domingo, 23 de junio de 2013

PEQUEÑO ENSAYO SOBRE EL HOMBRE Y SU RELACIÓN CON DIOS


PEQUEÑO ENSAYO SOBRE EL HOMBRE
Y SU RELACIÓN CON DIOS

©Giuseppe Isgró C.


En el curso de los milenios, la proliferación de ideas y conceptos sobre Dios ha permitido que pueda existir gran confusión y constante duda sobre la “insondable” personalidad de Dios.
Desde las épocas primitivas, cuando el hombre temía al rayo, a los truenos y a otros fenómenos naturales, concibió ideas de adoración y de ofrendar sacrificios que pudieran granjearle la simpatía de determinados dioses. Con la evolución de esas ideas y creencias, con el transcurso del tiempo, pasando por la adoración de los espíritus de los antepasados, etcétera, hasta concluir con el concepto monoteísta que en diferentes partes del mundo conocido, en cada época, fuera propagado por gran número de “guías de pueblos”, patriarcas, profetas, entre los cuales, nombrando sólo algunos, tenemos al “Hellí”. de Abraham, al Jehová, de Moisés, al Dios Atón, de Aknatón, en Egipto, etcétera, quienes han conducido las creencias hacia la existencia de un solo Dios Universal.
Cada nueva generación hace posible la introducción de “cambios” que aportan “nuevas luces” e “innovaciones” sobre los más arduos problemas del hombre, sus relaciones con una “casi ignorada” causa superior de los reinos espirituales, de los cuales, la proliferada división de creencias impartidas por las múltiples religiones, han sembrado la más espantosa oscuridad en las conciencias, cuyos cimientos arcaicos y dogmáticos, las nuevas generaciones se están haciendo cargo de demoler, para establecer ideas más dinámicas y acordes con la evolución que la humanidad está viviendo en los momentos históricos actuales tan trascendentales.
El hombre, por su condición intrínseca, al referirse a alguna cosa, tiende siempre a relacionarlo con las experiencias que él posee. Es común observar como el ser humano atribuye a Dios sus propias cualidades e imperfecciones humanas. Los conceptos que de Dios el hombre tiene, pareciera que lejos de ser un Creador Inmutable, fuese un Dios parcial, vengativo e injusto y terrible.
De igual manera se atribuye a Dios el don de perdonar si el pecador se arrepiente y algún semejante, “uno de sus ministros” le absolviera. Como si la naturaleza no diera suficientes manifestaciones y pruebas del rigor -de causa y efecto- que sigue a la infracción de las inmutables leyes.
Es frecuente ver que existen personas que creen que Dios puede permitir o impedir algunas realizaciones del hombre de manera arbitraria, dado que, si Él hizo las leyes, se piensa que también puede modificarlas.
Acertadamente, Joaquín Trincado, expresó: -“Dios hace todo cuanto debe y no cuanto quiere”-.
Cierto día, recuerdo haber oído a alguien que preguntaba a su amigo: -“¿Vienes mañana?” Y el amigo le contestó –“Bueno, ¡si Dios quiere!” Mientras que el amigo, sonriente, nuevamente, le decía: -“Bueno, ¡si Él no quiere, te vienes a escondidas!” Esto evidencia hasta que punto el hombre ha humanizado a Dios, pero también señala su despertar cuando ya comienza por romper los lazos del temor y de la superstición respecto a Dios.
Los clásicos y fantásticos infierno y paraíso, por los que fuera posible aumentaron, en el plano económico, los “millones” en las distintas instituciones u organizaciones de índole religioso, de manera especial en la llamada “iglesia universal”.
Pese a que a la ciencia le ha resultado fácil y ya ha sido posible demostrar la carencia de fundamentos de esas creencias, sin embargo, persiste una ola de confusión, especialmente en las mentes muy religiosas y fanáticas, en los últimos intentos de esas instituciones por mantener un poco más sus influencias.
La misma concepción absurda del “diablo” ya fue posible que rodara por el suelo, cuando las mentes abiertas no tuvieron prejuicios de abordar temas tan “delicados” e “insondables”. A tal objeto, cabe mencionar lo que a continuación copiamos del interesante libro “El Diablo” de Giovanni Papini: -“En una de las primeras páginas del librito de texto el pequeño Byron leyó estas palabras que nunca olvidó: “Dios hizo a Satán y Satán hizo el pecado…..Jorge (Byron) había sido educado por su niñera Mary Gray en un temor saludable a Satanás y de sus llamas eternas. Pero ahora en el libro le enseñaban que Satanás había sido hecho por Dios y que este hijo de Dios había tenido por hijo el pecado. ¿Cómo Dios, entonces, había creado a Satanás con capacidad para errar, para pecar y para hacer el mal? Dios era el Padre de Satanás y Satanás era el padre del pecado. Y una de dos: o no debió poner en el mundo a Satanás o debió haberlo hecho de una sustancia más pura, incapaz de perjudicarse a sí mismo y a los demás”. –“Razonamiento de niño?”, -pregunta Papini, y él mismo se responde: -“De acuerdo, pero, ¿acaso no ha dicho Jesús que a los niños ha sido dado comprender aquello que es oscuro a los sabios?”.
No obstante, a la luz de este trascendental siglo, y con los aportes de las nuevas generaciones, ya es posible vislumbrar un “Principio Creador” muy por encima de los absurdos atribuidos a Dios hasta ahora. La demostración repetida de la Reencarnación ha puesto en evidencia el reflejo superior de una “Ley” o “Justicia Divina Superior” muy digna del Creador Universal y de sus inmutables leyes, de las cuales, una muy fundamental, en ciertas instituciones de estudios superiores de filosofía o en la Escuela Espírita, se conoce con el nombre de “Ley del Karma” o “Ley de Compensación”.



