sábado, 15 de diciembre de 2012

EL PODER DE LA HONRADEZ



EL PODER DE LA HONRADEZ

POR ©GIUSEPPE ISGRÓ C.


     La máxima satisfacción que el ser humano experimenta es la de saber que todo logro y/o posesión lo debe a su propio esfuerzo  y a un trabajo honesto.

La conducta del sabio es recta en sus propósitos, acciones  y resultados. Sabe que la honestidad  es el único camino que conduce a una vida feliz. Por lo tanto, busca todo bien en lo honesto, y encuentra, dentro de sí, el supremo contento. La experiencia de la vida demuestra que, para alcanzar la felicidad, la honestidad es el bien exclusivo que la proporciona.

Todo acto de honradez genera tranquilidad interior, seguridad, confianza en sí mismo, autoridad moral, auto-respeto y disponibilidad para los logros que deben ser alcanzados. La razón es el fiel de la balanza que indica la conducta a seguir, en cada caso, rigiendo las acciones de acuerdo con la justicia, la integridad, la probidad, la lealtad y el honor.

Todo cuanto hagas, hazlo por amor a la honestidad y a la rectitud, para tener la conciencia tranquila.

Adopta, en todo momento, decisiones justas, tanto para otros como para ti. Condúcete, frente a las pruebas de la vida, con serenidad, ánimo tranquilo, fe, valor, aceptación de la realidad y sinceridad interior, firmeza, constancia, plena comprensión de las leyes cósmicas y sus valores. La experiencia de la honestidad pone en práctica todas las virtudes que generan y, mantienen, el honor, en cada uno de los propios actos.

La integridad moral, permite cumplir el propio deber, a plenitud, y, lleva a resistir la tentación de los actos reñidos con lo honesto; la probidad, lo hace cumplir, dando a cada uno lo suyo, por respeto a las leyes y, para mantener la reputación intachable; la lealtad, lo cumple con placer y desinterés; y, la honestidad, por amor al bien,  rindiendo honor a los propios compromisos, alcanzando un sentimiento de auto-liberación. Todo acto en desacuerdo con la honestidad es una deuda cósmica que se adquiere, la cual debe ser pagada, oportunamente. Además, por un mecanismo cósmico, en el mismo momento que alguien decide obtener cualquier indebida posesión, simultáneamente, actúan fuerzas positivas del bien, determinando que, una vez obtenida, la desplazarán de sus manos.

La experiencia acumulada por los sabios indica que, toda persona debe retener para sí solo  lo que le pertenece, para gozar de la paz interior. De esta manera se experimenta la libertad personal.

La justicia universal coopera, con la persona honrada, a mantener el equilibrio evolutivo. Además, todo lo ve y lo pesa, inflexiblemente, haciendo pagar, a cada quien, aquí y ahora, lo que la balanza indica, con sus respectivos intereses. Es preferible ser acreedor. Cuanto antes cada uno pague sus compromisos cósmicos, por la Ley de Compensación, mejor. Dispondrá de libertad integral: física, moral, intelectual y espiritualmente, poder de realización, , gozará de la verdadera felicidad.

Conviene entusiasmarse con las riquezas acordes con la honestidad, pues, de seguro que agradará el destino que le toca a sus poseedores. Siempre, todos han quedado satisfechos de cualquier acto efectuado de acuerdo con la honradez.

Responde con honradez a la confianza que te han otorgado tus conciudadanos.

Cumple tu deber por amor al bien y sé virtuoso por conciencia y comprensión de los valores reales de la vida, de los beneficios genuinos y de la felicidad que proporciona  la práctica de las virtudes. Ten presente que, frente a toda situación,  la vida prueba tu honradez. Mantén firme tu resolución de salir airoso aplicando los principios de la dignidad, la decencia, la justicia y el amor.

Simón Bolívar, decía: -“hombres virtuosos, patriotas e ilustrados, constituyen las repúblicas”, y, -“la educación forma al hombre moral”-.

La honestidad, -parafraseando a Duclos- actúa por conciencia, se desarrolla con la educación, se mantiene con los principios y se fortifica con el ejemplo.

La honradez es tu mayor riqueza y crédito. Actúa con buena fe. Sé confiable, justo y honrado, siempre. Cada día palparás, más y mejor, que la experiencia de la honradez proporciona la auténtica   felicidad de la vida y un elevado sentido de la auto-estima y dignidad personal. 


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Desde la antigüedad, tanto los sabios como la gente sencilla, se han percatado de la presencia de la ley divina que actúa, instantáneamente, haciendo esfumar el dinero –u otro bien- mal habido, aparte de dejar poco bien parados a sus ejecutores. La honradez, la veracidad, la equidad, la rectitud, el trabajo efectivo, la paciencia, la persistencia, el entusiasmo, la moderación, la prudencia, la templanza, la voluntad de servicio,  el ahorro y la inversión, el sacrificio, el esfuerzo constante, constituyen el único camino a la auténtica riqueza integral, al bienestar sólido, a la tranquilidad de espíritu, y, a hacerse dignos de que, las leyes cósmicas,  y, la protección divina, concurran en cooperación  activa, a prestar su concurso, por cuanto, el Gran Ser Supremo,  y la vida, ayudan a quienes se ayudan a sí mismos, correcta y honradamente, y persisten, con ánimo contento, confiados, en el resultado final positivo, en todas las etapas  existenciales.

La única manera de alcanzar la auto liberación es estando libre de deudas de toda índole; económicas, morales, etcétera.
Quien, indebidamente, se aprovecha de otros, aparte de quedar, instantáneamente, sujeto a la acción de la ley cósmica,  se convierte en esclavo de quienes ha perjudicado, y, antes o después,  debe reparar la falta, incluyendo los respectivos intereses, y, en el intervalo, dejará de tener libertad de acciones hasta el día en que inicie la reparación y compense el hecho. 
Es una fuerza de coacción cósmica que actúa  oportunamente (inmediatamente), llevándose lo indebido, de múltiples y variadas formas, zahiriendo al infractor, quien dejará de tener paz hasta que actúe correctamente y restablezca el equilibrio, compensando su deuda  existencial.

Quien quiere ver, observa claramente esta ley, y los efectos de su infracción en todas las áreas de la vida.  Todos los que se aprovechan inadecuadamente de sus funciones, con manejos indebidos de las situaciones, pese a lo mucho o poco obtenido, las necesidades surgidas se lo llevarán, encontrándose igual que antes, con la agravante de una deuda innecesaria, un cargo de conciencia que instan a la rectificación, y, además, fuerzas cósmicas los mantendrán en tareas en las cuales deberán compensar el hecho y, por mucho que se quiera, se dejará de tener la libertad debida, hasta que cada uno salde su compromiso cósmico y obtenga la auto liberación, actuando en plena armonía y concordancia con las leyes cósmicas: justicia, rectitud, honradez, sinceridad, trabajo efectivo, estudio constante,  etcétera.

Con la vida no se juega, por cuanto, el “ojo que todo lo ve”, mediante un mecanismo simultáneo,  realiza movimientos adecuados que neutralizan cualquier acto indebido del que se aparta del justo camino.

Pero, la vida es colaboradora insuperable cuando cada uno  decide recorrer  el camino del servicio, del progreso, de la justicia, de la práctica de todas las virtudes y del amor.

La vida, con tiempo, prevé a las propias necesidades; por supuesto, no hay que quedarse de brazos cruzados, tal como dice la máxima popular: -“Ayúdate que Dios te ayudará”-.

Hay que tener confianza en la suprema bondad, en el sentido de que, aún en el peor rigor de la justicia divina, ésta siempre busca el bien de cada quien y aun imponiendo corrección severa, si se acepta el hecho y se opta por la propia redención, con paciencia, constancia y confianza,  todo coadyuvará en beneficio propio.

La justicia universal da a cada quien exactamente lo que se merece, ni más ni menos. Hay sólo un camino: lograr mayor merecimiento, haciendo lo que debe hacerse, dando más y mejor  servicio, siendo altruistas y generosos, alcanzando la excelencia, en todo.

La regla de oro en las interrelaciones humanas la constituye la antigua  máxima: -“Hacer a los demás  lo mismo que se quisiera recibir  para sí en idénticas condiciones”-.

Dale a la vida lo mejor que puedas darle y ella te dará lo mejor que tú seas capaz de recibir.

Respeta la porción ajena y conservarás la tuya intacta para usarla a tu mejor conveniencia.  Al que quita le será quitado; al que da, le será dado más aún, para que siga dando: servicio, amor, respeto, etcétera.

Lo mismo que tú quieras para ti, debes darlo antes y lo recibirás oportunamente.

Acepta la abundancia de este día, realiza tu tarea con ánimo contento y sé feliz.

Adelante.




miércoles, 12 de diciembre de 2012

EL PRINCIPIO DEL MENTALISMO



EL PRINCIPIO DEL MENTALISMO

POR ©GIUSEPPE ISGRÓ C.

El primer principio del Kybalión, de Hermes Trismegisto, expresa: -“Todo es mente. El universo es mental”-.
-Qué significa que todo es mente y que el universo es mental? Al esclarecer este principio, se tiene acceso a la primera clave “con la cual se abren las puertas de la fuente universal”.
De eso trata, precisamente, este aforismo, de que -“Todo es mente. El universo es mental”; así como de la fuente, y ésta es el Ser Universal, como causa primera, y suprema, de todo. Evidentemente, mente y espíritu vienen a ser, exactamente, la misma cosa. Por esta razón, el aforismo, también pudo haberse enunciado de esta manera: -Todo es Espíritu. El universo es espiritual.
Si todo es mente, y ésta es el espíritu, en su esencia, y el único espíritu que existe es el del Ser Universal, quien se expresa en cada ser individual, en los cuatro reinos naturales, sin separarse de sí mismo y sin dejar de ser Él mismo, se evidencia claramente la veracidad de lo enunciado por Hermes, en el Kybalión, de que todo es mente, y de que el universo es mental.
-Cómo explicar adecuadamente este enunciado de que todo es Espíritu y de que el universo es espiritual?
Podríamos representarnos el universo en tres grandes esferas de manifestaciones esenciales: La primera, la del Ser Universal, como causa primera, y suprema, del universo, fuente de todo y del Todo; energía luminosa en constante movimiento que impregna todos los grados de manifestaciones. Este Ser Universal es la inteligencia infinita que se expresa en la conciencia, la propia, y en la de cada ser individual, en los cuatro reinos naturales, que es, exactamente, una réplica de la del Supremo Artífice.
La segunda de estas esferas, es la del Alma Universal, o vehículo de expresión del Ser Universal en cada ser individualizado, en los cuatro reinos naturales, donde emana a la conciencia individual sin separarse de sí mismo, y sin dejar de ser Él mismo, tantas veces como sea necesario en cada fase de la expansión del universo. El Alma Universal es el vehículo de expresión del Ser Universal, quien lo hace de manera individualizada en cada ser de los cuatro reinos naturales. Cada ser que emana a la conciencia individual, en el alma universal, lo hace dotado de todos los atributos de la Divinidad, incluyendo del libre albedrío o autonomía “aparente” o “relativa” de la voluntad. Aparente, o relativa, por cuanto debe regirse en pensamientos, sentimientos, deseos y necesidades, palabras o actos, en forma consciente, en polaridad positiva, por los valores universales que sustentan la ley cósmica. Es decir, tiene libertad, o autonomía, para hacer o dejar de hacer, pero debe enmarcar sus pensamientos y actos, en la ley cósmica. Puede, dentro de esa autonomía, aún salirse de los parámetros de los valores universales, o hacerlo en polaridad negativa, pero existen mecanismos coercitivos y coactivos que le van haciendo adquirir consciencia de la conveniencia de vivir en armonía con la naturaleza. La diferencia del Ser Universal con los seres individualizados, reside en que el primero tiene todos sus atributos divinos desarrollados en grado infinito, en todas las vertientes y variantes. Mientras que en los seres individuales, estos atributos son poseídos en estado de potencialidad infinita, que se va expresando en la medida que cada ser experimente, en su conciencia, determinados grados de necesidades o deseos de realización. Mientras más elevados sean los niveles de exigencias, en las necesidades y en los deseos, en esos mismos grados se van expresando el poder creador y la sabiduría de los valores universales. Si cada ser individual experimentara, en un momento dado, una necesidad, o deseo, en grado infinito, en ese mismo grado expresaría el poder creador y la sabiduría de los valores universales inherentes, para satisfacerla, o realizarlos.
La tercera esfera de manifestación es la física. Esta se manifiesta por efecto de los seres individualizados en el reino mineral, es decir, el de los Espíritus elementales de la naturaleza.
La labor de cada Espíritu elemental de la naturaleza es la de traer a manifestación el mundo físico, o el de la expresión objetiva de la realidad, según el plan de la Creación trazado por el Gran Arquitecto del Universo y ejecutado por los Maestros de la Creación con el auxilio de todos los seres en los cuatros reinos naturales.
Cada Espíritu elemental, vibra a una frecuencia determinada, y en ese grado de vibración trae a manifestación física el elemento inherente, como, por ejemplo: el hierro, el plomo, la plata, el oro, el estaño y así en cada elemento de la extensa gama existente, tanto de los conocidos como por los que quedan, aún, por conocer. En cada ser individualizado, en el reino natural, al igual que en los miembros de los demás reinos de la naturaleza, se expresan en los tres niveles esenciales: Espíritu, alma y materia. Esto ocurre en cada elemento: El Espíritu vibra a una frecuencia determinada, manifestando la materia inherente al elemento, pero la fuerza de cohesión y la de adhesión, se ejerce por medio del alma, que constituye el elemento de enlace entre la dimensión espiritual y la física, asi como de archivo espiritual y coadyuvante, al mismo tiempo, en la fisiología de todas las facultades espirituales que les son inherentes.
Cada ser individualizado en el alma universal, emanado del Ser Universal, en los cuatro reinos naturales, como expresión ejecutora del Supremo Artífice, lo hace en las tres esferas de manifestación, en forma alterna y constante.
Aquí se evidencia claramente que, toda manifestación en las ilimitadas vertientes y sus respectivas variantes, todo se realiza a nivel del Espíritu como voluntad ejecutante del Ser Universal, a nivel del ser individual, en los cuatro reinos naturales: Humano, animal, vegetal y mineral, quien se expresa por inspiración divina, mediante el lenguaje de los sentimientos, en la conciencia de cada ser. Aquí se observa como el Ser Universal es al mismo tiempo la Inteligencia Infinita y el instrumento de de su expresión por medio de los seres individuales, en los citados cuatro reinos naturales, y en cualesquiera otros que, aún, pudiesen quedar por conocer. Siendo el Espíritu la esencia de la mente, es evidente que todo es mente, y que el universo es mental, en todas sus expresiones.
Toda manifestación de la realidad, en todas sus vertientes o variantes, es una expresión del Espíritu, como actividad mental, en los seres emanados a la conciencia individual en los cuatro reinos naturales.
Auí reside la clave esencial para comprender todas las manifestaciones de la naturaleza, en cada estado de conciencia y sus respectivas estaciones de comprensiones.

