y tres centímetros hacia dentro, en dirección de la columna.

17.         La sinceridad: Sinceridad interior, autenticidad, autenticidad en el cultivo de los valores. Verdad de las cosas y de los valores. Intención firme, decisión y carácter.

18.         La veracidad: Se sujetan los pensamientos, los sentimientos, los deseos, las palabras y los actos a la vedad. Se deja de pronunciar todo lo que no se corresponda con la verdad.

19.         El temor: Basado en la conciencia del rigor de la ley cósmica, y en la efectividad de los efectos coercitivos y coactivos de los valores universales. Esto se traduce en el temor de infringir la ley de Dios. Es preciso sustituir el temor por la confianza sometiendo los pensamientos, los sentimientos, los deseos, las palabras y los actos bajo la égida de los valores universales. Decía Don Quijote: -“Primeramente, oh hijo!, has de temer a Dios; porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada”-.

20.         La esperanza: Es la expectativa que, tanto en su polaridad positiva como en su opuesta negativa, siempre se cumple. La esperanza en una potencia interior que siempre hace esperar lo mejor y la persona lo obtiene, ya que no acepta nada que le sea diferente, persistiendo hasta lograrlo. Cuando las cosas se ponen menos fáciles persiste y activa los poderes creadores de la mente humana. La protección Divina por el ceñimiento a la ley de Dios.

21.         La extinción: La trascendencia del ego, y la conexión con la Divinidad. Es preciso dejar que aflore, en el ser, la Divinidad interior. Esto se logra por medio del Dzikr, o el constante recuerdo del Nombre de Dios.

22.         La permanencia: Por donde mires siempre verás a Dios. Es preciso ayudar a Dios con el trabajo de la creación. Te estarás ayudando a ti mismo.

23.         La ciencia de la certeza: Percibir la realidad tal cual trascendiendo la conciencia objetiva, sin el velo que separa la dimensión física de la realidad espiritual. Decía Don Quijote: -“Has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que pueda imaginarse”-.

24.         La Realidad de la Certeza: Ver a Dios sin el velo, lo que significa previa depuración espiritual, haciéndose lo más semejante al estado de pureza que le es inherente.

25.         La gnosis: Contemplar a Dios en cada ser de los cuatro reinos naturales, con la certeza de que se le está percibiendo. De igual manera, en los valores universales que, como sentimientos, van fluyendo en la propia conciencia. Esos valores universales son los “estados” y el grado de percepción de los mismos denota el de la conciencia que se va adquiriendo de Él.

26.         El esfuerzo: Amar a Dios en la propia conciencia, y en cada ser de los cuatro reinos naturales. Amarle en el Espíritu. Someterse a su voluntad, plasmada en la ley cósmica y en los valores universales o atributos divinos, o “estados”. Percibir la guía divina por medio de los sentimientos de los “estados”, en sus respectivas “estaciones”, en la conciencia.

27.         La virtuosidad: Por la práctica de todas las virtudes se llega a identificar con la Divinidad, estableciendo la conexión en forma automática.

28.         El amor: La síntesis de todos los “estados”, o valores universales. Por el amor se llega a ser uno con el UNO. Atención centrada en Allah, permanentemente, hasta adquirir conciencia de Él, expresando su presencia divina en el propio ser, o estaciones por la que se va pasando ascensionalmente, en forma consciente.
29.         El éxtasis unitivo: Conexión espiritual con el Creador Universal que permite adquirir una conciencia clara de Él en todo cuanto existe, expresando la sabiduría de los valores universales, o estados, en el grado de conciencia que, por propio esfuerzo, se haya llegado a desarrollar. El éxtasis de la Unión permite expresar la Sublime Presencia de la Esencia, o Divinidad.

30.         La proximidad: Ser un instrumento, o “estación en el camino”, de la Voluntad Divina para difundir la luz que oriente a los seres en el entorno en que, a cada quien, le toque actuar. Mediante la Conexión con la Esencia transmitir la guía divina y la gnosis de “los estados” o valores universales, así como expresar el poder creador mediante obras que contribuyan a la expansión de la Creación Universal.

31.         La meditación: Meditación en Dios y en sus atributos divinos, o “estados”, o valores universales. Es preciso centrar la atención en el Nombre, practicando el Dzikr o constante recuerdo de Él. Donde se centra la atención se expande la conciencia. Diálogo con el Creador Universal en la conciencia por medio de los sentimientos de los valores universales. Se trata de un diálogo de Dios consigo mismo. Por medio de la meditación se puede adquirir conciencia de cualquier clase de conocimiento que se anhele. Por encima de todo, se puede adquirir conciencia de Él.

