domingo, 17 de enero de 2010

RECTAS Y ARMONIOSAS PALABRAS: -"Rectas palabras, constituyen la tercera vertiente del Noble Sendero Óctuple concebido por Sakyamuni, Sidharta Gautama, para transmutar el estado de insatisfacción interior en su polaridad positiva, canalizando, adecuadamente, la energía creadora del ser". Giuseppe Isgró Cattafi





RECTAS Y ARMONIOSAS PALABRAS

©Giuseppe Isgró C.


–“..Juzgando por las palabras la intención de quien las decía”-.
“Uno de los mayores trabajos que los “jefes” tienen, entre otros muchos, es el de estar obligados a escuchar a todos y a responder a todos”-.
Miguel de Cervantes y Saavedra


Rectas palabras, constituyen la tercera vertiente del Noble Sendero Óctuple concebido por Sakyamuni, Sidharta Gautama, para transmutar el estado de insatisfacción interior en su polaridad positiva, canalizando, adecuadamente, la energía creadora del ser.
Ya en las Leyes de Manú, se establece que la palabra es creadora de karma, en ambas polaridades. La persona, por medio de la palabra correcta puede alcanzar cualquier objetivo válido, o, por lo contrario, ocasionar perjuicios de los cuales será responsable y por los que, oportunamente, tendrá que responder.
Existen cuatros elementos que constituyen aspectos esenciales en la creación de circunstancias favorables o no, en la vida de cualquier persona; ellos son: 1) Los pensamientos; 2) los sentimientos; 3) las palabras; y, 4) las acciones. Los dos primeros, comportan fases unipersonales, que, inicialmente, sólo afectan a quien que los experimenta; por ejemplo, los pensamientos y los sentimientos, están dotados de energía en polaridad positiva y negativa, por lo cual tan pronto se le dé cabida, en la mente y en la conciencia, activan, en forma instantánea, a la ley de atracción, atrayendo a la propia existencia, circunstancias análogas a lo pensado o a lo sentido, surgiendo las respectivas coincidencias mediante la imantación de nuevas realidades de acuerdo con los mismos.
Cuando existe un estado de insatisfacción interior, lo que se precisa hacer, en forma inmediata, es transmutar los propios pensamientos y sentimientos en sus polaridades opuestas positivas y canalizarlos hacia el exterior mediante la enunciación de objetivos claramente definidos, por escrito, condición esta última indispensable para darle carácter de permanencia en el espacio y en el tiempo, y asegurar, simultáneamente, su realización. Tan pronto como los pensamientos y los sentimientos se transformen en palabras y en acción, que afecten a otras personas, positivamente o en forma contraria, se activa, instantáneamente, a la ley del karma, cosechando lo mismo que, originalmente, se ha sembrado en la mente y se ha ejecutado en la vida.
La importancia de las rectas palabras es de múltiples efectos: con ellas se puede construir o destruir; elogiar o denigrar; estimular o inhibir; armonizar o lo contrario; lograr objetivos positivos o dejar de hacerlo; triunfar o no; alcanzar los resultados anhelados o no obtener respuesta alguna, entre una extensa gama de variantes.
La palabra puede expresarse en forma: hablada y escrita, o, mediante el silencio, una sonrisa, un gesto, un símbolo, un acto o cualquier otro medio que la canalice.
La palabra puede ser oportuna o a destiempo, efectiva o inefectiva, amable o lo contrario, agradable o desagradable, positiva o negativa, denotando: cortesía o descortesía, sinceridad o hipocresía, fervor o frialdad, interés o desinterés, deseos de ayudar o perjudicar, amor u odio, justicia o injustica, fortaleza o debilidad y así, expresar cualquier contenido análogo a los valores universales en ambas polaridades, canalizados, inicialmente, como sentimientos, y acto seguido, en forma de silencio o mediante palabras.
En cualesquiera de sus medios de expresión, la recta palabra siempre debe reflejar la claridad de ideas y conceptos que aporten o faciliten la lucidez de quienes se desea obtener una respuesta u objetivo de determinada índole, y por supuesto, debe estar acompañada del respectivo sentimiento de justicia, amor, amistad, u otro valor, para potenciarla, y corresponder siempre a la verdad, conocida o por conocer, única manera de transmitir la certeza de su rectitud y elementos benéficos para todas las partes involucradas.
Dado que el ser humano está dotado de libre albedrío, es preciso respectar la decisión de la persona involucrada, caso contrario se tendrá que asumir las consecuencias de los efectos nocivos que, mediante un consentimiento viciado por la manipulación o las acciones convincentes indebidas, se haya ocasionado a la otra parte, lo cual siempre implica un costo, generalmente demasiado elevado para asumirlo.
Jamás debería ejercerse presión alguna para que la otra parte dé su consentimiento a una propuesta determinada. Es preciso actuar con desapego de los resultados en todos los casos; si se han aportado los elementos de juicios correctos, éstos deben ser suficientes para que la persona en particular, una vez analizados, tome la respectiva decisión, después de lo cual, ella asumirá su propia responsabilidad por los efectos de la misma y las consecuencias o recabará los beneficios, inherentes. El costo de oportunidad que la persona pagaría dejando de tomar la decisión pertinente en el enfoque propuesto y los beneficios respectivos que devengaría, deben constituir los elementos de juicios válidos como única presión para que la persona se decida favorablemente, bien sea aceptando llevar a cabo determinados actos o, en los casos en que lo ameriten, dejar de hacerlo.
¿De qué serviría lograr algo cuando lo ha sido no por la espontánea voluntad de la persona sino por la presión ejercida? Dicho resultado dejaría de tener valor alguno para alguien inteligente que espera recibir, en todos los casos, valor por valor. Hay cosas que no tiene sentido alguno obtenerlas mediante el ejercicio de la fuerza o de la manipulación, por ejemplo: el amor, la amistad, la justicia, el aprecio, una negociación, la confianza de los clientes, y cualesquiera otros aspectos, para lo cual es necesario que la persona desarrolle en elevado grado el valor de la autenticidad, es decir, ser y no aparentar. William Blake, dijo, en cierta oportunidad: -“Nadie vuela demasiado alto si lo hace con sus propias alas”. Se podría agregar, también, que nadie caerá de esa posición, por la solidez de la misma.
En la hoja de vida espiritual de cada ser, se registran los pensamientos, los sentimientos, las palabras y los actos, activando, respectivamente, a la ley de atracción y a la del karma, así como a todas las leyes inherentes: afinidad, justicia, igualdad y compensación, entre otras.
Es preciso, en toda palabra emitida, regirse por la justicia, como elemento esencial para que resulte recta en sus propósitos y resultados; lógicamente, para lograrlo, se hace necesario poseer una recta opinión de las cosas, que implique la visión exacta de la realidad, sin la cual, es imposible lograrlos en ningún acto realizado o palabra emitida. Para alcanzar esa visión correcta de la verdad universal, se requiere estudiar a fondo las leyes y valores universales y poseer una perspectiva de conjunto que permita sopesar el pro y el contra de cada situación sometida a la propia consideración. Es decir, en cada caso hay que ver más allá de las apariencias y tener confianza en las aplicaciones coercitivas y coactivas de la ley cósmica, la cual, mediante la ley de afinidad y de las que les son inherentes, ubica y reubica a los seres y a las cosas en el orden que le corresponde en el concierto universal, desde cuya posición precisará, cada quien, compensar sus propias palabras o acciones o recibir las que le correspondan, por lo cual, sin necesidad de ejercer presión alguna, la misma ley cósmica va nivelando las cosas de acuerdo a la ley de compensación y por las indicaciones del fiel de la balanza de la justicia divina, frente a la cual todos los seres son iguales ante la ley y dentro de ella.
Al ser acreedor frente a las acciones ajenas, es preciso controlar las propias palabras, por las cuales, cada quien, por los efectos de las mismas, podría pasar, en un momento dado, de esa posición privilegiada, a la contraria de deudor. A tales efectos, es preciso no emitir opinión alguna que afecte el saldo favorable en las compensaciones de las cuales se es acreedor; en cambio de ello, se tiene el derecho de ejercer las acciones legales pertinentes para obtener la compensación correspondiente, y cuando, pese a las apariencias contrarias o evidentes de que mediante la justicia humana o el libre albedrío de las personas involucradas, no es posible lograr el efecto buscado, es mejor quedarse tranquilo y esperar la actuación coercitiva y coactiva de la ley cósmica, quien, oportunamente, efectuará la compensación pertinente, sin lugar a dudas.
En toda palabra emitida, es preciso tener presente el objetivo buscado y el resultado que se debe alcanzar, en el mejor y en el peor de los casos. Hay que hacerse cargo probable del efecto de la misma y de estimar que no obtendrá lo que busca, es mejor guardar silencio. El silencio, muchas veces, suele ser más efectivo que todas las palabras que se puedan emitir y denota la actitud de confianza en la persona que permanece callada, así como el reflejo de su madurez espiritual o personal, el autodominio, el control de la situación y la capacidad de seguir adelante con la mirada puesta en el fin último positivo que se busca alcanzar. Cada quien debe plantearse que, si expresa lo pensado, ¿el probable resultado que obtendrá, en el mejor de los casos, satisfará sus expectativas? Y, en el menos favorable de ellos, ¿podrá controlar la situación? De ser así, puede emitir, con confianza, la palabra recta que corresponda a esa situación u otra inherente. Si lo expresado no resultará mejor que el silencio, es mejor optar por esta opción y descubrir, de esta manera, el tremendo poder de quedarse callado, para que, además de evitar el efecto antagónico a los propios objetivos, asegurar que los propósitos que le animen sean alcanzados oportunamente y de la mejor forma, con dignidad.
Lo anterior implica hablar por objetivos y resultados, de acuerdo al valor de la justicia y/o a cualesquiera otros valores inherentes en cada caso sometido a la propia consideración.
Es decir, la recta palabra debe estar sujeta a la recta opinión, a los rectos e inquebrantables propósitos, debiendo estimular: la acción correcta, los adecuados medios de sustentamiento de vida, el esfuerzo suficiente, a la precisa atención y a la debida concentración.
Si lo expresado corresponde a la recta palabra, verbal o escrita, los resultados lejos de crear karma negativo, siempre serán positivos, en el mejor y en el peor de los casos.
La expresión del agradecimiento, en cada palabra emitida, debe siempre reflejar el propio reconocimiento a las partes contrarias, así como el elogio por las actitudes y acciones correctas de los demás. Al reconocer el mérito ajeno y manifestar la propia gratitud por los beneficios obtenidos, o por los que se espera obtener, siempre se granjea la buena voluntad ajena, sobre todo si se actúa en armonía con la justicia y otros valores interrelacionados.
La recta palabra es un instrumento efectivo para lograr cualquier resultado favorable en todas las acciones humanas y denota el desarrollo personal, profesional o espiritual de la persona en particular, así como su madurez emocional, estado de conciencia y visión de la realidad.
En el ejercicio de la propia profesión o actividad de trabajo, en la vida familiar y en la social, la palabra resulta un instrumento de incomparable valor para interrelacionarse adecuadamente con las personas, en todos los niveles.
La palabra escrita, es el medio para lograr resultados que muchas veces parecerían superar toda expectativa. Un abogado que domine este recurso sometido a la aplicación de todos los valores inherentes, que ilustre a las personas involucradas en los pormenores del caso que les ocupe, haciéndoles ver el pro y el contra de las situaciones, las ventajas y desventajas de ciertas decisiones, sin esfuerzo alguno y sin presión indebida, conducirá a que cada persona adopte la mejor decisión a sus intereses, evitando pagar costos de oportunidad indebidos, y alcanzar el resultado positivo para los propios intereses, los de sus clientes y los de todas las partes involucradas.
Generalmente, y salvo raras excepciones, jamás es necesario expresarse duramente para alcanzar un objetivo determinado mediante las propias palabras verbales o escritas. Al contrario, la amabilidad, la cortesía, el respeto, el amor, la bondad, la justicia, la verdad, la humildad, la simpatía, el elogio sincero, la sonrisa, la calma imperturbable, la paciencia, la serenidad, la confianza y la expectativa positiva, la tenacidad, la impasibilidad, entre otros, son valores coadyuvantes al logro positivo en cada palabra emitida, en todas las situaciones. Y cuando pareciera que no hay nada que hacer, es preciso dejar las cosas tranquilas para que las aguas vuelvan a su propio cauce, enfriando el ánimo acalorado de las partes, después de lo cual, el efecto coercitivo y la acción coactiva de la ley cósmica, actuando en la conciencia de cada quien, inspira la percepción pertinente para que las cosas se resuelvan de la mejor manera posible y por el canal más conveniente a los intereses de todas las partes involucradas. Oportunamente, aflorará, en la mente, -y en la conciencia-, la percepción intuitiva o la inspiración, que señalará el mejor camino a seguir. Simultáneamente, se suele experimentar la fuerza de empuje o la de bloqueo, según sea el caso. En gran número de ocasiones, mientras dicha idea clara deje de aflorar en la mente, resulta más conveniente no iniciar acción alguna, lo cual requiere autodominio, elevada dosis de paciencia, convencimiento adecuado a la realidad de la justicia que le asiste y sobre todo inquebrantable expectativa positiva. Ya lo dijo Don Quijote: -“Tiempos hay de acometer y tiempos de retirar”-.
En todos los casos, la actitud correcta debe ser: -“Lo que el Creador Universal quiera –por la ley cósmica-; nada se le asemeja”-, con lo cual se deja fluir a los acontecimientos para que encuentren su propio y efectivo canal de expresión, en armonía con los valores universales.
Si a pesar de haber emitido la palabra correcta y desplegado la acción recta respectiva, existe demora en lograr los resultados, es preciso conservar la calma imperturbable y la impasibilidad, dándole tiempo a que el resultado positivo se geste en el tiempo oportuno. José Antonio Páez, Prócer y Estadista venezolano, del siglo XIX, decía: -“No siempre la victoria está pronta y a veces es preciso darle tiempo a que llegue”.
Empero, tan pronto se haya emitido la palabra recta pertinente, se requiere confiar en los resultados positivos, pese a todas las apariencias en contra. En el momento menos fácil, es cuando las situaciones suelen transmutarse en su aspecto favorable, para todas las partes involucradas.
Siempre, la propia palabra debe ser portadora de paz y armonía para todos, pero esencialmente para la propia conciencia, con lo cual, además de alejar de sí todo efecto de insatisfacción, será causa creadora de la propia felicidad y autorrealización.
La recta palabra sirve para:

