jueves, 12 de diciembre de 2013

Léon Denis, el apóstol del espiritismo, Autor: J E A N - LO U I S P E T I T, Tomado de: LE JOURNAL SPIRITE N° 93 JUILLET 2013


Léon Denis, el apóstol del espiritismo
Autor: J E A N - LO U I S  P E T I T
Tomado de: LE JOURNAL SPIRITE N° 93 JUILLET 2013


Para comprender al hombre, escuchemos primero un extracto de su testamento moral: -“Llegado al atardecer de la vida, en esta hora crepuscular donde una nueva etapa finaliza, donde las sombras suben a porfía y cubren todas las cosas con su velo melancólico, considero el camino recorrido desde mi infancia, dirijo luego mi mirada hacia adelante, hacia esa salida que pronto se abrirá para mí, sobre el más allá y sus claridades eternas. A esta hora, mi alma se recoge y se despoja de antemano de las trabas terrestres; comprende el objetivo de la vida, consciente de su papel en este mundo, agradecida de los favores de Dios, sabiendo por qué ha venido y por qué ha actuado”-.
Este extracto de una de las últimas páginas de Léon Denis ubica bien al personaje: un estilo suntuoso, como ya no se acostumbra, al servicio de una gran voz, de una hermosa alma. ¿Qué retener de esta vida tan austera y tan colmada, que no se apaga sino a más de los ochenta y un años? Él mismo nos lo va a decir, en el mismo texto: “He dedicado esta existencia al servicio de una gran causa, el espiritismo que será ciertamente la creencia universal, la religión del porvenir”. Ni una sola duda, ni una sola aflicción en este momento decisivo; es la voz de un gigante que va a callar, después de la misión cumplida.
En su tiempo fue adulado por su público….
Examinemos su vida, se descubrirá allí a un hombre humilde y autodidacta llamado a la extraordinaria misión de ser portavoz del espiritismo.
Un hombre humilde y un autodidacta realizado. Nació el 1º de enero de 1846, en Foug, de padres pobres.
El padre, albañil asalariado, sin empresa personal, no podrá darle la posibilidad de seguir los estudios que su inteligencia muy vivaz y su gusto por el saber podían permitirle. La madre se ocupa del hogar y de los niños. Sus maestros intervendrán a su favor, pero la familia tiene demasiada necesidad de su salario, y sería incapaz de pagar sus gastos de matrícula. Al ritmo de los empleos del padre que es primero obrero en Estrasburgo y después en Burdeos, antes de un puesto  de jefe de una estación muy pequeña en las Landas, luego en el Jura, Léon Denis multiplica las tareas de obrero, aprendiz o ayudante de su padre. Durante sus noches, se impone un segundo empleo: lee y prosigue, solo o con la ayuda del instructor local, los estudios primarios y secundarios que no puede seguir. En 1852 la familia se establece en Tours y de allí no se moverá más; su situación económica permanece precaria siempre. Léon trabaja entonces más que nunca, primero en una industria de loza, luego una casa de cueros donde realiza pesadas labores manuales.
Destacado por su inteligencia, accede rápidamente a puestos de empleado administrativo y contable, mejor remunerados y donde va a sobresalir. Se convierte en viajante de comercio itinerante, en Francia y luego en el extranjero.
Se inscribe en cursos nocturnos que le ofrecen un complemento, y desgasta sus ojos leyendo sin cesar para adquirir una cultura universitaria. Se apasiona por la geografía y la historia, pero también por la filosofía, las artes y las letras, etc. En algunos momentos considera llevar una vida normal, casándose, en el marco de un amor compartido, pero comprende que toda su vida deberá mantener económicamente a sus padres que viven con él. Renuncia entonces al matrimonio y permanece célibe; se consuela en la lectura y los estudios. Se apasiona por las grandes cuestiones de la filosofía. Dios le atrae, pero rechaza los dogmas... Como lee todo lo que se incluye en las vitrinas de las librerías, un día encuentra en Tours un título que le llama la atención: El Libro de los Espíritus, por Allan Kardec. Tiene dieciocho años, lo adquiere enseguida y devora el libro a escondidas de su madre, a quien teme inquietar con una literatura poco ortodoxa. Su convicción es un hecho: el espiritismo es la clave que buscaba de la comprensión del mundo. Se volverá pues espírita. Para su gran alegría, su madre, de quien es muy cercano, también lee el libro a escondidas de su hijo y manifiesta el mismo entusiasmo.
Su padre se adherirá posteriormente. Toda la familia alienta al hijo pródigo a entrar al servicio del espiritismo que se difunde rápidamente en Francia. Desde 1862 se forman varios grupos espíritas en Tours, con él, luego alrededor de él, pues allí también se destaca rápidamente por su cultura y sus múltiples talentos. A partir de allí ha encontrado su vocación; desde Tours se convierte en uno de los faros del espiritismo de su época.
En adelante su carrera acumula responsabilidades y éxitos nacionales e internacionales. Tours le permite a Léon Denis conocer las escuelas de pensamiento que lo prepararán para una admirable carrera de orador.
La educación le apasiona: rápidamente se convierte en militante de la Liga de la enseñanza que difunde en Tours, así como en otras partes, el programa de la escuela republicana gratuita, laica y obligatoria. El militante convencido se convierte en un propagandista muy apreciado. Combina sus viajes de negocios con un ciclo de conferencias, a veces con Jean Macé, presidente de la Liga de la enseñanza, en favor de poner en marcha la escuela republicana.
Igualmente, en 1869, es admitido en el seno de la Francmasonería en la logia de los “Démophiles”, (los amantes del pueblo), cuyas ideas laicas y republicanas complementan la doctrina de la Liga de la enseñanza.
Rápidamente se convierte en el orador de su logia, es decir el que cierra los debates y pronuncia los discursos. Esto se corresponde bien con su gusto por una cultura humanista, y le obliga a leer aún más y a preparar sus intervenciones. Con mucho es el espiritismo el que predominará en su preferencia, con su práctica personal en el seno de los círculos espíritas de Tours. Lee todos los libros y artículos que puede encontrar sobre el tema; y rápidamente se convierte en una enciclopedia espírita.
En vida se reunirá poco con Allan Kardec: tres veces en total, a partir de 1867, pero será recibido por él en París, antes del deceso del Maestro en marzo de 1869.
La guerra de 1870 pone fin a este aprendizaje, en pro del compromiso patriótico. Primero es exonerado y más tarde, después de la derrota de Sedan, es aceptado en los ejércitos de la República donde obtiene rápidamente sus galones de suboficial y luego de oficial. El fin de la guerra lo reintegra a Tours y a su destino marcado por las sesiones espíritas; es alentado por los Espíritus para que se dedique a la propaganda y la difusión del espiritismo. A partir de 1873, comienza a escribir para este trabajo de difusión que lo lleva a aceptar conferencias en las ciudades, hasta cuarenta y cinco por año, y donde ejerce también su trabajo de representante de comercio. Será cerca de Tours, luego en Francia, en Córcega y finalmente en el extranjero: Italia, Túnez, África del Norte. Para él, estos viajes son también fabulosas oportunidades de descubrir paisajes, hábitos y costumbres de vida. Por ejemplo, surcará a pie el Alto Atlas, casi solo, yendo a lugares por donde ningún europeo había pasado. Desarrolla un amor muy particular por la naturaleza, los animales y los humildes.
Se convierte en un apasionado de la montaña, que también incita a la elevación del espíritu, hacia las realidades del más allá que le apasionan.
Sus cualidades de orador lo hacen cada vez más apreciado. Un notable local le propone, a los treinta y cinco años, convertirse en su sucesor en la Asamblea Nacional. Declina cortésmente la invitación, alegando principalmente sus problemas de salud.