La frase: “Dios creo al hombre a su imagen y semejanza” no es sino una tergiversación de la correcta expresión: -“Dios creó al hombre a imagen y semejanza de su naturaleza”; lo cual es muy distinto.
Sólo la acentuación de la ignorancia ha hecho posible que el hombre adorara como Dioses a maestros, profetas o misioneros de la antigüedad, tal como aconteció con Krisna, Jesús y otros.
El hombre, en la medida que evoluciona desecha las creencias cuya falsedad comprueba. Hoy ya comprende que no puede existir un Dios de Venganza, cuyo hecho más despreciable sería condenar eternamente a sus hijos. Así como, el de colocar para una sola existencia a cualquiera de sus hijos en el mundo de vicisitudes como el planeta tierra para luego condenarle a sufrir eternamente, como si ya no le hubiera sido suficiente la vida de luchas terrenas. Además, por otra parte, las vidas de gran número de individuos a quienes la “institución artífice de tales extravíos” elevara a la categoría de “santos” reflejan un cuadro poco halagador en cuanto a la práctica de todas las virtudes.
Las personas familiarizadas con la doctrina de la Reencarnación y la ley de compensación, comprenden perfectamente lo que de cierto hay sobre el punto anterior.
Ya el ser humano, en cada nueva generación, y de manera especial en los actuales momentos históricos, piensa en un Principio Creador, del cual emana todo lo existente; quien formalizó –en el eterno presente- las inmutables leyes –universales- las cuales comienzan por conocer y cumplir, aunque las fundamentales, sin conocerlas, también las cumple, pues como dijera Jesús: “Ni una hoja de un árbol se mueve –por la ley cósmica- sin la voluntad del Creador”. La ley por sí misma se manifiesta y el hombre sin darse cuenta no escapa de su fuerza de gravedad.
El hombre se percata de que a Dios es “imposible” que pueda conocerlo, a no ser por el reconocimiento de su grandeza en la grandeza de la naturaleza y en ella “conocerse a sí mismo”. Acertadamente expresó Quilón, el Lacedemonio: -“Hombre, conócete a ti mismo, que el estudio propio del hombre no es conocer a Dios, sino conocerse a sí mismo”. –Aquí reside el gran secreto para conocer a Dios. Primeramente el hombre debe conocerse a sí mismo; entonces conocerá a Dios, dentro de sí mismo y del que forma parte en una unidad perfecta e indisoluble. Al descubrir su propia divinidad, lo hace simultáneamente con la de Dios. La condición sine que non es conocerse a sí mismo, y en el mismo instante y grado, conocerá a Dios. Una pregunta interesante: ¿No conocemos ya a Dios? ¿No les hemos visto ya cara a cara, en la Rueda de la vida, en el Círculo y el Signo Más? Tratemos de recordar……subjetivamente, interiorizándonos profundamente, muy profundamente, con confianza. Nuestro Espíritu ya Le conoce. El constante recuerdo de su nombre nos conduce al recuerdo del recordado. Cuando Le veamos, en el Círculo y el Signo Más, en la Rueda de la Vida, nos percatamos, enseguida, de que ya Le conocíamos y apenas breves instantes antes se tiene la certeza de que se la va a ver. La meditación en los atributos divinos –valores universales- nos lleva al conocimiento de los propios atributos divinos o sentidos cósmicos, facilitando la práctica de todas las virtudes. Es preciso para ello una elevada depuración del propio Espíritu y vibrar a frecuencias acordes al fin propuesto. Es el testimonio de quienes aseveran este tipo de experiencias. Su número en el tiempo es mayor de lo que podría pensarse. (Nota del autor del día 25 de julio de 2009).
Bastante es la labor que el hombre tiene para conocerse a sí mismo. Es su misión inmediata, por lo que reconoce la presencia del Principio Creador cuya grandeza es un estímulo en el conocimiento y cumplimiento de sus leyes. Evoluciona, siendo de esta manera posible conquistar más conocimiento de sí mismo. La contemplación estática sobre la naturaleza y la meditación pasiva sobre Dios no aportan beneficio alguno para la evolución del hombre. El hombre debería destacarse por su acción en todas las labores desechando para siempre la pasividad. Sólo el estudio activo y el constante trabajo permiten la evolución, la que hace posible la presencia de la Fe Viva, por el conocimiento y la sabiduría. Es preciso recordar que en lo que se centra la atención se expande la conciencia intuitiva y el poder creador.
Mediante el desarrollo alcanzado por la Psicología Experimental, -y las diversas corrientes de pensamientos- ha sido posible que el hombre verificara que la presente existencia es sólo una de las miles –o millones- que ha tenido y que tendrá en el futuro, en este planeta y en infinitos otros. Sabiamente expresó Kardec: -“Nacer, desencarnar y volver a nacer”, mientras que el filósofo Trincado corrobora lo mismo en la proclama del programa perpetuo de estudio “La vida eterna y continuada”.
El conocimiento de lo que acontecerá al hombre después de dejar la materia humana, unido a la comprensión de la Ley de Reencarnación, permite derribar, desechando, gran cúmulo de supersticiones sobre la “desencarnación”, despojándose la mente de absurdos dogmas, quien ya ha dejado de sentir temor de un supuesto Dios de “Venganza” e “ira”, sino que mediante la acción continua deberá reparar –compensando- los perjuicios que habrá podido ocasionar y –de esta manera- evolucionar.
El hombre actual, generalmente libre pensador, ya dejó de lado la adoración de imágenes y figuras porque comprende que al Principio Creador, esa no es la forma adecuada de adorarle o amarle. Comprende ya porque Isaías había condenado a los Dioses de barro y palo. Moisés, también es muy explícito cuando en el Decálogo dice: -“…¡No harás para ti obra de escultura ni figura de lo que hay arriba en el cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de las cosas que están en las aguas debajo de la tierra, no las adorarás ni le darás culto”!
El filósofo Joaquín Trincado, en una de sus múltiples obras, cuando se refiere a la adoración del Principio Creador, sabiamente expresa: -“…la adoración al Padre será en espíritu y verdad y con el pensamiento, sin fórmulas de oración que representan la rutina o el pensamiento de quien la compuso. El “espíritu” debe expresar por el pensamiento la necesidad o la alegría del momento, de pedido o de gratitud, y basta pensar en el Padre, sabiendo que somos sus hijos y nuestro pensamiento en estas condiciones llega a Él y porque con vosotros están espíritus afines que recogen vuestro pedido y nos sirven de intermediarios; pero los cantos de amor, de plegaría o gratitud hechos en común, son de mayor intensidad y son del agrado del Padre porque representan vuestras alegrías y unidad en el Pedido”. Nosotros, hoy en día, quienes promulgamos una espiritualidad directa centrada en el Creador Universal, estamos conscientes de que en la relación del hombre con su Creador son innecesarios los intermediarios. Empero, la asistencia espiritual de los afines, guías y protectores, es siempre de gran utilidad y apoyo y forma parte de la solidaridad universal.
El hombre tiene como templo el Universo, en él cumple las leyes naturales, su misión de “acrecentar la creación y ser maestro de la misma” y para elevarse a Dios lo hace sin fórmulas ni ritos. Bástale su potente pensamiento. La mejor manera en que el hombre puede adorar a Dios, es amando al semejante; la mejor oración es el trabajo productivo; el más sabio preceptor espiritual es la conciencia; el mejor perdón: reparar las faltas cometidas.
El hombre actual debería estimular las cualidades superiores del ser; intensificar su evolución, y saber que existe un Principio Creador, que tiene leyes inmutable, las cuales es preciso cumplir, pero también conocer, única manera de acentuar la propia evolución y demoler los castillos de la superstición respecto a la personalidad de Dios.
El Gran Pedagogo es Dios, -el Creador Universal: ELOÍ-, quien se expresa en la conciencia por medio de los sentimientos equivalentes a los valores universales. Es la Ley Cósmica en acción por medio de la conciencia. La ley de afinidad es la gran ordenadora del universo, con el veredicto de la ley de justicia, con la cooperación de la ley de compensación y la ley de igualdad, -en la ley y ante ella-. Por su intermedio, el ser recibe su salario cósmico de acuerdo a la obra realizada, el cual le ubica y reubica, constantemente, en el orden que le corresponde en armonía con su suma existencial.