Adelante.








martes, 11 de diciembre de 2012

EL PODER DEL HONOR



  
EL PODER DEL HONOR

POR ©GIUSEPPE ISGRÓ C.


Acepta el honor que el Supremo Hacedor y la naturaleza de las cosas te brindan de vivir una vida virtuosa y útil para ti y la humanidad, en evolución ascendente, en la espiral cósmica, hasta alcanzar la auto-maestría. 

Los antiguos romanos erigieron dos templos: uno al honor y otro a las virtudes; para entrar en el primero se requería pasar, antes, por el segundo, demostrando, con ello, como el honor alcanza su plena manifestación sólo mediante la práctica de las virtudes, cuyas cuatro básicas, son: La prudencia o sabiduría, la fortaleza o coraje, la justicia y la templanza o moderación. Existen, además, otras virtudes complementarias, de las cuales se sintetizarán cierto número.

La prudencia y la sabiduría, consideradas como una sola virtud, contemplan dos aspectos de un mismo valor; ambas otorgan la visión para actuar de acuerdo con la verdad; con plena percepción y comprensión de las leyes que rigen los valores universales y, humanos,  y las posibilidades a su alcance, permitiendo conocer la ruta a seguir y la meta que debe ser alcanzada, en cada etapa.


La sabiduría permite vislumbrar, claramente, el camino correcto, y, la prudencia, hasta que fase del mismo se debe avanzar.

La práctica de la prudencia y/o sabiduría permite que el honor se exprese como la verdad del ser; aceptándola, cada persona, con realismo y objetividad, trabaja a partir de ella para realizar los cambios necesarios, utilizando dos aliados que, en el hombre, se exterioriza como sentimiento de la propia dignidad y, en la mujer, como decoro o recato; en ambos casos, les lleva a realizar acciones acordes con la ética y a evitar las incompatibles con ella y con la propia conciencia, único medio de acentuar el propio respeto y la auto-estima.

La fortaleza permite avanzar con coraje en lo más intenso de las situaciones por dominar, cumpliendo el objetivo trazado y llegando, oportunamente, a la meta.

La práctica de la justicia facilita la ecuanimidad y rectitud en las acciones, cumpliendo, cada persona, sus deberes y, satisfaciendo, por derecho, las propias necesidades, mediante un trabajo honrado, eficiente y productivo.




La justicia, como virtud, se expresa en la rectitud de intenciones y conducta, obteniendo los más loables y nobles resultados, de igual manera que, para recorrer la distancia entre dos puntos, el camino más corto es la línea recta.

Actuar de acuerdo al estricto sentido de la justicia implica cumplir los compromisos asumidos, las promesas efectuadas o palabra dada, lo cual equivale al cumplimiento de un contrato.

El honor de toda persona vale tanto cuanto su palabra dada y cumplida, por eso suele dársele el calificativo de palabra de honor, que en este caso, se rinde a si al liberarse de las obligaciones contraídas.  Por cuan grande que sea el mérito, el honor siempre significa el cumplimiento del propio deber y, por ende, es el único camino para alcanzar la libertad y la auto-independencia.




La templanza, es la virtud que permite mantener el equilibrio y la moderación en todos los actos, en concordancia con las leyes contenidas en los códigos escritos o no; la conciencia, juez severo y justo, en cada ocasión hace sentir su voz clara y nítida, a la cual cada uno debe oír, haciendo caso de sus indicaciones, para mantener la paz interior e intacto el honor y el auto-respeto.

Cada ser es como una gota en el océano del universo, donde, al igual que una de miel endulza el agua, en un vaso, haciéndola más agradable, así el honor individual constituye la que acrecienta la honorabilidad  colectiva.



Cada persona, en su hoja de vida, arroja un total que corresponde a la suma de los resultados alcanzados en todas sus acciones, positivas o no, que van acreditando o debitando, en su cuenta cósmica, cuyo saldo existencial constituye su potencial de realización que, por atracción magnética, atrae a la propia existencia, lo equivalente,  a dicho saldo, por eso la ley cósmica, expresa: -“Cada persona toma afuera  según tiene adentro”-. Por lo cual, se reubica, automáticamente, en el orden cósmico que le corresponde.

Allí, la vida le asigna tareas para realizar de acuerdo a su capacidad de asunción y  al esquema existente, en cada momento, dentro de los planos trazados por el Gran Arquitecto del Universo; aceptar el propio orden, realizando las tareas que corresponden a la propia posición existencial, es el máximo honor que cada persona puede alcanzar, otorgado por la propia conciencia, cuando los resultados son positivos y elevados, cuyo veredicto permite experimentar el sentimiento del deber cumplido, incrementando la auto-estima y la auto-realización, obteniendo el derecho de asumir nuevas tareas en el esquema cósmico.




Contribuye, con la potenciación de tu honor, a elevar la gloria de tu ciudad, país y de la humanidad.

Consolida tu prestigio con la autoridad de la persona experta que realiza todas sus obras con excelencia.

Desarrolla un poderoso entusiasmo y la convicción de las bondades de tu servicio.

Cultiva la honradez; actúa con ánimo contento y alegría; ten fe en los logros positivos; desarrolla tu voluntad; visualiza los resultados apetecidos debidamente realizados.

Práctica la generosidad, el altruismo, la sinceridad, la nobleza, la serenidad, la paciencia, la constancia, la confiabilidad y una actitud mental de prosperidad, dando cada día un mejor servicio. Actúa con cortesía y dignidad con todos.




Estudia los valores universales. La vida te entrega tanto más de lo que tú das. Si quiere más, da más. Los resultados que obtienes, equivalen a determinado grado de honor y constituyen tu honra y honorarios.

Las virtudes y el bien que ellas generan, conforman el camino a seguir; el honor es la meta, la cual, una vez alcanzada, proporciona la felicidad de la auto-realización. Adelante.






lunes, 10 de diciembre de 2012

EL “PHILIAS” Y LA REENCARNACIÓN






EL “PHILIAS” Y LA REENCARNACIÓN
POR ©GIUSEPPE ISGRÓ C.

Uno de los grandes aportes de la investigación científica sobre la reencarnación, en el siglo XX, fue la utilización del término PHILIAS con la acepción que engloba el arrastre, de una vida a otra, de los rasgos físicos, las aptitudes, el carácter, las fobias, los traumas e idiosincrasias, de los seres.

Veamos un ejemplo: Jean Francois Champolion, un joven egiptólogo que descifró la escritura jeroglífica. Era de una precocidad prodigiosa. A los 17 años fue admitido como miembro de número de la Academia de Ciencias, Letras y Artes; conocía más de doce lenguas, antiguas y modernas. Descifró la escritura de la “Piedra de Roseta”, que tenía tres vertientes: Jeroglífica, demótica, o popular, y griega. Champolion, siendo de madre y padre franceses tenía rasgos egipcios. Era un genio políglota y a la edad de 19 años, como profesor de la Sorbona, asombraba a sus colegas por su extraordinaria erudición.

Esto significa que, siendo francés, y de progenitores de igual origen, debía tener rasgos franceses, sin embargo, sus amigos le llamaban el egipcio, por sus facciones. Para descifrar la antigua escritura de la piedra Roseta, es porque, en épocas antiguas, en la que se hablaba y escribía dicho lenguaje, Champolion debió haber vivido en Egipto. De ahí el arrastre de los rasgos físicos, y el conocimiento suficiente, que poseía, para realizar la labor que llevó a cabo.

Qué es la reencarnación?

La reencarnación, significa “NACER DE NUEVO”, derivado esto del término PALINGENESIA, que es un sinónimo de Reencarnación, cuya etimología es: “Palin”: de nuevo; y: “génesis”: nacimiento.

Los seres, en los cuatro reinos naturales, emanan a la conciencia individual a partir del Ser Universal, quien se individualiza en el Alma Universal sin separarse de sí mismo y sin dejar de ser Él mismo, con todos sus atributos divinos, en grado potencialmente infinito.

Cada ser emanado a la conciencia individual, inicia el Eterno Retorno hacia el Ser Universal, durante el cual va adquiriendo conciencia de ese desarrollo en grado infinito, en todas sus vertientes y variantes, de los atributos divinos que posee el Supremo Artífice.

El ser, en cada uno de los cuatro reinos naturales, jamás encontrará un límite en la expansión de su conciencia, en la espiral evolutiva y en la expansión de la Creación universal.

En la naturaleza, todo es cíclico; por ejemplo: la primavera, el verano, el otoño y el invierno, lo cual se repite ad infinitum.

Hay un sucederse constante en todas las manifestaciones físicas de la vida: emerge a la vida, se desarrolla y concluye su ciclo y lo reemprende en uno nuevo, incesantemente.

Esa es la razón de ser de la reencarnación. Es un incesante repetirse de ciclos en los cuatro reinos de la naturaleza. Estos ciclos de vida, en todas sus variantes, y vertientes, están regidos por leyes universales.

La ley de reencarnación es universal y rige en los cuatro reinos naturales, conjuntamente con las demás leyes naturales que les interrelacionan.
Una reflexión: Es verdad que no se “recuerdan” las vidas pasadas? O, no recordamos que recordamos?

Dos leyes de la reencarnación:

A)  EL AMOR: Quien odia tendrá que amar.

B)   LA VIDA: Quien quita una vida debe reponerla. Para lo cual nacerá, en otra vida, según el caso, como mujer, y será madre de aquel a quien le deba esa vida.

Adelante.

EL SERMÓN DEL DESPERTAR, BODHIDHARMA



EL SERMÓN DEL DESPERTAR


POR BODHIDHARMA

La esencia del Camino es el desapego. Y la meta de aquellos que practican es liberarse de las apariencias. Se dice en los sutras: «El desapego es despertar porque niega las apariencias». La budeidad significa atención sutil. Aquellos mor­tales cuyas mentes tienen atención natural alcanzan el Camino del despertar y por ello son llamados Buddhas. Se dice en los sutras: «Aquellos que se liberan a sí mismos de toda apariencia son llamados Buddhas». El aspecto de la apariencia como no apa­riencia no puede apreciarse visualmente sino que únicamente puede conocerse mediante la sabiduría. Cualquiera que escu­che y crea esta enseñanza se embarcará en el Gran Vehículo y abandonará los tres reinos.

Los tres reinos son codicia, aversión y confusión. Abandonar los tres reinos significa regresar desde la codicia, aversión y la confusión a la moralidad (el camino de la virtud natural sin culpabilidad), Contemplación (con amor benevolente)  y la sabiduría (inteligencia natural encontrada en las enseñanzas). Codicia, aversión, y confusión no tienen naturaleza propia (sus aparentes raíces, son las Identidades), son ilusorias y cualquiera capaz de reflexionar verá que la naturaleza de la codicia, aversión y confusión es la natura­leza búdica.

 Más allá de codicia, odio e ignorancia no hay otra naturaleza búdica. Se dice en los sutras: « Los budas sólo se han convertido en budas mientras vivían con los tres venenos y alimentándose del Dharma puro». Los tres venenos son codi­cia, odio y confusión.

El Gran Vehículo es el más grande de los vehículos. Es el transporte de los bodhisattvas, que lo usan todo sin usarlo y que viajan todo el día sin viajar. Así es el vehículo de los bod­hisattvas. Se dice en los sutras: «El no vehículo es el vehículo de los Buddhas».

Cualquiera que comprenda que los seis sentidos no son rea­les, que los cinco agregados son ficciones, que ninguno de ellos puede ser localizado en parte alguna del cuerpo, comprende el lenguaje de los Buddhas. Se dice en los sutras: «La cueva de los cinco agregados es el vestíbulo del Chan. La apertura del ojo de la mente es la puerta del Gran Vehículo». No puede ser más claro.

No pensar en nada es Chan. Una vez que se sabe caminar, estar de pie, sentarse o estirarse, todo lo que se haga, es Chan. Saber que la mente es vacío es ver al Buddha. Los Buddhas de las diez direcciones no tienen mente. Ver la no mente es ver al Buddha.

Renunciar a uno mismo sin pesar es el acto de amor más grande. Trascender movimiento e inmovilidad es la mayor de las me­ditaciones. Las personas no dejan de moverse, y los arhats per­manecen inmóviles. Pero la más elevada de las meditaciones trasciende tanto la de los mortales como la de los arhats. Aque­llos que alcanzan dicha comprensión se liberan a sí mismos de todas las apariencias sin esfuerzo y curan cualquier ausencia de salud  sin tratamiento. Tal es el poder del gran Chan.

Usar la mente para buscar la realidad es ignorancia. No usar la mente para buscar la realidad es conocimiento. Liberarse uno mismo de las palabras es liberación. Permanecer sin má­cula de polvo de sensación es permanecer en el Dharma. Tras­cender vida y desencarnación es abandonar el hogar.

No sufrir otra existencia es alcanzar el Camino. No crear igno­rancia es iluminación. No aferrarse a la ignorancia es sabiduría. La no aflicción es el nirvana. Y la no apariencia de la mente es la otra orilla.
  
Cuando eres ignorante, esta orilla existe. Pero cuando des­piertas, deja de existir. Los mortales permanecen en esta orilla, pero aquellos que descubren el más grande de todos los vehí­culos no están ni en ésta ni en aquélla. Son capaces de vivir en ambas orillas. Aquellos que ven la otra orilla como diferencia­da de ésta no comprenden el Chan.

La ignorancia significa mortalidad. Y el conocimiento sig­nifica budeidad. No son lo mismo y tampoco son diferentes. Pero la gente distingue entre ignorancia y conocimiento. Cuan­do somos ignorantes hay un mundo al que escapar. Cuando so­mos conscientes, no hay nada donde escapar.

A la luz del Dharma imparcial. los mortales no son diferen­tes de los sabios. En los sutras se dice que el Dharma imparcial es algo que los mortales no pueden penetrar ni los sabios prac­ticar. El Dharma imparcial sólo es practicado por los grandes Buddhas y bodhisattvas. Ver la desencarnación como algo diferente de la vida o el movimiento como algo diferente de la inmovilidad es ser parcial. Ser imparcial significa ver el sufrimiento como algo no diferenciado del nirvana, porque la naturaleza de am­bos es el vacío. Al imaginar que pondrán fin al sufrimiento y entrarán en el nirvana, los arhats acaban atrapados por el nir­vana. Pero los bodhisattvas saben que el sufrimiento es esencialmente vacío y permaneciendo en el vacío permanecen en el nirvana. Nirvana significa no nacimiento y no desencarnación. Está más allá de nacimiento y muerte y más allá del nirvana.

