lunes, 20 de agosto de 2012

HERALDO DE TIEMPOS NUEVOS



HERALDO DE TIEMPOS NUEVOS

POR ©GIUSEPPE ISGRÓ C.


Era una mujer de un poco más de treinta años, delgada, erguida, con actitud serena y de exuberante dignidad; caminaba con paso firme y sosegado, reflejando una absoluta seguridad en sí misma, así como una gran lucidez en la expresión de su pensamiento.
Irrumpió con voz de trueno, en aquella plazoleta, de la ciudad que casi alcanza su cuarto centenario, y que aún refleja el genio arquitectónico español, en América.
El lugar se encontraba con poca gente, pero estaba ubicado frente a la sede de uno de los organismos oficiales de la ciudad.
 En su mayoría, quienes allí se encontraban eran personas sencillas, de las que parecieran no tener trascendencia alguna, y sin embargo, la tienen.
Muchos de aquellos seres pertenecían a aquel mundo destinado a transformarse. Pero, como siempre ocurre, frente a los cambios que exigen un esfuerzo extra, se resisten a adaptarse a la nueva realidad, bajo la égida de la ley del progreso. Empero, surgen nuevos estados de conciencia. Caso contrario, la ausencia de adaptación implicaría salir de escena y dar paso al nuevo grupo de líderes, que en cada época emerge.
Decía un prudente filósofo, con aguda sabiduría, que cada nueva generación que emerge trae sus respectivos líderes, y maestros. Podría decirse, también: Todo líder, en cada época, trae sus propios seguidores. Por eso asombra que, virtualmente, en poco tiempo, tantos seguidores se identifican con sus respectivos líderes, y uno se pregunta: De dónde salió tanta gente que piensa igual?
Mirándolo desde la perspectiva de la Meta-Historia, cabría una pregunta: Durante cuántos ciclos de vida, en el planeta tierra, esos líderes y seguidores, han actuado conjuntamente? Esa es una de las razones por la que se dice que la historia se repite. Y esos líderes y seguidores, no han actuado, ya, en otros mundos antes de venir a la tierra?
Los tiempos cambian, sujetos a un plan universal, que a su vez se rigen por un pensum invisible en la dimensión física del planeta, pero no menos real visto desde la perspectiva espiritual.
Esa es la razón por la que Louis Pauwels, en “El Almuerzo del Súper Hombre”, sugería que, “en un universo sin límites era preciso tener un pensamiento abierto”
El río del progreso conduce sus aguas al mar de la unidad universal, en que se gestan nuevos estados de conciencia. Pero, se trata de una conciencia libre, siguiendo los cánones del libre albedrío que el Creador Universal imprimiera en ella, como atributo divino.
Empero, ningún atributo se rige con independencia de los demás; todos coexisten en armonía y se expresan con el lenguaje de los sentimientos inherentes a los valores universales, como guía en los actos humanos.
Los valores universales, son la expresión de los atributos divinos, cuya fuerza de empuje es como el río, que al anteponérsele un dique, por delante, e ir acumulándose sus aguas, detrás dél, llega un momento en que su potencia, concentrada en ese punto, alcanza tal magnitud que lo rompe. Entonces, el libre fluir de las aguas se asemeja al del progreso, y éste está plasmado en la ley cósmica, por el Ser Universal, que rige todas sus vertientes y variantes, en el eterno retorno.
Aún quienes parecieran ser los enemigos del progreso, son utilizados como instrumentos por la ley divina y los regidores universales, en el lugar y obras en que puedan ser útiles, y ninguno de ellos, lo percibe conscientemente. .
Es el mecanismo de la propia ambición, que Dios puso dentro de cada ser, el que le impulsa a la realización de grandes obras, que cada quien cree que son propias. Empero, en realidad, cada uno es un obrero cósmico, en infinitos niveles de realizaciones. Lo que cada quien recibe, por su trabajo, es el salario cósmico. Pero la obra es de Dios; Él nos da la oportunidad de realizar el trabajo, y crecer, de acuerdo con nuestra capacidad de asunción de responsabilidades.
Acumular en un mundo de abundancia, para qué? Para ir cargado como un camello, en vez de ir liviano como un águila?
Perpetuarse en el poder, como lo vemos en todos los niveles ejecutivos, en gran número de instituciones, y países, no es sino una forma de estancamiento, donde por un lado está el líder que asume su rol con ansías ilimitadas de dominio, y por el otro, las grandes masas que gustan de las migajas del festín. Por un lado están los “seguidores”, mientras que por el otro lado de la cadena, el que se cree su perenne líder. Pero no hay diferencia, cada uno es esclavo del otro, y viceversa; es preciso darse cuenta de ello.
Pero, cada ser cumple el rol que le asignara la divinidad, por la ley de afinidad. Entre los integrantes de las grandes masas, pocos son los que quieren asumir retos significativos en beneficio de la colectividad. Le gusta más el rol de seguidores; y también, la “papa pelada”.
Hoy en día se prefiere hablar de líderes principales y líderes cooperantes. El primero prepara a los segundos para que, en todo tiempo, cualquiera le pueda sustituir, por cuanto, en todos, por encima del interés personal prevalece el del grupo. Al darles paso a los cooperadores a que asciendan, también lo puede hacer el dirigente principal.
Sólo aquellos que son capaces de asumir grandes objetivos de responsabilidad social, que tienen una visión que trasciende a la de la generalidad, y se preparan, pueden ejecutar lo pensado, sin importar el esfuerzo que amerita. Emergen como líderes, en cada época, y van realizando los objetivos cósmicos que se les delegan.
Pero, esos líderes situacionales van emergiendo con naturalidad; son, sin saberlo, instrumentos de ese orden cósmico, regido por la ley de afinidad.
La ley de afinidad, es la rectora, y ordenadora, del universo. Ubica a cada ser en el orden perfecto que se corresponde, exactamente, con su suma existencial.
Es decir, mediante la ley de afinidad, cada ser se encuentra en el lugar correcto, en el tiempo adecuado, haciendo lo que le compete, o dejándolo de hacer. Y cuando le toca cambiar de lugar, por su nuevo saldo existencial, tiene que hacerlo, y lo efectúa, automáticamente, porque nadie puede resistir a la fuerza ordenadora del progreso universal.  
Ese progreso, en cada época tiene sus heraldos, que van anunciando las buenas nuevas de la  edad de oro respectiva. Ellos señalan los cambios que se avecinan, los asuntos obsoletos que hay que dejar de lado, y las virtudes que hay que cultivar, como plan de vida ceñido al orden divino.
En la medida en que las grandes masas eleven sus niveles de conciencia, irán apareciendo los líderes acordes.
De qué serviría tener, ahora, líderes del tipo de la nueva edad de oro, que emergerán dentro de treinta mil años, si nadie les seguiría en esos niveles de realizaciones tan avanzados? La naturaleza no da grandes saltos. Quién puede imaginar los estados de conciencia que se tendrán dentro de treinta mil años? Empero, qué representan treinta milenios? Menos que nada, en la eternidad.
Los poetas, maestros, articulistas, líderes, empresarios, madres, y los guías espirituales que inspiran, además de Dios, que realiza su trabajo en la conciencia de cada ser, cada uno en su respectivo rol, es un heraldo que anuncia los nuevos tiempos. Algunos ven más lejos que otros, y Dios en grado infinito, pero cada quien ve el lugar en donde deberá dar el siguiente paso, o anunciárselo a los demás.
El mecanismo de las propias necesidades, de los deseos y de la ambición personal, canaliza la energía creadora que representa el poder potencialmente infinito de cada ser, en los cuatro reinos naturales, en una eterna polarización.
La ley de la Justicia es la eterna guardiana del orden universal, y quien lo ejecuta es la de Afinidad, de acuerdo a la suma existencial de cada ser: es el resultado de la siembra y recogida, de la causa y del efecto, de los actos y sus consecuencias. Es decir: acción y reacción.
Por eso, a quien esto escribe, le llamó la atención aquella mujer erguida, de voz de trueno, que caminaba del extremo norte al sur de la plazoleta, arengando a quienes se encontraban allí, escuchándole. Ella emitió las críticas que presuponen un cambio de sistema que el tiempo va dejando en la obsolescencia. Anunciaba, en pequeña escala, la nueva edad de oro, cual poeta y antiguo heraldo de aquella Grecia que por el influjo de Homero, tan largo esplendor vivió.
Pero, esos antiguos heraldos siguen siendo potentes faros de luz: Homero, Platón, Séneca, Cicerón, Lao Tse, Sidharta Gautama, Confucio, Pantajali, Plutarco, Al Gazzali, Ibn Arabi, Rumi, Cervantes, Allan Kardec, Benjamín Franklin, Victor Hugo, Amalia Domingo Soler, Concepción Arenal, León Denis, Ernesto Bozzano, José Mazzini, Tagore, Gandhi, Alexis Carrel, Paúl Brunton, Napoleón Hill, e incontables otros.
A lo lejos, los incondicionales de los viejos sistemas que como avestruces esconden su cabeza en un hueco de la tierra, y en vez de de proyectar su pensamiento en un mundo abierto, cuales lacayos, repetían: -“Viva el Príncipe”.
Una joven, acompañada por su asesor, iba caminando con paso rápido por la plaza, para llegar a tiempo a una oficina gubernamental, les decía: -“Dejadle tranquila; dejadle tranquila!”.