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EL ENCUENTRO EN LA VICTORIA



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UN ENCUENTRO EN LA VICTORIA

Autor: ©Giuseppe Isgró C.

Del libro: La Victoria

Capítulo I

Me encontraba un día, en una fuente de aguas tranquilas, cristalinas, cuando se me acercó un Venerable hombre, vestido a la antigua usanza, con bata blanca, larga, pelo y barba que alguna vez fueron de color pelirrojo y un báculo en la mano derecha.

Concentró sus ojos en los míos; su mirada era profunda, serena y apacible.

Con voz suave y afectiva, me dijo:

-“Hola, hijo, como estás”-.

–Bien, -le contesté-; y, ¿usted?

–Por aquí andamos; -fue su respuesta-, mientras me sonreía.

-¿Dónde estamos?, -le pregunté al Venerable hombre-.

-Este sitio es conocido como La Victoria; -me contestó-. –¿Qué haces por estos lados?

-Salí esta mañana, temprano, con el coche, a dar un paseo; luego, al llegar a esta zona, me paré a contemplar la belleza de los araguaneyes y decidí caminar un poco y la verdad que, absorto en mis reflexiones, caminé por lo menos durante dos horas, hasta llegar aquí. Desconocía este hermoso lugar. Y, usted, -¿vive por aquí cerca? -le pregunté-.

Un poco más arriba, en esa colina boscosa. Hace algunos años, -relata el Venerable hombre- decidí retirarme de la agitada vida ejecutiva en que me desenvolvía profesionalmente, como abogado, en la ciudad de Quebec, Canadá, aunque he viajado por diversos países asesorando a incontables líderes. Construí la casa, en esta zona tropical, con la idea de pasar aquí los meses de invierno. Me dedico al estudio de la vida, a la meditación y a cultivar mi jardín y de vez en cuando, a escribir mis reflexiones, las cuales, algún día, habrán de ser publicadas para esparcir un poco la luz que he podido vislumbrar en mis estudios metafísicos-espirituales.

-¿Quieres tomar un café? –Me preguntó el Venerable hombre-. Lo he traído de Caripe El Guácharo; es de los más exquisitos que he probado.

-Sí, con gusto se lo acepto; -le contesté-.

Nos fuimos caminando por un sendero rodeado de árboles cargados de mangos, aguacates, naranjas y una hilera de cayenas de diversos colores. A lo lejos, el ruido de la brisa se oía apaciblemente. Todo era quietud, armonía y paz. Pero, sobre todo, lo que más me impresionaba era la apacibilidad y el sosiego del Venerable hombre de La Victoria. Emanaba de él un flujo de fuerza que, en su presencia, me sentía con un poder y una seguridad nunca antes experimentados. Fuerzas bienhechoras se iban apoderando de mí y aquella paz y relax que buscaba en la mañana, al salir a dar un paseo, sin percatarme de ello, las estaba experimentando ya.

Después de unos quince minutos de caminar, llegamos a la casa del Venerable hombre. Su aspecto exterior humilde estaba lejos de dejar entrever lo que segundos después habría de asombrarme con lo que encontré en el interior.

Al entrar, en la casa, una joven de unos veinte años saludó al Venerable hombre.

-¡Hola, abuelo!, ¿cómo estás?

–Bien, hija, -contestó el Venerable hombre-. -Prepara un poco de café, Lucía, mientras conversamos un poco, adentro.

-Por cierto, te presento a Santiago, quien ha llegado paseando hasta La Victoria.

Después de la presentación, entramos en la biblioteca del Venerable hombre. Un salón grande, lleno de estantes de libros por todas partes, lo cual hacía inimaginable dicho cuadro desde el exterior. Algunos cuadros al óleo de morichales y de personajes históricos, presentaban un ambiente acogedor. En un rincón se encontraban diversos retratos de Tagore, Gandhi, Cicerón, Séneca, Ibn Arabi y un dibujo de Don Quijote y Sancho Panza. En un pequeño cuadro, podía leerse: -“Lo que Alá quiera. Nada se le asemeja”-.

-Le felicito por este inmenso tesoro que usted tiene aquí, -le dije al Venerable hombre-. -¿Cuáles son los temas de su interés?