 Cuando la mente deja de moverse, penetra en el nirvana. Nirvana es una mente vacía. Cuando no exis­te la ignorancia, los Buddhas alcanzan el nirvana. Cuando no existen las aflicciones, los bodhisattvas entran en el lugar de la despertar.

Un lugar deshabitado es uno sin codicia, odio ni ignoran­cia. La codicia es el reino del deseo, el odio el reino de la forma y la ignorancia el reino sin forma.

Cuando da comienzo un pensamiento se penetra en los tres reinos. El principio o fin de los tres reinos, la existencia o no existencia de todo, depende de la mente. Esto es aplicable a todo, incluso a objetos inani­mados como rocas y palos.

Cualquiera que sepa que la mente es una ficción y está vacía de cualquier cosa real, sabe que su propia mente ni existe ni no existe.

Los mortales siguen creando la mente, procla­mando que existe.

Los arhats siguen negando la mente, pro­clamando que no existe.

 Pero los bodhisattvas y los Buddhas ni crean ni niegan la mente.
( Sabe que NO HAY MENTE y NO HAY NO-MENTE)
  
 Eso es lo que significa que la mente ni existe ni no existe. La mente que ni existe ni no existe es lo que se denomina el Camino Medio.

Si utilizas tu mente para estudiar la realidad, no entenderás ni tu mente ni la realidad. Si estudias la realidad sin utilizar la mente, entenderás ambas. Aquellos que no comprenden, no en­tienden el entendimiento. Y aquellos que comprenden, entien­den el entendimiento. La gente capaz de verdadera visión  sabe que la mente es vacío, trascienden tanto comprensión como no comprensión.

 La ausencia de comprensión y no comprensión es verdadera comprensión.
  
Vista con verdadera visión, la forma no es simplemente for­ma, porque la forma depende de la mente. Y la mente no es simplemente mente, porque la mente depende de la forma. Mente y forma crean y niegan una a la otra.

 Lo que existe lo hace en relación con lo que no existe. Y lo que no existe no existe en relación a lo que existe. Esta es la verdadera visión. Mediante dicha visión nada es visto y nada es no visto. Dicha visión penetra en las diez direcciones sin ver: porque nada es visto; porque no es visto se ve; porque es visto no se ve. Lo que ven los mortales son ilusiones. La verdadera visión está desapegada del ver.

La mente y el mundo son opuestos, y la visión aparece don­de se encuentran. Cuando la mente no se agita interiormente. el mundo no aparece exteriormente. La verdadera visión es cuando tanto el mundo como la mente son transparentes. Y esta comprensión es verdadera comprensión.

Ver nada es percibir el Camino, y comprender nada es co­nocer el Dharma, porque ver no es ver ni no ver y porque com­prender no es comprender ni no comprender. Ver sin ver es verdadera visión. Comprender sin comprender es verdadera comprensión.

    La verdadera visión no es sólo ver viendo, también es ver sin ver. Y la verdadera comprensión no es sólo comprender comprendiendo, también es comprender no comprendiendo. Si lo comprendes todo entonces es que no comprendes. Sólo cuando comprendes nada es verdadera comprensión. Com­prender es ni comprender ni no comprender
Se dice en los sutras: «No apartarse de la sabiduría es estu­pidez». Cuando la mente no existe, tanto comprender como no comprender son verdad. Cuando la mente existe, comprender y no comprender son falsos.

Cuando comprendes, la realidad depende de ti. Cuando no comprendes, eres tú quien depende de la realidad. Cuando la realidad depende de ti, lo que no es real se convierte en real. Cuando eres tú quien depende de la realidad, lo que es real se convierte en falso. Cuando dependes de la realidad, todo es falso.

 Cuando la realidad depende de ti, todo es verdad. Así pues, el sabio no usa su mente para buscar la realidad, o la re­alidad para buscar su mente, o su mente para buscar la mente, o la realidad para buscar la realidad. Su mente no hace que aparezca la realidad. Y la realidad no hace que aparezca su mente. Y porque ambas, su mente y la realidad, son inmó­viles, está siempre en samadhi»,

Cuando aparece la mente mortal, desaparece la budeidad. Cuando desaparece la mente mortal, aparece la budeidad. Cuando la mente aparece, desaparece la realidad. Cuando la mente desaparece, aparece la realidad. Quien sepa que nada depende de nada habrá encontrado el Camino, Y quien sepa que la mente depende de nada siempre está en el lugar de la iluminación.
  
Cuando no comprendes estás equivocado. Cuando comprendes, no estás equivocado. Es así porque la naturaleza del error es el vacío. Cuando no comprendes, lo cierto parece equi­vocado. Cuando comprendes, lo equivocado no es equivocado porque lo equivocado no existe.
  
 Se dice en los sutras:

 «Nada cuenta con una naturaleza propia». Actúa. No cuestiones. Cuando cuestionas estás equivocado. La equivocación es el re­sultado del cuestionar.

 Cuando alcanzas una comprensión así, los hechos equivocados de tus vidas pasadas quedan borrados.

 Cuando vives en la ignorancia, los seis sentidos y las cinco sombras son los causantes del sufrimiento y la mortalidad.

 Cuando despiertas, los seis sentidos y las cinco sombras son los causantes del nirvana y la inmortalidad.

Alguien que busca el Camino no busca más allá de sí mis­mo pues sabe que la mente es el Camino. Pero cuando busca la mente no encuentra nada. Y cuando encuentra el Camino no encuentra nada. Si crees que puedes utilizar la mente para encontrar el Camino es que vives en la ignorancia. Cuando se vive en la ignorancia existe la budeidad. Cuando eres cons­ciente no existe tal cosa. Y es así porque la conciencia es la budeidad.

Si buscas el Camino, el Camino no aparecerá hasta que de­saparezca tu cuerpo. Es como descortezar un árbol. Este cuer­po kármico experimenta continuo cambio. No cuenta con rea­lidad fija. Practica de acuerdo con tus pensamientos. No odies vida y muerte ni ames vida y muerte. Mantén cada uno de tus pensamientos libre de ignorancia y en vida presenciarás el principio del nirvana» y en la muerte experimentarás la segu­ridad de no renacer.

Ver la forma sin ser corrompido por la forma o escuchan un sonido sin ser corrompido por el sonido es la liberación.

 Los ojos que no se aferran a la forma son las Puertas del Chan. Los oídos que no se aferran al sonido son también las Puertas del Chan. En pocas palabras, aquellos que perciben la existencia y la naturaleza de los fenómenos y permanecen sin aferrarse son liberados. Aquellos que perciben la apariencia externa de los fenómenos están a su merced. Liberación significa no estar su­jeto a la aflicción. No hay otra liberación. Cuando se sabe cómo mirar la forma, la forma no da paso a la aparición de la mente y la mente no da paso a la aparición de la forma. Am­bas, forma y mente, son puras.

Cuando está ausente la ignorancia, la mente es la tierra de los Buddhas. Cuando la ignorancia está presente, la mente es el infierno. Los mortales crean ignorancia. Y utilizando la mente para crear la mente siempre se encuentran en el infierno.

 Los bodhisattvas ven a través de la ignorancia y al no utilizar la mente para hacer aparecer la mente siempre se encuentran en la tierra de los Buddhas. Si no utilizas tu mente para crean mente, todos los estados mentales son vacío y cada pensamiento in­móvil; irás de una tierra búdica a otra. Si utilizas la mente para crear mente, todos los estados mentales son intranquilos y cada pensamiento está en movimiento: vas de un infierno al si­guiente. Cuando aparece un pensamiento hay buen y mal kar­ma, cielo e infierno. Cuando no aparecen pensamientos, no hay ni buen ni mal karma, ni cielo ni infierno.

El cuerpo ni existe ni no existe. Por ello la existencia como un mortal y la no existencia como un sabio son concepciones con las que un sabio nada tiene que ver. Su corazón está vacío y amplio como el cielo.


Lo que sigue es contemplado en el Camino. Es incompren­sible para arhats y mortales.

Cuando la mente alcanza el nirvana, no se ve el nirvana, porque la mente es nirvana. Si ves el nirvana en algún sitio fuera de la mente, te engañas a ti mismo.
Cada sufrimiento es una semilla búdica, porque el sufri­miento impele a los mortales a buscar sabiduría. Pero sólo pue­de decirse que el sufrimiento da origen a la budeidad. No pue­de decirse que el sufrimiento sea la budeidad.

 Tu cuerpo y tu mente son el campo, el sufrimiento es la semilla, la sabiduría el brote y la budeidad el grano.

El Buddha de la mente es como la fragancia de un árbol. El Buddha proviene de una mente libre de sufrimiento, al igual que la fragancia proviene de un árbol libre del deterioro. No hay fragancia sin el árbol ni Buddha sin la mente. Si hay fragancia sin un árbol, se trata de una fragancia diferente. Si hay un Buddha sin tu mente, se trata de un Buddha diferente. Cuando los tres venenos están presentes en tu mente, viven en una tierra de inmundicia. Cuando los tres venenos están au­sentes de tu mente, vives en una tierra de pureza. Se dice en los sutras: «Si llenas una tierra de impureza e inmundicia, nun­ca aparecerá ningún Buddha». La impureza e inmundicia remiten a la ignorancia y a los otros venenos. Un Buddha remite a una mente pura y despierta.

No hay lenguaje que no sea el Dharma. Hablar todo el día sin decir nada es el Camino. Permanecer en silencio todo el día y decir algo no es el Camino. Por ello ni la palabra de un tathagata depende del silencio, ni su silencio depende de la palabra, ni su palabra existe separada de su silencio. Aquellos que entienden tanto el habla como el silencio permanecen en el samadhi. Si hablas cuando sabes, tu palabra es libre. Si per­maneces en silencio cuando no sabes, tu silencio está encade­nado.

 Si la palabra no está apegada a las apariencias entonces es libre. Si el silencio está apegado a las apariencias, entonces está encadenado.

 El lenguaje es esencialmente libre. No tiene nada que ver con el apego y el apego no tiene nada que ver con el lenguaje.
La realidad no tiene alto ni bajo. Si ves alto o bajo, enton­ces no es real. Una balsa no es real. Pero una balsa de pasa­jeros sí. Una persona que maneje una balsa de ese tipo podrá cruzar a través de lo que no es real. Por eso es real.

Según el mundo hay masculino y femenino, rico y pobre. Según el Camino no hay masculino e femenino, ni rico o po­bre.

 Cuando la diosa realizó el Camino, no cambió su sexo. Cuando el mozo de establo  desperté a la Verdad, no cambió su posición. Libres de sexo o posición, comparten la misma apariencia básica. La diosa buscó su feminidad durante doce años sin conseguirlo. Igualmente, buscar la propia masculinidad du­rante doce años resultará infructuoso. Los doce años se refie­ren a las doce entradas


Sin la mente no hay Buddha. Sin el Buddha no hay mente. De igual manera, sin el agua no hay hielo, y sin hielo no hay agua. Quien hable sin abandonar la mente no llegará muy lejos. No te aferres a las apariencias de la mente.

 Se dice en los sutras:
«Cuando no veas apariencias verás al Buddha». Eso es lo que sig­nifica ser libre de las apariencias de la mente.

Sin la mente no hay Buddha quiere decir que el Buddha proviene de la mente. La mente es el origen del Buddha. Pero aunque el Buddha provenga de la mente, la mente no proviene del Buddha, al igual que un pez proviene del agua, pero el agua no proviene del pez. Y cualquiera que vea un pez ve antes el agua que el pez. Y cualquiera que quiera ver un Buddha verá la mente antes que al Buddha. Una vez que has visto el pez te olvidas del agua, y una vez que hayas visto al Buddha te olvidarás de la mente. Si no te olvidas de la mente, la mente te confundirá, al igual que te confundirá el agua si no te olvidas de ella.
Mortalidad y budeidad son como el agua y el hielo. Estar afligido por los tres venenos es la mortalidad. Estar purificado por las tres liberaciones7’ es la budeidad. Lo que en invierno se congela dando paso al hielo se deshace en agua en verano. Eli­mina el hielo y no habrá agua. Si te deshaces de la mortalidad no habrá budeidad. Está claro que la naturaleza del hielo es la naturaleza del agua y la naturaleza del agua es la naturaleza del hielo. Y la naturaleza de la mortalidad es la naturaleza de budeidad. Mortalidad y bu-deidad comparten la misma naturaleza. igual que wutou y fut­zu comparten la misma raíz pero no la misma estación. Es sólo a causa de la ilusión sobre diferencias por lo que tenemos las palabras mortalidad y budeidad.

 Cuando una serpiente se convierte en dragón no cambia sus escamas. Y cuando un mor­tal se convierte en sabio no cambia su rostro. Conoce su men­te mediante la sabiduría interna y cuida de su cuerpo mediante la disciplina externa.


Los mortales liberan Buddhas y los Buddhas liberan mortales. Eso es lo que significa imparcialidad. Los mortales liberan Buddhas porque la aflicción crea conocimiento y los Buddhas liberan mortales porque el conocimiento niega la aflicción. No hay otro remedio que la aflicción y no hay otro remedio excepto el conocimiento. Si no fuese por la aflicción no habría nada de lo que crear conocimiento. Y si no fuese por el conocimiento no habría nada para negar la aflicción. Cuando se vive en la ignorancia, los Buddhas liberan mortales. Cuando se vive en el cono­cimiento, los mortales liberan Buddhas. Los Buddhas no se convier­ten en Buddhas por sí mismos. Son liberados por mortales.

 Los Buddhas ven la ignorancia como su padre y la codicia como su madre. Ignorancia y codicia son nombres diferentes de la mor­talidad. Ignorancia y mortalidad son como la mano izquierda y la mano derecha. No existe otra diferencia.


Cuando se vive en la ignorancia se está en esta orilla. Cuan­do se está consciente se está en la otra orilla. Pero una vez que sabes que tu mente es vacío y no ves apariencias, estás más allá de igno­rancia y conocimiento. Y una vez que se está más allá de ig­norancia y conocimiento, no existe la otra orilla. El tathagata no está en esta orilla ni en la otra. Y tampoco está en mitad de la corriente. Los arhats están en mitad de la corriente y los mortales en esta orilla. En la otra orilla está la budeidad.

Los Buddhas tienen tres cuerpo de transforma­ción, un cuerpo de recompensa y un cuerpo real. El cuerpo de transformación también es llamado cuerpo de encarnación.