1. En primer lugar: escuchar con empatía, poniéndose en el lugar de la otra persona, para comprender su punto de vista. Si no se comprende cuál es la necesidad de nuestro interlocutor, -¿cómo podemos pronunciar la recta palabra, ofreciéndole el bien o servicio que precisa? Los mejores conversadores son los grandes oidores. Jamás interrumpen a quien le habla hasta compenetrarse bien de lo que quiere decirle, excepto para efectuar breves preguntas que le aclaren alguna duda y que alienten a continuar a la otra persona. Recordemos el aforismo de Cervantes: –“Y escuchémosle: que por el hilo sacaremos el ovillo de sus pensamientos, si es que canta; que de la abundancia del corazón habla la lengua”-.
2. En segundo lugar, observar con atención al interlocutor, por cuanto cualquier cosa que diga o haga, algún movimiento imperceptible, su actitud decidida o precavida, etcétera, constituyen señales que contienen un lenguaje secreto que la persona con experiencia sabe descifrar correctamente, sacando conclusiones valiosas que le habrán de guiar al pronunciar la recta y armoniosa palabra. Recordemos, a Don Quijote, cuando dice:–“Mira sus acciones y movimientos; porque si tú me los relatares como ellos fueron, sacaré yo lo que de ella tiene escondido en lo secreto de su corazón acerca de lo que al hecho de mis amores toca; que has de saber, Sancho, si no lo sabes, que entre los amantes, las acciones y movimientos exteriores que muestran, cuando de sus amores se trata, son certísimos correos que traen las nuevas de lo que allá en lo interior del alma pasa”-.
3. Comunicar, o informar, cualesquiera contenidos mentales sin límites algunos, sobre la base de la verdad, por lo cual, antes de hacerlo, es preciso conocer los hechos sobre los que se va a emitir la recta palabra.
4. Conciliar los intereses opuestos entre diferentes personas, o los propios con los ajenos. En estos casos, la fórmula salomónica, que divide por mitad la diferencia, asumiendo cada quien una parte proporcional, prácticamente, en todos los casos, salvo excepciones, suele ayudar a solucionarlos favorablemente.
5. Ordenar: impartiendo las indicaciones pertinentes a quien corresponda, dejando claros los objetivos y los resultados que deben ser alcanzados.
6. Solicitar: el pago de una acreencia; una determinada prestación; la compra de un producto o servicio; un favor o colaboración, etc. Paradójicamente, gran número de personas dejan de hacerlo o desconocen la mejor forma de realizarlo, aun incurren en esta situación líderes comerciales que precisan un mayor dominio de las técnicas profesionales de cierre de ventas o del arte de la negociación efectiva.
7. Exhortar: al bien, a la justicia, a la auto-superación, al desarrollo personal o profesional, a la espiritualidad y a la realización de una obra de bien.
8. Recomendar: representan las recomendaciones que hace una madre o un padre a sus hijos, un amigo a otro, un jefe a su colaborador, buscando los mejores resultados o la superación exitosa de un riesgo.
9. Sugerir: la sugerencia es una poderosa herramienta en el logro de los propósitos tanto por medio de la palabra hablada como de la escrita. Suele ser una modalidad que se acepta sin resistencia, ya que a nadie, le gusta recibir órdenes ni consejos, salvo los casos en que el subalterno debe obedecerlas. En todos los casos, expresar el propio parecer de la siguiente manera: -Mi sugerencia sería la de hacer tal cosa, con lo cual se obtendría tal beneficio. Acto seguido, dejar a la persona en particular que tome su propia decisión, libremente.
10. Aconsejar: sobre todo cuando alguien solicita el consejo, o a las personas que se encuentran bajo la propia tutela o que compartan intereses comunes.
11. Asesorar: a nivel profesional, el asesor aporta las informaciones pertinentes a cada caso; empero, la decisión siempre corresponderá a la persona asesorada.
12. Enseñar: múltiples vertientes se presentan en esta faceta; empero, el educador, siempre debe hacerlo buscando la emancipación mental o espiritual del educando y su desarrollo integral, por medio de la verdad.
13. Guiar: mediante la recta palabra a los discípulos, seguidores, colaboradores, miembros de un grupo de trabajo o familiar, etcétera.
14. Convencer mediante la persuasión, basando ésta en los argumentos favorables, sopesando el pro y los contras, y dejando a la persona en libertad de tomar sus propias decisiones.
15. Elogiar: el elogio sincero es fuente de estímulo poderoso y una siembra positiva en las interrelaciones humanas. Es preciso recordar que una gota de miel caza más moscas que un barril de hiel. Por lo cual, es preciso acostumbrarse más a elogiar las cualidades buenas que las personas poseen que criticar sus defectos, salvo las debidas sugerencias en los casos que las ameriten. Cervantes, dijo: –“Siempre la alabanza fue premio de la virtud, y los virtuosos no pueden dejar de ser alabados”-.
16. La recta palabra debe ser: clara y expresada con suavidad o enérgicamente, según el caso, reflejando, siempre, confianza y la propia certeza de que serán alcanzados los resultados esperados.
17. Mediante la recta palabra se da la razón a quien la tiene, aun cuando ello sea en contra de los propios intereses. De esta manera se granjea la reputación de ser una persona justa y de ello se derivan grandes beneficios que de ninguna otra manera sería posible alcanzar.
18. Con rectas y armoniosas palabras se pide disculpas o perdón por las faltas en que se haya incurrido.
19. Gratitud: la recta palabra debe reflejar el agradecimiento constante a la vida, y al Creador Universal, en primer lugar, y a todas las personas que de una u otra manera han contribuido, -y siguen haciéndolo- a nuestro bienestar. Esto ayuda a mantener el buen humor y la atención en lo que se tiene, se es o representa, en vez de quejarse de lo que se carece. La mente agradecida atrae mucho más de aquello que se posee y sintoniza la propia conciencia con la abundancia universal.
20. La recta palabra mantiene la credibilidad de quien la pronuncia y representa la mayor posesión que tiene toda persona.
21. La recta palabra implica, también, dejar de prometer algo que no se desea cumplir.
22. Recordar que, hay que decir no, cuando se desea no aceptar un compromiso ajeno a los propios intereses y dar el consentimiento, cuando el propio deber así lo indica.
23. Por último, frente a cualquier palabra inadecuada o actos incorrectos de otras personas, es preciso recordar a Don Quijote, cuando sugiere: -“No tomar represalias de nadie y vivir pacíficamente”-.