A lo cual, me contestó: -Como usted puede ver, Santiago, -y me invitó a recorrer los estantes- aquí hay libros de variados temas: clásicos de todos los países y épocas, desde los Vedas, los Upanishads, el Mahabaratha, los libros de Confucio, El Tao te King, de Lao Tse, el Poema de Gilgamesh, el Código de Amurabí, autores griegos, como Homero y Hesiodo. Se encuentran las obras completas de Euclides, Platón, Aristóteles, Teofrasto, Demetrio de Falereo, de los Presocráticos, Epicteto, Plutarco, etcétera; de los latinos, autores como Séneca, Cicerón, -que son mis preferidos-, Julio César, Tito Livio, Dionisio de Halicarnaso, Marco Aurelio, así como libros de Psicología, Gerencia, Sufismo, Yoga, ensayos, filosofía, parapsicología, hermetismo, El Quijote, libros de economía, filosofía, etcétera, en fin, un poco de todo lo que es preciso conocer para poder entender el significado de la vida: de dónde venimos, por qué estamos aquí y hacía dónde vamos, sin lo cual, la vida no tendría sentido, sobre todo por el gran afán a que está sometido el ser humano en la agitada vida moderna.

Nos sentamos en sendas butacas y nos entretuvimos conversando de temas diversos. Al poco rato, entró Lucía con dos tazas de oloroso café y unos biscochos, que degustamos con agrado en una amena e interesante conversación. Al fondo, podía oírse una suave música de Beethoven.

Pasamos cerca de una hora conversando de sobre la Atlántida, Egipto, los griegos, de Homero, de los sufíes, del budismo zen, los poderes del espíritu, meditación, etcétera, después de lo cual, le hice una pregunta directa.

-Seguramente, usted ha desarrollado alguna técnica de meditación y algún método de resolución de situaciones, en la vida, que me quisiera explicar, ya que, según observo, para tener usted una serenidad tan acentuada y una fortaleza física a la edad que imagino que usted debe tener, -cerca de noventa años- es porque ha encontrado en su larga experiencia algún secreto que quizás quisiera compartir conmigo.

Santiago, -me dijo el Venerable hombre, si vuelves a visitarme otro día, quizá te cuente algo que te pueda servir. Empero, antes de que te vayas, te haré entrega de unos apuntes que hace ya muchos años, en una época en que yo andaba a la búsqueda de sosiego y tratando de encontrarle sentido a la vida, un Venerable hombre que, en una edad similar a la mía, a su vez me entregara y cuya práctica asidua me permitió domar la mente, encarrilar mi vida y poner bajo control los hilos del destino. Son veintidós manuscritos, y una meditación diaria, –continuó diciendo el Venerable hombre, que si bien son ya un poco antiguos, podrás copiarlos de nuevo y si pones en práctica las técnicas que contienen, darás a tu vida un esplendor que habrá de sorprenderte agradablemente.

-Una vez que los hayas probado con total y absoluta satisfacción de tu parte, -me dijo, ponlos en limpio, en forma de libro y publícalo para que su mensaje llegue a mayor número de personas. Hacía tiempo que esperaba a alguien a quien confiarle este legado y creo que hoy, al llegar aquí, en la forma en que lo has hecho, tus pasos han sido dirigidos por Aquel que todo lo sabe y puede, por la Ley Cósmica, y en cuyos planes universales, todos somos sus instrumentos.

Me despedí del Venerable hombre y de su adorable nieta, sintiendo dentro de mí fuerzas desconocidas hasta entonces que preanunciaban grandes cambios en mi vida.

En los días siguientes, aparté una hora diaria, antes de dormirme, y leí y releí, todos los manuscritos, de la siguiente manera: En primer lugar copié la Meditación diaria en un cuaderno, el cual leí durante veintidós noches y mañanas seguidas, tal como lo indicaban las instrucciones de la misma.

Una nota al pie de página mencionaba que si yo la transcribía en un cuaderno, el hecho de hacerlo, grabaría en mi ordenador mental las instrucciones y me sería más fácil desarrollar, en mi personalidad, las cualidades y condiciones que formaban parte de los objetivos implícitos en la misma.

De los veintidós manuscritos, cada lunes, a las once en punto de la noche, copiaba uno en el cuaderno, y durante el resto de la semana, a la misma hora, lo leía y meditaba, siguiendo las fáciles y efectivas técnicas e indicaciones al inicio del mismo.

Cuatro semanas después de leer durante veintidós días seguidos, en la noche y en la mañana, la meditación diaria, comenzaron a manifestarse en mi vida una serie de cambios positivos que me dejaban asombrado a mi mismo, pero, también, los miembros de mi familia y a mis amistades; sobre todo mi semblante comenzó a ser más apacible; volví a sonreír desde el interior; mi estado anímico era de contento; me sentía más seguro de mi mismo; comencé a confiar más en la gente, en la vida y a vislumbrar el sentido de mi misión en la vida –percibía cosas que antes me pasaban desapercibidas, a pesar de haber estado siempre allí. Sentía fluir en mí una nueva corriente vivificadora de prosperidad, de felicidad, de alegría de vivir. Mi entusiasmo y amor por la vida y por mi familia, por mi trabajo y por las personas, crecía día a día. En aproximadamente dos meses había logrado muchas de las cosas en las cuales había soñado desde hacía años. Había dado un paso sorprendente en el camino de la autorrealización.

Efectivamente, pude comprobar que me fue relativamente muy fácil desarrollar las aptitudes y actitudes a nivel físico, mental, emocional, espiritual y en diversos aspectos de mi vida, como el financiero, que comenzó a mejorar casi inmediatamente, así como, surgieron nuevas oportunidades que comencé a aprovechar, casi sin esfuerzo de mi parte.

Transcurría el año de 1967 y mi vida había encontrado un sendero que habría de conducirme a cooperar en forma más efectiva en el plan divino que el Supremo Hacedor, en algún momento, había diseñado para mí.

Tres meses después volví a aquel lugar donde había encontrado al Venerable hombre de La Victoria y allí estaba la fuente que él dijo llamarse La Victoria; empero, cuando traté de encontrar el camino para llegar a la casa donde amablemente me ofreció un delicioso café, preparado por su nieta Lucía, no logré encontrarlo, pese a haber recorrido durante un par de horas por los alrededores. Pregunté a varias personas para ver si podían indicarme como llegar a la casa del Venerable hombre y cual fue mi sorpresa, nadie lo conocía.