………………………
En diciembre de 1882, lógicamente es nombrado miembro de un congreso nacional destinado a crear la Fundación de Estudios Espíritas, encargada de la difusión de las ideas espíritas, especialmente con un periódico,
Le Spiritisme. Desde entonces frecuenta hasta su muerte a Amélie Boudet, viuda de Allan Kardec, a Pierre-Gaétan Leymarie, célebre librero y más tarde editor en París, que se ha puesto al servicio del espiritismo, igualmente a Gabriel Delanne, otro hijo espiritual de Allan Kardec, y a muchas otras personalidades. Es reconocido como orador tanto como colaborador regular de las revistas espíritas, y luego como autor de obras de doctrina espírita, en la más estricta línea de la enseñanza de Allan Kardec. Durante el Congreso Internacional Espírita de 1889, donde los numerosos adversarios del espiritismo le hacen la vida imposible a los espíritas, defiende brillantemente las tesis. Igual que Kardec, aparece como un brillante defensor del espiritismo experimental y científico. También sostiene regularmente el destino divino del hombre, más allá de los dogmas y las pequeñeces de las religiones. En conjunto, gusta mucho su estilo brillante y poético al servicio de ideas muy cercanas al mensaje de Jesús; los críticos lo exaltan, o bien lo demuelen, cuando están al servicio de ideas tradicionales como las del clero católico oficial. Hasta la Gran Guerra, proseguirá conferencias, congresos espíritas y encuentros con todos los auditorios: mineros belgas, obreros del Norte, pequeños y medianos burgueses, universitarios, aristócratas y gente modesta, sobre todos los temas vinculados con el espiritismo: espiritismo e idea de Dios, espiritismo y cuestiones sociales, materialismo y espiritualismo, el ser y el destino, etc. Atrae a sus ideas a numerosas personalidades, aun entre el clero. Pasa por todas las ciudades, incluyendo Nancy, donde fue todo un éxito evocando sus orígenes loreneses y su admiración por Juana de Arco, sobre quien se volverá inagotable.
Es presidente del Congreso Espírita Internacional de 1900 y comienza a combatir las ideas de la metapsíquica, antecesora de nuestra actual parapsicología, que reconoce los fenómenos paranormales, pero rechaza toda noción del más allá. Según esta teoría no habría sino fenómenos humanos, aún no aclarados. Él, defiende brillantemente los fenómenos espíritas y su vínculo con el mundo de los espíritus. También es muy brillante en los Congresos de Lieja en 1905, como presidente honorario y luego en el Congreso de Bruselas en 1910, finalmente en el Congreso Internacional de Ginebra en 1913. Termina los Congresos en 1925, en plena gloria y siendo largamente aclamado por el Congreso entero.
Su amigo Gaston Luce lo describe así: “Léon Denis era de estatura mediana, de ancho de espalda un tanto macizo.
Caminaba balanceando los hombros como un viejo lobo de mar. Todo en su persona daba impresión de robustez y solidez… Afanoso, el intenso trabajo cerebral acapara la mayor parte de sus fuerzas. Su salud seguía siendo delicada pero eso no le impedía ser un intrépido caminante… Se sentía que la voluntad reinaba soberana en él… Bajo la frente inclinada en forma de torre, a lo Hugo, el rostro que corta el mostacho galo, irradia inteligencia”. Después de la muerte de sus padres, cuando ha vivido mucho tiempo con su madre, se encuentra solo, desde 1903 y cada vez más invidente. Los amigos y relacionados compensarán un poco la soltería forzada. Durante un tiempo vive también con la Sra. Forget, su médium preferida, que falleció en 1917. El anciano cambia completamente de apariencia, y cada vez más recuerda a un druida con su frondosa barba; sus contemporáneos evocarán un parecido con Tolstoi. Palia su soledad con una sólida red de amistades y relaciones. Su reputación se torna inmensa; tenderá sin embargo a chocar con la pequeñez de los hombres y especialmente con sus celos. En 1906 se gana enemigos suplementarios al intervenir vigorosamente en el caso del médium Miller, de excelente reputación hasta entonces, pero pillado in fraganti en simulación de un espíritu, durante una sesión de espiritismo en París. Léon Denis condena firmemente toda estafa, pero igualmente recuerda que no por ello hay lugar para considerar como trampas todas las manifestaciones obtenidas, cuya seriedad y veracidad han sido demostradas con gran frecuencia. …….. Siempre salta con ímpetu a la palestra y desarma las cábalas.
………………
Sabemos que en este mundo el hombre abusa de todo, hasta de las cosas más sagradas. El espiritismo tiene sus simuladores y sus exaltados, como la ciencia tiene sus charlatanes y como la religión tiene sus impostores”.
Seduce a numerosas personalidades, que pasan a verlo y mantienen correspondencia con él. Será el caso de Arthur Conan Doyle, que lo traducirá y difundirá en el mundo anglosajón. Jean Jaurès lo recibirá personalmente en Tolosa y le testimoniará su amistad.
El viejo luchador se cansa. Abandona el extenuante ciclo de conferencias pero escribe mucho para las revistas de espiritismo. En 1910 renuncia a la Sociedad Francesa de Estudios de los Fenómenos Psíquicos, luego de pérfidos ataques internos que lo agobian. Y, por más que se afligió Gabriel Delanne, que dirigía junto con él esta realización, mantuvo su renuncia, conservando toda su amistad por Delanne. Sobreviene la gran guerra, que suspende totalmente los progresos del espiritismo. Léon Denis, que en 1914 tiene sesenta y ocho años, va a sufrir profundamente por ese retorno a la brutalidad, sin desesperar nunca de la salida favorable del conflicto. Termina casi ciego y muy disminuido físicamente, pero su espíritu y su determinación están intactos. Aprende el braille y debe tomar una secretaria hasta el final de su vida, para dictarle correspondencia y libros. Permanece en el trabajo en favor del espiritismo.
Jean Meyer, próspero empresario convertido al espiritismo, pondrá toda su fortuna y toda su alma en esta obra de renacimiento. Pide ayuda a Léon Denis que le promete una colaboración regular en la nueva Presse Spirite. Rechaza en cambio el cargo de presidente de la nueva Unión Espírita, a pesar de la insistencia de Meyer. Su salud, su casi ceguera, así como su edad y su deseo de no dejar más Tours, prevalecen sobre el deseo de ser todavía útil. Acepta a lo sumo una honrosa “Presidencia honoraria”. El Congreso Internacional de 1925 en París, que es su último mandato, dedica una casa a los espíritas así como al Instituto Metapsíquico Internacional. Observa con satisfacción este ascenso y se retira definitivamente en su casa de Tours, para no dedicarse más que a la escritura, para las revistas y para sus últimos libros. Desencarna el 12 de abril de 1927, apenas un mes después de haber terminado El Genio Celta, ampliamente inspirado por el espíritu de Allan Kardec.
Encontrémosle durante la redacción de su testamento filosófico. Se le percibe orgulloso de la vida que ha vivido: “Por la causa del espiritismo he renunciado a todas las satisfacciones materiales, pero en definitiva soy feliz de acercarme a los que me esperan allá arriba en la luz divina… Quiero que los recursos que dejo sean dedicados al servicio de esta misma causa”. Ni un solo arrepentimiento, y una fe tan ardiente como al comienzo de su apostolado. Parte en plena gloria, persuadido de que, después de él, el espiritismo no puede sino crecer y embellecerse especialmente en Francia. Pero, por el contrario, hubo un creciente retroceso con la metapsíquica y luego con la parapsicología que cortó los puentes con el más allá. Finalmente, las ideologías totalitarias engendraron la última gran guerra y abrieron un bulevar al materialismo dominante.