Algunos se mofaban de la mujer que fustigaba exhortando al cambio, al cultivo de la virtud, anunciando mejores tiempos por venir.  
Pero ella, inspirada, serena y confiadamente, al igual que un jefe victorioso en el campo de batalla, o un científico en su laboratorio, recorrió de punta a punta la pequeña plazoleta, la que, precisamente, tiene por nombre el que marca una época gloriosa en los anales de la historia. Omitimos mencionarlo, pero podría ser cualquiera relativo al propio terruño.
Al llegar al extremo sur de la plaza, aquella mujer de voz de trueno, equilibrada, con dignidad y  aureola luminosa de quien sabe que está siendo, en ese momento, una profetisa, arremetió con mayor fuerza aún. Su arenga era, a la vez, una amonestación, y una exhortación para recorrer la senda virtuosa del progreso. Ella parecía anunciar ese nuevo Contrato Social, al estilo de J. J. Rousseau, que los tiempos demandan a grandes voces y que pronto, alguien habrá de estructurar.   
Recordemos lo que Don Quijote le dijo a aquellas dos damas de vida “fácil”, en la venta en que hizo su parada Don Quijote, en su primera salida:
-“Cuanto una digna mesura es virtud en las hermosas damas, la risa que de leve causa procede es mucha sandez; no por esto os amonesto, sino que os lo digo solo por el deseo de que seáis de ánimo benévolo hacia mi, que el mío está imbuido de la total voluntad de serviros”.
Cuanta elevación de pensamiento en Don Quijote. En ese aforismo del segundo capítulo del Quijote comenzaba a plasmarse el genio inmortal de Cervantes, expresando una eterna sabiduría de manera inigualable.
Luego, Cervantes agrega: -“El lenguaje no entendido por las señoras, y el aspecto de nuestro caballero, acrecentaban en ellas la risa,….”. En aquella plazoleta, algunos seguían diciendo: -“Viva el Príncipe”. En su respectiva ciudad, cada quien encontrará un espécimen que se le asemeje, -al Príncipe-, por cuanto es natural que así sea.
Cualquiera diría que esa mujer de la cual se mofaban esos humanos que allí escuchaban, lacayos, algunos, de subalternos intereses, de que era alguien que precisaba se le apretase alguna tuerca en su mente.
Pero, para alguien que sabe ver las señales que los tiempos traen, un heraldo en movimiento jamás anda solo; es como el primer paso detrás del cual siguen muchos otros, ad infinitum.
Frente a la acción pedagógica de la Divinidad, en la conciencia, no hay nadie que pueda resistir por largo tiempo. Pero, la Divinidad actúa simultáneamente en la conciencia de todos, y gran número de personas, al mismo tiempo, asumen su rol inherente, y se transforman en heraldos de nuevos tiempos. Pero, el mayor heraldo es Dios. Cada ser presta su voz, pero el pensamiento expresado es el de la Divinidad. Por eso decimos: -Es un heraldo, o poeta, inspirado por Dios; o, por los guías espirituales; o, por cada ser, desde la dimensión espiritual, o encarnado en desdoblamiento, o proyección, en los cuatro reinos naturales. Interactuando, también, un reino con otro, ya que todos son cooperantes entre sí, y cada ser es una expresión de la divinidad, en cualquiera de sus manifestaciones.
Cada quien enrumbará sus pasos, oportunamente, a un mejor puerto, donde abrirá la puerta de la nueva edad de oro, en su respectivo nivel de conciencia.
Emergerán Nuevas Acrópolis, y escultores como Fidias, o Praxiteles, que harán brotar un nuevo Partenón, en cada época.
Con el tiempo, en vez de Fidias se llamará: Miguel Ángel, Augusto Rodin, y con muchos otros nombres, pero su genio portentoso, su inmensa capacidad de trabajo y visión, crearán obras trascendentales.
La majestuosidad de sus obras despertará la admiración de la gente en incontables siglos, pero el pensamiento que le es inherente, será un potente faro de luz, que guiará a las nuevas generaciones.
También los artistas son heraldos de los nuevos niveles del pensum cósmico.
Emergerán, también, nuevos personajes equivalentes a: Pericles, Alejandro Magno, Ptolomeo I Soter, Mahoma, Abderramán III, Lorenzo El Magnífico, y tantos otros, que utilizarán a esos genios preclaros en la creación de las obras que simbolizarán, precisamente, esos estados de conciencia elevados hacia donde está enrumbada la humanidad.
La Luz ilumina los horizontes humanos. No se trata de entablar una contienda encarnecida con la oscuridad, o contra quienes, erróneamente, pudiesen pretender de mantenerla, contra corriente.
De lo que se trata es de enfilar la proa en sentido del Este, por donde, cada mañana, sale, nuevamente, el sol. Luego, seguirlo en su trayectoria, y al llegar la noche, descansar, para recuperar las fuerzas.
Empero, al llegar la noche, hay otras clases de luces, que, también, evacuan la oscuridad: la eléctrica, el estudio, la meditación, la reunión con quienes saben más, para aprender, y un sinnúmero más, a la medida de cada quien, en cualquier lugar y condición.
 Pero, la más importante de todas, es la luz de la divinidad que emerge en la conciencia. Es la de los valores universales: el amor, la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza y la belleza, que guían a cada ser por el camino de una vida virtuosa, y feliz.
La conciencia de cada ser, en los cuatro reinos naturales, es una réplica exacta de la de Dios. En ella aflora, incesantemente, la luz que alumbrará los nuevos tiempos por venir.
Cada quien, por propia conciencia, vuelve, en nuevos ciclos de vida, para enderezar los tuertos que antes hiciera. Es el ideal de Don Quijote que en todo ser ve la magnificencia de la Divinidad. Por ejemplo, en aquellas mozas de vida “fácil”, él contempla damas virtuosas; en el ventero, al gobernador de un famoso castillo; en su rocín, el mejor de los caballos del mundo, y en todo, guiado por los preceptos de la Orden de Caballería, cuyo rol había asumido: -además de no hacer daño alguno a nadie, le animaba el anhelo de servir, y realizar la mayor suma de bien posible.
Los mismos “enemigos” de la luz, serán los difusores de la misma, en tiempos futuros. Nadie puede escapar al destino que la persona misma pusiera en movimiento, por la ley cósmica. Quienes ahora dilapidan las arcas del tesoro público, a nivel mundial, dentro de una “legalidad” que pareciera inobjetable a la vista de todos, frente al esquema de la divinidad, que utiliza una balanza más fidedigna, y una percepción más preclara, tanto para premiar como para ordenar la compensación inherente, la Justicia le “impondrá” venir a llenar las arcas que antes vaciaran y a usarlas con mayor prudencia.
Cuántos siglos de “servicios compensatorios” implican el resarcimiento del indebido uso de los recursos públicos, o ajenos? No importa, será un tiempo suficiente para el aprendizaje, y la compensación. Los regidores cósmicos se aseguran, de esta manera, un recurso humano que se le coloca bajo su dirección, en la realización de las obras a ellos encomendada. Quién podría dudar de la sabiduría de la Divinidad?
Todo se encuentra en un perfecto orden. En un mundo que pareciera ser un caos, se percibe, sin embargo, el efecto ordenador de la naturaleza, que, en el tiempo perfecto del sincronismo universal, va estableciendo la armonía de la Divinidad.
El cambio empieza con la expresión de nuevos estados de conciencia.
Por eso los heraldos, con tiempo, vienen a advertir sobre las obsolescencias que precisan cambios de rumbos, y anuncian los nuevos.
Son, los heraldos, los instrumentos inspirados por la  Divinidad, cuya voz alerta coercitivamente para reorientar el sentido existencial.   
Representan el mensaje visible inspirado por un entorno invisible que vigila, dirige y corrige.
Ningún pensamiento y acto, pasan desapercibidos frente a esa dimensión espiritual que lo ve todo.
Es alentador saber que nuevos heraldos siguen emergiendo, según los tiempos, y en cada era. Para muestra basta un botón. Esa mujer, como mensajera, preanuncia a muchos otros, en idéntico rol, en cada rincón del mundo.
Nuevos poetas elevarán su canto para despertar las conciencias, y señalar nuevos caminos. Los ideales esbozados por los maestros de la Patria, son faros luminosos. Ellos vieron antes lo que hay que realizar ahora. He aquí la importancia de leer a los grandes pensadores, a los poetas y a los ensayistas.
Son tiempos de cambios que anuncian la nueva edad de oro. Cuánto trabajo por delante, cuántas alegrías que disfrutar! Cuántas páginas en blanco esperan ser llenadas con excelsas obras!
Saludamos a esa mujer valiente de la plazoleta, y les damos las gracias por la gesta heroica que su acto representa, en una época en que la gente pareciera estar pasiva. Son tiempos de calma creadora que esperan el toque de la trompeta que anuncie el tiempo de la acción fecunda.
Heraldo, o profetisa, simboliza la apertura a esos tiempos anhelados a los cuales habrá que aportar la propia cooperación y concurso. A no dudar, el mundo mejor que todos anhelamos es ya una realidad en los planes cósmicos. Ahora, manifestémoslo a partir del pensamiento creador, como lo hiciera la heraldo de nuestro relato. Expresemos nuestra gratitud a la Divinidad por su inefable bondad plasmada en la Ley Cósmica, y en la conciencia de cada ser. Adelante. 