Empero, después de tanto buscar, volví a encontrar la casa donde vivía el Venerable hombre de La Victoria, pero se encontraba abandonada. Su aspecto indicaba que debía encontrarse en ese estado un lapso mayor del que mediaba con el encuentro de aquel ser extraordinario. Es sorprendente como los inmuebles solos acusan el paso del tiempo en mayor grado que los que son habitados. Si no fuera por los manuscritos pensaría que el encuentro no fue más que un simple sueño. -¿O se trata, acaso de un sueño combinado con un fenómeno de aporte? Personalmente, no lo creo. El encuentro fue muy vívido y real. El aromático café servido por Lucía estaba exquisito. Durante varios años volví al lugar varias veces, la casa seguía sola. La última vez que volví, no la pude ubicar y sin tener tiempo suficiente para seguir buscándola, me fui. Ahora, vivo muy lejos de aquella zona, en otro continente; han transcurrido muchos años y después de tanto tiempo es poco probable que vuelva allí; pero, los manuscritos y la meditación diaria obran en mi poder, me han transformado y han enriquecido mi vida.

Durante más de treinta y cinco años he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen los manuscritos y la meditación diaria y cada vez que los pongo en práctica, experimentos los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para mí.

Su contenido es eminentemente práctico; no hay teorías superfluas. Si lleva a cabo los ejercicios que contienen, es probable que, gradualmente, se vaya efectuando la transmutación alquímica de su ser sintonizándose con los elevados resultados existenciales, los cuales, por añadidura, al ser creados a nivel mental, se van manifestando en su propia vida, oportunamente.

Sobre todo, con estos ejercicios, me percaté, cuando el Venerable hombre me entregó los manuscritos, de que se dispone de un método para domar la mente y ejercer un pleno dominio sobre la vida en general y, por ende, sobre el destino y controlar, cuando eventualmente se presenten, todas las situaciones, manteniendo un perfecto equilibrio físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

El Venerable hombre de La Victoria me comentaba que todo se puede lograr en la vida si se siembra la respectiva semilla por medio de correctas decisiones acordes con la propia y elevada auto-estima y dignidad personal, desarrollando el convencimiento de que sí se puede hacer, por medio de las afirmaciones, las visualizaciones y meditaciones, la experimentación de un estado emocional acorde al momento de ser logrados los respectivos resultados y la practica del desapego, es decir, dejar encargada a la mente psiconsciente del logro, y además, se espera el tiempo necesario haciendo, mientras tanto, todo lo que se requiere, según el caso o los objetivos por alcanzar.

Estas técnicas funcionan, me decía una y otra vez el Venerable hombre de La Victoria; luego, agregaba: -las he probado por más de cincuenta años y quien, a su vez me las entregó, habría hecho otro tanto, aseverando que eran efectivas, si yo seguía fielmente las instrucciones y las ponía en práctica con expectativas positivas.

Desde que en 1967, el Venerable hombre me hiciera entrega de los manuscritos, han transcurrido un poco más de de treinta y cinco años, durante los cuales yo también he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen, y cada vez que me ejercito con ellos, experimento los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para todos los que hemos aplicado las enseñanzas del Venerable hombre de La Victoria.

Él me repetía constantemente: -“¡Tú puedes si crees que puedes hacerlo! ¡Hazlo y tendrás el poder!

Recuerdo que ese día el Venerable hombre me dijo: -ejercer el poder con que la naturaleza de las cosas ha dotado a cada ser, cultivando los dones inherentes y aprendiendo todo lo que se pueda de sí y del vasto universo del que se forma parte, es una manera efectiva de ser cada día más feliz. Luego, cuando me despedí de él, expresó: -“¡Que cada día brille más y mejor tu luz interior!”.- Adelante.

Capítulo 2

Meditación diaria

Es lunes en la noche, son las once en punto.

Me dispongo a copiar textualmente, en el cuaderno que he dispuesto para ello, el manuscrito identificado con el título:

Meditación diaria

Dice así:

Afirme, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desee, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubra cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en su vida:

MEDITACIÓN DIARIA

Afirma, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desees, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubre cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en tu vida. Al encender la luz en la mente se ilumina la propia existencia y todo en derredor vibra al unísono y con el mismo sentimiento de felicidad y bienestar, interrelacionándose por la ley de afinidad.

1. -Entro en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, contando de tres a uno: Tres, dos, uno.

Ø Ahora, estoy ya en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre.

Ø Voy a permanecer en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, durante quince minutos y voy a programar los siguientes efectos positivos, los cuales perduran, cada vez mejor, hasta que vuelva a realizar este acceso y programación mental:

Ø Todo va bien, siempre, en todos los aspectos de mi vida, cada día mejor. (Tres veces). –Imagínalo-.

Ø Todo va bien en mi trabajo; cada día logro mejores niveles de efectividad, prosperidad, riqueza, abundancia y bienestar. (Imagínalo).

2. Formo una unidad cósmica perfecta con el Creador Universal, -ELOÍ. (Diez veces, con los ojos cerrados). Hoy se expresa en mí la Perfección universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión en todos los aspectos de mi vida.

3. -Cada día, en todas formas y condiciones, mi cuerpo y mi mente funcionan mejor y mejor. La consciencia de mi conexión permanente e indisoluble con el Creador Universal, -ELOÍ-, restablece y mantiene en mí, diariamente, durante las veinticuatro horas del día, un perfecto estado de salud a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Creador Universal, por darme un cuerpo perfecto, saludable, lleno de energía. Aquí y ahora, me siento en perfecto equilibrio de salud, a nivel físico, mental, emocional y espiritual.

4. Afronto y resuelvo bien toda situación que me compete, siempre.

5. Todo tiene solución, en todas las situaciones de mi vida.

6. El Creador Universal, -ELOÍ-, es en mí, cada día mejor, en todos los aspectos de mi vida, fuente de amor, luz, sabiduría, éxito, riqueza, prosperidad, abundancia y armonía.

7. Permito que las leyes universales de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión actúen bien en el plan de mi vida.

8. Tengo prosperidad y poder. Cada día enriquezco mejor mi vida a través del servicio efectivo, del amor y de la práctica de todas las virtudes.