 El cuerpo de transformación aparece cuando los mortales realizan buenos actos, el cuerpo de recompensa cuando cultivan la sabiduría y el cuerpo real cuando se hacen conscientes de los su­blime. El cuerpo de transformación es el que puede verse volar en todas direcciones rescatando a otros allí donde puede. El cuerpo de recompensa pone fin a las dudas. La Gran Ilumina­ción sucedida en los Himalayas se convierte repentinamente en verdad. El cuerpo real no hace ni dice nada. Permanece per­fectamente inmóvil. Pero en realidad, ni siquiera existe un cuerpo de Buddha, y mucho menos tres. Este hablar de los tres cuerpos está simplemente basado en la comprensión humana, que puede ser superficial, moderada o profunda.
La gente de comprensión superficial imagina que acumula méritos y confunde el cuerpo de transformación con el Buddha. La gente de comprensión moderada imagina que está poniendo fin al sufrimiento y confunde el cuerpo de recompensa con el Buddha. Y la gente de profunda comprensión imagina que expe­rimenta la budeidad y confunde el cuerpo real con el Buddha. Pero la gente con la comprensión más profunda mira en su in­terior, sin ser distraída por nada. Como una mente clara es el Buddha, alcanzan la comprensión de un Buddha sin utilizar la men­te. Los tres cuerpos, como todas las además cosas, son inalcanzables e indescriptibles. La mente sin estorbo alcanza el Camino. Se dice en los sutras: «Los Buddhas no predican el Dharma. No liberan mortales. Y no experimentan la budei­dad». Eso es lo que quiero decir.

Los individuos crean karma; el karma no crea individuos. Crean karma en esta vida y reciben sus frutos en la siguiente. Nunca escapan a ello. Sólo alguien que es perfecto no crea karma en esta vida y no recibe frutos. Se dice en los sutras:

«Quien no crea karma obtiene el Dharma». Este es un dicho vacío. Se puede crear karma, pero no puedes crear una perso­na. Cuando creas karma, renaces junto con tu karma. Cuando no creas karma, desapareces junto con tu karma. Por ello, sien­do el karma dependiente del individuo y el individuo depen­diente del karma, si un individuo no crea karma, el karma nada puede con él. De la misma manera: «Una persona puede en­sanchar el Camino. El Camino no puede ensanchar a una per­sona».

Los mortales no dejan de crear karma y equivocadamente insisten en que no hay retribución. ¿Pero acaso pueden negar el sufrimiento?
 ¿Pueden negar que lo que siembra el estado mental presente no es lo que recoge el siguiente estado men­tal?

¿Cómo pueden escapar?

 Pero si en el presente estado mental no se siembra nada, nada se recogerá en el siguiente estado mental. No entendáis mal el karma.

Se dice en los sutras: «A pesar de creer en Buddhas, las perso­nas que imaginan que los Buddhas practican austeridades no son budistas. Lo mismo vale para aquellos que imaginan que los Buddhas están sujetos a retribución de riqueza o pobreza. Son icchantikas, Son incapa­ces de creer».

Alguien que comprende las enseñanzas de los sabios es un sabio. Alguien que comprende la enseñanza de los mortales es un mortal. Un mortal que puede desprenderse de la enseñanza de los mortales y seguir la enseñanza de los sabios se convier­te en un sabio. Pero ¡os locos de este mundo prefieren buscar sabios muy lejos. No creen que el sabio es la sabiduría de su propia mente. Se dice en los sutras: No prediquéis este sutra entre hombres sin comprensión». Pero la gente sin compren­sión no cree en su propia mente ni que mediante la compren­sión de esta enseñanza puede convertirse en sabia. Prefieren buscar un conocimiento lejano y anhelar cosas en el espacio, imágenes búdicas, luces, inciensos y colores. Caen presas de la falsedad y la locura.

Se dice en los sutras: «Cuando ves que todas las apariencias no son apariencias, entonces ves al tathagata». Las miríadas de puertas hacia la verdad provienen de la mente. Cuando las apa­riencias de la mente son tan transparentes como el espacio, de­saparecen.

Nuestros sufrimientos ilimitados son las raíces de la enfer­medad. Cuando los mortales están vivos se preocupan de la muerte. Cuando están saciados se preocupan del hambre. Suya es la Gran Incertidumbre.

 Pero los sabios no consideran el pasado y no se preocupan acerca del futuro, tampoco se aferran al presente y siguen el Camino momento a momento. Si no has despertado a esta gran verdad lo mejor es que busques un maestro en la tierra o en los cielos. No agraves tu propia defi­ciencia.

EL ENCUENTRO EN LA VICTORIA



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UN ENCUENTRO EN LA VICTORIA

Autor: ©Giuseppe Isgró C.

Del libro: La Victoria

Capítulo I

Me encontraba un día, en una fuente de aguas tranquilas, cristalinas, cuando se me acercó un Venerable hombre, vestido a la antigua usanza, con bata blanca, larga, pelo y barba que alguna vez fueron de color pelirrojo y un báculo en la mano derecha.

Concentró sus ojos en los míos; su mirada era profunda, serena y apacible.

Con voz suave y afectiva, me dijo:

-“Hola, hijo, como estás”-.

–Bien, -le contesté-; y, ¿usted?

–Por aquí andamos; -fue su respuesta-, mientras me sonreía.

-¿Dónde estamos?, -le pregunté al Venerable hombre-.

-Este sitio es conocido como La Victoria; -me contestó-. –¿Qué haces por estos lados?

-Salí esta mañana, temprano, con el coche, a dar un paseo; luego, al llegar a esta zona, me paré a contemplar la belleza de los araguaneyes y decidí caminar un poco y la verdad que, absorto en mis reflexiones, caminé por lo menos durante dos horas, hasta llegar aquí. Desconocía este hermoso lugar. Y, usted, -¿vive por aquí cerca? -le pregunté-.

Un poco más arriba, en esa colina boscosa. Hace algunos años, -relata el Venerable hombre- decidí retirarme de la agitada vida ejecutiva en que me desenvolvía profesionalmente, como abogado, en la ciudad de Quebec, Canadá, aunque he viajado por diversos países asesorando a incontables líderes. Construí la casa, en esta zona tropical, con la idea de pasar aquí los meses de invierno. Me dedico al estudio de la vida, a la meditación y a cultivar mi jardín y de vez en cuando, a escribir mis reflexiones, las cuales, algún día, habrán de ser publicadas para esparcir un poco la luz que he podido vislumbrar en mis estudios metafísicos-espirituales.

-¿Quieres tomar un café? –Me preguntó el Venerable hombre-. Lo he traído de Caripe El Guácharo; es de los más exquisitos que he probado.

-Sí, con gusto se lo acepto; -le contesté-.

Nos fuimos caminando por un sendero rodeado de árboles cargados de mangos, aguacates, naranjas y una hilera de cayenas de diversos colores. A lo lejos, el ruido de la brisa se oía apaciblemente. Todo era quietud, armonía y paz. Pero, sobre todo, lo que más me impresionaba era la apacibilidad y el sosiego del Venerable hombre de La Victoria. Emanaba de él un flujo de fuerza que, en su presencia, me sentía con un poder y una seguridad nunca antes experimentados. Fuerzas bienhechoras se iban apoderando de mí y aquella paz y relax que buscaba en la mañana, al salir a dar un paseo, sin percatarme de ello, las estaba experimentando ya.

Después de unos quince minutos de caminar, llegamos a la casa del Venerable hombre. Su aspecto exterior humilde estaba lejos de dejar entrever lo que segundos después habría de asombrarme con lo que encontré en el interior.

Al entrar, en la casa, una joven de unos veinte años saludó al Venerable hombre.

-¡Hola, abuelo!, ¿cómo estás?

–Bien, hija, -contestó el Venerable hombre-. -Prepara un poco de café, Lucía, mientras conversamos un poco, adentro.

-Por cierto, te presento a Santiago, quien ha llegado paseando hasta La Victoria.

Después de la presentación, entramos en la biblioteca del Venerable hombre. Un salón grande, lleno de estantes de libros por todas partes, lo cual hacía inimaginable dicho cuadro desde el exterior. Algunos cuadros al óleo de morichales y de personajes históricos, presentaban un ambiente acogedor. En un rincón se encontraban diversos retratos de Tagore, Gandhi, Cicerón, Séneca, Ibn Arabi y un dibujo de Don Quijote y Sancho Panza. En un pequeño cuadro, podía leerse: -“Lo que Alá quiera. Nada se le asemeja”-.

-Le felicito por este inmenso tesoro que usted tiene aquí, -le dije al Venerable hombre-. -¿Cuáles son los temas de su interés?

A lo cual, me contestó: -Como usted puede ver, Santiago, -y me invitó a recorrer los estantes- aquí hay libros de variados temas: clásicos de todos los países y épocas, desde los Vedas, los Upanishads, el Mahabaratha, los libros de Confucio, El Tao te King, de Lao Tse, el Poema de Gilgamesh, el Código de Amurabí, autores griegos, como Homero y Hesiodo. Se encuentran las obras completas de Euclides, Platón, Aristóteles, Teofrasto, Demetrio de Falereo, de los Presocráticos, Epicteto, Plutarco, etcétera; de los latinos, autores como Séneca, Cicerón, -que son mis preferidos-, Julio César, Tito Livio, Dionisio de Halicarnaso, Marco Aurelio, así como libros de Psicología, Gerencia, Sufismo, Yoga, ensayos, filosofía, parapsicología, hermetismo, El Quijote, libros de economía, filosofía, etcétera, en fin, un poco de todo lo que es preciso conocer para poder entender el significado de la vida: de dónde venimos, por qué estamos aquí y hacía dónde vamos, sin lo cual, la vida no tendría sentido, sobre todo por el gran afán a que está sometido el ser humano en la agitada vida moderna.

Nos sentamos en sendas butacas y nos entretuvimos conversando de temas diversos. Al poco rato, entró Lucía con dos tazas de oloroso café y unos biscochos, que degustamos con agrado en una amena e interesante conversación. Al fondo, podía oírse una suave música de Beethoven.

Pasamos cerca de una hora conversando de sobre la Atlántida, Egipto, los griegos, de Homero, de los sufíes, del budismo zen, los poderes del espíritu, meditación, etcétera, después de lo cual, le hice una pregunta directa.

-Seguramente, usted ha desarrollado alguna técnica de meditación y algún método de resolución de situaciones, en la vida, que me quisiera explicar, ya que, según observo, para tener usted una serenidad tan acentuada y una fortaleza física a la edad que imagino que usted debe tener, -cerca de noventa años- es porque ha encontrado en su larga experiencia algún secreto que quizás quisiera compartir conmigo.

Santiago, -me dijo el Venerable hombre, si vuelves a visitarme otro día, quizá te cuente algo que te pueda servir. Empero, antes de que te vayas, te haré entrega de unos apuntes que hace ya muchos años, en una época en que yo andaba a la búsqueda de sosiego y tratando de encontrarle sentido a la vida, un Venerable hombre que, en una edad similar a la mía, a su vez me entregara y cuya práctica asidua me permitió domar la mente, encarrilar mi vida y poner bajo control los hilos del destino. Son veintidós manuscritos, y una meditación diaria, –continuó diciendo el Venerable hombre, que si bien son ya un poco antiguos, podrás copiarlos de nuevo y si pones en práctica las técnicas que contienen, darás a tu vida un esplendor que habrá de sorprenderte agradablemente.

-Una vez que los hayas probado con total y absoluta satisfacción de tu parte, -me dijo, ponlos en limpio, en forma de libro y publícalo para que su mensaje llegue a mayor número de personas. Hacía tiempo que esperaba a alguien a quien confiarle este legado y creo que hoy, al llegar aquí, en la forma en que lo has hecho, tus pasos han sido dirigidos por Aquel que todo lo sabe y puede, por la Ley Cósmica, y en cuyos planes universales, todos somos sus instrumentos.

Me despedí del Venerable hombre y de su adorable nieta, sintiendo dentro de mí fuerzas desconocidas hasta entonces que preanunciaban grandes cambios en mi vida.

En los días siguientes, aparté una hora diaria, antes de dormirme, y leí y releí, todos los manuscritos, de la siguiente manera: En primer lugar copié la Meditación diaria en un cuaderno, el cual leí durante veintidós noches y mañanas seguidas, tal como lo indicaban las instrucciones de la misma.

Una nota al pie de página mencionaba que si yo la transcribía en un cuaderno, el hecho de hacerlo, grabaría en mi ordenador mental las instrucciones y me sería más fácil desarrollar, en mi personalidad, las cualidades y condiciones que formaban parte de los objetivos implícitos en la misma.

De los veintidós manuscritos, cada lunes, a las once en punto de la noche, copiaba uno en el cuaderno, y durante el resto de la semana, a la misma hora, lo leía y meditaba, siguiendo las fáciles y efectivas técnicas e indicaciones al inicio del mismo.

Cuatro semanas después de leer durante veintidós días seguidos, en la noche y en la mañana, la meditación diaria, comenzaron a manifestarse en mi vida una serie de cambios positivos que me dejaban asombrado a mi mismo, pero, también, los miembros de mi familia y a mis amistades; sobre todo mi semblante comenzó a ser más apacible; volví a sonreír desde el interior; mi estado anímico era de contento; me sentía más seguro de mi mismo; comencé a confiar más en la gente, en la vida y a vislumbrar el sentido de mi misión en la vida –percibía cosas que antes me pasaban desapercibidas, a pesar de haber estado siempre allí. Sentía fluir en mí una nueva corriente vivificadora de prosperidad, de felicidad, de alegría de vivir. Mi entusiasmo y amor por la vida y por mi familia, por mi trabajo y por las personas, crecía día a día. En aproximadamente dos meses había logrado muchas de las cosas en las cuales había soñado desde hacía años. Había dado un paso sorprendente en el camino de la autorrealización.

Efectivamente, pude comprobar que me fue relativamente muy fácil desarrollar las aptitudes y actitudes a nivel físico, mental, emocional, espiritual y en diversos aspectos de mi vida, como el financiero, que comenzó a mejorar casi inmediatamente, así como, surgieron nuevas oportunidades que comencé a aprovechar, casi sin esfuerzo de mi parte.

Transcurría el año de 1967 y mi vida había encontrado un sendero que habría de conducirme a cooperar en forma más efectiva en el plan divino que el Supremo Hacedor, en algún momento, había diseñado para mí.

Tres meses después volví a aquel lugar donde había encontrado al Venerable hombre de La Victoria y allí estaba la fuente que él dijo llamarse La Victoria; empero, cuando traté de encontrar el camino para llegar a la casa donde amablemente me ofreció un delicioso café, preparado por su nieta Lucía, no logré encontrarlo, pese a haber recorrido durante un par de horas por los alrededores. Pregunté a varias personas para ver si podían indicarme como llegar a la casa del Venerable hombre y cual fue mi sorpresa, nadie lo conocía.