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EL ENCUENTRO EN LA VICTORIA



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UN ENCUENTRO EN LA VICTORIA

Autor: ©Giuseppe Isgró C.

Del libro: La Victoria

Capítulo I

Me encontraba un día, en una fuente de aguas tranquilas, cristalinas, cuando se me acercó un Venerable hombre, vestido a la antigua usanza, con bata blanca, larga, pelo y barba que alguna vez fueron de color pelirrojo y un báculo en la mano derecha.

Concentró sus ojos en los míos; su mirada era profunda, serena y apacible.

Con voz suave y afectiva, me dijo:

-“Hola, hijo, como estás”-.

–Bien, -le contesté-; y, ¿usted?

–Por aquí andamos; -fue su respuesta-, mientras me sonreía.

-¿Dónde estamos?, -le pregunté al Venerable hombre-.

-Este sitio es conocido como La Victoria; -me contestó-. –¿Qué haces por estos lados?

-Salí esta mañana, temprano, con el coche, a dar un paseo; luego, al llegar a esta zona, me paré a contemplar la belleza de los araguaneyes y decidí caminar un poco y la verdad que, absorto en mis reflexiones, caminé por lo menos durante dos horas, hasta llegar aquí. Desconocía este hermoso lugar. Y, usted, -¿vive por aquí cerca? -le pregunté-.

Un poco más arriba, en esa colina boscosa. Hace algunos años, -relata el Venerable hombre- decidí retirarme de la agitada vida ejecutiva en que me desenvolvía profesionalmente, como abogado, en la ciudad de Quebec, Canadá, aunque he viajado por diversos países asesorando a incontables líderes. Construí la casa, en esta zona tropical, con la idea de pasar aquí los meses de invierno. Me dedico al estudio de la vida, a la meditación y a cultivar mi jardín y de vez en cuando, a escribir mis reflexiones, las cuales, algún día, habrán de ser publicadas para esparcir un poco la luz que he podido vislumbrar en mis estudios metafísicos-espirituales.

-¿Quieres tomar un café? –Me preguntó el Venerable hombre-. Lo he traído de Caripe El Guácharo; es de los más exquisitos que he probado.

-Sí, con gusto se lo acepto; -le contesté-.

Nos fuimos caminando por un sendero rodeado de árboles cargados de mangos, aguacates, naranjas y una hilera de cayenas de diversos colores. A lo lejos, el ruido de la brisa se oía apaciblemente. Todo era quietud, armonía y paz. Pero, sobre todo, lo que más me impresionaba era la apacibilidad y el sosiego del Venerable hombre de La Victoria. Emanaba de él un flujo de fuerza que, en su presencia, me sentía con un poder y una seguridad nunca antes experimentados. Fuerzas bienhechoras se iban apoderando de mí y aquella paz y relax que buscaba en la mañana, al salir a dar un paseo, sin percatarme de ello, las estaba experimentando ya.

Después de unos quince minutos de caminar, llegamos a la casa del Venerable hombre. Su aspecto exterior humilde estaba lejos de dejar entrever lo que segundos después habría de asombrarme con lo que encontré en el interior.

Al entrar, en la casa, una joven de unos veinte años saludó al Venerable hombre.

-¡Hola, abuelo!, ¿cómo estás?

–Bien, hija, -contestó el Venerable hombre-. -Prepara un poco de café, Lucía, mientras conversamos un poco, adentro.