Adelante.
Madrid, 15 de enero de 2010.

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EL ENCUENTRO EN LA VICTORIA



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UN ENCUENTRO EN LA VICTORIA

Autor: ©Giuseppe Isgró C.

Del libro: La Victoria

Capítulo I

Me encontraba un día, en una fuente de aguas tranquilas, cristalinas, cuando se me acercó un Venerable hombre, vestido a la antigua usanza, con bata blanca, larga, pelo y barba que alguna vez fueron de color pelirrojo y un báculo en la mano derecha.

Concentró sus ojos en los míos; su mirada era profunda, serena y apacible.

Con voz suave y afectiva, me dijo:

-“Hola, hijo, como estás”-.

–Bien, -le contesté-; y, ¿usted?

–Por aquí andamos; -fue su respuesta-, mientras me sonreía.

-¿Dónde estamos?, -le pregunté al Venerable hombre-.

-Este sitio es conocido como La Victoria; -me contestó-. –¿Qué haces por estos lados?

-Salí esta mañana, temprano, con el coche, a dar un paseo; luego, al llegar a esta zona, me paré a contemplar la belleza de los araguaneyes y decidí caminar un poco y la verdad que, absorto en mis reflexiones, caminé por lo menos durante dos horas, hasta llegar aquí. Desconocía este hermoso lugar. Y, usted, -¿vive por aquí cerca? -le pregunté-.

Un poco más arriba, en esa colina boscosa. Hace algunos años, -relata el Venerable hombre- decidí retirarme de la agitada vida ejecutiva en que me desenvolvía profesionalmente, como abogado, en la ciudad de Quebec, Canadá, aunque he viajado por diversos países asesorando a incontables líderes. Construí la casa, en esta zona tropical, con la idea de pasar aquí los meses de invierno. Me dedico al estudio de la vida, a la meditación y a cultivar mi jardín y de vez en cuando, a escribir mis reflexiones, las cuales, algún día, habrán de ser publicadas para esparcir un poco la luz que he podido vislumbrar en mis estudios metafísicos-espirituales.

-¿Quieres tomar un café? –Me preguntó el Venerable hombre-. Lo he traído de Caripe El Guácharo; es de los más exquisitos que he probado.

-Sí, con gusto se lo acepto; -le contesté-.

Nos fuimos caminando por un sendero rodeado de árboles cargados de mangos, aguacates, naranjas y una hilera de cayenas de diversos colores. A lo lejos, el ruido de la brisa se oía apaciblemente. Todo era quietud, armonía y paz. Pero, sobre todo, lo que más me impresionaba era la apacibilidad y el sosiego del Venerable hombre de La Victoria. Emanaba de él un flujo de fuerza que, en su presencia, me sentía con un poder y una seguridad nunca antes experimentados. Fuerzas bienhechoras se iban apoderando de mí y aquella paz y relax que buscaba en la mañana, al salir a dar un paseo, sin percatarme de ello, las estaba experimentando ya.