Empero, después de tanto buscar, volví a encontrar la casa donde vivía el Venerable hombre de La Victoria, pero se encontraba abandonada. Su aspecto indicaba que debía encontrarse en ese estado un lapso mayor del que mediaba con el encuentro de aquel ser extraordinario. Es sorprendente como los inmuebles solos acusan el paso del tiempo en mayor grado que los que son habitados. Si no fuera por los manuscritos pensaría que el encuentro no fue más que un simple sueño. -¿O se trata, acaso de un sueño combinado con un fenómeno de aporte? Personalmente, no lo creo. El encuentro fue muy vívido y real. El aromático café servido por Lucía estaba exquisito. Durante varios años volví al lugar varias veces, la casa seguía sola. La última vez que volví, no la pude ubicar y sin tener tiempo suficiente para seguir buscándola, me fui. Ahora, vivo muy lejos de aquella zona, en otro continente; han transcurrido muchos años y después de tanto tiempo es poco probable que vuelva allí; pero, los manuscritos y la meditación diaria obran en mi poder, me han transformado y han enriquecido mi vida.

Durante más de treinta y cinco años he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen los manuscritos y la meditación diaria y cada vez que los pongo en práctica, experimentos los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para mí.

Su contenido es eminentemente práctico; no hay teorías superfluas. Si lleva a cabo los ejercicios que contienen, es probable que, gradualmente, se vaya efectuando la transmutación alquímica de su ser sintonizándose con los elevados resultados existenciales, los cuales, por añadidura, al ser creados a nivel mental, se van manifestando en su propia vida, oportunamente.

Sobre todo, con estos ejercicios, me percaté, cuando el Venerable hombre me entregó los manuscritos, de que se dispone de un método para domar la mente y ejercer un pleno dominio sobre la vida en general y, por ende, sobre el destino y controlar, cuando eventualmente se presenten, todas las situaciones, manteniendo un perfecto equilibrio físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

El Venerable hombre de La Victoria me comentaba que todo se puede lograr en la vida si se siembra la respectiva semilla por medio de correctas decisiones acordes con la propia y elevada auto-estima y dignidad personal, desarrollando el convencimiento de que sí se puede hacer, por medio de las afirmaciones, las visualizaciones y meditaciones, la experimentación de un estado emocional acorde al momento de ser logrados los respectivos resultados y la practica del desapego, es decir, dejar encargada a la mente psiconsciente del logro, y además, se espera el tiempo necesario haciendo, mientras tanto, todo lo que se requiere, según el caso o los objetivos por alcanzar.

Estas técnicas funcionan, me decía una y otra vez el Venerable hombre de La Victoria; luego, agregaba: -las he probado por más de cincuenta años y quien, a su vez me las entregó, habría hecho otro tanto, aseverando que eran efectivas, si yo seguía fielmente las instrucciones y las ponía en práctica con expectativas positivas.

Desde que en 1967, el Venerable hombre me hiciera entrega de los manuscritos, han transcurrido un poco más de de treinta y cinco años, durante los cuales yo también he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen, y cada vez que me ejercito con ellos, experimento los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para todos los que hemos aplicado las enseñanzas del Venerable hombre de La Victoria.

Él me repetía constantemente: -“¡Tú puedes si crees que puedes hacerlo! ¡Hazlo y tendrás el poder!

Recuerdo que ese día el Venerable hombre me dijo: -ejercer el poder con que la naturaleza de las cosas ha dotado a cada ser, cultivando los dones inherentes y aprendiendo todo lo que se pueda de sí y del vasto universo del que se forma parte, es una manera efectiva de ser cada día más feliz. Luego, cuando me despedí de él, expresó: -“¡Que cada día brille más y mejor tu luz interior!”.- Adelante.

Capítulo 2

Meditación diaria

Es lunes en la noche, son las once en punto.

Me dispongo a copiar textualmente, en el cuaderno que he dispuesto para ello, el manuscrito identificado con el título:

Meditación diaria

Dice así:

Afirme, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desee, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubra cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en su vida:

MEDITACIÓN DIARIA

Afirma, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desees, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubre cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en tu vida. Al encender la luz en la mente se ilumina la propia existencia y todo en derredor vibra al unísono y con el mismo sentimiento de felicidad y bienestar, interrelacionándose por la ley de afinidad.

1. -Entro en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, contando de tres a uno: Tres, dos, uno.

Ø Ahora, estoy ya en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre.

Ø Voy a permanecer en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, durante quince minutos y voy a programar los siguientes efectos positivos, los cuales perduran, cada vez mejor, hasta que vuelva a realizar este acceso y programación mental:

Ø Todo va bien, siempre, en todos los aspectos de mi vida, cada día mejor. (Tres veces). –Imagínalo-.

Ø Todo va bien en mi trabajo; cada día logro mejores niveles de efectividad, prosperidad, riqueza, abundancia y bienestar. (Imagínalo).

2. Formo una unidad cósmica perfecta con el Creador Universal, -ELOÍ. (Diez veces, con los ojos cerrados). Hoy se expresa en mí la Perfección universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión en todos los aspectos de mi vida.

3. -Cada día, en todas formas y condiciones, mi cuerpo y mi mente funcionan mejor y mejor. La consciencia de mi conexión permanente e indisoluble con el Creador Universal, -ELOÍ-, restablece y mantiene en mí, diariamente, durante las veinticuatro horas del día, un perfecto estado de salud a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Creador Universal, por darme un cuerpo perfecto, saludable, lleno de energía. Aquí y ahora, me siento en perfecto equilibrio de salud, a nivel físico, mental, emocional y espiritual.

4. Afronto y resuelvo bien toda situación que me compete, siempre.

5. Todo tiene solución, en todas las situaciones de mi vida.

6. El Creador Universal, -ELOÍ-, es en mí, cada día mejor, en todos los aspectos de mi vida, fuente de amor, luz, sabiduría, éxito, riqueza, prosperidad, abundancia y armonía.

7. Permito que las leyes universales de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión actúen bien en el plan de mi vida.

8. Tengo prosperidad y poder. Cada día enriquezco mejor mi vida a través del servicio efectivo, del amor y de la práctica de todas las virtudes.

9. Mi dignidad personal me lleva a realizar las cosas que me competen con la máxima perfección posible.

10. Cada día, en todas formas y condiciones, en todos los aspectos de mi vida, estoy mejor y mejor a nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

11. Actúo con templanza, serenidad, autodominio y perfecto equilibrio en todo. Conservo plena autonomía y control sobre todas mis facultades físicas, mentales, emocionales, intelectuales y espirituales. Hecho está. (Visualizar un escudo protector de luz que te envuelve y protege; -una pirámide-).

12. Tengo fortaleza, valor, confianza y fe suficiente para triunfar y alcanzar todas mis metas, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y en armonía con sus planes cósmicos. Soy inmune e invulnerable a las influencias y sugestiones del medio ambiente y de cualquier persona a nivel físico, mental, emocional y espiritual, en las dimensiones objetivas y subjetivas y en cualesquiera otras en que sea requerido.

13. El orden universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión se establece en mi vida, en todos mis asuntos y en las personas interrelacionadas, aquí y ahora. Hecho está.

14. Asumo la responsabilidad de mis actos y cumplo bien todos mis compromisos, siempre oportunamente, de acuerdo con el orden cósmico.

15. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos da abundancia y armonía en el eterno presente. Vivo en abundancia y en armonía perfectas, aquí, ahora y siempre.

16. El Creador Universal, -ELOÍ-, se está ocupando de todo, en todos los aspectos de mi vida, y se expresa en mí conciencia intuitiva por medio de los sentimientos en correspondencia con los valores universales.

17. Gracias, Creador Universal, -ELOÍ-, por esta vida maravillosa. Que Tu Inteligencia Infinita, Amor, Sabiduría, Justicia, Luz, y Poder Creador guíen, adecuadamente, todas mis decisiones y acciones, ahora y siempre. Gracias, Eloí, por este día maravilloso.

18. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos proteja, aquí y en cualquier lugar, ahora y siempre. (Tres veces).

19. Siempre espero lo mejor, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y la Ley Cósmica, en armonía con todos.

20. Gracias, Creador Universal; todo va bien en todos los aspectos de mi vida, a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Eloí, todo va bien en mis practicas espirituales y en mi relación Contigo; Tú y yo formamos una unidad perfecta, armónica, aquí y ahora, en el eterno presente. Yo soy Tú, Tú eres yo. Te amo.

21. Voy a realizar –obtener o resolver- (mencionar), antes del: (fecha), de acuerdo al orden divino y en armonía con todos. (Si se trata de varios objetivos, anótelos y haga la afirmación y visualización con cada uno de ellos. Imagínelo concluido satisfactoriamente sin imponer canal alguno de manifestación.)

22. Tengo serenidad y calma imperturbable. Soy impasible frente a todo y a todos. No tengo temor a nada, a nadie ni de nadie en ningún nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero. Dentro de mí vibra la seguridad total. Tengo completa confianza en la vida y en mi propia capacidad de resolver situaciones y alcanzar los resultados satisfactorios que preciso, en cada caso, siempre.

A continuación anoté la fecha: Lunes 12 de agosto de 1967. Luego, tal como me lo indicó el Venerable hombre, anoté la fecha que correspondía veintidós días después: 03 de septiembre de 1967.

Acto seguido, me senté cómodamente, tomé tres respiraciones profundas y realicé la meditación.

Luego, cada noche, durante veintidós días, a las once en punto, me iba a mi cuarto, daba indicaciones de no ser interrumpido durante veinte minutos y realizaba la meditación del día, la cual, siempre complementaba con la lectura breve de uno de los libros de cabecera que siempre suelo tener en mi mesa de noche.

Iba notando, día a día como emergía de mi interior una nueva y desconocida fortaleza, seguridad, estado de ánimo contento, actitud más decidida, optimismo frente a la vida y a las situaciones; comencé a llevarme mejor en las relaciones con las demás personas, a ser más comedido en todo y sobre todo comenzaba a tener conciencia de cosas que antes me solían pasar desapercibidas.

Cabe destacar que, en el punto número veintiuno de la meditación, había anotado siete objetivos que desde hacía tiempo quería realizar y para mi sorpresa, treinta días después de haber terminado de efectuar la meditación del manuscrito número veintidós comencé a observar como, en forma aparentemente casual se iban manifestando la resultados de cada uno de ellos hasta que, algunos meses después, antes de la fechas previstas, los había realizado todos, menos dos, por lo cual, me senté y volví a anotar, en una hoja de mi cuaderno, otros diez objetivos, encabezados por los dos pendientes de la lista anterior, les puse la fecha tope a cada uno, antes de la cual debían ser logrados, para seguir visualizando, su logro, periódicamente.

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sábado, 15 de diciembre de 2012

EL PODER DE LA HONRADEZ



EL PODER DE LA HONRADEZ

POR ©GIUSEPPE ISGRÓ C.


     La máxima satisfacción que el ser humano experimenta es la de saber que todo logro y/o posesión lo debe a su propio esfuerzo  y a un trabajo honesto.

La conducta del sabio es recta en sus propósitos, acciones  y resultados. Sabe que la honestidad  es el único camino que conduce a una vida feliz. Por lo tanto, busca todo bien en lo honesto, y encuentra, dentro de sí, el supremo contento. La experiencia de la vida demuestra que, para alcanzar la felicidad, la honestidad es el bien exclusivo que la proporciona.

Todo acto de honradez genera tranquilidad interior, seguridad, confianza en sí mismo, autoridad moral, auto-respeto y disponibilidad para los logros que deben ser alcanzados. La razón es el fiel de la balanza que indica la conducta a seguir, en cada caso, rigiendo las acciones de acuerdo con la justicia, la integridad, la probidad, la lealtad y el honor.

Todo cuanto hagas, hazlo por amor a la honestidad y a la rectitud, para tener la conciencia tranquila.

Adopta, en todo momento, decisiones justas, tanto para otros como para ti. Condúcete, frente a las pruebas de la vida, con serenidad, ánimo tranquilo, fe, valor, aceptación de la realidad y sinceridad interior, firmeza, constancia, plena comprensión de las leyes cósmicas y sus valores. La experiencia de la honestidad pone en práctica todas las virtudes que generan y, mantienen, el honor, en cada uno de los propios actos.

La integridad moral, permite cumplir el propio deber, a plenitud, y, lleva a resistir la tentación de los actos reñidos con lo honesto; la probidad, lo hace cumplir, dando a cada uno lo suyo, por respeto a las leyes y, para mantener la reputación intachable; la lealtad, lo cumple con placer y desinterés; y, la honestidad, por amor al bien,  rindiendo honor a los propios compromisos, alcanzando un sentimiento de auto-liberación. Todo acto en desacuerdo con la honestidad es una deuda cósmica que se adquiere, la cual debe ser pagada, oportunamente. Además, por un mecanismo cósmico, en el mismo momento que alguien decide obtener cualquier indebida posesión, simultáneamente, actúan fuerzas positivas del bien, determinando que, una vez obtenida, la desplazarán de sus manos.

La experiencia acumulada por los sabios indica que, toda persona debe retener para sí solo  lo que le pertenece, para gozar de la paz interior. De esta manera se experimenta la libertad personal.

La justicia universal coopera, con la persona honrada, a mantener el equilibrio evolutivo. Además, todo lo ve y lo pesa, inflexiblemente, haciendo pagar, a cada quien, aquí y ahora, lo que la balanza indica, con sus respectivos intereses. Es preferible ser acreedor. Cuanto antes cada uno pague sus compromisos cósmicos, por la Ley de Compensación, mejor. Dispondrá de libertad integral: física, moral, intelectual y espiritualmente, poder de realización, , gozará de la verdadera felicidad.

Conviene entusiasmarse con las riquezas acordes con la honestidad, pues, de seguro que agradará el destino que le toca a sus poseedores. Siempre, todos han quedado satisfechos de cualquier acto efectuado de acuerdo con la honradez.

Responde con honradez a la confianza que te han otorgado tus conciudadanos.

Cumple tu deber por amor al bien y sé virtuoso por conciencia y comprensión de los valores reales de la vida, de los beneficios genuinos y de la felicidad que proporciona  la práctica de las virtudes. Ten presente que, frente a toda situación,  la vida prueba tu honradez. Mantén firme tu resolución de salir airoso aplicando los principios de la dignidad, la decencia, la justicia y el amor.

Simón Bolívar, decía: -“hombres virtuosos, patriotas e ilustrados, constituyen las repúblicas”, y, -“la educación forma al hombre moral”-.

La honestidad, -parafraseando a Duclos- actúa por conciencia, se desarrolla con la educación, se mantiene con los principios y se fortifica con el ejemplo.

La honradez es tu mayor riqueza y crédito. Actúa con buena fe. Sé confiable, justo y honrado, siempre. Cada día palparás, más y mejor, que la experiencia de la honradez proporciona la auténtica   felicidad de la vida y un elevado sentido de la auto-estima y dignidad personal. 