¿Habría Léon Denis luchado en vano? Felizmente podemos afirmar que nada de eso. Desde el más allá, sigue con entusiasmo el renacimiento del espiritismo, especialmente a través de nuestro grupo espírita conforme a la teoría y la práctica de Allan Kardec. Escuchémosle, en mensaje espírita: “El espíritu se incorpora, se une entonces a un cuerpo extraño (en este caso se trata de una sesión de incorporación) para encontrarse con las sensaciones pasadas a fin de proponerles (en el sentido de discutir con los espíritas) sobre la verdad, sobre su supervivencia, sobre su vida, sobre su amor, sobre sus envidias y, en fin, sobre su deseo de decirles: No, yo no estoy muerto, vivo como viven ustedes, simplemente que en un plano distinto”. ¿De qué nos habló? De espiritismo, evidentemente. Cito otro mensaje: “Espiritismo viviente, espiritismo que es preciso afirmar siempre en su definición, espiritismo que es preciso revelar siempre a aquellos que aún no saben, espiritismo vivido entre los hombres, espiritismo que vengo a seguir viviendo con ustedes”. Se le encuentra siempre en su inmenso amor a Dios; cito otro mensaje: “Nosotros somos la filosofía del infinito. Somos la filosofía de Dios, de Dios que ya no es más un misterio, sino de Dios que es preciso saber mirar, sino de Dios que es preciso saber escuchar, sino de Dios que es preciso saber amar”. Este mensaje de esperanza está acorde con toda su vida: el espiritismo sigue siendo para él el porvenir filosófico y social del mundo y su renovación está siempre en marcha luego de las traiciones y los olvidos materialistas. Es por esa metamorfosis que Léon Denis sigue expresándose.

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EL ENCUENTRO EN LA VICTORIA



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UN ENCUENTRO EN LA VICTORIA

Autor: ©Giuseppe Isgró C.

Del libro: La Victoria

Capítulo I

Me encontraba un día, en una fuente de aguas tranquilas, cristalinas, cuando se me acercó un Venerable hombre, vestido a la antigua usanza, con bata blanca, larga, pelo y barba que alguna vez fueron de color pelirrojo y un báculo en la mano derecha.

Concentró sus ojos en los míos; su mirada era profunda, serena y apacible.

Con voz suave y afectiva, me dijo:

-“Hola, hijo, como estás”-.

–Bien, -le contesté-; y, ¿usted?

–Por aquí andamos; -fue su respuesta-, mientras me sonreía.

-¿Dónde estamos?, -le pregunté al Venerable hombre-.

-Este sitio es conocido como La Victoria; -me contestó-. –¿Qué haces por estos lados?

-Salí esta mañana, temprano, con el coche, a dar un paseo; luego, al llegar a esta zona, me paré a contemplar la belleza de los araguaneyes y decidí caminar un poco y la verdad que, absorto en mis reflexiones, caminé por lo menos durante dos horas, hasta llegar aquí. Desconocía este hermoso lugar. Y, usted, -¿vive por aquí cerca? -le pregunté-.

Un poco más arriba, en esa colina boscosa. Hace algunos años, -relata el Venerable hombre- decidí retirarme de la agitada vida ejecutiva en que me desenvolvía profesionalmente, como abogado, en la ciudad de Quebec, Canadá, aunque he viajado por diversos países asesorando a incontables líderes. Construí la casa, en esta zona tropical, con la idea de pasar aquí los meses de invierno. Me dedico al estudio de la vida, a la meditación y a cultivar mi jardín y de vez en cuando, a escribir mis reflexiones, las cuales, algún día, habrán de ser publicadas para esparcir un poco la luz que he podido vislumbrar en mis estudios metafísicos-espirituales.

-¿Quieres tomar un café? –Me preguntó el Venerable hombre-. Lo he traído de Caripe El Guácharo; es de los más exquisitos que he probado.

-Sí, con gusto se lo acepto; -le contesté-.

Nos fuimos caminando por un sendero rodeado de árboles cargados de mangos, aguacates, naranjas y una hilera de cayenas de diversos colores. A lo lejos, el ruido de la brisa se oía apaciblemente. Todo era quietud, armonía y paz. Pero, sobre todo, lo que más me impresionaba era la apacibilidad y el sosiego del Venerable hombre de La Victoria. Emanaba de él un flujo de fuerza que, en su presencia, me sentía con un poder y una seguridad nunca antes experimentados. Fuerzas bienhechoras se iban apoderando de mí y aquella paz y relax que buscaba en la mañana, al salir a dar un paseo, sin percatarme de ello, las estaba experimentando ya.

Después de unos quince minutos de caminar, llegamos a la casa del Venerable hombre. Su aspecto exterior humilde estaba lejos de dejar entrever lo que segundos después habría de asombrarme con lo que encontré en el interior.

Al entrar, en la casa, una joven de unos veinte años saludó al Venerable hombre.

-¡Hola, abuelo!, ¿cómo estás?

–Bien, hija, -contestó el Venerable hombre-. -Prepara un poco de café, Lucía, mientras conversamos un poco, adentro.

-Por cierto, te presento a Santiago, quien ha llegado paseando hasta La Victoria.

Después de la presentación, entramos en la biblioteca del Venerable hombre. Un salón grande, lleno de estantes de libros por todas partes, lo cual hacía inimaginable dicho cuadro desde el exterior. Algunos cuadros al óleo de morichales y de personajes históricos, presentaban un ambiente acogedor. En un rincón se encontraban diversos retratos de Tagore, Gandhi, Cicerón, Séneca, Ibn Arabi y un dibujo de Don Quijote y Sancho Panza. En un pequeño cuadro, podía leerse: -“Lo que Alá quiera. Nada se le asemeja”-.