9. Mi dignidad personal me lleva a realizar las cosas que me competen con la máxima perfección posible.

10. Cada día, en todas formas y condiciones, en todos los aspectos de mi vida, estoy mejor y mejor a nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

11. Actúo con templanza, serenidad, autodominio y perfecto equilibrio en todo. Conservo plena autonomía y control sobre todas mis facultades físicas, mentales, emocionales, intelectuales y espirituales. Hecho está. (Visualizar un escudo protector de luz que te envuelve y protege; -una pirámide-).

12. Tengo fortaleza, valor, confianza y fe suficiente para triunfar y alcanzar todas mis metas, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y en armonía con sus planes cósmicos. Soy inmune e invulnerable a las influencias y sugestiones del medio ambiente y de cualquier persona a nivel físico, mental, emocional y espiritual, en las dimensiones objetivas y subjetivas y en cualesquiera otras en que sea requerido.

13. El orden universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión se establece en mi vida, en todos mis asuntos y en las personas interrelacionadas, aquí y ahora. Hecho está.

14. Asumo la responsabilidad de mis actos y cumplo bien todos mis compromisos, siempre oportunamente, de acuerdo con el orden cósmico.

15. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos da abundancia y armonía en el eterno presente. Vivo en abundancia y en armonía perfectas, aquí, ahora y siempre.

16. El Creador Universal, -ELOÍ-, se está ocupando de todo, en todos los aspectos de mi vida, y se expresa en mí conciencia intuitiva por medio de los sentimientos en correspondencia con los valores universales.

17. Gracias, Creador Universal, -ELOÍ-, por esta vida maravillosa. Que Tu Inteligencia Infinita, Amor, Sabiduría, Justicia, Luz, y Poder Creador guíen, adecuadamente, todas mis decisiones y acciones, ahora y siempre. Gracias, Eloí, por este día maravilloso.

18. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos proteja, aquí y en cualquier lugar, ahora y siempre. (Tres veces).

19. Siempre espero lo mejor, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y la Ley Cósmica, en armonía con todos.

20. Gracias, Creador Universal; todo va bien en todos los aspectos de mi vida, a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Eloí, todo va bien en mis practicas espirituales y en mi relación Contigo; Tú y yo formamos una unidad perfecta, armónica, aquí y ahora, en el eterno presente. Yo soy Tú, Tú eres yo. Te amo.

21. Voy a realizar –obtener o resolver- (mencionar), antes del: (fecha), de acuerdo al orden divino y en armonía con todos. (Si se trata de varios objetivos, anótelos y haga la afirmación y visualización con cada uno de ellos. Imagínelo concluido satisfactoriamente sin imponer canal alguno de manifestación.)

22. Tengo serenidad y calma imperturbable. Soy impasible frente a todo y a todos. No tengo temor a nada, a nadie ni de nadie en ningún nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero. Dentro de mí vibra la seguridad total. Tengo completa confianza en la vida y en mi propia capacidad de resolver situaciones y alcanzar los resultados satisfactorios que preciso, en cada caso, siempre.

A continuación anoté la fecha: Lunes 12 de agosto de 1967. Luego, tal como me lo indicó el Venerable hombre, anoté la fecha que correspondía veintidós días después: 03 de septiembre de 1967.

Acto seguido, me senté cómodamente, tomé tres respiraciones profundas y realicé la meditación.

Luego, cada noche, durante veintidós días, a las once en punto, me iba a mi cuarto, daba indicaciones de no ser interrumpido durante veinte minutos y realizaba la meditación del día, la cual, siempre complementaba con la lectura breve de uno de los libros de cabecera que siempre suelo tener en mi mesa de noche.

Iba notando, día a día como emergía de mi interior una nueva y desconocida fortaleza, seguridad, estado de ánimo contento, actitud más decidida, optimismo frente a la vida y a las situaciones; comencé a llevarme mejor en las relaciones con las demás personas, a ser más comedido en todo y sobre todo comenzaba a tener conciencia de cosas que antes me solían pasar desapercibidas.

Cabe destacar que, en el punto número veintiuno de la meditación, había anotado siete objetivos que desde hacía tiempo quería realizar y para mi sorpresa, treinta días después de haber terminado de efectuar la meditación del manuscrito número veintidós comencé a observar como, en forma aparentemente casual se iban manifestando la resultados de cada uno de ellos hasta que, algunos meses después, antes de la fechas previstas, los había realizado todos, menos dos, por lo cual, me senté y volví a anotar, en una hoja de mi cuaderno, otros diez objetivos, encabezados por los dos pendientes de la lista anterior, les puse la fecha tope a cada uno, antes de la cual debían ser logrados, para seguir visualizando, su logro, periódicamente.

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domingo, 23 de junio de 2013

PEQUEÑO ENSAYO SOBRE EL HOMBRE Y SU RELACIÓN CON DIOS


PEQUEÑO ENSAYO SOBRE EL HOMBRE
Y SU RELACIÓN CON DIOS

©Giuseppe Isgró C.