-Por cierto, te presento a Santiago, quien ha llegado paseando hasta La Victoria.

Después de la presentación, entramos en la biblioteca del Venerable hombre. Un salón grande, lleno de estantes de libros por todas partes, lo cual hacía inimaginable dicho cuadro desde el exterior. Algunos cuadros al óleo de morichales y de personajes históricos, presentaban un ambiente acogedor. En un rincón se encontraban diversos retratos de Tagore, Gandhi, Cicerón, Séneca, Ibn Arabi y un dibujo de Don Quijote y Sancho Panza. En un pequeño cuadro, podía leerse: -“Lo que Alá quiera. Nada se le asemeja”-.

-Le felicito por este inmenso tesoro que usted tiene aquí, -le dije al Venerable hombre-. -¿Cuáles son los temas de su interés?

A lo cual, me contestó: -Como usted puede ver, Santiago, -y me invitó a recorrer los estantes- aquí hay libros de variados temas: clásicos de todos los países y épocas, desde los Vedas, los Upanishads, el Mahabaratha, los libros de Confucio, El Tao te King, de Lao Tse, el Poema de Gilgamesh, el Código de Amurabí, autores griegos, como Homero y Hesiodo. Se encuentran las obras completas de Euclides, Platón, Aristóteles, Teofrasto, Demetrio de Falereo, de los Presocráticos, Epicteto, Plutarco, etcétera; de los latinos, autores como Séneca, Cicerón, -que son mis preferidos-, Julio César, Tito Livio, Dionisio de Halicarnaso, Marco Aurelio, así como libros de Psicología, Gerencia, Sufismo, Yoga, ensayos, filosofía, parapsicología, hermetismo, El Quijote, libros de economía, filosofía, etcétera, en fin, un poco de todo lo que es preciso conocer para poder entender el significado de la vida: de dónde venimos, por qué estamos aquí y hacía dónde vamos, sin lo cual, la vida no tendría sentido, sobre todo por el gran afán a que está sometido el ser humano en la agitada vida moderna.

Nos sentamos en sendas butacas y nos entretuvimos conversando de temas diversos. Al poco rato, entró Lucía con dos tazas de oloroso café y unos biscochos, que degustamos con agrado en una amena e interesante conversación. Al fondo, podía oírse una suave música de Beethoven.

Pasamos cerca de una hora conversando de sobre la Atlántida, Egipto, los griegos, de Homero, de los sufíes, del budismo zen, los poderes del espíritu, meditación, etcétera, después de lo cual, le hice una pregunta directa.

-Seguramente, usted ha desarrollado alguna técnica de meditación y algún método de resolución de situaciones, en la vida, que me quisiera explicar, ya que, según observo, para tener usted una serenidad tan acentuada y una fortaleza física a la edad que imagino que usted debe tener, -cerca de noventa años- es porque ha encontrado en su larga experiencia algún secreto que quizás quisiera compartir conmigo.

Santiago, -me dijo el Venerable hombre, si vuelves a visitarme otro día, quizá te cuente algo que te pueda servir. Empero, antes de que te vayas, te haré entrega de unos apuntes que hace ya muchos años, en una época en que yo andaba a la búsqueda de sosiego y tratando de encontrarle sentido a la vida, un Venerable hombre que, en una edad similar a la mía, a su vez me entregara y cuya práctica asidua me permitió domar la mente, encarrilar mi vida y poner bajo control los hilos del destino. Son veintidós manuscritos, y una meditación diaria, –continuó diciendo el Venerable hombre, que si bien son ya un poco antiguos, podrás copiarlos de nuevo y si pones en práctica las técnicas que contienen, darás a tu vida un esplendor que habrá de sorprenderte agradablemente.

-Una vez que los hayas probado con total y absoluta satisfacción de tu parte, -me dijo, ponlos en limpio, en forma de libro y publícalo para que su mensaje llegue a mayor número de personas. Hacía tiempo que esperaba a alguien a quien confiarle este legado y creo que hoy, al llegar aquí, en la forma en que lo has hecho, tus pasos han sido dirigidos por Aquel que todo lo sabe y puede, por la Ley Cósmica, y en cuyos planes universales, todos somos sus instrumentos.

Me despedí del Venerable hombre y de su adorable nieta, sintiendo dentro de mí fuerzas desconocidas hasta entonces que preanunciaban grandes cambios en mi vida.

En los días siguientes, aparté una hora diaria, antes de dormirme, y leí y releí, todos los manuscritos, de la siguiente manera: En primer lugar copié la Meditación diaria en un cuaderno, el cual leí durante veintidós noches y mañanas seguidas, tal como lo indicaban las instrucciones de la misma.

Una nota al pie de página mencionaba que si yo la transcribía en un cuaderno, el hecho de hacerlo, grabaría en mi ordenador mental las instrucciones y me sería más fácil desarrollar, en mi personalidad, las cualidades y condiciones que formaban parte de los objetivos implícitos en la misma.

De los veintidós manuscritos, cada lunes, a las once en punto de la noche, copiaba uno en el cuaderno, y durante el resto de la semana, a la misma hora, lo leía y meditaba, siguiendo las fáciles y efectivas técnicas e indicaciones al inicio del mismo.

Cuatro semanas después de leer durante veintidós días seguidos, en la noche y en la mañana, la meditación diaria, comenzaron a manifestarse en mi vida una serie de cambios positivos que me dejaban asombrado a mi mismo, pero, también, los miembros de mi familia y a mis amistades; sobre todo mi semblante comenzó a ser más apacible; volví a sonreír desde el interior; mi estado anímico era de contento; me sentía más seguro de mi mismo; comencé a confiar más en la gente, en la vida y a vislumbrar el sentido de mi misión en la vida –percibía cosas que antes me pasaban desapercibidas, a pesar de haber estado siempre allí. Sentía fluir en mí una nueva corriente vivificadora de prosperidad, de felicidad, de alegría de vivir. Mi entusiasmo y amor por la vida y por mi familia, por mi trabajo y por las personas, crecía día a día. En aproximadamente dos meses había logrado muchas de las cosas en las cuales había soñado desde hacía años. Había dado un paso sorprendente en el camino de la autorrealización.

Efectivamente, pude comprobar que me fue relativamente muy fácil desarrollar las aptitudes y actitudes a nivel físico, mental, emocional, espiritual y en diversos aspectos de mi vida, como el financiero, que comenzó a mejorar casi inmediatamente, así como, surgieron nuevas oportunidades que comencé a aprovechar, casi sin esfuerzo de mi parte.

Transcurría el año de 1967 y mi vida había encontrado un sendero que habría de conducirme a cooperar en forma más efectiva en el plan divino que el Supremo Hacedor, en algún momento, había diseñado para mí.

Tres meses después volví a aquel lugar donde había encontrado al Venerable hombre de La Victoria y allí estaba la fuente que él dijo llamarse La Victoria; empero, cuando traté de encontrar el camino para llegar a la casa donde amablemente me ofreció un delicioso café, preparado por su nieta Lucía, no logré encontrarlo, pese a haber recorrido durante un par de horas por los alrededores. Pregunté a varias personas para ver si podían indicarme como llegar a la casa del Venerable hombre y cual fue mi sorpresa, nadie lo conocía.