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Desde la antigüedad, tanto los sabios como la gente sencilla, se han percatado de la presencia de la ley divina que actúa, instantáneamente, haciendo esfumar el dinero –u otro bien- mal habido, aparte de dejar poco bien parados a sus ejecutores. La honradez, la veracidad, la equidad, la rectitud, el trabajo efectivo, la paciencia, la persistencia, el entusiasmo, la moderación, la prudencia, la templanza, la voluntad de servicio,  el ahorro y la inversión, el sacrificio, el esfuerzo constante, constituyen el único camino a la auténtica riqueza integral, al bienestar sólido, a la tranquilidad de espíritu, y, a hacerse dignos de que, las leyes cósmicas,  y, la protección divina, concurran en cooperación  activa, a prestar su concurso, por cuanto, el Gran Ser Supremo,  y la vida, ayudan a quienes se ayudan a sí mismos, correcta y honradamente, y persisten, con ánimo contento, confiados, en el resultado final positivo, en todas las etapas  existenciales.

La única manera de alcanzar la auto liberación es estando libre de deudas de toda índole; económicas, morales, etcétera.
Quien, indebidamente, se aprovecha de otros, aparte de quedar, instantáneamente, sujeto a la acción de la ley cósmica,  se convierte en esclavo de quienes ha perjudicado, y, antes o después,  debe reparar la falta, incluyendo los respectivos intereses, y, en el intervalo, dejará de tener libertad de acciones hasta el día en que inicie la reparación y compense el hecho. 
Es una fuerza de coacción cósmica que actúa  oportunamente (inmediatamente), llevándose lo indebido, de múltiples y variadas formas, zahiriendo al infractor, quien dejará de tener paz hasta que actúe correctamente y restablezca el equilibrio, compensando su deuda  existencial.

Quien quiere ver, observa claramente esta ley, y los efectos de su infracción en todas las áreas de la vida.  Todos los que se aprovechan inadecuadamente de sus funciones, con manejos indebidos de las situaciones, pese a lo mucho o poco obtenido, las necesidades surgidas se lo llevarán, encontrándose igual que antes, con la agravante de una deuda innecesaria, un cargo de conciencia que instan a la rectificación, y, además, fuerzas cósmicas los mantendrán en tareas en las cuales deberán compensar el hecho y, por mucho que se quiera, se dejará de tener la libertad debida, hasta que cada uno salde su compromiso cósmico y obtenga la auto liberación, actuando en plena armonía y concordancia con las leyes cósmicas: justicia, rectitud, honradez, sinceridad, trabajo efectivo, estudio constante,  etcétera.

Con la vida no se juega, por cuanto, el “ojo que todo lo ve”, mediante un mecanismo simultáneo,  realiza movimientos adecuados que neutralizan cualquier acto indebido del que se aparta del justo camino.

Pero, la vida es colaboradora insuperable cuando cada uno  decide recorrer  el camino del servicio, del progreso, de la justicia, de la práctica de todas las virtudes y del amor.

La vida, con tiempo, prevé a las propias necesidades; por supuesto, no hay que quedarse de brazos cruzados, tal como dice la máxima popular: -“Ayúdate que Dios te ayudará”-.

Hay que tener confianza en la suprema bondad, en el sentido de que, aún en el peor rigor de la justicia divina, ésta siempre busca el bien de cada quien y aun imponiendo corrección severa, si se acepta el hecho y se opta por la propia redención, con paciencia, constancia y confianza,  todo coadyuvará en beneficio propio.

La justicia universal da a cada quien exactamente lo que se merece, ni más ni menos. Hay sólo un camino: lograr mayor merecimiento, haciendo lo que debe hacerse, dando más y mejor  servicio, siendo altruistas y generosos, alcanzando la excelencia, en todo.

La regla de oro en las interrelaciones humanas la constituye la antigua  máxima: -“Hacer a los demás  lo mismo que se quisiera recibir  para sí en idénticas condiciones”-.

Dale a la vida lo mejor que puedas darle y ella te dará lo mejor que tú seas capaz de recibir.

Respeta la porción ajena y conservarás la tuya intacta para usarla a tu mejor conveniencia.  Al que quita le será quitado; al que da, le será dado más aún, para que siga dando: servicio, amor, respeto, etcétera.

Lo mismo que tú quieras para ti, debes darlo antes y lo recibirás oportunamente.

Acepta la abundancia de este día, realiza tu tarea con ánimo contento y sé feliz.

Adelante.




miércoles, 12 de diciembre de 2012

EL PRINCIPIO DEL MENTALISMO



EL PRINCIPIO DEL MENTALISMO

POR ©GIUSEPPE ISGRÓ C.

El primer principio del Kybalión, de Hermes Trismegisto, expresa: -“Todo es mente. El universo es mental”-.
-Qué significa que todo es mente y que el universo es mental? Al esclarecer este principio, se tiene acceso a la primera clave “con la cual se abren las puertas de la fuente universal”.
De eso trata, precisamente, este aforismo, de que -“Todo es mente. El universo es mental”; así como de la fuente, y ésta es el Ser Universal, como causa primera, y suprema, de todo. Evidentemente, mente y espíritu vienen a ser, exactamente, la misma cosa. Por esta razón, el aforismo, también pudo haberse enunciado de esta manera: -Todo es Espíritu. El universo es espiritual.
Si todo es mente, y ésta es el espíritu, en su esencia, y el único espíritu que existe es el del Ser Universal, quien se expresa en cada ser individual, en los cuatro reinos naturales, sin separarse de sí mismo y sin dejar de ser Él mismo, se evidencia claramente la veracidad de lo enunciado por Hermes, en el Kybalión, de que todo es mente, y de que el universo es mental.
-Cómo explicar adecuadamente este enunciado de que todo es Espíritu y de que el universo es espiritual?
Podríamos representarnos el universo en tres grandes esferas de manifestaciones esenciales: La primera, la del Ser Universal, como causa primera, y suprema, del universo, fuente de todo y del Todo; energía luminosa en constante movimiento que impregna todos los grados de manifestaciones. Este Ser Universal es la inteligencia infinita que se expresa en la conciencia, la propia, y en la de cada ser individual, en los cuatro reinos naturales, que es, exactamente, una réplica de la del Supremo Artífice.
La segunda de estas esferas, es la del Alma Universal, o vehículo de expresión del Ser Universal en cada ser individualizado, en los cuatro reinos naturales, donde emana a la conciencia individual sin separarse de sí mismo, y sin dejar de ser Él mismo, tantas veces como sea necesario en cada fase de la expansión del universo. El Alma Universal es el vehículo de expresión del Ser Universal, quien lo hace de manera individualizada en cada ser de los cuatro reinos naturales. Cada ser que emana a la conciencia individual, en el alma universal, lo hace dotado de todos los atributos de la Divinidad, incluyendo del libre albedrío o autonomía “aparente” o “relativa” de la voluntad. Aparente, o relativa, por cuanto debe regirse en pensamientos, sentimientos, deseos y necesidades, palabras o actos, en forma consciente, en polaridad positiva, por los valores universales que sustentan la ley cósmica. Es decir, tiene libertad, o autonomía, para hacer o dejar de hacer, pero debe enmarcar sus pensamientos y actos, en la ley cósmica. Puede, dentro de esa autonomía, aún salirse de los parámetros de los valores universales, o hacerlo en polaridad negativa, pero existen mecanismos coercitivos y coactivos que le van haciendo adquirir consciencia de la conveniencia de vivir en armonía con la naturaleza. La diferencia del Ser Universal con los seres individualizados, reside en que el primero tiene todos sus atributos divinos desarrollados en grado infinito, en todas las vertientes y variantes. Mientras que en los seres individuales, estos atributos son poseídos en estado de potencialidad infinita, que se va expresando en la medida que cada ser experimente, en su conciencia, determinados grados de necesidades o deseos de realización. Mientras más elevados sean los niveles de exigencias, en las necesidades y en los deseos, en esos mismos grados se van expresando el poder creador y la sabiduría de los valores universales. Si cada ser individual experimentara, en un momento dado, una necesidad, o deseo, en grado infinito, en ese mismo grado expresaría el poder creador y la sabiduría de los valores universales inherentes, para satisfacerla, o realizarlos.
La tercera esfera de manifestación es la física. Esta se manifiesta por efecto de los seres individualizados en el reino mineral, es decir, el de los Espíritus elementales de la naturaleza.
La labor de cada Espíritu elemental de la naturaleza es la de traer a manifestación el mundo físico, o el de la expresión objetiva de la realidad, según el plan de la Creación trazado por el Gran Arquitecto del Universo y ejecutado por los Maestros de la Creación con el auxilio de todos los seres en los cuatros reinos naturales.
Cada Espíritu elemental, vibra a una frecuencia determinada, y en ese grado de vibración trae a manifestación física el elemento inherente, como, por ejemplo: el hierro, el plomo, la plata, el oro, el estaño y así en cada elemento de la extensa gama existente, tanto de los conocidos como por los que quedan, aún, por conocer. En cada ser individualizado, en el reino natural, al igual que en los miembros de los demás reinos de la naturaleza, se expresan en los tres niveles esenciales: Espíritu, alma y materia. Esto ocurre en cada elemento: El Espíritu vibra a una frecuencia determinada, manifestando la materia inherente al elemento, pero la fuerza de cohesión y la de adhesión, se ejerce por medio del alma, que constituye el elemento de enlace entre la dimensión espiritual y la física, asi como de archivo espiritual y coadyuvante, al mismo tiempo, en la fisiología de todas las facultades espirituales que les son inherentes.
Cada ser individualizado en el alma universal, emanado del Ser Universal, en los cuatro reinos naturales, como expresión ejecutora del Supremo Artífice, lo hace en las tres esferas de manifestación, en forma alterna y constante.
Aquí se evidencia claramente que, toda manifestación en las ilimitadas vertientes y sus respectivas variantes, todo se realiza a nivel del Espíritu como voluntad ejecutante del Ser Universal, a nivel del ser individual, en los cuatro reinos naturales: Humano, animal, vegetal y mineral, quien se expresa por inspiración divina, mediante el lenguaje de los sentimientos, en la conciencia de cada ser. Aquí se observa como el Ser Universal es al mismo tiempo la Inteligencia Infinita y el instrumento de de su expresión por medio de los seres individuales, en los citados cuatro reinos naturales, y en cualesquiera otros que, aún, pudiesen quedar por conocer. Siendo el Espíritu la esencia de la mente, es evidente que todo es mente, y que el universo es mental, en todas sus expresiones.
Toda manifestación de la realidad, en todas sus vertientes o variantes, es una expresión del Espíritu, como actividad mental, en los seres emanados a la conciencia individual en los cuatro reinos naturales.
Auí reside la clave esencial para comprender todas las manifestaciones de la naturaleza, en cada estado de conciencia y sus respectivas estaciones de comprensiones.

Adelante.








martes, 11 de diciembre de 2012

EL PODER DEL HONOR



  
EL PODER DEL HONOR

POR ©GIUSEPPE ISGRÓ C.


Acepta el honor que el Supremo Hacedor y la naturaleza de las cosas te brindan de vivir una vida virtuosa y útil para ti y la humanidad, en evolución ascendente, en la espiral cósmica, hasta alcanzar la auto-maestría. 

Los antiguos romanos erigieron dos templos: uno al honor y otro a las virtudes; para entrar en el primero se requería pasar, antes, por el segundo, demostrando, con ello, como el honor alcanza su plena manifestación sólo mediante la práctica de las virtudes, cuyas cuatro básicas, son: La prudencia o sabiduría, la fortaleza o coraje, la justicia y la templanza o moderación. Existen, además, otras virtudes complementarias, de las cuales se sintetizarán cierto número.

La prudencia y la sabiduría, consideradas como una sola virtud, contemplan dos aspectos de un mismo valor; ambas otorgan la visión para actuar de acuerdo con la verdad; con plena percepción y comprensión de las leyes que rigen los valores universales y, humanos,  y las posibilidades a su alcance, permitiendo conocer la ruta a seguir y la meta que debe ser alcanzada, en cada etapa.


La sabiduría permite vislumbrar, claramente, el camino correcto, y, la prudencia, hasta que fase del mismo se debe avanzar.

La práctica de la prudencia y/o sabiduría permite que el honor se exprese como la verdad del ser; aceptándola, cada persona, con realismo y objetividad, trabaja a partir de ella para realizar los cambios necesarios, utilizando dos aliados que, en el hombre, se exterioriza como sentimiento de la propia dignidad y, en la mujer, como decoro o recato; en ambos casos, les lleva a realizar acciones acordes con la ética y a evitar las incompatibles con ella y con la propia conciencia, único medio de acentuar el propio respeto y la auto-estima.

La fortaleza permite avanzar con coraje en lo más intenso de las situaciones por dominar, cumpliendo el objetivo trazado y llegando, oportunamente, a la meta.

La práctica de la justicia facilita la ecuanimidad y rectitud en las acciones, cumpliendo, cada persona, sus deberes y, satisfaciendo, por derecho, las propias necesidades, mediante un trabajo honrado, eficiente y productivo.




La justicia, como virtud, se expresa en la rectitud de intenciones y conducta, obteniendo los más loables y nobles resultados, de igual manera que, para recorrer la distancia entre dos puntos, el camino más corto es la línea recta.

Actuar de acuerdo al estricto sentido de la justicia implica cumplir los compromisos asumidos, las promesas efectuadas o palabra dada, lo cual equivale al cumplimiento de un contrato.

El honor de toda persona vale tanto cuanto su palabra dada y cumplida, por eso suele dársele el calificativo de palabra de honor, que en este caso, se rinde a si al liberarse de las obligaciones contraídas.  Por cuan grande que sea el mérito, el honor siempre significa el cumplimiento del propio deber y, por ende, es el único camino para alcanzar la libertad y la auto-independencia.




La templanza, es la virtud que permite mantener el equilibrio y la moderación en todos los actos, en concordancia con las leyes contenidas en los códigos escritos o no; la conciencia, juez severo y justo, en cada ocasión hace sentir su voz clara y nítida, a la cual cada uno debe oír, haciendo caso de sus indicaciones, para mantener la paz interior e intacto el honor y el auto-respeto.

Cada ser es como una gota en el océano del universo, donde, al igual que una de miel endulza el agua, en un vaso, haciéndola más agradable, así el honor individual constituye la que acrecienta la honorabilidad  colectiva.



Cada persona, en su hoja de vida, arroja un total que corresponde a la suma de los resultados alcanzados en todas sus acciones, positivas o no, que van acreditando o debitando, en su cuenta cósmica, cuyo saldo existencial constituye su potencial de realización que, por atracción magnética, atrae a la propia existencia, lo equivalente,  a dicho saldo, por eso la ley cósmica, expresa: -“Cada persona toma afuera  según tiene adentro”-. Por lo cual, se reubica, automáticamente, en el orden cósmico que le corresponde.