-Le felicito por este inmenso tesoro que usted tiene aquí, -le dije al Venerable hombre-. -¿Cuáles son los temas de su interés?

A lo cual, me contestó: -Como usted puede ver, Santiago, -y me invitó a recorrer los estantes- aquí hay libros de variados temas: clásicos de todos los países y épocas, desde los Vedas, los Upanishads, el Mahabaratha, los libros de Confucio, El Tao te King, de Lao Tse, el Poema de Gilgamesh, el Código de Amurabí, autores griegos, como Homero y Hesiodo. Se encuentran las obras completas de Euclides, Platón, Aristóteles, Teofrasto, Demetrio de Falereo, de los Presocráticos, Epicteto, Plutarco, etcétera; de los latinos, autores como Séneca, Cicerón, -que son mis preferidos-, Julio César, Tito Livio, Dionisio de Halicarnaso, Marco Aurelio, así como libros de Psicología, Gerencia, Sufismo, Yoga, ensayos, filosofía, parapsicología, hermetismo, El Quijote, libros de economía, filosofía, etcétera, en fin, un poco de todo lo que es preciso conocer para poder entender el significado de la vida: de dónde venimos, por qué estamos aquí y hacía dónde vamos, sin lo cual, la vida no tendría sentido, sobre todo por el gran afán a que está sometido el ser humano en la agitada vida moderna.

Nos sentamos en sendas butacas y nos entretuvimos conversando de temas diversos. Al poco rato, entró Lucía con dos tazas de oloroso café y unos biscochos, que degustamos con agrado en una amena e interesante conversación. Al fondo, podía oírse una suave música de Beethoven.

Pasamos cerca de una hora conversando de sobre la Atlántida, Egipto, los griegos, de Homero, de los sufíes, del budismo zen, los poderes del espíritu, meditación, etcétera, después de lo cual, le hice una pregunta directa.

-Seguramente, usted ha desarrollado alguna técnica de meditación y algún método de resolución de situaciones, en la vida, que me quisiera explicar, ya que, según observo, para tener usted una serenidad tan acentuada y una fortaleza física a la edad que imagino que usted debe tener, -cerca de noventa años- es porque ha encontrado en su larga experiencia algún secreto que quizás quisiera compartir conmigo.

Santiago, -me dijo el Venerable hombre, si vuelves a visitarme otro día, quizá te cuente algo que te pueda servir. Empero, antes de que te vayas, te haré entrega de unos apuntes que hace ya muchos años, en una época en que yo andaba a la búsqueda de sosiego y tratando de encontrarle sentido a la vida, un Venerable hombre que, en una edad similar a la mía, a su vez me entregara y cuya práctica asidua me permitió domar la mente, encarrilar mi vida y poner bajo control los hilos del destino. Son veintidós manuscritos, y una meditación diaria, –continuó diciendo el Venerable hombre, que si bien son ya un poco antiguos, podrás copiarlos de nuevo y si pones en práctica las técnicas que contienen, darás a tu vida un esplendor que habrá de sorprenderte agradablemente.

-Una vez que los hayas probado con total y absoluta satisfacción de tu parte, -me dijo, ponlos en limpio, en forma de libro y publícalo para que su mensaje llegue a mayor número de personas. Hacía tiempo que esperaba a alguien a quien confiarle este legado y creo que hoy, al llegar aquí, en la forma en que lo has hecho, tus pasos han sido dirigidos por Aquel que todo lo sabe y puede, por la Ley Cósmica, y en cuyos planes universales, todos somos sus instrumentos.

Me despedí del Venerable hombre y de su adorable nieta, sintiendo dentro de mí fuerzas desconocidas hasta entonces que preanunciaban grandes cambios en mi vida.

En los días siguientes, aparté una hora diaria, antes de dormirme, y leí y releí, todos los manuscritos, de la siguiente manera: En primer lugar copié la Meditación diaria en un cuaderno, el cual leí durante veintidós noches y mañanas seguidas, tal como lo indicaban las instrucciones de la misma.

Una nota al pie de página mencionaba que si yo la transcribía en un cuaderno, el hecho de hacerlo, grabaría en mi ordenador mental las instrucciones y me sería más fácil desarrollar, en mi personalidad, las cualidades y condiciones que formaban parte de los objetivos implícitos en la misma.

De los veintidós manuscritos, cada lunes, a las once en punto de la noche, copiaba uno en el cuaderno, y durante el resto de la semana, a la misma hora, lo leía y meditaba, siguiendo las fáciles y efectivas técnicas e indicaciones al inicio del mismo.

Cuatro semanas después de leer durante veintidós días seguidos, en la noche y en la mañana, la meditación diaria, comenzaron a manifestarse en mi vida una serie de cambios positivos que me dejaban asombrado a mi mismo, pero, también, los miembros de mi familia y a mis amistades; sobre todo mi semblante comenzó a ser más apacible; volví a sonreír desde el interior; mi estado anímico era de contento; me sentía más seguro de mi mismo; comencé a confiar más en la gente, en la vida y a vislumbrar el sentido de mi misión en la vida –percibía cosas que antes me pasaban desapercibidas, a pesar de haber estado siempre allí. Sentía fluir en mí una nueva corriente vivificadora de prosperidad, de felicidad, de alegría de vivir. Mi entusiasmo y amor por la vida y por mi familia, por mi trabajo y por las personas, crecía día a día. En aproximadamente dos meses había logrado muchas de las cosas en las cuales había soñado desde hacía años. Había dado un paso sorprendente en el camino de la autorrealización.

Efectivamente, pude comprobar que me fue relativamente muy fácil desarrollar las aptitudes y actitudes a nivel físico, mental, emocional, espiritual y en diversos aspectos de mi vida, como el financiero, que comenzó a mejorar casi inmediatamente, así como, surgieron nuevas oportunidades que comencé a aprovechar, casi sin esfuerzo de mi parte.

Transcurría el año de 1967 y mi vida había encontrado un sendero que habría de conducirme a cooperar en forma más efectiva en el plan divino que el Supremo Hacedor, en algún momento, había diseñado para mí.

Tres meses después volví a aquel lugar donde había encontrado al Venerable hombre de La Victoria y allí estaba la fuente que él dijo llamarse La Victoria; empero, cuando traté de encontrar el camino para llegar a la casa donde amablemente me ofreció un delicioso café, preparado por su nieta Lucía, no logré encontrarlo, pese a haber recorrido durante un par de horas por los alrededores. Pregunté a varias personas para ver si podían indicarme como llegar a la casa del Venerable hombre y cual fue mi sorpresa, nadie lo conocía.