Después de unos quince minutos de caminar, llegamos a la casa del Venerable hombre. Su aspecto exterior humilde estaba lejos de dejar entrever lo que segundos después habría de asombrarme con lo que encontré en el interior.

Al entrar, en la casa, una joven de unos veinte años saludó al Venerable hombre.

-¡Hola, abuelo!, ¿cómo estás?

–Bien, hija, -contestó el Venerable hombre-. -Prepara un poco de café, Lucía, mientras conversamos un poco, adentro.

-Por cierto, te presento a Santiago, quien ha llegado paseando hasta La Victoria.

Después de la presentación, entramos en la biblioteca del Venerable hombre. Un salón grande, lleno de estantes de libros por todas partes, lo cual hacía inimaginable dicho cuadro desde el exterior. Algunos cuadros al óleo de morichales y de personajes históricos, presentaban un ambiente acogedor. En un rincón se encontraban diversos retratos de Tagore, Gandhi, Cicerón, Séneca, Ibn Arabi y un dibujo de Don Quijote y Sancho Panza. En un pequeño cuadro, podía leerse: -“Lo que Alá quiera. Nada se le asemeja”-.

-Le felicito por este inmenso tesoro que usted tiene aquí, -le dije al Venerable hombre-. -¿Cuáles son los temas de su interés?

A lo cual, me contestó: -Como usted puede ver, Santiago, -y me invitó a recorrer los estantes- aquí hay libros de variados temas: clásicos de todos los países y épocas, desde los Vedas, los Upanishads, el Mahabaratha, los libros de Confucio, El Tao te King, de Lao Tse, el Poema de Gilgamesh, el Código de Amurabí, autores griegos, como Homero y Hesiodo. Se encuentran las obras completas de Euclides, Platón, Aristóteles, Teofrasto, Demetrio de Falereo, de los Presocráticos, Epicteto, Plutarco, etcétera; de los latinos, autores como Séneca, Cicerón, -que son mis preferidos-, Julio César, Tito Livio, Dionisio de Halicarnaso, Marco Aurelio, así como libros de Psicología, Gerencia, Sufismo, Yoga, ensayos, filosofía, parapsicología, hermetismo, El Quijote, libros de economía, filosofía, etcétera, en fin, un poco de todo lo que es preciso conocer para poder entender el significado de la vida: de dónde venimos, por qué estamos aquí y hacía dónde vamos, sin lo cual, la vida no tendría sentido, sobre todo por el gran afán a que está sometido el ser humano en la agitada vida moderna.

Nos sentamos en sendas butacas y nos entretuvimos conversando de temas diversos. Al poco rato, entró Lucía con dos tazas de oloroso café y unos biscochos, que degustamos con agrado en una amena e interesante conversación. Al fondo, podía oírse una suave música de Beethoven.

Pasamos cerca de una hora conversando de sobre la Atlántida, Egipto, los griegos, de Homero, de los sufíes, del budismo zen, los poderes del espíritu, meditación, etcétera, después de lo cual, le hice una pregunta directa.

-Seguramente, usted ha desarrollado alguna técnica de meditación y algún método de resolución de situaciones, en la vida, que me quisiera explicar, ya que, según observo, para tener usted una serenidad tan acentuada y una fortaleza física a la edad que imagino que usted debe tener, -cerca de noventa años- es porque ha encontrado en su larga experiencia algún secreto que quizás quisiera compartir conmigo.

Santiago, -me dijo el Venerable hombre, si vuelves a visitarme otro día, quizá te cuente algo que te pueda servir. Empero, antes de que te vayas, te haré entrega de unos apuntes que hace ya muchos años, en una época en que yo andaba a la búsqueda de sosiego y tratando de encontrarle sentido a la vida, un Venerable hombre que, en una edad similar a la mía, a su vez me entregara y cuya práctica asidua me permitió domar la mente, encarrilar mi vida y poner bajo control los hilos del destino. Son veintidós manuscritos, y una meditación diaria, –continuó diciendo el Venerable hombre, que si bien son ya un poco antiguos, podrás copiarlos de nuevo y si pones en práctica las técnicas que contienen, darás a tu vida un esplendor que habrá de sorprenderte agradablemente.

-Una vez que los hayas probado con total y absoluta satisfacción de tu parte, -me dijo, ponlos en limpio, en forma de libro y publícalo para que su mensaje llegue a mayor número de personas. Hacía tiempo que esperaba a alguien a quien confiarle este legado y creo que hoy, al llegar aquí, en la forma en que lo has hecho, tus pasos han sido dirigidos por Aquel que todo lo sabe y puede, por la Ley Cósmica, y en cuyos planes universales, todos somos sus instrumentos.

Me despedí del Venerable hombre y de su adorable nieta, sintiendo dentro de mí fuerzas desconocidas hasta entonces que preanunciaban grandes cambios en mi vida.

En los días siguientes, aparté una hora diaria, antes de dormirme, y leí y releí, todos los manuscritos, de la siguiente manera: En primer lugar copié la Meditación diaria en un cuaderno, el cual leí durante veintidós noches y mañanas seguidas, tal como lo indicaban las instrucciones de la misma.

Una nota al pie de página mencionaba que si yo la transcribía en un cuaderno, el hecho de hacerlo, grabaría en mi ordenador mental las instrucciones y me sería más fácil desarrollar, en mi personalidad, las cualidades y condiciones que formaban parte de los objetivos implícitos en la misma.

De los veintidós manuscritos, cada lunes, a las once en punto de la noche, copiaba uno en el cuaderno, y durante el resto de la semana, a la misma hora, lo leía y meditaba, siguiendo las fáciles y efectivas técnicas e indicaciones al inicio del mismo.

Cuatro semanas después de leer durante veintidós días seguidos, en la noche y en la mañana, la meditación diaria, comenzaron a manifestarse en mi vida una serie de cambios positivos que me dejaban asombrado a mi mismo, pero, también, los miembros de mi familia y a mis amistades; sobre todo mi semblante comenzó a ser más apacible; volví a sonreír desde el interior; mi estado anímico era de contento; me sentía más seguro de mi mismo; comencé a confiar más en la gente, en la vida y a vislumbrar el sentido de mi misión en la vida –percibía cosas que antes me pasaban desapercibidas, a pesar de haber estado siempre allí. Sentía fluir en mí una nueva corriente vivificadora de prosperidad, de felicidad, de alegría de vivir. Mi entusiasmo y amor por la vida y por mi familia, por mi trabajo y por las personas, crecía día a día. En aproximadamente dos meses había logrado muchas de las cosas en las cuales había soñado desde hacía años. Había dado un paso sorprendente en el camino de la autorrealización.

Efectivamente, pude comprobar que me fue relativamente muy fácil desarrollar las aptitudes y actitudes a nivel físico, mental, emocional, espiritual y en diversos aspectos de mi vida, como el financiero, que comenzó a mejorar casi inmediatamente, así como, surgieron nuevas oportunidades que comencé a aprovechar, casi sin esfuerzo de mi parte.

Transcurría el año de 1967 y mi vida había encontrado un sendero que habría de conducirme a cooperar en forma más efectiva en el plan divino que el Supremo Hacedor, en algún momento, había diseñado para mí.

Tres meses después volví a aquel lugar donde había encontrado al Venerable hombre de La Victoria y allí estaba la fuente que él dijo llamarse La Victoria; empero, cuando traté de encontrar el camino para llegar a la casa donde amablemente me ofreció un delicioso café, preparado por su nieta Lucía, no logré encontrarlo, pese a haber recorrido durante un par de horas por los alrededores. Pregunté a varias personas para ver si podían indicarme como llegar a la casa del Venerable hombre y cual fue mi sorpresa, nadie lo conocía.