Allí, la vida le asigna tareas para realizar de acuerdo a su capacidad de asunción y  al esquema existente, en cada momento, dentro de los planos trazados por el Gran Arquitecto del Universo; aceptar el propio orden, realizando las tareas que corresponden a la propia posición existencial, es el máximo honor que cada persona puede alcanzar, otorgado por la propia conciencia, cuando los resultados son positivos y elevados, cuyo veredicto permite experimentar el sentimiento del deber cumplido, incrementando la auto-estima y la auto-realización, obteniendo el derecho de asumir nuevas tareas en el esquema cósmico.




Contribuye, con la potenciación de tu honor, a elevar la gloria de tu ciudad, país y de la humanidad.

Consolida tu prestigio con la autoridad de la persona experta que realiza todas sus obras con excelencia.

Desarrolla un poderoso entusiasmo y la convicción de las bondades de tu servicio.

Cultiva la honradez; actúa con ánimo contento y alegría; ten fe en los logros positivos; desarrolla tu voluntad; visualiza los resultados apetecidos debidamente realizados.

Práctica la generosidad, el altruismo, la sinceridad, la nobleza, la serenidad, la paciencia, la constancia, la confiabilidad y una actitud mental de prosperidad, dando cada día un mejor servicio. Actúa con cortesía y dignidad con todos.




Estudia los valores universales. La vida te entrega tanto más de lo que tú das. Si quiere más, da más. Los resultados que obtienes, equivalen a determinado grado de honor y constituyen tu honra y honorarios.

Las virtudes y el bien que ellas generan, conforman el camino a seguir; el honor es la meta, la cual, una vez alcanzada, proporciona la felicidad de la auto-realización. Adelante.






lunes, 10 de diciembre de 2012

EL “PHILIAS” Y LA REENCARNACIÓN






EL “PHILIAS” Y LA REENCARNACIÓN
POR ©GIUSEPPE ISGRÓ C.

Uno de los grandes aportes de la investigación científica sobre la reencarnación, en el siglo XX, fue la utilización del término PHILIAS con la acepción que engloba el arrastre, de una vida a otra, de los rasgos físicos, las aptitudes, el carácter, las fobias, los traumas e idiosincrasias, de los seres.

Veamos un ejemplo: Jean Francois Champolion, un joven egiptólogo que descifró la escritura jeroglífica. Era de una precocidad prodigiosa. A los 17 años fue admitido como miembro de número de la Academia de Ciencias, Letras y Artes; conocía más de doce lenguas, antiguas y modernas. Descifró la escritura de la “Piedra de Roseta”, que tenía tres vertientes: Jeroglífica, demótica, o popular, y griega. Champolion, siendo de madre y padre franceses tenía rasgos egipcios. Era un genio políglota y a la edad de 19 años, como profesor de la Sorbona, asombraba a sus colegas por su extraordinaria erudición.

Esto significa que, siendo francés, y de progenitores de igual origen, debía tener rasgos franceses, sin embargo, sus amigos le llamaban el egipcio, por sus facciones. Para descifrar la antigua escritura de la piedra Roseta, es porque, en épocas antiguas, en la que se hablaba y escribía dicho lenguaje, Champolion debió haber vivido en Egipto. De ahí el arrastre de los rasgos físicos, y el conocimiento suficiente, que poseía, para realizar la labor que llevó a cabo.

Qué es la reencarnación?

La reencarnación, significa “NACER DE NUEVO”, derivado esto del término PALINGENESIA, que es un sinónimo de Reencarnación, cuya etimología es: “Palin”: de nuevo; y: “génesis”: nacimiento.

Los seres, en los cuatro reinos naturales, emanan a la conciencia individual a partir del Ser Universal, quien se individualiza en el Alma Universal sin separarse de sí mismo y sin dejar de ser Él mismo, con todos sus atributos divinos, en grado potencialmente infinito.

Cada ser emanado a la conciencia individual, inicia el Eterno Retorno hacia el Ser Universal, durante el cual va adquiriendo conciencia de ese desarrollo en grado infinito, en todas sus vertientes y variantes, de los atributos divinos que posee el Supremo Artífice.

El ser, en cada uno de los cuatro reinos naturales, jamás encontrará un límite en la expansión de su conciencia, en la espiral evolutiva y en la expansión de la Creación universal.

En la naturaleza, todo es cíclico; por ejemplo: la primavera, el verano, el otoño y el invierno, lo cual se repite ad infinitum.

Hay un sucederse constante en todas las manifestaciones físicas de la vida: emerge a la vida, se desarrolla y concluye su ciclo y lo reemprende en uno nuevo, incesantemente.

Esa es la razón de ser de la reencarnación. Es un incesante repetirse de ciclos en los cuatro reinos de la naturaleza. Estos ciclos de vida, en todas sus variantes, y vertientes, están regidos por leyes universales.

La ley de reencarnación es universal y rige en los cuatro reinos naturales, conjuntamente con las demás leyes naturales que les interrelacionan.
Una reflexión: Es verdad que no se “recuerdan” las vidas pasadas? O, no recordamos que recordamos?

Dos leyes de la reencarnación:

A)  EL AMOR: Quien odia tendrá que amar.

B)   LA VIDA: Quien quita una vida debe reponerla. Para lo cual nacerá, en otra vida, según el caso, como mujer, y será madre de aquel a quien le deba esa vida.

Adelante.

EL SERMÓN DEL DESPERTAR, BODHIDHARMA



EL SERMÓN DEL DESPERTAR


POR BODHIDHARMA

La esencia del Camino es el desapego. Y la meta de aquellos que practican es liberarse de las apariencias. Se dice en los sutras: «El desapego es despertar porque niega las apariencias». La budeidad significa atención sutil. Aquellos mor­tales cuyas mentes tienen atención natural alcanzan el Camino del despertar y por ello son llamados Buddhas. Se dice en los sutras: «Aquellos que se liberan a sí mismos de toda apariencia son llamados Buddhas». El aspecto de la apariencia como no apa­riencia no puede apreciarse visualmente sino que únicamente puede conocerse mediante la sabiduría. Cualquiera que escu­che y crea esta enseñanza se embarcará en el Gran Vehículo y abandonará los tres reinos.

Los tres reinos son codicia, aversión y confusión. Abandonar los tres reinos significa regresar desde la codicia, aversión y la confusión a la moralidad (el camino de la virtud natural sin culpabilidad), Contemplación (con amor benevolente)  y la sabiduría (inteligencia natural encontrada en las enseñanzas). Codicia, aversión, y confusión no tienen naturaleza propia (sus aparentes raíces, son las Identidades), son ilusorias y cualquiera capaz de reflexionar verá que la naturaleza de la codicia, aversión y confusión es la natura­leza búdica.

 Más allá de codicia, odio e ignorancia no hay otra naturaleza búdica. Se dice en los sutras: « Los budas sólo se han convertido en budas mientras vivían con los tres venenos y alimentándose del Dharma puro». Los tres venenos son codi­cia, odio y confusión.

El Gran Vehículo es el más grande de los vehículos. Es el transporte de los bodhisattvas, que lo usan todo sin usarlo y que viajan todo el día sin viajar. Así es el vehículo de los bod­hisattvas. Se dice en los sutras: «El no vehículo es el vehículo de los Buddhas».

Cualquiera que comprenda que los seis sentidos no son rea­les, que los cinco agregados son ficciones, que ninguno de ellos puede ser localizado en parte alguna del cuerpo, comprende el lenguaje de los Buddhas. Se dice en los sutras: «La cueva de los cinco agregados es el vestíbulo del Chan. La apertura del ojo de la mente es la puerta del Gran Vehículo». No puede ser más claro.

No pensar en nada es Chan. Una vez que se sabe caminar, estar de pie, sentarse o estirarse, todo lo que se haga, es Chan. Saber que la mente es vacío es ver al Buddha. Los Buddhas de las diez direcciones no tienen mente. Ver la no mente es ver al Buddha.

Renunciar a uno mismo sin pesar es el acto de amor más grande. Trascender movimiento e inmovilidad es la mayor de las me­ditaciones. Las personas no dejan de moverse, y los arhats per­manecen inmóviles. Pero la más elevada de las meditaciones trasciende tanto la de los mortales como la de los arhats. Aque­llos que alcanzan dicha comprensión se liberan a sí mismos de todas las apariencias sin esfuerzo y curan cualquier ausencia de salud  sin tratamiento. Tal es el poder del gran Chan.

Usar la mente para buscar la realidad es ignorancia. No usar la mente para buscar la realidad es conocimiento. Liberarse uno mismo de las palabras es liberación. Permanecer sin má­cula de polvo de sensación es permanecer en el Dharma. Tras­cender vida y desencarnación es abandonar el hogar.

No sufrir otra existencia es alcanzar el Camino. No crear igno­rancia es iluminación. No aferrarse a la ignorancia es sabiduría. La no aflicción es el nirvana. Y la no apariencia de la mente es la otra orilla.
  
Cuando eres ignorante, esta orilla existe. Pero cuando des­piertas, deja de existir. Los mortales permanecen en esta orilla, pero aquellos que descubren el más grande de todos los vehí­culos no están ni en ésta ni en aquélla. Son capaces de vivir en ambas orillas. Aquellos que ven la otra orilla como diferencia­da de ésta no comprenden el Chan.

La ignorancia significa mortalidad. Y el conocimiento sig­nifica budeidad. No son lo mismo y tampoco son diferentes. Pero la gente distingue entre ignorancia y conocimiento. Cuan­do somos ignorantes hay un mundo al que escapar. Cuando so­mos conscientes, no hay nada donde escapar.

A la luz del Dharma imparcial. los mortales no son diferen­tes de los sabios. En los sutras se dice que el Dharma imparcial es algo que los mortales no pueden penetrar ni los sabios prac­ticar. El Dharma imparcial sólo es practicado por los grandes Buddhas y bodhisattvas. Ver la desencarnación como algo diferente de la vida o el movimiento como algo diferente de la inmovilidad es ser parcial. Ser imparcial significa ver el sufrimiento como algo no diferenciado del nirvana, porque la naturaleza de am­bos es el vacío. Al imaginar que pondrán fin al sufrimiento y entrarán en el nirvana, los arhats acaban atrapados por el nir­vana. Pero los bodhisattvas saben que el sufrimiento es esencialmente vacío y permaneciendo en el vacío permanecen en el nirvana. Nirvana significa no nacimiento y no desencarnación. Está más allá de nacimiento y muerte y más allá del nirvana.

 Cuando la mente deja de moverse, penetra en el nirvana. Nirvana es una mente vacía. Cuando no exis­te la ignorancia, los Buddhas alcanzan el nirvana. Cuando no existen las aflicciones, los bodhisattvas entran en el lugar de la despertar.

Un lugar deshabitado es uno sin codicia, odio ni ignoran­cia. La codicia es el reino del deseo, el odio el reino de la forma y la ignorancia el reino sin forma.

Cuando da comienzo un pensamiento se penetra en los tres reinos. El principio o fin de los tres reinos, la existencia o no existencia de todo, depende de la mente. Esto es aplicable a todo, incluso a objetos inani­mados como rocas y palos.

Cualquiera que sepa que la mente es una ficción y está vacía de cualquier cosa real, sabe que su propia mente ni existe ni no existe.

Los mortales siguen creando la mente, procla­mando que existe.

Los arhats siguen negando la mente, pro­clamando que no existe.

 Pero los bodhisattvas y los Buddhas ni crean ni niegan la mente.
( Sabe que NO HAY MENTE y NO HAY NO-MENTE)
  
 Eso es lo que significa que la mente ni existe ni no existe. La mente que ni existe ni no existe es lo que se denomina el Camino Medio.

Si utilizas tu mente para estudiar la realidad, no entenderás ni tu mente ni la realidad. Si estudias la realidad sin utilizar la mente, entenderás ambas. Aquellos que no comprenden, no en­tienden el entendimiento. Y aquellos que comprenden, entien­den el entendimiento. La gente capaz de verdadera visión  sabe que la mente es vacío, trascienden tanto comprensión como no comprensión.

 La ausencia de comprensión y no comprensión es verdadera comprensión.
  
Vista con verdadera visión, la forma no es simplemente for­ma, porque la forma depende de la mente. Y la mente no es simplemente mente, porque la mente depende de la forma. Mente y forma crean y niegan una a la otra.

 Lo que existe lo hace en relación con lo que no existe. Y lo que no existe no existe en relación a lo que existe. Esta es la verdadera visión. Mediante dicha visión nada es visto y nada es no visto. Dicha visión penetra en las diez direcciones sin ver: porque nada es visto; porque no es visto se ve; porque es visto no se ve. Lo que ven los mortales son ilusiones. La verdadera visión está desapegada del ver.

La mente y el mundo son opuestos, y la visión aparece don­de se encuentran. Cuando la mente no se agita interiormente. el mundo no aparece exteriormente. La verdadera visión es cuando tanto el mundo como la mente son transparentes. Y esta comprensión es verdadera comprensión.

Ver nada es percibir el Camino, y comprender nada es co­nocer el Dharma, porque ver no es ver ni no ver y porque com­prender no es comprender ni no comprender. Ver sin ver es verdadera visión. Comprender sin comprender es verdadera comprensión.

    La verdadera visión no es sólo ver viendo, también es ver sin ver. Y la verdadera comprensión no es sólo comprender comprendiendo, también es comprender no comprendiendo. Si lo comprendes todo entonces es que no comprendes. Sólo cuando comprendes nada es verdadera comprensión. Com­prender es ni comprender ni no comprender
Se dice en los sutras: «No apartarse de la sabiduría es estu­pidez». Cuando la mente no existe, tanto comprender como no comprender son verdad. Cuando la mente existe, comprender y no comprender son falsos.

Cuando comprendes, la realidad depende de ti. Cuando no comprendes, eres tú quien depende de la realidad. Cuando la realidad depende de ti, lo que no es real se convierte en real. Cuando eres tú quien depende de la realidad, lo que es real se convierte en falso. Cuando dependes de la realidad, todo es falso.

 Cuando la realidad depende de ti, todo es verdad. Así pues, el sabio no usa su mente para buscar la realidad, o la re­alidad para buscar su mente, o su mente para buscar la mente, o la realidad para buscar la realidad. Su mente no hace que aparezca la realidad. Y la realidad no hace que aparezca su mente. Y porque ambas, su mente y la realidad, son inmó­viles, está siempre en samadhi»,

Cuando aparece la mente mortal, desaparece la budeidad. Cuando desaparece la mente mortal, aparece la budeidad. Cuando la mente aparece, desaparece la realidad. Cuando la mente desaparece, aparece la realidad. Quien sepa que nada depende de nada habrá encontrado el Camino, Y quien sepa que la mente depende de nada siempre está en el lugar de la iluminación.
  