Empero, después de tanto buscar, volví a encontrar la casa donde vivía el Venerable hombre de La Victoria, pero se encontraba abandonada. Su aspecto indicaba que debía encontrarse en ese estado un lapso mayor del que mediaba con el encuentro de aquel ser extraordinario. Es sorprendente como los inmuebles solos acusan el paso del tiempo en mayor grado que los que son habitados. Si no fuera por los manuscritos pensaría que el encuentro no fue más que un simple sueño. -¿O se trata, acaso de un sueño combinado con un fenómeno de aporte? Personalmente, no lo creo. El encuentro fue muy vívido y real. El aromático café servido por Lucía estaba exquisito. Durante varios años volví al lugar varias veces, la casa seguía sola. La última vez que volví, no la pude ubicar y sin tener tiempo suficiente para seguir buscándola, me fui. Ahora, vivo muy lejos de aquella zona, en otro continente; han transcurrido muchos años y después de tanto tiempo es poco probable que vuelva allí; pero, los manuscritos y la meditación diaria obran en mi poder, me han transformado y han enriquecido mi vida.

Durante más de treinta y cinco años he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen los manuscritos y la meditación diaria y cada vez que los pongo en práctica, experimentos los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para mí.

Su contenido es eminentemente práctico; no hay teorías superfluas. Si lleva a cabo los ejercicios que contienen, es probable que, gradualmente, se vaya efectuando la transmutación alquímica de su ser sintonizándose con los elevados resultados existenciales, los cuales, por añadidura, al ser creados a nivel mental, se van manifestando en su propia vida, oportunamente.

Sobre todo, con estos ejercicios, me percaté, cuando el Venerable hombre me entregó los manuscritos, de que se dispone de un método para domar la mente y ejercer un pleno dominio sobre la vida en general y, por ende, sobre el destino y controlar, cuando eventualmente se presenten, todas las situaciones, manteniendo un perfecto equilibrio físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

El Venerable hombre de La Victoria me comentaba que todo se puede lograr en la vida si se siembra la respectiva semilla por medio de correctas decisiones acordes con la propia y elevada auto-estima y dignidad personal, desarrollando el convencimiento de que sí se puede hacer, por medio de las afirmaciones, las visualizaciones y meditaciones, la experimentación de un estado emocional acorde al momento de ser logrados los respectivos resultados y la practica del desapego, es decir, dejar encargada a la mente psiconsciente del logro, y además, se espera el tiempo necesario haciendo, mientras tanto, todo lo que se requiere, según el caso o los objetivos por alcanzar.

Estas técnicas funcionan, me decía una y otra vez el Venerable hombre de La Victoria; luego, agregaba: -las he probado por más de cincuenta años y quien, a su vez me las entregó, habría hecho otro tanto, aseverando que eran efectivas, si yo seguía fielmente las instrucciones y las ponía en práctica con expectativas positivas.

Desde que en 1967, el Venerable hombre me hiciera entrega de los manuscritos, han transcurrido un poco más de de treinta y cinco años, durante los cuales yo también he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen, y cada vez que me ejercito con ellos, experimento los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para todos los que hemos aplicado las enseñanzas del Venerable hombre de La Victoria.

Él me repetía constantemente: -“¡Tú puedes si crees que puedes hacerlo! ¡Hazlo y tendrás el poder!

Recuerdo que ese día el Venerable hombre me dijo: -ejercer el poder con que la naturaleza de las cosas ha dotado a cada ser, cultivando los dones inherentes y aprendiendo todo lo que se pueda de sí y del vasto universo del que se forma parte, es una manera efectiva de ser cada día más feliz. Luego, cuando me despedí de él, expresó: -“¡Que cada día brille más y mejor tu luz interior!”.- Adelante.

Capítulo 2

Meditación diaria

Es lunes en la noche, son las once en punto.

Me dispongo a copiar textualmente, en el cuaderno que he dispuesto para ello, el manuscrito identificado con el título:

Meditación diaria

Dice así:

Afirme, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desee, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubra cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en su vida:

MEDITACIÓN DIARIA

Afirma, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desees, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubre cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en tu vida. Al encender la luz en la mente se ilumina la propia existencia y todo en derredor vibra al unísono y con el mismo sentimiento de felicidad y bienestar, interrelacionándose por la ley de afinidad.

1. -Entro en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, contando de tres a uno: Tres, dos, uno.

Ø Ahora, estoy ya en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre.

Ø Voy a permanecer en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, durante quince minutos y voy a programar los siguientes efectos positivos, los cuales perduran, cada vez mejor, hasta que vuelva a realizar este acceso y programación mental:

Ø Todo va bien, siempre, en todos los aspectos de mi vida, cada día mejor. (Tres veces). –Imagínalo-.

Ø Todo va bien en mi trabajo; cada día logro mejores niveles de efectividad, prosperidad, riqueza, abundancia y bienestar. (Imagínalo).

2. Formo una unidad cósmica perfecta con el Creador Universal, -ELOÍ. (Diez veces, con los ojos cerrados). Hoy se expresa en mí la Perfección universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión en todos los aspectos de mi vida.

3. -Cada día, en todas formas y condiciones, mi cuerpo y mi mente funcionan mejor y mejor. La consciencia de mi conexión permanente e indisoluble con el Creador Universal, -ELOÍ-, restablece y mantiene en mí, diariamente, durante las veinticuatro horas del día, un perfecto estado de salud a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Creador Universal, por darme un cuerpo perfecto, saludable, lleno de energía. Aquí y ahora, me siento en perfecto equilibrio de salud, a nivel físico, mental, emocional y espiritual.

4. Afronto y resuelvo bien toda situación que me compete, siempre.

5. Todo tiene solución, en todas las situaciones de mi vida.

6. El Creador Universal, -ELOÍ-, es en mí, cada día mejor, en todos los aspectos de mi vida, fuente de amor, luz, sabiduría, éxito, riqueza, prosperidad, abundancia y armonía.

7. Permito que las leyes universales de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión actúen bien en el plan de mi vida.

8. Tengo prosperidad y poder. Cada día enriquezco mejor mi vida a través del servicio efectivo, del amor y de la práctica de todas las virtudes.

9. Mi dignidad personal me lleva a realizar las cosas que me competen con la máxima perfección posible.

10. Cada día, en todas formas y condiciones, en todos los aspectos de mi vida, estoy mejor y mejor a nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

11. Actúo con templanza, serenidad, autodominio y perfecto equilibrio en todo. Conservo plena autonomía y control sobre todas mis facultades físicas, mentales, emocionales, intelectuales y espirituales. Hecho está. (Visualizar un escudo protector de luz que te envuelve y protege; -una pirámide-).

12. Tengo fortaleza, valor, confianza y fe suficiente para triunfar y alcanzar todas mis metas, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y en armonía con sus planes cósmicos. Soy inmune e invulnerable a las influencias y sugestiones del medio ambiente y de cualquier persona a nivel físico, mental, emocional y espiritual, en las dimensiones objetivas y subjetivas y en cualesquiera otras en que sea requerido.