En el curso de los milenios, la proliferación de ideas y conceptos sobre Dios ha permitido que pueda existir gran confusión y constante duda sobre la “insondable” personalidad de Dios.
Desde las épocas primitivas, cuando el hombre temía al rayo, a los truenos y a otros fenómenos naturales, concibió ideas de adoración y de ofrendar sacrificios que pudieran granjearle la simpatía de determinados dioses. Con la evolución de esas ideas y creencias, con el transcurso del tiempo, pasando por la adoración de los espíritus de los antepasados, etcétera, hasta concluir con el concepto monoteísta que en diferentes partes del mundo conocido, en cada época, fuera propagado por gran número de “guías de pueblos”, patriarcas, profetas, entre los cuales, nombrando sólo algunos, tenemos al “Hellí”. de Abraham, al Jehová, de Moisés, al Dios Atón, de Aknatón, en Egipto, etcétera, quienes han conducido las creencias hacia la existencia de un solo Dios Universal.
Cada nueva generación hace posible la introducción de “cambios” que aportan “nuevas luces” e “innovaciones” sobre los más arduos problemas del hombre, sus relaciones con una “casi ignorada” causa superior de los reinos espirituales, de los cuales, la proliferada división de creencias impartidas por las múltiples religiones, han sembrado la más espantosa oscuridad en las conciencias, cuyos cimientos arcaicos y dogmáticos, las nuevas generaciones se están haciendo cargo de demoler, para establecer ideas más dinámicas y acordes con la evolución que la humanidad está viviendo en los momentos históricos actuales tan trascendentales.
El hombre, por su condición intrínseca, al referirse a alguna cosa, tiende siempre a relacionarlo con las experiencias que él posee. Es común observar como el ser humano atribuye a Dios sus propias cualidades e imperfecciones humanas. Los conceptos que de Dios el hombre tiene, pareciera que lejos de ser un Creador Inmutable, fuese un Dios parcial, vengativo e injusto y terrible.
De igual manera se atribuye a Dios el don de perdonar si el pecador se arrepiente y algún semejante, “uno de sus ministros” le absolviera. Como si la naturaleza no diera suficientes manifestaciones y pruebas del rigor -de causa y efecto- que sigue a la infracción de las inmutables leyes.
Es frecuente ver que existen personas que creen que Dios puede permitir o impedir algunas realizaciones del hombre de manera arbitraria, dado que, si Él hizo las leyes, se piensa que también puede modificarlas.
Acertadamente, Joaquín Trincado, expresó: -“Dios hace todo cuanto debe y no cuanto quiere”-.
Cierto día, recuerdo haber oído a alguien que preguntaba a su amigo: -“¿Vienes mañana?” Y el amigo le contestó –“Bueno, ¡si Dios quiere!” Mientras que el amigo, sonriente, nuevamente, le decía: -“Bueno, ¡si Él no quiere, te vienes a escondidas!” Esto evidencia hasta que punto el hombre ha humanizado a Dios, pero también señala su despertar cuando ya comienza por romper los lazos del temor y de la superstición respecto a Dios.
Los clásicos y fantásticos infierno y paraíso, por los que fuera posible aumentaron, en el plano económico, los “millones” en las distintas instituciones u organizaciones de índole religioso, de manera especial en la llamada “iglesia universal”.
Pese a que a la ciencia le ha resultado fácil y ya ha sido posible demostrar la carencia de fundamentos de esas creencias, sin embargo, persiste una ola de confusión, especialmente en las mentes muy religiosas y fanáticas, en los últimos intentos de esas instituciones por mantener un poco más sus influencias.
La misma concepción absurda del “diablo” ya fue posible que rodara por el suelo, cuando las mentes abiertas no tuvieron prejuicios de abordar temas tan “delicados” e “insondables”. A tal objeto, cabe mencionar lo que a continuación copiamos del interesante libro “El Diablo” de Giovanni Papini: -“En una de las primeras páginas del librito de texto el pequeño Byron leyó estas palabras que nunca olvidó: “Dios hizo a Satán y Satán hizo el pecado…..Jorge (Byron) había sido educado por su niñera Mary Gray en un temor saludable a Satanás y de sus llamas eternas. Pero ahora en el libro le enseñaban que Satanás había sido hecho por Dios y que este hijo de Dios había tenido por hijo el pecado. ¿Cómo Dios, entonces, había creado a Satanás con capacidad para errar, para pecar y para hacer el mal? Dios era el Padre de Satanás y Satanás era el padre del pecado. Y una de dos: o no debió poner en el mundo a Satanás o debió haberlo hecho de una sustancia más pura, incapaz de perjudicarse a sí mismo y a los demás”. –“Razonamiento de niño?”, -pregunta Papini, y él mismo se responde: -“De acuerdo, pero, ¿acaso no ha dicho Jesús que a los niños ha sido dado comprender aquello que es oscuro a los sabios?”.
No obstante, a la luz de este trascendental siglo, y con los aportes de las nuevas generaciones, ya es posible vislumbrar un “Principio Creador” muy por encima de los absurdos atribuidos a Dios hasta ahora. La demostración repetida de la Reencarnación ha puesto en evidencia el reflejo superior de una “Ley” o “Justicia Divina Superior” muy digna del Creador Universal y de sus inmutables leyes, de las cuales, una muy fundamental, en ciertas instituciones de estudios superiores de filosofía o en la Escuela Espírita, se conoce con el nombre de “Ley del Karma” o “Ley de Compensación”.