Empero, después de tanto buscar, volví a encontrar la casa donde vivía el Venerable hombre de La Victoria, pero se encontraba abandonada. Su aspecto indicaba que debía encontrarse en ese estado un lapso mayor del que mediaba con el encuentro de aquel ser extraordinario. Es sorprendente como los inmuebles solos acusan el paso del tiempo en mayor grado que los que son habitados. Si no fuera por los manuscritos pensaría que el encuentro no fue más que un simple sueño. -¿O se trata, acaso de un sueño combinado con un fenómeno de aporte? Personalmente, no lo creo. El encuentro fue muy vívido y real. El aromático café servido por Lucía estaba exquisito. Durante varios años volví al lugar varias veces, la casa seguía sola. La última vez que volví, no la pude ubicar y sin tener tiempo suficiente para seguir buscándola, me fui. Ahora, vivo muy lejos de aquella zona, en otro continente; han transcurrido muchos años y después de tanto tiempo es poco probable que vuelva allí; pero, los manuscritos y la meditación diaria obran en mi poder, me han transformado y han enriquecido mi vida.

Durante más de treinta y cinco años he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen los manuscritos y la meditación diaria y cada vez que los pongo en práctica, experimentos los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para mí.

Su contenido es eminentemente práctico; no hay teorías superfluas. Si lleva a cabo los ejercicios que contienen, es probable que, gradualmente, se vaya efectuando la transmutación alquímica de su ser sintonizándose con los elevados resultados existenciales, los cuales, por añadidura, al ser creados a nivel mental, se van manifestando en su propia vida, oportunamente.

Sobre todo, con estos ejercicios, me percaté, cuando el Venerable hombre me entregó los manuscritos, de que se dispone de un método para domar la mente y ejercer un pleno dominio sobre la vida en general y, por ende, sobre el destino y controlar, cuando eventualmente se presenten, todas las situaciones, manteniendo un perfecto equilibrio físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

El Venerable hombre de La Victoria me comentaba que todo se puede lograr en la vida si se siembra la respectiva semilla por medio de correctas decisiones acordes con la propia y elevada auto-estima y dignidad personal, desarrollando el convencimiento de que sí se puede hacer, por medio de las afirmaciones, las visualizaciones y meditaciones, la experimentación de un estado emocional acorde al momento de ser logrados los respectivos resultados y la practica del desapego, es decir, dejar encargada a la mente psiconsciente del logro, y además, se espera el tiempo necesario haciendo, mientras tanto, todo lo que se requiere, según el caso o los objetivos por alcanzar.

Estas técnicas funcionan, me decía una y otra vez el Venerable hombre de La Victoria; luego, agregaba: -las he probado por más de cincuenta años y quien, a su vez me las entregó, habría hecho otro tanto, aseverando que eran efectivas, si yo seguía fielmente las instrucciones y las ponía en práctica con expectativas positivas.

Desde que en 1967, el Venerable hombre me hiciera entrega de los manuscritos, han transcurrido un poco más de de treinta y cinco años, durante los cuales yo también he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen, y cada vez que me ejercito con ellos, experimento los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para todos los que hemos aplicado las enseñanzas del Venerable hombre de La Victoria.

Él me repetía constantemente: -“¡Tú puedes si crees que puedes hacerlo! ¡Hazlo y tendrás el poder!

Recuerdo que ese día el Venerable hombre me dijo: -ejercer el poder con que la naturaleza de las cosas ha dotado a cada ser, cultivando los dones inherentes y aprendiendo todo lo que se pueda de sí y del vasto universo del que se forma parte, es una manera efectiva de ser cada día más feliz. Luego, cuando me despedí de él, expresó: -“¡Que cada día brille más y mejor tu luz interior!”.- Adelante.

Capítulo 2

Meditación diaria

Es lunes en la noche, son las once en punto.

Me dispongo a copiar textualmente, en el cuaderno que he dispuesto para ello, el manuscrito identificado con el título:

Meditación diaria

Dice así:

Afirme, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desee, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubra cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en su vida:

MEDITACIÓN DIARIA

Afirma, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desees, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubre cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en tu vida. Al encender la luz en la mente se ilumina la propia existencia y todo en derredor vibra al unísono y con el mismo sentimiento de felicidad y bienestar, interrelacionándose por la ley de afinidad.

1. -Entro en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, contando de tres a uno: Tres, dos, uno.

Ø Ahora, estoy ya en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre.

Ø Voy a permanecer en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, durante quince minutos y voy a programar los siguientes efectos positivos, los cuales perduran, cada vez mejor, hasta que vuelva a realizar este acceso y programación mental:

Ø Todo va bien, siempre, en todos los aspectos de mi vida, cada día mejor. (Tres veces). –Imagínalo-.

Ø Todo va bien en mi trabajo; cada día logro mejores niveles de efectividad, prosperidad, riqueza, abundancia y bienestar. (Imagínalo).

2. Formo una unidad cósmica perfecta con el Creador Universal, -ELOÍ. (Diez veces, con los ojos cerrados). Hoy se expresa en mí la Perfección universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión en todos los aspectos de mi vida.

3. -Cada día, en todas formas y condiciones, mi cuerpo y mi mente funcionan mejor y mejor. La consciencia de mi conexión permanente e indisoluble con el Creador Universal, -ELOÍ-, restablece y mantiene en mí, diariamente, durante las veinticuatro horas del día, un perfecto estado de salud a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Creador Universal, por darme un cuerpo perfecto, saludable, lleno de energía. Aquí y ahora, me siento en perfecto equilibrio de salud, a nivel físico, mental, emocional y espiritual.

4. Afronto y resuelvo bien toda situación que me compete, siempre.

5. Todo tiene solución, en todas las situaciones de mi vida.

6. El Creador Universal, -ELOÍ-, es en mí, cada día mejor, en todos los aspectos de mi vida, fuente de amor, luz, sabiduría, éxito, riqueza, prosperidad, abundancia y armonía.

7. Permito que las leyes universales de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión actúen bien en el plan de mi vida.

8. Tengo prosperidad y poder. Cada día enriquezco mejor mi vida a través del servicio efectivo, del amor y de la práctica de todas las virtudes.

9. Mi dignidad personal me lleva a realizar las cosas que me competen con la máxima perfección posible.

10. Cada día, en todas formas y condiciones, en todos los aspectos de mi vida, estoy mejor y mejor a nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

11. Actúo con templanza, serenidad, autodominio y perfecto equilibrio en todo. Conservo plena autonomía y control sobre todas mis facultades físicas, mentales, emocionales, intelectuales y espirituales. Hecho está. (Visualizar un escudo protector de luz que te envuelve y protege; -una pirámide-).

12. Tengo fortaleza, valor, confianza y fe suficiente para triunfar y alcanzar todas mis metas, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y en armonía con sus planes cósmicos. Soy inmune e invulnerable a las influencias y sugestiones del medio ambiente y de cualquier persona a nivel físico, mental, emocional y espiritual, en las dimensiones objetivas y subjetivas y en cualesquiera otras en que sea requerido.

13. El orden universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión se establece en mi vida, en todos mis asuntos y en las personas interrelacionadas, aquí y ahora. Hecho está.

14. Asumo la responsabilidad de mis actos y cumplo bien todos mis compromisos, siempre oportunamente, de acuerdo con el orden cósmico.

15. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos da abundancia y armonía en el eterno presente. Vivo en abundancia y en armonía perfectas, aquí, ahora y siempre.