13. El orden universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión se establece en mi vida, en todos mis asuntos y en las personas interrelacionadas, aquí y ahora. Hecho está.

14. Asumo la responsabilidad de mis actos y cumplo bien todos mis compromisos, siempre oportunamente, de acuerdo con el orden cósmico.

15. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos da abundancia y armonía en el eterno presente. Vivo en abundancia y en armonía perfectas, aquí, ahora y siempre.

16. El Creador Universal, -ELOÍ-, se está ocupando de todo, en todos los aspectos de mi vida, y se expresa en mí conciencia intuitiva por medio de los sentimientos en correspondencia con los valores universales.

17. Gracias, Creador Universal, -ELOÍ-, por esta vida maravillosa. Que Tu Inteligencia Infinita, Amor, Sabiduría, Justicia, Luz, y Poder Creador guíen, adecuadamente, todas mis decisiones y acciones, ahora y siempre. Gracias, Eloí, por este día maravilloso.

18. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos proteja, aquí y en cualquier lugar, ahora y siempre. (Tres veces).

19. Siempre espero lo mejor, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y la Ley Cósmica, en armonía con todos.

20. Gracias, Creador Universal; todo va bien en todos los aspectos de mi vida, a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Eloí, todo va bien en mis practicas espirituales y en mi relación Contigo; Tú y yo formamos una unidad perfecta, armónica, aquí y ahora, en el eterno presente. Yo soy Tú, Tú eres yo. Te amo.

21. Voy a realizar –obtener o resolver- (mencionar), antes del: (fecha), de acuerdo al orden divino y en armonía con todos. (Si se trata de varios objetivos, anótelos y haga la afirmación y visualización con cada uno de ellos. Imagínelo concluido satisfactoriamente sin imponer canal alguno de manifestación.)

22. Tengo serenidad y calma imperturbable. Soy impasible frente a todo y a todos. No tengo temor a nada, a nadie ni de nadie en ningún nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero. Dentro de mí vibra la seguridad total. Tengo completa confianza en la vida y en mi propia capacidad de resolver situaciones y alcanzar los resultados satisfactorios que preciso, en cada caso, siempre.

A continuación anoté la fecha: Lunes 12 de agosto de 1967. Luego, tal como me lo indicó el Venerable hombre, anoté la fecha que correspondía veintidós días después: 03 de septiembre de 1967.

Acto seguido, me senté cómodamente, tomé tres respiraciones profundas y realicé la meditación.

Luego, cada noche, durante veintidós días, a las once en punto, me iba a mi cuarto, daba indicaciones de no ser interrumpido durante veinte minutos y realizaba la meditación del día, la cual, siempre complementaba con la lectura breve de uno de los libros de cabecera que siempre suelo tener en mi mesa de noche.

Iba notando, día a día como emergía de mi interior una nueva y desconocida fortaleza, seguridad, estado de ánimo contento, actitud más decidida, optimismo frente a la vida y a las situaciones; comencé a llevarme mejor en las relaciones con las demás personas, a ser más comedido en todo y sobre todo comenzaba a tener conciencia de cosas que antes me solían pasar desapercibidas.

Cabe destacar que, en el punto número veintiuno de la meditación, había anotado siete objetivos que desde hacía tiempo quería realizar y para mi sorpresa, treinta días después de haber terminado de efectuar la meditación del manuscrito número veintidós comencé a observar como, en forma aparentemente casual se iban manifestando la resultados de cada uno de ellos hasta que, algunos meses después, antes de la fechas previstas, los había realizado todos, menos dos, por lo cual, me senté y volví a anotar, en una hoja de mi cuaderno, otros diez objetivos, encabezados por los dos pendientes de la lista anterior, les puse la fecha tope a cada uno, antes de la cual debían ser logrados, para seguir visualizando, su logro, periódicamente.

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jueves, 12 de diciembre de 2013

Léon Denis, el apóstol del espiritismo, Autor: J E A N - LO U I S P E T I T, Tomado de: LE JOURNAL SPIRITE N° 93 JUILLET 2013


Léon Denis, el apóstol del espiritismo
Autor: J E A N - LO U I S  P E T I T
Tomado de: LE JOURNAL SPIRITE N° 93 JUILLET 2013