La frase: “Dios creo al hombre a su imagen y semejanza” no es sino una tergiversación de la correcta expresión: -“Dios creó al hombre a imagen y semejanza de su naturaleza”; lo cual es muy distinto.
Sólo la acentuación de la ignorancia ha hecho posible que el hombre adorara como Dioses a maestros, profetas o misioneros de la antigüedad, tal como aconteció con Krisna, Jesús y otros.
El hombre, en la medida que evoluciona desecha las creencias cuya falsedad comprueba. Hoy ya comprende que no puede existir un Dios de Venganza, cuyo hecho más despreciable sería condenar eternamente a sus hijos. Así como, el de colocar para una sola existencia a cualquiera de sus hijos en el mundo de vicisitudes como el planeta tierra para luego condenarle a sufrir eternamente, como si ya no le hubiera sido suficiente la vida de luchas terrenas. Además, por otra parte, las vidas de gran número de individuos a quienes la “institución artífice de tales extravíos” elevara a la categoría de “santos” reflejan un cuadro poco halagador en cuanto a la práctica de todas las virtudes.
Las personas familiarizadas con la doctrina de la Reencarnación y la ley de compensación, comprenden perfectamente lo que de cierto hay sobre el punto anterior.
Ya el ser humano, en cada nueva generación, y de manera especial en los actuales momentos históricos, piensa en un Principio Creador, del cual emana todo lo existente; quien formalizó –en el eterno presente- las inmutables leyes –universales- las cuales comienzan por conocer y cumplir, aunque las fundamentales, sin conocerlas, también las cumple, pues como dijera Jesús: “Ni una hoja de un árbol se mueve –por la ley cósmica- sin la voluntad del Creador”. La ley por sí misma se manifiesta y el hombre sin darse cuenta no escapa de su fuerza de gravedad.
El hombre se percata de que a Dios es “imposible” que pueda conocerlo, a no ser por el reconocimiento de su grandeza en la grandeza de la naturaleza y en ella “conocerse a sí mismo”. Acertadamente expresó Quilón, el Lacedemonio: -“Hombre, conócete a ti mismo, que el estudio propio del hombre no es conocer a Dios, sino conocerse a sí mismo”. –Aquí reside el gran secreto para conocer a Dios. Primeramente el hombre debe conocerse a sí mismo; entonces conocerá a Dios, dentro de sí mismo y del que forma parte en una unidad perfecta e indisoluble. Al descubrir su propia divinidad, lo hace simultáneamente con la de Dios. La condición sine que non es conocerse a sí mismo, y en el mismo instante y grado, conocerá a Dios. Una pregunta interesante: ¿No conocemos ya a Dios? ¿No les hemos visto ya cara a cara, en la Rueda de la vida, en el Círculo y el Signo Más? Tratemos de recordar……subjetivamente, interiorizándonos profundamente, muy profundamente, con confianza. Nuestro Espíritu ya Le conoce. El constante recuerdo de su nombre nos conduce al recuerdo del recordado. Cuando Le veamos, en el Círculo y el Signo Más, en la Rueda de la Vida, nos percatamos, enseguida, de que ya Le conocíamos y apenas breves instantes antes se tiene la certeza de que se la va a ver. La meditación en los atributos divinos –valores universales- nos lleva al conocimiento de los propios atributos divinos o sentidos cósmicos, facilitando la práctica de todas las virtudes. Es preciso para ello una elevada depuración del propio Espíritu y vibrar a frecuencias acordes al fin propuesto. Es el testimonio de quienes aseveran este tipo de experiencias. Su número en el tiempo es mayor de lo que podría pensarse. (Nota del autor del día 25 de julio de 2009).
Bastante es la labor que el hombre tiene para conocerse a sí mismo. Es su misión inmediata, por lo que reconoce la presencia del Principio Creador cuya grandeza es un estímulo en el conocimiento y cumplimiento de sus leyes. Evoluciona, siendo de esta manera posible conquistar más conocimiento de sí mismo. La contemplación estática sobre la naturaleza y la meditación pasiva sobre Dios no aportan beneficio alguno para la evolución del hombre. El hombre debería destacarse por su acción en todas las labores desechando para siempre la pasividad. Sólo el estudio activo y el constante trabajo permiten la evolución, la que hace posible la presencia de la Fe Viva, por el conocimiento y la sabiduría. Es preciso recordar que en lo que se centra la atención se expande la conciencia intuitiva y el poder creador.
Mediante el desarrollo alcanzado por la Psicología Experimental, -y las diversas corrientes de pensamientos- ha sido posible que el hombre verificara que la presente existencia es sólo una de las miles –o millones- que ha tenido y que tendrá en el futuro, en este planeta y en infinitos otros. Sabiamente expresó Kardec: -“Nacer, desencarnar y volver a nacer”, mientras que el filósofo Trincado corrobora lo mismo en la proclama del programa perpetuo de estudio “La vida eterna y continuada”.
El conocimiento de lo que acontecerá al hombre después de dejar la materia humana, unido a la comprensión de la Ley de Reencarnación, permite derribar, desechando, gran cúmulo de supersticiones sobre la “desencarnación”, despojándose la mente de absurdos dogmas, quien ya ha dejado de sentir temor de un supuesto Dios de “Venganza” e “ira”, sino que mediante la acción continua deberá reparar –compensando- los perjuicios que habrá podido ocasionar y –de esta manera- evolucionar.
El hombre actual, generalmente libre pensador, ya dejó de lado la adoración de imágenes y figuras porque comprende que al Principio Creador, esa no es la forma adecuada de adorarle o amarle. Comprende ya porque Isaías había condenado a los Dioses de barro y palo. Moisés, también es muy explícito cuando en el Decálogo dice: -“…¡No harás para ti obra de escultura ni figura de lo que hay arriba en el cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de las cosas que están en las aguas debajo de la tierra, no las adorarás ni le darás culto”!
El filósofo Joaquín Trincado, en una de sus múltiples obras, cuando se refiere a la adoración del Principio Creador, sabiamente expresa: -“…la adoración al Padre será en espíritu y verdad y con el pensamiento, sin fórmulas de oración que representan la rutina o el pensamiento de quien la compuso. El “espíritu” debe expresar por el pensamiento la necesidad o la alegría del momento, de pedido o de gratitud, y basta pensar en el Padre, sabiendo que somos sus hijos y nuestro pensamiento en estas condiciones llega a Él y porque con vosotros están espíritus afines que recogen vuestro pedido y nos sirven de intermediarios; pero los cantos de amor, de plegaría o gratitud hechos en común, son de mayor intensidad y son del agrado del Padre porque representan vuestras alegrías y unidad en el Pedido”. Nosotros, hoy en día, quienes promulgamos una espiritualidad directa centrada en el Creador Universal, estamos conscientes de que en la relación del hombre con su Creador son innecesarios los intermediarios. Empero, la asistencia espiritual de los afines, guías y protectores, es siempre de gran utilidad y apoyo y forma parte de la solidaridad universal.
El hombre tiene como templo el Universo, en él cumple las leyes naturales, su misión de “acrecentar la creación y ser maestro de la misma” y para elevarse a Dios lo hace sin fórmulas ni ritos. Bástale su potente pensamiento. La mejor manera en que el hombre puede adorar a Dios, es amando al semejante; la mejor oración es el trabajo productivo; el más sabio preceptor espiritual es la conciencia; el mejor perdón: reparar las faltas cometidas.
El hombre actual debería estimular las cualidades superiores del ser; intensificar su evolución, y saber que existe un Principio Creador, que tiene leyes inmutable, las cuales es preciso cumplir, pero también conocer, única manera de acentuar la propia evolución y demoler los castillos de la superstición respecto a la personalidad de Dios.
El Gran Pedagogo es Dios, -el Creador Universal: ELOÍ-, quien se expresa en la conciencia por medio de los sentimientos equivalentes a los valores universales. Es la Ley Cósmica en acción por medio de la conciencia. La ley de afinidad es la gran ordenadora del universo, con el veredicto de la ley de justicia, con la cooperación de la ley de compensación y la ley de igualdad, -en la ley y ante ella-. Por su intermedio, el ser recibe su salario cósmico de acuerdo a la obra realizada, el cual le ubica y reubica, constantemente, en el orden que le corresponde en armonía con su suma existencial.


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