Cuando no comprendes estás equivocado. Cuando comprendes, no estás equivocado. Es así porque la naturaleza del error es el vacío. Cuando no comprendes, lo cierto parece equi­vocado. Cuando comprendes, lo equivocado no es equivocado porque lo equivocado no existe.
  
 Se dice en los sutras:

 «Nada cuenta con una naturaleza propia». Actúa. No cuestiones. Cuando cuestionas estás equivocado. La equivocación es el re­sultado del cuestionar.

 Cuando alcanzas una comprensión así, los hechos equivocados de tus vidas pasadas quedan borrados.

 Cuando vives en la ignorancia, los seis sentidos y las cinco sombras son los causantes del sufrimiento y la mortalidad.

 Cuando despiertas, los seis sentidos y las cinco sombras son los causantes del nirvana y la inmortalidad.

Alguien que busca el Camino no busca más allá de sí mis­mo pues sabe que la mente es el Camino. Pero cuando busca la mente no encuentra nada. Y cuando encuentra el Camino no encuentra nada. Si crees que puedes utilizar la mente para encontrar el Camino es que vives en la ignorancia. Cuando se vive en la ignorancia existe la budeidad. Cuando eres cons­ciente no existe tal cosa. Y es así porque la conciencia es la budeidad.

Si buscas el Camino, el Camino no aparecerá hasta que de­saparezca tu cuerpo. Es como descortezar un árbol. Este cuer­po kármico experimenta continuo cambio. No cuenta con rea­lidad fija. Practica de acuerdo con tus pensamientos. No odies vida y muerte ni ames vida y muerte. Mantén cada uno de tus pensamientos libre de ignorancia y en vida presenciarás el principio del nirvana» y en la muerte experimentarás la segu­ridad de no renacer.

Ver la forma sin ser corrompido por la forma o escuchan un sonido sin ser corrompido por el sonido es la liberación.

 Los ojos que no se aferran a la forma son las Puertas del Chan. Los oídos que no se aferran al sonido son también las Puertas del Chan. En pocas palabras, aquellos que perciben la existencia y la naturaleza de los fenómenos y permanecen sin aferrarse son liberados. Aquellos que perciben la apariencia externa de los fenómenos están a su merced. Liberación significa no estar su­jeto a la aflicción. No hay otra liberación. Cuando se sabe cómo mirar la forma, la forma no da paso a la aparición de la mente y la mente no da paso a la aparición de la forma. Am­bas, forma y mente, son puras.

Cuando está ausente la ignorancia, la mente es la tierra de los Buddhas. Cuando la ignorancia está presente, la mente es el infierno. Los mortales crean ignorancia. Y utilizando la mente para crear la mente siempre se encuentran en el infierno.

 Los bodhisattvas ven a través de la ignorancia y al no utilizar la mente para hacer aparecer la mente siempre se encuentran en la tierra de los Buddhas. Si no utilizas tu mente para crean mente, todos los estados mentales son vacío y cada pensamiento in­móvil; irás de una tierra búdica a otra. Si utilizas la mente para crear mente, todos los estados mentales son intranquilos y cada pensamiento está en movimiento: vas de un infierno al si­guiente. Cuando aparece un pensamiento hay buen y mal kar­ma, cielo e infierno. Cuando no aparecen pensamientos, no hay ni buen ni mal karma, ni cielo ni infierno.

El cuerpo ni existe ni no existe. Por ello la existencia como un mortal y la no existencia como un sabio son concepciones con las que un sabio nada tiene que ver. Su corazón está vacío y amplio como el cielo.


Lo que sigue es contemplado en el Camino. Es incompren­sible para arhats y mortales.

Cuando la mente alcanza el nirvana, no se ve el nirvana, porque la mente es nirvana. Si ves el nirvana en algún sitio fuera de la mente, te engañas a ti mismo.
Cada sufrimiento es una semilla búdica, porque el sufri­miento impele a los mortales a buscar sabiduría. Pero sólo pue­de decirse que el sufrimiento da origen a la budeidad. No pue­de decirse que el sufrimiento sea la budeidad.

 Tu cuerpo y tu mente son el campo, el sufrimiento es la semilla, la sabiduría el brote y la budeidad el grano.

El Buddha de la mente es como la fragancia de un árbol. El Buddha proviene de una mente libre de sufrimiento, al igual que la fragancia proviene de un árbol libre del deterioro. No hay fragancia sin el árbol ni Buddha sin la mente. Si hay fragancia sin un árbol, se trata de una fragancia diferente. Si hay un Buddha sin tu mente, se trata de un Buddha diferente. Cuando los tres venenos están presentes en tu mente, viven en una tierra de inmundicia. Cuando los tres venenos están au­sentes de tu mente, vives en una tierra de pureza. Se dice en los sutras: «Si llenas una tierra de impureza e inmundicia, nun­ca aparecerá ningún Buddha». La impureza e inmundicia remiten a la ignorancia y a los otros venenos. Un Buddha remite a una mente pura y despierta.

No hay lenguaje que no sea el Dharma. Hablar todo el día sin decir nada es el Camino. Permanecer en silencio todo el día y decir algo no es el Camino. Por ello ni la palabra de un tathagata depende del silencio, ni su silencio depende de la palabra, ni su palabra existe separada de su silencio. Aquellos que entienden tanto el habla como el silencio permanecen en el samadhi. Si hablas cuando sabes, tu palabra es libre. Si per­maneces en silencio cuando no sabes, tu silencio está encade­nado.

 Si la palabra no está apegada a las apariencias entonces es libre. Si el silencio está apegado a las apariencias, entonces está encadenado.

 El lenguaje es esencialmente libre. No tiene nada que ver con el apego y el apego no tiene nada que ver con el lenguaje.
La realidad no tiene alto ni bajo. Si ves alto o bajo, enton­ces no es real. Una balsa no es real. Pero una balsa de pasa­jeros sí. Una persona que maneje una balsa de ese tipo podrá cruzar a través de lo que no es real. Por eso es real.

Según el mundo hay masculino y femenino, rico y pobre. Según el Camino no hay masculino e femenino, ni rico o po­bre.

 Cuando la diosa realizó el Camino, no cambió su sexo. Cuando el mozo de establo  desperté a la Verdad, no cambió su posición. Libres de sexo o posición, comparten la misma apariencia básica. La diosa buscó su feminidad durante doce años sin conseguirlo. Igualmente, buscar la propia masculinidad du­rante doce años resultará infructuoso. Los doce años se refie­ren a las doce entradas


Sin la mente no hay Buddha. Sin el Buddha no hay mente. De igual manera, sin el agua no hay hielo, y sin hielo no hay agua. Quien hable sin abandonar la mente no llegará muy lejos. No te aferres a las apariencias de la mente.

 Se dice en los sutras:
«Cuando no veas apariencias verás al Buddha». Eso es lo que sig­nifica ser libre de las apariencias de la mente.

Sin la mente no hay Buddha quiere decir que el Buddha proviene de la mente. La mente es el origen del Buddha. Pero aunque el Buddha provenga de la mente, la mente no proviene del Buddha, al igual que un pez proviene del agua, pero el agua no proviene del pez. Y cualquiera que vea un pez ve antes el agua que el pez. Y cualquiera que quiera ver un Buddha verá la mente antes que al Buddha. Una vez que has visto el pez te olvidas del agua, y una vez que hayas visto al Buddha te olvidarás de la mente. Si no te olvidas de la mente, la mente te confundirá, al igual que te confundirá el agua si no te olvidas de ella.
Mortalidad y budeidad son como el agua y el hielo. Estar afligido por los tres venenos es la mortalidad. Estar purificado por las tres liberaciones7’ es la budeidad. Lo que en invierno se congela dando paso al hielo se deshace en agua en verano. Eli­mina el hielo y no habrá agua. Si te deshaces de la mortalidad no habrá budeidad. Está claro que la naturaleza del hielo es la naturaleza del agua y la naturaleza del agua es la naturaleza del hielo. Y la naturaleza de la mortalidad es la naturaleza de budeidad. Mortalidad y bu-deidad comparten la misma naturaleza. igual que wutou y fut­zu comparten la misma raíz pero no la misma estación. Es sólo a causa de la ilusión sobre diferencias por lo que tenemos las palabras mortalidad y budeidad.

 Cuando una serpiente se convierte en dragón no cambia sus escamas. Y cuando un mor­tal se convierte en sabio no cambia su rostro. Conoce su men­te mediante la sabiduría interna y cuida de su cuerpo mediante la disciplina externa.


Los mortales liberan Buddhas y los Buddhas liberan mortales. Eso es lo que significa imparcialidad. Los mortales liberan Buddhas porque la aflicción crea conocimiento y los Buddhas liberan mortales porque el conocimiento niega la aflicción. No hay otro remedio que la aflicción y no hay otro remedio excepto el conocimiento. Si no fuese por la aflicción no habría nada de lo que crear conocimiento. Y si no fuese por el conocimiento no habría nada para negar la aflicción. Cuando se vive en la ignorancia, los Buddhas liberan mortales. Cuando se vive en el cono­cimiento, los mortales liberan Buddhas. Los Buddhas no se convier­ten en Buddhas por sí mismos. Son liberados por mortales.

 Los Buddhas ven la ignorancia como su padre y la codicia como su madre. Ignorancia y codicia son nombres diferentes de la mor­talidad. Ignorancia y mortalidad son como la mano izquierda y la mano derecha. No existe otra diferencia.


Cuando se vive en la ignorancia se está en esta orilla. Cuan­do se está consciente se está en la otra orilla. Pero una vez que sabes que tu mente es vacío y no ves apariencias, estás más allá de igno­rancia y conocimiento. Y una vez que se está más allá de ig­norancia y conocimiento, no existe la otra orilla. El tathagata no está en esta orilla ni en la otra. Y tampoco está en mitad de la corriente. Los arhats están en mitad de la corriente y los mortales en esta orilla. En la otra orilla está la budeidad.

Los Buddhas tienen tres cuerpo de transforma­ción, un cuerpo de recompensa y un cuerpo real. El cuerpo de transformación también es llamado cuerpo de encarnación.

 El cuerpo de transformación aparece cuando los mortales realizan buenos actos, el cuerpo de recompensa cuando cultivan la sabiduría y el cuerpo real cuando se hacen conscientes de los su­blime. El cuerpo de transformación es el que puede verse volar en todas direcciones rescatando a otros allí donde puede. El cuerpo de recompensa pone fin a las dudas. La Gran Ilumina­ción sucedida en los Himalayas se convierte repentinamente en verdad. El cuerpo real no hace ni dice nada. Permanece per­fectamente inmóvil. Pero en realidad, ni siquiera existe un cuerpo de Buddha, y mucho menos tres. Este hablar de los tres cuerpos está simplemente basado en la comprensión humana, que puede ser superficial, moderada o profunda.
La gente de comprensión superficial imagina que acumula méritos y confunde el cuerpo de transformación con el Buddha. La gente de comprensión moderada imagina que está poniendo fin al sufrimiento y confunde el cuerpo de recompensa con el Buddha. Y la gente de profunda comprensión imagina que expe­rimenta la budeidad y confunde el cuerpo real con el Buddha. Pero la gente con la comprensión más profunda mira en su in­terior, sin ser distraída por nada. Como una mente clara es el Buddha, alcanzan la comprensión de un Buddha sin utilizar la men­te. Los tres cuerpos, como todas las además cosas, son inalcanzables e indescriptibles. La mente sin estorbo alcanza el Camino. Se dice en los sutras: «Los Buddhas no predican el Dharma. No liberan mortales. Y no experimentan la budei­dad». Eso es lo que quiero decir.

Los individuos crean karma; el karma no crea individuos. Crean karma en esta vida y reciben sus frutos en la siguiente. Nunca escapan a ello. Sólo alguien que es perfecto no crea karma en esta vida y no recibe frutos. Se dice en los sutras:

«Quien no crea karma obtiene el Dharma». Este es un dicho vacío. Se puede crear karma, pero no puedes crear una perso­na. Cuando creas karma, renaces junto con tu karma. Cuando no creas karma, desapareces junto con tu karma. Por ello, sien­do el karma dependiente del individuo y el individuo depen­diente del karma, si un individuo no crea karma, el karma nada puede con él. De la misma manera: «Una persona puede en­sanchar el Camino. El Camino no puede ensanchar a una per­sona».

Los mortales no dejan de crear karma y equivocadamente insisten en que no hay retribución. ¿Pero acaso pueden negar el sufrimiento?
 ¿Pueden negar que lo que siembra el estado mental presente no es lo que recoge el siguiente estado men­tal?

¿Cómo pueden escapar?

 Pero si en el presente estado mental no se siembra nada, nada se recogerá en el siguiente estado mental. No entendáis mal el karma.

Se dice en los sutras: «A pesar de creer en Buddhas, las perso­nas que imaginan que los Buddhas practican austeridades no son budistas. Lo mismo vale para aquellos que imaginan que los Buddhas están sujetos a retribución de riqueza o pobreza. Son icchantikas, Son incapa­ces de creer».

Alguien que comprende las enseñanzas de los sabios es un sabio. Alguien que comprende la enseñanza de los mortales es un mortal. Un mortal que puede desprenderse de la enseñanza de los mortales y seguir la enseñanza de los sabios se convier­te en un sabio. Pero ¡os locos de este mundo prefieren buscar sabios muy lejos. No creen que el sabio es la sabiduría de su propia mente. Se dice en los sutras: No prediquéis este sutra entre hombres sin comprensión». Pero la gente sin compren­sión no cree en su propia mente ni que mediante la compren­sión de esta enseñanza puede convertirse en sabia. Prefieren buscar un conocimiento lejano y anhelar cosas en el espacio, imágenes búdicas, luces, inciensos y colores. Caen presas de la falsedad y la locura.

Se dice en los sutras: «Cuando ves que todas las apariencias no son apariencias, entonces ves al tathagata». Las miríadas de puertas hacia la verdad provienen de la mente. Cuando las apa­riencias de la mente son tan transparentes como el espacio, de­saparecen.

Nuestros sufrimientos ilimitados son las raíces de la enfer­medad. Cuando los mortales están vivos se preocupan de la muerte. Cuando están saciados se preocupan del hambre. Suya es la Gran Incertidumbre.

 Pero los sabios no consideran el pasado y no se preocupan acerca del futuro, tampoco se aferran al presente y siguen el Camino momento a momento. Si no has despertado a esta gran verdad lo mejor es que busques un maestro en la tierra o en los cielos. No agraves tu propia defi­ciencia.