Para comprender al hombre, escuchemos primero un extracto de su testamento moral: -“Llegado al atardecer de la vida, en esta hora crepuscular donde una nueva etapa finaliza, donde las sombras suben a porfía y cubren todas las cosas con su velo melancólico, considero el camino recorrido desde mi infancia, dirijo luego mi mirada hacia adelante, hacia esa salida que pronto se abrirá para mí, sobre el más allá y sus claridades eternas. A esta hora, mi alma se recoge y se despoja de antemano de las trabas terrestres; comprende el objetivo de la vida, consciente de su papel en este mundo, agradecida de los favores de Dios, sabiendo por qué ha venido y por qué ha actuado”-.
Este extracto de una de las últimas páginas de Léon Denis ubica bien al personaje: un estilo suntuoso, como ya no se acostumbra, al servicio de una gran voz, de una hermosa alma. ¿Qué retener de esta vida tan austera y tan colmada, que no se apaga sino a más de los ochenta y un años? Él mismo nos lo va a decir, en el mismo texto: “He dedicado esta existencia al servicio de una gran causa, el espiritismo que será ciertamente la creencia universal, la religión del porvenir”. Ni una sola duda, ni una sola aflicción en este momento decisivo; es la voz de un gigante que va a callar, después de la misión cumplida.
En su tiempo fue adulado por su público….
Examinemos su vida, se descubrirá allí a un hombre humilde y autodidacta llamado a la extraordinaria misión de ser portavoz del espiritismo.
Un hombre humilde y un autodidacta realizado. Nació el 1º de enero de 1846, en Foug, de padres pobres.
El padre, albañil asalariado, sin empresa personal, no podrá darle la posibilidad de seguir los estudios que su inteligencia muy vivaz y su gusto por el saber podían permitirle. La madre se ocupa del hogar y de los niños. Sus maestros intervendrán a su favor, pero la familia tiene demasiada necesidad de su salario, y sería incapaz de pagar sus gastos de matrícula. Al ritmo de los empleos del padre que es primero obrero en Estrasburgo y después en Burdeos, antes de un puesto  de jefe de una estación muy pequeña en las Landas, luego en el Jura, Léon Denis multiplica las tareas de obrero, aprendiz o ayudante de su padre. Durante sus noches, se impone un segundo empleo: lee y prosigue, solo o con la ayuda del instructor local, los estudios primarios y secundarios que no puede seguir. En 1852 la familia se establece en Tours y de allí no se moverá más; su situación económica permanece precaria siempre. Léon trabaja entonces más que nunca, primero en una industria de loza, luego una casa de cueros donde realiza pesadas labores manuales.
Destacado por su inteligencia, accede rápidamente a puestos de empleado administrativo y contable, mejor remunerados y donde va a sobresalir. Se convierte en viajante de comercio itinerante, en Francia y luego en el extranjero.
Se inscribe en cursos nocturnos que le ofrecen un complemento, y desgasta sus ojos leyendo sin cesar para adquirir una cultura universitaria. Se apasiona por la geografía y la historia, pero también por la filosofía, las artes y las letras, etc. En algunos momentos considera llevar una vida normal, casándose, en el marco de un amor compartido, pero comprende que toda su vida deberá mantener económicamente a sus padres que viven con él. Renuncia entonces al matrimonio y permanece célibe; se consuela en la lectura y los estudios. Se apasiona por las grandes cuestiones de la filosofía. Dios le atrae, pero rechaza los dogmas... Como lee todo lo que se incluye en las vitrinas de las librerías, un día encuentra en Tours un título que le llama la atención: El Libro de los Espíritus, por Allan Kardec. Tiene dieciocho años, lo adquiere enseguida y devora el libro a escondidas de su madre, a quien teme inquietar con una literatura poco ortodoxa. Su convicción es un hecho: el espiritismo es la clave que buscaba de la comprensión del mundo. Se volverá pues espírita. Para su gran alegría, su madre, de quien es muy cercano, también lee el libro a escondidas de su hijo y manifiesta el mismo entusiasmo.
Su padre se adherirá posteriormente. Toda la familia alienta al hijo pródigo a entrar al servicio del espiritismo que se difunde rápidamente en Francia. Desde 1862 se forman varios grupos espíritas en Tours, con él, luego alrededor de él, pues allí también se destaca rápidamente por su cultura y sus múltiples talentos. A partir de allí ha encontrado su vocación; desde Tours se convierte en uno de los faros del espiritismo de su época.
En adelante su carrera acumula responsabilidades y éxitos nacionales e internacionales. Tours le permite a Léon Denis conocer las escuelas de pensamiento que lo prepararán para una admirable carrera de orador.
La educación le apasiona: rápidamente se convierte en militante de la Liga de la enseñanza que difunde en Tours, así como en otras partes, el programa de la escuela republicana gratuita, laica y obligatoria. El militante convencido se convierte en un propagandista muy apreciado. Combina sus viajes de negocios con un ciclo de conferencias, a veces con Jean Macé, presidente de la Liga de la enseñanza, en favor de poner en marcha la escuela republicana.
Igualmente, en 1869, es admitido en el seno de la Francmasonería en la logia de los “Démophiles”, (los amantes del pueblo), cuyas ideas laicas y republicanas complementan la doctrina de la Liga de la enseñanza.
Rápidamente se convierte en el orador de su logia, es decir el que cierra los debates y pronuncia los discursos. Esto se corresponde bien con su gusto por una cultura humanista, y le obliga a leer aún más y a preparar sus intervenciones. Con mucho es el espiritismo el que predominará en su preferencia, con su práctica personal en el seno de los círculos espíritas de Tours. Lee todos los libros y artículos que puede encontrar sobre el tema; y rápidamente se convierte en una enciclopedia espírita.
En vida se reunirá poco con Allan Kardec: tres veces en total, a partir de 1867, pero será recibido por él en París, antes del deceso del Maestro en marzo de 1869.
La guerra de 1870 pone fin a este aprendizaje, en pro del compromiso patriótico. Primero es exonerado y más tarde, después de la derrota de Sedan, es aceptado en los ejércitos de la República donde obtiene rápidamente sus galones de suboficial y luego de oficial. El fin de la guerra lo reintegra a Tours y a su destino marcado por las sesiones espíritas; es alentado por los Espíritus para que se dedique a la propaganda y la difusión del espiritismo. A partir de 1873, comienza a escribir para este trabajo de difusión que lo lleva a aceptar conferencias en las ciudades, hasta cuarenta y cinco por año, y donde ejerce también su trabajo de representante de comercio. Será cerca de Tours, luego en Francia, en Córcega y finalmente en el extranjero: Italia, Túnez, África del Norte. Para él, estos viajes son también fabulosas oportunidades de descubrir paisajes, hábitos y costumbres de vida. Por ejemplo, surcará a pie el Alto Atlas, casi solo, yendo a lugares por donde ningún europeo había pasado. Desarrolla un amor muy particular por la naturaleza, los animales y los humildes.
Se convierte en un apasionado de la montaña, que también incita a la elevación del espíritu, hacia las realidades del más allá que le apasionan.
Sus cualidades de orador lo hacen cada vez más apreciado. Un notable local le propone, a los treinta y cinco años, convertirse en su sucesor en la Asamblea Nacional. Declina cortésmente la invitación, alegando principalmente sus problemas de salud.
………………………
En diciembre de 1882, lógicamente es nombrado miembro de un congreso nacional destinado a crear la Fundación de Estudios Espíritas, encargada de la difusión de las ideas espíritas, especialmente con un periódico,
Le Spiritisme. Desde entonces frecuenta hasta su muerte a Amélie Boudet, viuda de Allan Kardec, a Pierre-Gaétan Leymarie, célebre librero y más tarde editor en París, que se ha puesto al servicio del espiritismo, igualmente a Gabriel Delanne, otro hijo espiritual de Allan Kardec, y a muchas otras personalidades. Es reconocido como orador tanto como colaborador regular de las revistas espíritas, y luego como autor de obras de doctrina espírita, en la más estricta línea de la enseñanza de Allan Kardec. Durante el Congreso Internacional Espírita de 1889, donde los numerosos adversarios del espiritismo le hacen la vida imposible a los espíritas, defiende brillantemente las tesis. Igual que Kardec, aparece como un brillante defensor del espiritismo experimental y científico. También sostiene regularmente el destino divino del hombre, más allá de los dogmas y las pequeñeces de las religiones. En conjunto, gusta mucho su estilo brillante y poético al servicio de ideas muy cercanas al mensaje de Jesús; los críticos lo exaltan, o bien lo demuelen, cuando están al servicio de ideas tradicionales como las del clero católico oficial. Hasta la Gran Guerra, proseguirá conferencias, congresos espíritas y encuentros con todos los auditorios: mineros belgas, obreros del Norte, pequeños y medianos burgueses, universitarios, aristócratas y gente modesta, sobre todos los temas vinculados con el espiritismo: espiritismo e idea de Dios, espiritismo y cuestiones sociales, materialismo y espiritualismo, el ser y el destino, etc. Atrae a sus ideas a numerosas personalidades, aun entre el clero. Pasa por todas las ciudades, incluyendo Nancy, donde fue todo un éxito evocando sus orígenes loreneses y su admiración por Juana de Arco, sobre quien se volverá inagotable.
Es presidente del Congreso Espírita Internacional de 1900 y comienza a combatir las ideas de la metapsíquica, antecesora de nuestra actual parapsicología, que reconoce los fenómenos paranormales, pero rechaza toda noción del más allá. Según esta teoría no habría sino fenómenos humanos, aún no aclarados. Él, defiende brillantemente los fenómenos espíritas y su vínculo con el mundo de los espíritus. También es muy brillante en los Congresos de Lieja en 1905, como presidente honorario y luego en el Congreso de Bruselas en 1910, finalmente en el Congreso Internacional de Ginebra en 1913. Termina los Congresos en 1925, en plena gloria y siendo largamente aclamado por el Congreso entero.
Su amigo Gaston Luce lo describe así: “Léon Denis era de estatura mediana, de ancho de espalda un tanto macizo.
Caminaba balanceando los hombros como un viejo lobo de mar. Todo en su persona daba impresión de robustez y solidez… Afanoso, el intenso trabajo cerebral acapara la mayor parte de sus fuerzas. Su salud seguía siendo delicada pero eso no le impedía ser un intrépido caminante… Se sentía que la voluntad reinaba soberana en él… Bajo la frente inclinada en forma de torre, a lo Hugo, el rostro que corta el mostacho galo, irradia inteligencia”. Después de la muerte de sus padres, cuando ha vivido mucho tiempo con su madre, se encuentra solo, desde 1903 y cada vez más invidente. Los amigos y relacionados compensarán un poco la soltería forzada. Durante un tiempo vive también con la Sra. Forget, su médium preferida, que falleció en 1917. El anciano cambia completamente de apariencia, y cada vez más recuerda a un druida con su frondosa barba; sus contemporáneos evocarán un parecido con Tolstoi. Palia su soledad con una sólida red de amistades y relaciones. Su reputación se torna inmensa; tenderá sin embargo a chocar con la pequeñez de los hombres y especialmente con sus celos. En 1906 se gana enemigos suplementarios al intervenir vigorosamente en el caso del médium Miller, de excelente reputación hasta entonces, pero pillado in fraganti en simulación de un espíritu, durante una sesión de espiritismo en París. Léon Denis condena firmemente toda estafa, pero igualmente recuerda que no por ello hay lugar para considerar como trampas todas las manifestaciones obtenidas, cuya seriedad y veracidad han sido demostradas con gran frecuencia. …….. Siempre salta con ímpetu a la palestra y desarma las cábalas.
………………
Sabemos que en este mundo el hombre abusa de todo, hasta de las cosas más sagradas. El espiritismo tiene sus simuladores y sus exaltados, como la ciencia tiene sus charlatanes y como la religión tiene sus impostores”.
Seduce a numerosas personalidades, que pasan a verlo y mantienen correspondencia con él. Será el caso de Arthur Conan Doyle, que lo traducirá y difundirá en el mundo anglosajón. Jean Jaurès lo recibirá personalmente en Tolosa y le testimoniará su amistad.
El viejo luchador se cansa. Abandona el extenuante ciclo de conferencias pero escribe mucho para las revistas de espiritismo. En 1910 renuncia a la Sociedad Francesa de Estudios de los Fenómenos Psíquicos, luego de pérfidos ataques internos que lo agobian. Y, por más que se afligió Gabriel Delanne, que dirigía junto con él esta realización, mantuvo su renuncia, conservando toda su amistad por Delanne. Sobreviene la gran guerra, que suspende totalmente los progresos del espiritismo. Léon Denis, que en 1914 tiene sesenta y ocho años, va a sufrir profundamente por ese retorno a la brutalidad, sin desesperar nunca de la salida favorable del conflicto. Termina casi ciego y muy disminuido físicamente, pero su espíritu y su determinación están intactos. Aprende el braille y debe tomar una secretaria hasta el final de su vida, para dictarle correspondencia y libros. Permanece en el trabajo en favor del espiritismo.
Jean Meyer, próspero empresario convertido al espiritismo, pondrá toda su fortuna y toda su alma en esta obra de renacimiento. Pide ayuda a Léon Denis que le promete una colaboración regular en la nueva Presse Spirite. Rechaza en cambio el cargo de presidente de la nueva Unión Espírita, a pesar de la insistencia de Meyer. Su salud, su casi ceguera, así como su edad y su deseo de no dejar más Tours, prevalecen sobre el deseo de ser todavía útil. Acepta a lo sumo una honrosa “Presidencia honoraria”. El Congreso Internacional de 1925 en París, que es su último mandato, dedica una casa a los espíritas así como al Instituto Metapsíquico Internacional. Observa con satisfacción este ascenso y se retira definitivamente en su casa de Tours, para no dedicarse más que a la escritura, para las revistas y para sus últimos libros. Desencarna el 12 de abril de 1927, apenas un mes después de haber terminado El Genio Celta, ampliamente inspirado por el espíritu de Allan Kardec.
Encontrémosle durante la redacción de su testamento filosófico. Se le percibe orgulloso de la vida que ha vivido: “Por la causa del espiritismo he renunciado a todas las satisfacciones materiales, pero en definitiva soy feliz de acercarme a los que me esperan allá arriba en la luz divina… Quiero que los recursos que dejo sean dedicados al servicio de esta misma causa”. Ni un solo arrepentimiento, y una fe tan ardiente como al comienzo de su apostolado. Parte en plena gloria, persuadido de que, después de él, el espiritismo no puede sino crecer y embellecerse especialmente en Francia. Pero, por el contrario, hubo un creciente retroceso con la metapsíquica y luego con la parapsicología que cortó los puentes con el más allá. Finalmente, las ideologías totalitarias engendraron la última gran guerra y abrieron un bulevar al materialismo dominante.