16. El Creador Universal, -ELOÍ-, se está ocupando de todo, en todos los aspectos de mi vida, y se expresa en mí conciencia intuitiva por medio de los sentimientos en correspondencia con los valores universales.

17. Gracias, Creador Universal, -ELOÍ-, por esta vida maravillosa. Que Tu Inteligencia Infinita, Amor, Sabiduría, Justicia, Luz, y Poder Creador guíen, adecuadamente, todas mis decisiones y acciones, ahora y siempre. Gracias, Eloí, por este día maravilloso.

18. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos proteja, aquí y en cualquier lugar, ahora y siempre. (Tres veces).

19. Siempre espero lo mejor, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y la Ley Cósmica, en armonía con todos.

20. Gracias, Creador Universal; todo va bien en todos los aspectos de mi vida, a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Eloí, todo va bien en mis practicas espirituales y en mi relación Contigo; Tú y yo formamos una unidad perfecta, armónica, aquí y ahora, en el eterno presente. Yo soy Tú, Tú eres yo. Te amo.

21. Voy a realizar –obtener o resolver- (mencionar), antes del: (fecha), de acuerdo al orden divino y en armonía con todos. (Si se trata de varios objetivos, anótelos y haga la afirmación y visualización con cada uno de ellos. Imagínelo concluido satisfactoriamente sin imponer canal alguno de manifestación.)

22. Tengo serenidad y calma imperturbable. Soy impasible frente a todo y a todos. No tengo temor a nada, a nadie ni de nadie en ningún nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero. Dentro de mí vibra la seguridad total. Tengo completa confianza en la vida y en mi propia capacidad de resolver situaciones y alcanzar los resultados satisfactorios que preciso, en cada caso, siempre.

A continuación anoté la fecha: Lunes 12 de agosto de 1967. Luego, tal como me lo indicó el Venerable hombre, anoté la fecha que correspondía veintidós días después: 03 de septiembre de 1967.

Acto seguido, me senté cómodamente, tomé tres respiraciones profundas y realicé la meditación.

Luego, cada noche, durante veintidós días, a las once en punto, me iba a mi cuarto, daba indicaciones de no ser interrumpido durante veinte minutos y realizaba la meditación del día, la cual, siempre complementaba con la lectura breve de uno de los libros de cabecera que siempre suelo tener en mi mesa de noche.

Iba notando, día a día como emergía de mi interior una nueva y desconocida fortaleza, seguridad, estado de ánimo contento, actitud más decidida, optimismo frente a la vida y a las situaciones; comencé a llevarme mejor en las relaciones con las demás personas, a ser más comedido en todo y sobre todo comenzaba a tener conciencia de cosas que antes me solían pasar desapercibidas.

Cabe destacar que, en el punto número veintiuno de la meditación, había anotado siete objetivos que desde hacía tiempo quería realizar y para mi sorpresa, treinta días después de haber terminado de efectuar la meditación del manuscrito número veintidós comencé a observar como, en forma aparentemente casual se iban manifestando la resultados de cada uno de ellos hasta que, algunos meses después, antes de la fechas previstas, los había realizado todos, menos dos, por lo cual, me senté y volví a anotar, en una hoja de mi cuaderno, otros diez objetivos, encabezados por los dos pendientes de la lista anterior, les puse la fecha tope a cada uno, antes de la cual debían ser logrados, para seguir visualizando, su logro, periódicamente.

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lunes, 20 de agosto de 2012

HERALDO DE TIEMPOS NUEVOS



HERALDO DE TIEMPOS NUEVOS

POR ©GIUSEPPE ISGRÓ C.