Empero, después de tanto buscar, volví a encontrar la casa donde vivía el Venerable hombre de La Victoria, pero se encontraba abandonada. Su aspecto indicaba que debía encontrarse en ese estado un lapso mayor del que mediaba con el encuentro de aquel ser extraordinario. Es sorprendente como los inmuebles solos acusan el paso del tiempo en mayor grado que los que son habitados. Si no fuera por los manuscritos pensaría que el encuentro no fue más que un simple sueño. -¿O se trata, acaso de un sueño combinado con un fenómeno de aporte? Personalmente, no lo creo. El encuentro fue muy vívido y real. El aromático café servido por Lucía estaba exquisito. Durante varios años volví al lugar varias veces, la casa seguía sola. La última vez que volví, no la pude ubicar y sin tener tiempo suficiente para seguir buscándola, me fui. Ahora, vivo muy lejos de aquella zona, en otro continente; han transcurrido muchos años y después de tanto tiempo es poco probable que vuelva allí; pero, los manuscritos y la meditación diaria obran en mi poder, me han transformado y han enriquecido mi vida.

Durante más de treinta y cinco años he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen los manuscritos y la meditación diaria y cada vez que los pongo en práctica, experimentos los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para mí.

Su contenido es eminentemente práctico; no hay teorías superfluas. Si lleva a cabo los ejercicios que contienen, es probable que, gradualmente, se vaya efectuando la transmutación alquímica de su ser sintonizándose con los elevados resultados existenciales, los cuales, por añadidura, al ser creados a nivel mental, se van manifestando en su propia vida, oportunamente.

Sobre todo, con estos ejercicios, me percaté, cuando el Venerable hombre me entregó los manuscritos, de que se dispone de un método para domar la mente y ejercer un pleno dominio sobre la vida en general y, por ende, sobre el destino y controlar, cuando eventualmente se presenten, todas las situaciones, manteniendo un perfecto equilibrio físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

El Venerable hombre de La Victoria me comentaba que todo se puede lograr en la vida si se siembra la respectiva semilla por medio de correctas decisiones acordes con la propia y elevada auto-estima y dignidad personal, desarrollando el convencimiento de que sí se puede hacer, por medio de las afirmaciones, las visualizaciones y meditaciones, la experimentación de un estado emocional acorde al momento de ser logrados los respectivos resultados y la practica del desapego, es decir, dejar encargada a la mente psiconsciente del logro, y además, se espera el tiempo necesario haciendo, mientras tanto, todo lo que se requiere, según el caso o los objetivos por alcanzar.

Estas técnicas funcionan, me decía una y otra vez el Venerable hombre de La Victoria; luego, agregaba: -las he probado por más de cincuenta años y quien, a su vez me las entregó, habría hecho otro tanto, aseverando que eran efectivas, si yo seguía fielmente las instrucciones y las ponía en práctica con expectativas positivas.

Desde que en 1967, el Venerable hombre me hiciera entrega de los manuscritos, han transcurrido un poco más de de treinta y cinco años, durante los cuales yo también he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen, y cada vez que me ejercito con ellos, experimento los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para todos los que hemos aplicado las enseñanzas del Venerable hombre de La Victoria.

Él me repetía constantemente: -“¡Tú puedes si crees que puedes hacerlo! ¡Hazlo y tendrás el poder!

Recuerdo que ese día el Venerable hombre me dijo: -ejercer el poder con que la naturaleza de las cosas ha dotado a cada ser, cultivando los dones inherentes y aprendiendo todo lo que se pueda de sí y del vasto universo del que se forma parte, es una manera efectiva de ser cada día más feliz. Luego, cuando me despedí de él, expresó: -“¡Que cada día brille más y mejor tu luz interior!”.- Adelante.

Capítulo 2

Meditación diaria

Es lunes en la noche, son las once en punto.

Me dispongo a copiar textualmente, en el cuaderno que he dispuesto para ello, el manuscrito identificado con el título:

Meditación diaria

Dice así:

Afirme, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desee, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubra cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en su vida:

MEDITACIÓN DIARIA

Afirma, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desees, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubre cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en tu vida. Al encender la luz en la mente se ilumina la propia existencia y todo en derredor vibra al unísono y con el mismo sentimiento de felicidad y bienestar, interrelacionándose por la ley de afinidad.

1. -Entro en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, contando de tres a uno: Tres, dos, uno.

Ø Ahora, estoy ya en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre.

Ø Voy a permanecer en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, durante quince minutos y voy a programar los siguientes efectos positivos, los cuales perduran, cada vez mejor, hasta que vuelva a realizar este acceso y programación mental:

Ø Todo va bien, siempre, en todos los aspectos de mi vida, cada día mejor. (Tres veces). –Imagínalo-.

Ø Todo va bien en mi trabajo; cada día logro mejores niveles de efectividad, prosperidad, riqueza, abundancia y bienestar. (Imagínalo).

2. Formo una unidad cósmica perfecta con el Creador Universal, -ELOÍ. (Diez veces, con los ojos cerrados). Hoy se expresa en mí la Perfección universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión en todos los aspectos de mi vida.

3. -Cada día, en todas formas y condiciones, mi cuerpo y mi mente funcionan mejor y mejor. La consciencia de mi conexión permanente e indisoluble con el Creador Universal, -ELOÍ-, restablece y mantiene en mí, diariamente, durante las veinticuatro horas del día, un perfecto estado de salud a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Creador Universal, por darme un cuerpo perfecto, saludable, lleno de energía. Aquí y ahora, me siento en perfecto equilibrio de salud, a nivel físico, mental, emocional y espiritual.

4. Afronto y resuelvo bien toda situación que me compete, siempre.

5. Todo tiene solución, en todas las situaciones de mi vida.

6. El Creador Universal, -ELOÍ-, es en mí, cada día mejor, en todos los aspectos de mi vida, fuente de amor, luz, sabiduría, éxito, riqueza, prosperidad, abundancia y armonía.

7. Permito que las leyes universales de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión actúen bien en el plan de mi vida.

8. Tengo prosperidad y poder. Cada día enriquezco mejor mi vida a través del servicio efectivo, del amor y de la práctica de todas las virtudes.

9. Mi dignidad personal me lleva a realizar las cosas que me competen con la máxima perfección posible.

10. Cada día, en todas formas y condiciones, en todos los aspectos de mi vida, estoy mejor y mejor a nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

11. Actúo con templanza, serenidad, autodominio y perfecto equilibrio en todo. Conservo plena autonomía y control sobre todas mis facultades físicas, mentales, emocionales, intelectuales y espirituales. Hecho está. (Visualizar un escudo protector de luz que te envuelve y protege; -una pirámide-).

12. Tengo fortaleza, valor, confianza y fe suficiente para triunfar y alcanzar todas mis metas, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y en armonía con sus planes cósmicos. Soy inmune e invulnerable a las influencias y sugestiones del medio ambiente y de cualquier persona a nivel físico, mental, emocional y espiritual, en las dimensiones objetivas y subjetivas y en cualesquiera otras en que sea requerido.

13. El orden universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión se establece en mi vida, en todos mis asuntos y en las personas interrelacionadas, aquí y ahora. Hecho está.

14. Asumo la responsabilidad de mis actos y cumplo bien todos mis compromisos, siempre oportunamente, de acuerdo con el orden cósmico.

15. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos da abundancia y armonía en el eterno presente. Vivo en abundancia y en armonía perfectas, aquí, ahora y siempre.

16. El Creador Universal, -ELOÍ-, se está ocupando de todo, en todos los aspectos de mi vida, y se expresa en mí conciencia intuitiva por medio de los sentimientos en correspondencia con los valores universales.

17. Gracias, Creador Universal, -ELOÍ-, por esta vida maravillosa. Que Tu Inteligencia Infinita, Amor, Sabiduría, Justicia, Luz, y Poder Creador guíen, adecuadamente, todas mis decisiones y acciones, ahora y siempre. Gracias, Eloí, por este día maravilloso.

18. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos proteja, aquí y en cualquier lugar, ahora y siempre. (Tres veces).