¿Habría Léon Denis luchado en vano? Felizmente podemos afirmar que nada de eso. Desde el más allá, sigue con entusiasmo el renacimiento del espiritismo, especialmente a través de nuestro grupo espírita conforme a la teoría y la práctica de Allan Kardec. Escuchémosle, en mensaje espírita: “El espíritu se incorpora, se une entonces a un cuerpo extraño (en este caso se trata de una sesión de incorporación) para encontrarse con las sensaciones pasadas a fin de proponerles (en el sentido de discutir con los espíritas) sobre la verdad, sobre su supervivencia, sobre su vida, sobre su amor, sobre sus envidias y, en fin, sobre su deseo de decirles: No, yo no estoy muerto, vivo como viven ustedes, simplemente que en un plano distinto”. ¿De qué nos habló? De espiritismo, evidentemente. Cito otro mensaje: “Espiritismo viviente, espiritismo que es preciso afirmar siempre en su definición, espiritismo que es preciso revelar siempre a aquellos que aún no saben, espiritismo vivido entre los hombres, espiritismo que vengo a seguir viviendo con ustedes”. Se le encuentra siempre en su inmenso amor a Dios; cito otro mensaje: “Nosotros somos la filosofía del infinito. Somos la filosofía de Dios, de Dios que ya no es más un misterio, sino de Dios que es preciso saber mirar, sino de Dios que es preciso saber escuchar, sino de Dios que es preciso saber amar”. Este mensaje de esperanza está acorde con toda su vida: el espiritismo sigue siendo para él el porvenir filosófico y social del mundo y su renovación está siempre en marcha luego de las traiciones y los olvidos materialistas. Es por esa metamorfosis que Léon Denis sigue expresándose.

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