Era una mujer de un poco más de treinta años, delgada, erguida, con actitud serena y de exuberante dignidad; caminaba con paso firme y sosegado, reflejando una absoluta seguridad en sí misma, así como una gran lucidez en la expresión de su pensamiento.
Irrumpió con voz de trueno, en aquella plazoleta, de la ciudad que casi alcanza su cuarto centenario, y que aún refleja el genio arquitectónico español, en América.
El lugar se encontraba con poca gente, pero estaba ubicado frente a la sede de uno de los organismos oficiales de la ciudad.
 En su mayoría, quienes allí se encontraban eran personas sencillas, de las que parecieran no tener trascendencia alguna, y sin embargo, la tienen.
Muchos de aquellos seres pertenecían a aquel mundo destinado a transformarse. Pero, como siempre ocurre, frente a los cambios que exigen un esfuerzo extra, se resisten a adaptarse a la nueva realidad, bajo la égida de la ley del progreso. Empero, surgen nuevos estados de conciencia. Caso contrario, la ausencia de adaptación implicaría salir de escena y dar paso al nuevo grupo de líderes, que en cada época emerge.
Decía un prudente filósofo, con aguda sabiduría, que cada nueva generación que emerge trae sus respectivos líderes, y maestros. Podría decirse, también: Todo líder, en cada época, trae sus propios seguidores. Por eso asombra que, virtualmente, en poco tiempo, tantos seguidores se identifican con sus respectivos líderes, y uno se pregunta: De dónde salió tanta gente que piensa igual?
Mirándolo desde la perspectiva de la Meta-Historia, cabría una pregunta: Durante cuántos ciclos de vida, en el planeta tierra, esos líderes y seguidores, han actuado conjuntamente? Esa es una de las razones por la que se dice que la historia se repite. Y esos líderes y seguidores, no han actuado, ya, en otros mundos antes de venir a la tierra?
Los tiempos cambian, sujetos a un plan universal, que a su vez se rigen por un pensum invisible en la dimensión física del planeta, pero no menos real visto desde la perspectiva espiritual.
Esa es la razón por la que Louis Pauwels, en “El Almuerzo del Súper Hombre”, sugería que, “en un universo sin límites era preciso tener un pensamiento abierto”
El río del progreso conduce sus aguas al mar de la unidad universal, en que se gestan nuevos estados de conciencia. Pero, se trata de una conciencia libre, siguiendo los cánones del libre albedrío que el Creador Universal imprimiera en ella, como atributo divino.
Empero, ningún atributo se rige con independencia de los demás; todos coexisten en armonía y se expresan con el lenguaje de los sentimientos inherentes a los valores universales, como guía en los actos humanos.
Los valores universales, son la expresión de los atributos divinos, cuya fuerza de empuje es como el río, que al anteponérsele un dique, por delante, e ir acumulándose sus aguas, detrás dél, llega un momento en que su potencia, concentrada en ese punto, alcanza tal magnitud que lo rompe. Entonces, el libre fluir de las aguas se asemeja al del progreso, y éste está plasmado en la ley cósmica, por el Ser Universal, que rige todas sus vertientes y variantes, en el eterno retorno.
Aún quienes parecieran ser los enemigos del progreso, son utilizados como instrumentos por la ley divina y los regidores universales, en el lugar y obras en que puedan ser útiles, y ninguno de ellos, lo percibe conscientemente. .
Es el mecanismo de la propia ambición, que Dios puso dentro de cada ser, el que le impulsa a la realización de grandes obras, que cada quien cree que son propias. Empero, en realidad, cada uno es un obrero cósmico, en infinitos niveles de realizaciones. Lo que cada quien recibe, por su trabajo, es el salario cósmico. Pero la obra es de Dios; Él nos da la oportunidad de realizar el trabajo, y crecer, de acuerdo con nuestra capacidad de asunción de responsabilidades.
Acumular en un mundo de abundancia, para qué? Para ir cargado como un camello, en vez de ir liviano como un águila?
Perpetuarse en el poder, como lo vemos en todos los niveles ejecutivos, en gran número de instituciones, y países, no es sino una forma de estancamiento, donde por un lado está el líder que asume su rol con ansías ilimitadas de dominio, y por el otro, las grandes masas que gustan de las migajas del festín. Por un lado están los “seguidores”, mientras que por el otro lado de la cadena, el que se cree su perenne líder. Pero no hay diferencia, cada uno es esclavo del otro, y viceversa; es preciso darse cuenta de ello.
Pero, cada ser cumple el rol que le asignara la divinidad, por la ley de afinidad. Entre los integrantes de las grandes masas, pocos son los que quieren asumir retos significativos en beneficio de la colectividad. Le gusta más el rol de seguidores; y también, la “papa pelada”.
Hoy en día se prefiere hablar de líderes principales y líderes cooperantes. El primero prepara a los segundos para que, en todo tiempo, cualquiera le pueda sustituir, por cuanto, en todos, por encima del interés personal prevalece el del grupo. Al darles paso a los cooperadores a que asciendan, también lo puede hacer el dirigente principal.
Sólo aquellos que son capaces de asumir grandes objetivos de responsabilidad social, que tienen una visión que trasciende a la de la generalidad, y se preparan, pueden ejecutar lo pensado, sin importar el esfuerzo que amerita. Emergen como líderes, en cada época, y van realizando los objetivos cósmicos que se les delegan.
Pero, esos líderes situacionales van emergiendo con naturalidad; son, sin saberlo, instrumentos de ese orden cósmico, regido por la ley de afinidad.
La ley de afinidad, es la rectora, y ordenadora, del universo. Ubica a cada ser en el orden perfecto que se corresponde, exactamente, con su suma existencial.
Es decir, mediante la ley de afinidad, cada ser se encuentra en el lugar correcto, en el tiempo adecuado, haciendo lo que le compete, o dejándolo de hacer. Y cuando le toca cambiar de lugar, por su nuevo saldo existencial, tiene que hacerlo, y lo efectúa, automáticamente, porque nadie puede resistir a la fuerza ordenadora del progreso universal.  
Ese progreso, en cada época tiene sus heraldos, que van anunciando las buenas nuevas de la  edad de oro respectiva. Ellos señalan los cambios que se avecinan, los asuntos obsoletos que hay que dejar de lado, y las virtudes que hay que cultivar, como plan de vida ceñido al orden divino.
En la medida en que las grandes masas eleven sus niveles de conciencia, irán apareciendo los líderes acordes.
De qué serviría tener, ahora, líderes del tipo de la nueva edad de oro, que emergerán dentro de treinta mil años, si nadie les seguiría en esos niveles de realizaciones tan avanzados? La naturaleza no da grandes saltos. Quién puede imaginar los estados de conciencia que se tendrán dentro de treinta mil años? Empero, qué representan treinta milenios? Menos que nada, en la eternidad.
Los poetas, maestros, articulistas, líderes, empresarios, madres, y los guías espirituales que inspiran, además de Dios, que realiza su trabajo en la conciencia de cada ser, cada uno en su respectivo rol, es un heraldo que anuncia los nuevos tiempos. Algunos ven más lejos que otros, y Dios en grado infinito, pero cada quien ve el lugar en donde deberá dar el siguiente paso, o anunciárselo a los demás.
El mecanismo de las propias necesidades, de los deseos y de la ambición personal, canaliza la energía creadora que representa el poder potencialmente infinito de cada ser, en los cuatro reinos naturales, en una eterna polarización.
La ley de la Justicia es la eterna guardiana del orden universal, y quien lo ejecuta es la de Afinidad, de acuerdo a la suma existencial de cada ser: es el resultado de la siembra y recogida, de la causa y del efecto, de los actos y sus consecuencias. Es decir: acción y reacción.
Por eso, a quien esto escribe, le llamó la atención aquella mujer erguida, de voz de trueno, que caminaba del extremo norte al sur de la plazoleta, arengando a quienes se encontraban allí, escuchándole. Ella emitió las críticas que presuponen un cambio de sistema que el tiempo va dejando en la obsolescencia. Anunciaba, en pequeña escala, la nueva edad de oro, cual poeta y antiguo heraldo de aquella Grecia que por el influjo de Homero, tan largo esplendor vivió.
Pero, esos antiguos heraldos siguen siendo potentes faros de luz: Homero, Platón, Séneca, Cicerón, Lao Tse, Sidharta Gautama, Confucio, Pantajali, Plutarco, Al Gazzali, Ibn Arabi, Rumi, Cervantes, Allan Kardec, Benjamín Franklin, Victor Hugo, Amalia Domingo Soler, Concepción Arenal, León Denis, Ernesto Bozzano, José Mazzini, Tagore, Gandhi, Alexis Carrel, Paúl Brunton, Napoleón Hill, e incontables otros.
A lo lejos, los incondicionales de los viejos sistemas que como avestruces esconden su cabeza en un hueco de la tierra, y en vez de de proyectar su pensamiento en un mundo abierto, cuales lacayos, repetían: -“Viva el Príncipe”.
Una joven, acompañada por su asesor, iba caminando con paso rápido por la plaza, para llegar a tiempo a una oficina gubernamental, les decía: -“Dejadle tranquila; dejadle tranquila!”.