32.         La Unión: La unión con Él se verifica en la conciencia, que es donde se encuentra su asiento. Es preciso adquirir conciencia de que se forma una Unidad permanente e indisoluble con Él. Se precisa adquirir conciencia de Él y en Él, y de que somos Él mismo, sin separarnos de Él mismo.

33.         El desvelamiento: No hay velo alguno entre la conciencia del ser individual y la del Ser Universal. En cualquier lugar en que se encuentre el ser individual, allí se reside Dios y sus atributos divinos, o “estados”.

34.         El servicio: Conexión con Dios por el servicio. Dios actúa en cada ser para realizar el servicio a todos los seres del universo, en los cuatro reinos naturales. Es Dios el Servidor, cada ser es un instrumento de su voluntad divina. La disposición de servir le transforma, a cada quién, en un instrumento de su voluntad divina.

35.         El despojamiento: En cualquier circunstancia en que el sufí se encuentra práctica la amistad con Dios, acepta las cosas como vienen y las transforma en como deben ser. En cada situación ve una oportunidad de aprendizaje y de servicio. Ser amigo de Dios es ser, al mismo tiempo, amigo de cada ser en los cuatro reinos naturales, por cuanto en cada uno reside su presencia divina. Cultivando la amistad con cada ser de los cuatro reinos naturales se práctica la amistad con Dios, simultáneamente.

36.         El aislamiento: Mediante el termostato espiritual, sea cuales fueren las condiciones externas, por su programación interior, expresan, o manifiestan, siempre resultados perfectos, positivos, creativos y alentadores, en el eterno retorno del ser individual hacia el Ser Universal. Transmutan toda condición inadecuada en la que debe imperar en un momento dado. El sufí siempre se mantiene en la vía que conduce a Dios, mediante la conexión divina. Tiene presente que, por encima del ser individual se encuentra Dios y su ley cósmica.

37.         La expansión: La visión constante de Dios le permite osar en la conquista de sí mismo y permanecer constante en el camino hacía Dios. Sabe que el caminante, el camino y la fuente, son lo mismo: Dios. El universo se encuentra en constante expansión y el ser individual, con su aporte cuota a la Creación, contribuye activamente en el proceso expansivo-creador.
38.         La afirmación de la Verdad: Afirmando la verdad de los valores universales, o “estados” se va ascendiendo por las estaciones que conforman la eterna polarización, avanzando siempre de un nivel de progreso a otro más avanzado. La afirmación de la verdad es un decreto que genera su manifestación. Cada valor universal como el amor, la prudencia, la justicia, la igualdad, la compensación, el equilibrio, la armonía, la belleza, el orden, entre otros, según la estación de la conciencia en que el ser se encuentra, manifiesta ese mismo grado de la verdad que le es inherente a cada uno de los valores.

39.         La Meta Suprema: Se alcanza la morada por medio de las pruebas de la vida. Los infinitos ojos de la conciencia son los estados o valores universales. Cada estación es una parada desde la cual se contempla la realidad universal, desde ese “estado” o valor, y desde ese grado en particular.

40.         El Sufismo: Se le define como el instrumento de la Verdad, inherente a cada valor universal, o estado, según la estación, o parada, en que cada ser se encuentre en un momento dado, en un ascenso sin límites, en el eterno presente. Este estado integral es el del amor que sintetiza todos los estados, o sabiduría de los valores universales.

Evidentemente, solo a través de la experiencia directa se puede percibir el conocimiento de los “estados”, en forma gradual, por medio de las estaciones, o niveles de conciencia. Para conocer el sabor del té es preciso tomarlo; para saborear las delicias de la miel, es preciso ingerirla; para experimentar el sabor salado de la sal, es preciso colocar unos pocos granos debajo de la lengua; para vivir la sublimidad del acto de amor, que trascienda el acto sexual propiamente dicho, es preciso realizarlo. Para percibir la Divinidad, es preciso practicar el Dzikr, o constante recuerdo del nombre de Dios, efectuar la conexión espiritual con Él, depurarse para asemejársele, y vivir cada uno de los “estados”, gradualmente, en sus infinitas estaciones de la conciencia, en el eterno presente.

De nada sirve que alguien explique lo que es el té, la miel, la sal, la experiencia del amor sexual, o divino, y la magnificencia de la conexión divina, si cada quien no se pone en camino, obteniendo la experiencia de primera mano. La práctica desarrolla la maestría; la maestría consiste en mantener un constante estado de aprendiz a través de la eterna polarización, por las vías de los estados y sus respectivas e incontables estaciones.

Adelante.