19. Siempre espero lo mejor, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y la Ley Cósmica, en armonía con todos.

20. Gracias, Creador Universal; todo va bien en todos los aspectos de mi vida, a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Eloí, todo va bien en mis practicas espirituales y en mi relación Contigo; Tú y yo formamos una unidad perfecta, armónica, aquí y ahora, en el eterno presente. Yo soy Tú, Tú eres yo. Te amo.

21. Voy a realizar –obtener o resolver- (mencionar), antes del: (fecha), de acuerdo al orden divino y en armonía con todos. (Si se trata de varios objetivos, anótelos y haga la afirmación y visualización con cada uno de ellos. Imagínelo concluido satisfactoriamente sin imponer canal alguno de manifestación.)

22. Tengo serenidad y calma imperturbable. Soy impasible frente a todo y a todos. No tengo temor a nada, a nadie ni de nadie en ningún nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero. Dentro de mí vibra la seguridad total. Tengo completa confianza en la vida y en mi propia capacidad de resolver situaciones y alcanzar los resultados satisfactorios que preciso, en cada caso, siempre.

A continuación anoté la fecha: Lunes 12 de agosto de 1967. Luego, tal como me lo indicó el Venerable hombre, anoté la fecha que correspondía veintidós días después: 03 de septiembre de 1967.

Acto seguido, me senté cómodamente, tomé tres respiraciones profundas y realicé la meditación.

Luego, cada noche, durante veintidós días, a las once en punto, me iba a mi cuarto, daba indicaciones de no ser interrumpido durante veinte minutos y realizaba la meditación del día, la cual, siempre complementaba con la lectura breve de uno de los libros de cabecera que siempre suelo tener en mi mesa de noche.

Iba notando, día a día como emergía de mi interior una nueva y desconocida fortaleza, seguridad, estado de ánimo contento, actitud más decidida, optimismo frente a la vida y a las situaciones; comencé a llevarme mejor en las relaciones con las demás personas, a ser más comedido en todo y sobre todo comenzaba a tener conciencia de cosas que antes me solían pasar desapercibidas.

Cabe destacar que, en el punto número veintiuno de la meditación, había anotado siete objetivos que desde hacía tiempo quería realizar y para mi sorpresa, treinta días después de haber terminado de efectuar la meditación del manuscrito número veintidós comencé a observar como, en forma aparentemente casual se iban manifestando la resultados de cada uno de ellos hasta que, algunos meses después, antes de la fechas previstas, los había realizado todos, menos dos, por lo cual, me senté y volví a anotar, en una hoja de mi cuaderno, otros diez objetivos, encabezados por los dos pendientes de la lista anterior, les puse la fecha tope a cada uno, antes de la cual debían ser logrados, para seguir visualizando, su logro, periódicamente.

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domingo, 17 de enero de 2010

RECTAS Y ARMONIOSAS PALABRAS: -"Rectas palabras, constituyen la tercera vertiente del Noble Sendero Óctuple concebido por Sakyamuni, Sidharta Gautama, para transmutar el estado de insatisfacción interior en su polaridad positiva, canalizando, adecuadamente, la energía creadora del ser". Giuseppe Isgró Cattafi





RECTAS Y ARMONIOSAS PALABRAS

©Giuseppe Isgró C.


–“..Juzgando por las palabras la intención de quien las decía”-.
“Uno de los mayores trabajos que los “jefes” tienen, entre otros muchos, es el de estar obligados a escuchar a todos y a responder a todos”-.
Miguel de Cervantes y Saavedra