Algunos se mofaban de la mujer que fustigaba exhortando al cambio, al cultivo de la virtud, anunciando mejores tiempos por venir.  
Pero ella, inspirada, serena y confiadamente, al igual que un jefe victorioso en el campo de batalla, o un científico en su laboratorio, recorrió de punta a punta la pequeña plazoleta, la que, precisamente, tiene por nombre el que marca una época gloriosa en los anales de la historia. Omitimos mencionarlo, pero podría ser cualquiera relativo al propio terruño.
Al llegar al extremo sur de la plaza, aquella mujer de voz de trueno, equilibrada, con dignidad y  aureola luminosa de quien sabe que está siendo, en ese momento, una profetisa, arremetió con mayor fuerza aún. Su arenga era, a la vez, una amonestación, y una exhortación para recorrer la senda virtuosa del progreso. Ella parecía anunciar ese nuevo Contrato Social, al estilo de J. J. Rousseau, que los tiempos demandan a grandes voces y que pronto, alguien habrá de estructurar.   
Recordemos lo que Don Quijote le dijo a aquellas dos damas de vida “fácil”, en la venta en que hizo su parada Don Quijote, en su primera salida:
-“Cuanto una digna mesura es virtud en las hermosas damas, la risa que de leve causa procede es mucha sandez; no por esto os amonesto, sino que os lo digo solo por el deseo de que seáis de ánimo benévolo hacia mi, que el mío está imbuido de la total voluntad de serviros”.
Cuanta elevación de pensamiento en Don Quijote. En ese aforismo del segundo capítulo del Quijote comenzaba a plasmarse el genio inmortal de Cervantes, expresando una eterna sabiduría de manera inigualable.
Luego, Cervantes agrega: -“El lenguaje no entendido por las señoras, y el aspecto de nuestro caballero, acrecentaban en ellas la risa,….”. En aquella plazoleta, algunos seguían diciendo: -“Viva el Príncipe”. En su respectiva ciudad, cada quien encontrará un espécimen que se le asemeje, -al Príncipe-, por cuanto es natural que así sea.
Cualquiera diría que esa mujer de la cual se mofaban esos humanos que allí escuchaban, lacayos, algunos, de subalternos intereses, de que era alguien que precisaba se le apretase alguna tuerca en su mente.
Pero, para alguien que sabe ver las señales que los tiempos traen, un heraldo en movimiento jamás anda solo; es como el primer paso detrás del cual siguen muchos otros, ad infinitum.
Frente a la acción pedagógica de la Divinidad, en la conciencia, no hay nadie que pueda resistir por largo tiempo. Pero, la Divinidad actúa simultáneamente en la conciencia de todos, y gran número de personas, al mismo tiempo, asumen su rol inherente, y se transforman en heraldos de nuevos tiempos. Pero, el mayor heraldo es Dios. Cada ser presta su voz, pero el pensamiento expresado es el de la Divinidad. Por eso decimos: -Es un heraldo, o poeta, inspirado por Dios; o, por los guías espirituales; o, por cada ser, desde la dimensión espiritual, o encarnado en desdoblamiento, o proyección, en los cuatro reinos naturales. Interactuando, también, un reino con otro, ya que todos son cooperantes entre sí, y cada ser es una expresión de la divinidad, en cualquiera de sus manifestaciones.
Cada quien enrumbará sus pasos, oportunamente, a un mejor puerto, donde abrirá la puerta de la nueva edad de oro, en su respectivo nivel de conciencia.
Emergerán Nuevas Acrópolis, y escultores como Fidias, o Praxiteles, que harán brotar un nuevo Partenón, en cada época.
Con el tiempo, en vez de Fidias se llamará: Miguel Ángel, Augusto Rodin, y con muchos otros nombres, pero su genio portentoso, su inmensa capacidad de trabajo y visión, crearán obras trascendentales.
La majestuosidad de sus obras despertará la admiración de la gente en incontables siglos, pero el pensamiento que le es inherente, será un potente faro de luz, que guiará a las nuevas generaciones.
También los artistas son heraldos de los nuevos niveles del pensum cósmico.
Emergerán, también, nuevos personajes equivalentes a: Pericles, Alejandro Magno, Ptolomeo I Soter, Mahoma, Abderramán III, Lorenzo El Magnífico, y tantos otros, que utilizarán a esos genios preclaros en la creación de las obras que simbolizarán, precisamente, esos estados de conciencia elevados hacia donde está enrumbada la humanidad.
La Luz ilumina los horizontes humanos. No se trata de entablar una contienda encarnecida con la oscuridad, o contra quienes, erróneamente, pudiesen pretender de mantenerla, contra corriente.
De lo que se trata es de enfilar la proa en sentido del Este, por donde, cada mañana, sale, nuevamente, el sol. Luego, seguirlo en su trayectoria, y al llegar la noche, descansar, para recuperar las fuerzas.
Empero, al llegar la noche, hay otras clases de luces, que, también, evacuan la oscuridad: la eléctrica, el estudio, la meditación, la reunión con quienes saben más, para aprender, y un sinnúmero más, a la medida de cada quien, en cualquier lugar y condición.
 Pero, la más importante de todas, es la luz de la divinidad que emerge en la conciencia. Es la de los valores universales: el amor, la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza y la belleza, que guían a cada ser por el camino de una vida virtuosa, y feliz.
La conciencia de cada ser, en los cuatro reinos naturales, es una réplica exacta de la de Dios. En ella aflora, incesantemente, la luz que alumbrará los nuevos tiempos por venir.
Cada quien, por propia conciencia, vuelve, en nuevos ciclos de vida, para enderezar los tuertos que antes hiciera. Es el ideal de Don Quijote que en todo ser ve la magnificencia de la Divinidad. Por ejemplo, en aquellas mozas de vida “fácil”, él contempla damas virtuosas; en el ventero, al gobernador de un famoso castillo; en su rocín, el mejor de los caballos del mundo, y en todo, guiado por los preceptos de la Orden de Caballería, cuyo rol había asumido: -además de no hacer daño alguno a nadie, le animaba el anhelo de servir, y realizar la mayor suma de bien posible.
Los mismos “enemigos” de la luz, serán los difusores de la misma, en tiempos futuros. Nadie puede escapar al destino que la persona misma pusiera en movimiento, por la ley cósmica. Quienes ahora dilapidan las arcas del tesoro público, a nivel mundial, dentro de una “legalidad” que pareciera inobjetable a la vista de todos, frente al esquema de la divinidad, que utiliza una balanza más fidedigna, y una percepción más preclara, tanto para premiar como para ordenar la compensación inherente, la Justicia le “impondrá” venir a llenar las arcas que antes vaciaran y a usarlas con mayor prudencia.
Cuántos siglos de “servicios compensatorios” implican el resarcimiento del indebido uso de los recursos públicos, o ajenos? No importa, será un tiempo suficiente para el aprendizaje, y la compensación. Los regidores cósmicos se aseguran, de esta manera, un recurso humano que se le coloca bajo su dirección, en la realización de las obras a ellos encomendada. Quién podría dudar de la sabiduría de la Divinidad?
Todo se encuentra en un perfecto orden. En un mundo que pareciera ser un caos, se percibe, sin embargo, el efecto ordenador de la naturaleza, que, en el tiempo perfecto del sincronismo universal, va estableciendo la armonía de la Divinidad.
El cambio empieza con la expresión de nuevos estados de conciencia.
Por eso los heraldos, con tiempo, vienen a advertir sobre las obsolescencias que precisan cambios de rumbos, y anuncian los nuevos.
Son, los heraldos, los instrumentos inspirados por la  Divinidad, cuya voz alerta coercitivamente para reorientar el sentido existencial.   
Representan el mensaje visible inspirado por un entorno invisible que vigila, dirige y corrige.
Ningún pensamiento y acto, pasan desapercibidos frente a esa dimensión espiritual que lo ve todo.
Es alentador saber que nuevos heraldos siguen emergiendo, según los tiempos, y en cada era. Para muestra basta un botón. Esa mujer, como mensajera, preanuncia a muchos otros, en idéntico rol, en cada rincón del mundo.
Nuevos poetas elevarán su canto para despertar las conciencias, y señalar nuevos caminos. Los ideales esbozados por los maestros de la Patria, son faros luminosos. Ellos vieron antes lo que hay que realizar ahora. He aquí la importancia de leer a los grandes pensadores, a los poetas y a los ensayistas.
Son tiempos de cambios que anuncian la nueva edad de oro. Cuánto trabajo por delante, cuántas alegrías que disfrutar! Cuántas páginas en blanco esperan ser llenadas con excelsas obras!
Saludamos a esa mujer valiente de la plazoleta, y les damos las gracias por la gesta heroica que su acto representa, en una época en que la gente pareciera estar pasiva. Son tiempos de calma creadora que esperan el toque de la trompeta que anuncie el tiempo de la acción fecunda.
Heraldo, o profetisa, simboliza la apertura a esos tiempos anhelados a los cuales habrá que aportar la propia cooperación y concurso. A no dudar, el mundo mejor que todos anhelamos es ya una realidad en los planes cósmicos. Ahora, manifestémoslo a partir del pensamiento creador, como lo hiciera la heraldo de nuestro relato. Expresemos nuestra gratitud a la Divinidad por su inefable bondad plasmada en la Ley Cósmica, y en la conciencia de cada ser. Adelante. 

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