Rectas palabras, constituyen la tercera vertiente del Noble Sendero Óctuple concebido por Sakyamuni, Sidharta Gautama, para transmutar el estado de insatisfacción interior en su polaridad positiva, canalizando, adecuadamente, la energía creadora del ser.
Ya en las Leyes de Manú, se establece que la palabra es creadora de karma, en ambas polaridades. La persona, por medio de la palabra correcta puede alcanzar cualquier objetivo válido, o, por lo contrario, ocasionar perjuicios de los cuales será responsable y por los que, oportunamente, tendrá que responder.
Existen cuatros elementos que constituyen aspectos esenciales en la creación de circunstancias favorables o no, en la vida de cualquier persona; ellos son: 1) Los pensamientos; 2) los sentimientos; 3) las palabras; y, 4) las acciones. Los dos primeros, comportan fases unipersonales, que, inicialmente, sólo afectan a quien que los experimenta; por ejemplo, los pensamientos y los sentimientos, están dotados de energía en polaridad positiva y negativa, por lo cual tan pronto se le dé cabida, en la mente y en la conciencia, activan, en forma instantánea, a la ley de atracción, atrayendo a la propia existencia, circunstancias análogas a lo pensado o a lo sentido, surgiendo las respectivas coincidencias mediante la imantación de nuevas realidades de acuerdo con los mismos.
Cuando existe un estado de insatisfacción interior, lo que se precisa hacer, en forma inmediata, es transmutar los propios pensamientos y sentimientos en sus polaridades opuestas positivas y canalizarlos hacia el exterior mediante la enunciación de objetivos claramente definidos, por escrito, condición esta última indispensable para darle carácter de permanencia en el espacio y en el tiempo, y asegurar, simultáneamente, su realización. Tan pronto como los pensamientos y los sentimientos se transformen en palabras y en acción, que afecten a otras personas, positivamente o en forma contraria, se activa, instantáneamente, a la ley del karma, cosechando lo mismo que, originalmente, se ha sembrado en la mente y se ha ejecutado en la vida.
La importancia de las rectas palabras es de múltiples efectos: con ellas se puede construir o destruir; elogiar o denigrar; estimular o inhibir; armonizar o lo contrario; lograr objetivos positivos o dejar de hacerlo; triunfar o no; alcanzar los resultados anhelados o no obtener respuesta alguna, entre una extensa gama de variantes.
La palabra puede expresarse en forma: hablada y escrita, o, mediante el silencio, una sonrisa, un gesto, un símbolo, un acto o cualquier otro medio que la canalice.
La palabra puede ser oportuna o a destiempo, efectiva o inefectiva, amable o lo contrario, agradable o desagradable, positiva o negativa, denotando: cortesía o descortesía, sinceridad o hipocresía, fervor o frialdad, interés o desinterés, deseos de ayudar o perjudicar, amor u odio, justicia o injustica, fortaleza o debilidad y así, expresar cualquier contenido análogo a los valores universales en ambas polaridades, canalizados, inicialmente, como sentimientos, y acto seguido, en forma de silencio o mediante palabras.
En cualesquiera de sus medios de expresión, la recta palabra siempre debe reflejar la claridad de ideas y conceptos que aporten o faciliten la lucidez de quienes se desea obtener una respuesta u objetivo de determinada índole, y por supuesto, debe estar acompañada del respectivo sentimiento de justicia, amor, amistad, u otro valor, para potenciarla, y corresponder siempre a la verdad, conocida o por conocer, única manera de transmitir la certeza de su rectitud y elementos benéficos para todas las partes involucradas.
Dado que el ser humano está dotado de libre albedrío, es preciso respectar la decisión de la persona involucrada, caso contrario se tendrá que asumir las consecuencias de los efectos nocivos que, mediante un consentimiento viciado por la manipulación o las acciones convincentes indebidas, se haya ocasionado a la otra parte, lo cual siempre implica un costo, generalmente demasiado elevado para asumirlo.
Jamás debería ejercerse presión alguna para que la otra parte dé su consentimiento a una propuesta determinada. Es preciso actuar con desapego de los resultados en todos los casos; si se han aportado los elementos de juicios correctos, éstos deben ser suficientes para que la persona en particular, una vez analizados, tome la respectiva decisión, después de lo cual, ella asumirá su propia responsabilidad por los efectos de la misma y las consecuencias o recabará los beneficios, inherentes. El costo de oportunidad que la persona pagaría dejando de tomar la decisión pertinente en el enfoque propuesto y los beneficios respectivos que devengaría, deben constituir los elementos de juicios válidos como única presión para que la persona se decida favorablemente, bien sea aceptando llevar a cabo determinados actos o, en los casos en que lo ameriten, dejar de hacerlo.
¿De qué serviría lograr algo cuando lo ha sido no por la espontánea voluntad de la persona sino por la presión ejercida? Dicho resultado dejaría de tener valor alguno para alguien inteligente que espera recibir, en todos los casos, valor por valor. Hay cosas que no tiene sentido alguno obtenerlas mediante el ejercicio de la fuerza o de la manipulación, por ejemplo: el amor, la amistad, la justicia, el aprecio, una negociación, la confianza de los clientes, y cualesquiera otros aspectos, para lo cual es necesario que la persona desarrolle en elevado grado el valor de la autenticidad, es decir, ser y no aparentar. William Blake, dijo, en cierta oportunidad: -“Nadie vuela demasiado alto si lo hace con sus propias alas”. Se podría agregar, también, que nadie caerá de esa posición, por la solidez de la misma.
En la hoja de vida espiritual de cada ser, se registran los pensamientos, los sentimientos, las palabras y los actos, activando, respectivamente, a la ley de atracción y a la del karma, así como a todas las leyes inherentes: afinidad, justicia, igualdad y compensación, entre otras.
Es preciso, en toda palabra emitida, regirse por la justicia, como elemento esencial para que resulte recta en sus propósitos y resultados; lógicamente, para lograrlo, se hace necesario poseer una recta opinión de las cosas, que implique la visión exacta de la realidad, sin la cual, es imposible lograrlos en ningún acto realizado o palabra emitida. Para alcanzar esa visión correcta de la verdad universal, se requiere estudiar a fondo las leyes y valores universales y poseer una perspectiva de conjunto que permita sopesar el pro y el contra de cada situación sometida a la propia consideración. Es decir, en cada caso hay que ver más allá de las apariencias y tener confianza en las aplicaciones coercitivas y coactivas de la ley cósmica, la cual, mediante la ley de afinidad y de las que les son inherentes, ubica y reubica a los seres y a las cosas en el orden que le corresponde en el concierto universal, desde cuya posición precisará, cada quien, compensar sus propias palabras o acciones o recibir las que le correspondan, por lo cual, sin necesidad de ejercer presión alguna, la misma ley cósmica va nivelando las cosas de acuerdo a la ley de compensación y por las indicaciones del fiel de la balanza de la justicia divina, frente a la cual todos los seres son iguales ante la ley y dentro de ella.
Al ser acreedor frente a las acciones ajenas, es preciso controlar las propias palabras, por las cuales, cada quien, por los efectos de las mismas, podría pasar, en un momento dado, de esa posición privilegiada, a la contraria de deudor. A tales efectos, es preciso no emitir opinión alguna que afecte el saldo favorable en las compensaciones de las cuales se es acreedor; en cambio de ello, se tiene el derecho de ejercer las acciones legales pertinentes para obtener la compensación correspondiente, y cuando, pese a las apariencias contrarias o evidentes de que mediante la justicia humana o el libre albedrío de las personas involucradas, no es posible lograr el efecto buscado, es mejor quedarse tranquilo y esperar la actuación coercitiva y coactiva de la ley cósmica, quien, oportunamente, efectuará la compensación pertinente, sin lugar a dudas.
En toda palabra emitida, es preciso tener presente el objetivo buscado y el resultado que se debe alcanzar, en el mejor y en el peor de los casos. Hay que hacerse cargo probable del efecto de la misma y de estimar que no obtendrá lo que busca, es mejor guardar silencio. El silencio, muchas veces, suele ser más efectivo que todas las palabras que se puedan emitir y denota la actitud de confianza en la persona que permanece callada, así como el reflejo de su madurez espiritual o personal, el autodominio, el control de la situación y la capacidad de seguir adelante con la mirada puesta en el fin último positivo que se busca alcanzar. Cada quien debe plantearse que, si expresa lo pensado, ¿el probable resultado que obtendrá, en el mejor de los casos, satisfará sus expectativas? Y, en el menos favorable de ellos, ¿podrá controlar la situación? De ser así, puede emitir, con confianza, la palabra recta que corresponda a esa situación u otra inherente. Si lo expresado no resultará mejor que el silencio, es mejor optar por esta opción y descubrir, de esta manera, el tremendo poder de quedarse callado, para que, además de evitar el efecto antagónico a los propios objetivos, asegurar que los propósitos que le animen sean alcanzados oportunamente y de la mejor forma, con dignidad.
Lo anterior implica hablar por objetivos y resultados, de acuerdo al valor de la justicia y/o a cualesquiera otros valores inherentes en cada caso sometido a la propia consideración.
Es decir, la recta palabra debe estar sujeta a la recta opinión, a los rectos e inquebrantables propósitos, debiendo estimular: la acción correcta, los adecuados medios de sustentamiento de vida, el esfuerzo suficiente, a la precisa atención y a la debida concentración.
Si lo expresado corresponde a la recta palabra, verbal o escrita, los resultados lejos de crear karma negativo, siempre serán positivos, en el mejor y en el peor de los casos.
La expresión del agradecimiento, en cada palabra emitida, debe siempre reflejar el propio reconocimiento a las partes contrarias, así como el elogio por las actitudes y acciones correctas de los demás. Al reconocer el mérito ajeno y manifestar la propia gratitud por los beneficios obtenidos, o por los que se espera obtener, siempre se granjea la buena voluntad ajena, sobre todo si se actúa en armonía con la justicia y otros valores interrelacionados.
La recta palabra es un instrumento efectivo para lograr cualquier resultado favorable en todas las acciones humanas y denota el desarrollo personal, profesional o espiritual de la persona en particular, así como su madurez emocional, estado de conciencia y visión de la realidad.
En el ejercicio de la propia profesión o actividad de trabajo, en la vida familiar y en la social, la palabra resulta un instrumento de incomparable valor para interrelacionarse adecuadamente con las personas, en todos los niveles.
La palabra escrita, es el medio para lograr resultados que muchas veces parecerían superar toda expectativa. Un abogado que domine este recurso sometido a la aplicación de todos los valores inherentes, que ilustre a las personas involucradas en los pormenores del caso que les ocupe, haciéndoles ver el pro y el contra de las situaciones, las ventajas y desventajas de ciertas decisiones, sin esfuerzo alguno y sin presión indebida, conducirá a que cada persona adopte la mejor decisión a sus intereses, evitando pagar costos de oportunidad indebidos, y alcanzar el resultado positivo para los propios intereses, los de sus clientes y los de todas las partes involucradas.
Generalmente, y salvo raras excepciones, jamás es necesario expresarse duramente para alcanzar un objetivo determinado mediante las propias palabras verbales o escritas. Al contrario, la amabilidad, la cortesía, el respeto, el amor, la bondad, la justicia, la verdad, la humildad, la simpatía, el elogio sincero, la sonrisa, la calma imperturbable, la paciencia, la serenidad, la confianza y la expectativa positiva, la tenacidad, la impasibilidad, entre otros, son valores coadyuvantes al logro positivo en cada palabra emitida, en todas las situaciones. Y cuando pareciera que no hay nada que hacer, es preciso dejar las cosas tranquilas para que las aguas vuelvan a su propio cauce, enfriando el ánimo acalorado de las partes, después de lo cual, el efecto coercitivo y la acción coactiva de la ley cósmica, actuando en la conciencia de cada quien, inspira la percepción pertinente para que las cosas se resuelvan de la mejor manera posible y por el canal más conveniente a los intereses de todas las partes involucradas. Oportunamente, aflorará, en la mente, -y en la conciencia-, la percepción intuitiva o la inspiración, que señalará el mejor camino a seguir. Simultáneamente, se suele experimentar la fuerza de empuje o la de bloqueo, según sea el caso. En gran número de ocasiones, mientras dicha idea clara deje de aflorar en la mente, resulta más conveniente no iniciar acción alguna, lo cual requiere autodominio, elevada dosis de paciencia, convencimiento adecuado a la realidad de la justicia que le asiste y sobre todo inquebrantable expectativa positiva. Ya lo dijo Don Quijote: -“Tiempos hay de acometer y tiempos de retirar”-.
En todos los casos, la actitud correcta debe ser: -“Lo que el Creador Universal quiera –por la ley cósmica-; nada se le asemeja”-, con lo cual se deja fluir a los acontecimientos para que encuentren su propio y efectivo canal de expresión, en armonía con los valores universales.
Si a pesar de haber emitido la palabra correcta y desplegado la acción recta respectiva, existe demora en lograr los resultados, es preciso conservar la calma imperturbable y la impasibilidad, dándole tiempo a que el resultado positivo se geste en el tiempo oportuno. José Antonio Páez, Prócer y Estadista venezolano, del siglo XIX, decía: -“No siempre la victoria está pronta y a veces es preciso darle tiempo a que llegue”.
Empero, tan pronto se haya emitido la palabra recta pertinente, se requiere confiar en los resultados positivos, pese a todas las apariencias en contra. En el momento menos fácil, es cuando las situaciones suelen transmutarse en su aspecto favorable, para todas las partes involucradas.
Siempre, la propia palabra debe ser portadora de paz y armonía para todos, pero esencialmente para la propia conciencia, con lo cual, además de alejar de sí todo efecto de insatisfacción, será causa creadora de la propia felicidad y autorrealización.
La recta palabra sirve para:

1. En primer lugar: escuchar con empatía, poniéndose en el lugar de la otra persona, para comprender su punto de vista. Si no se comprende cuál es la necesidad de nuestro interlocutor, -¿cómo podemos pronunciar la recta palabra, ofreciéndole el bien o servicio que precisa? Los mejores conversadores son los grandes oidores. Jamás interrumpen a quien le habla hasta compenetrarse bien de lo que quiere decirle, excepto para efectuar breves preguntas que le aclaren alguna duda y que alienten a continuar a la otra persona. Recordemos el aforismo de Cervantes: –“Y escuchémosle: que por el hilo sacaremos el ovillo de sus pensamientos, si es que canta; que de la abundancia del corazón habla la lengua”-.
2. En segundo lugar, observar con atención al interlocutor, por cuanto cualquier cosa que diga o haga, algún movimiento imperceptible, su actitud decidida o precavida, etcétera, constituyen señales que contienen un lenguaje secreto que la persona con experiencia sabe descifrar correctamente, sacando conclusiones valiosas que le habrán de guiar al pronunciar la recta y armoniosa palabra. Recordemos, a Don Quijote, cuando dice:–“Mira sus acciones y movimientos; porque si tú me los relatares como ellos fueron, sacaré yo lo que de ella tiene escondido en lo secreto de su corazón acerca de lo que al hecho de mis amores toca; que has de saber, Sancho, si no lo sabes, que entre los amantes, las acciones y movimientos exteriores que muestran, cuando de sus amores se trata, son certísimos correos que traen las nuevas de lo que allá en lo interior del alma pasa”-.
3. Comunicar, o informar, cualesquiera contenidos mentales sin límites algunos, sobre la base de la verdad, por lo cual, antes de hacerlo, es preciso conocer los hechos sobre los que se va a emitir la recta palabra.
4. Conciliar los intereses opuestos entre diferentes personas, o los propios con los ajenos. En estos casos, la fórmula salomónica, que divide por mitad la diferencia, asumiendo cada quien una parte proporcional, prácticamente, en todos los casos, salvo excepciones, suele ayudar a solucionarlos favorablemente.
5. Ordenar: impartiendo las indicaciones pertinentes a quien corresponda, dejando claros los objetivos y los resultados que deben ser alcanzados.
6. Solicitar: el pago de una acreencia; una determinada prestación; la compra de un producto o servicio; un favor o colaboración, etc. Paradójicamente, gran número de personas dejan de hacerlo o desconocen la mejor forma de realizarlo, aun incurren en esta situación líderes comerciales que precisan un mayor dominio de las técnicas profesionales de cierre de ventas o del arte de la negociación efectiva.
7. Exhortar: al bien, a la justicia, a la auto-superación, al desarrollo personal o profesional, a la espiritualidad y a la realización de una obra de bien.
8. Recomendar: representan las recomendaciones que hace una madre o un padre a sus hijos, un amigo a otro, un jefe a su colaborador, buscando los mejores resultados o la superación exitosa de un riesgo.
9. Sugerir: la sugerencia es una poderosa herramienta en el logro de los propósitos tanto por medio de la palabra hablada como de la escrita. Suele ser una modalidad que se acepta sin resistencia, ya que a nadie, le gusta recibir órdenes ni consejos, salvo los casos en que el subalterno debe obedecerlas. En todos los casos, expresar el propio parecer de la siguiente manera: -Mi sugerencia sería la de hacer tal cosa, con lo cual se obtendría tal beneficio. Acto seguido, dejar a la persona en particular que tome su propia decisión, libremente.
10. Aconsejar: sobre todo cuando alguien solicita el consejo, o a las personas que se encuentran bajo la propia tutela o que compartan intereses comunes.
11. Asesorar: a nivel profesional, el asesor aporta las informaciones pertinentes a cada caso; empero, la decisión siempre corresponderá a la persona asesorada.
12. Enseñar: múltiples vertientes se presentan en esta faceta; empero, el educador, siempre debe hacerlo buscando la emancipación mental o espiritual del educando y su desarrollo integral, por medio de la verdad.
13. Guiar: mediante la recta palabra a los discípulos, seguidores, colaboradores, miembros de un grupo de trabajo o familiar, etcétera.
14. Convencer mediante la persuasión, basando ésta en los argumentos favorables, sopesando el pro y los contras, y dejando a la persona en libertad de tomar sus propias decisiones.
15. Elogiar: el elogio sincero es fuente de estímulo poderoso y una siembra positiva en las interrelaciones humanas. Es preciso recordar que una gota de miel caza más moscas que un barril de hiel. Por lo cual, es preciso acostumbrarse más a elogiar las cualidades buenas que las personas poseen que criticar sus defectos, salvo las debidas sugerencias en los casos que las ameriten. Cervantes, dijo: –“Siempre la alabanza fue premio de la virtud, y los virtuosos no pueden dejar de ser alabados”-.
16. La recta palabra debe ser: clara y expresada con suavidad o enérgicamente, según el caso, reflejando, siempre, confianza y la propia certeza de que serán alcanzados los resultados esperados.
17. Mediante la recta palabra se da la razón a quien la tiene, aun cuando ello sea en contra de los propios intereses. De esta manera se granjea la reputación de ser una persona justa y de ello se derivan grandes beneficios que de ninguna otra manera sería posible alcanzar.
18. Con rectas y armoniosas palabras se pide disculpas o perdón por las faltas en que se haya incurrido.
19. Gratitud: la recta palabra debe reflejar el agradecimiento constante a la vida, y al Creador Universal, en primer lugar, y a todas las personas que de una u otra manera han contribuido, -y siguen haciéndolo- a nuestro bienestar. Esto ayuda a mantener el buen humor y la atención en lo que se tiene, se es o representa, en vez de quejarse de lo que se carece. La mente agradecida atrae mucho más de aquello que se posee y sintoniza la propia conciencia con la abundancia universal.
20. La recta palabra mantiene la credibilidad de quien la pronuncia y representa la mayor posesión que tiene toda persona.
21. La recta palabra implica, también, dejar de prometer algo que no se desea cumplir.
22. Recordar que, hay que decir no, cuando se desea no aceptar un compromiso ajeno a los propios intereses y dar el consentimiento, cuando el propio deber así lo indica.
23. Por último, frente a cualquier palabra inadecuada o actos incorrectos de otras personas, es preciso recordar a Don Quijote, cuando sugiere: -“No tomar represalias de nadie y vivir pacíficamente”-.

Adelante.
Madrid, 15 de enero de 2010.

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