viernes, 21 de diciembre de 2012

QUE NUNCA DEJÉIS DE REÍR


QUE NUNCA DEJÉIS DE REÍR

POR ©GIUSEPPE ISGRÓ C.

En una entrevista que le hicieron a Mario Moreno “Cantinflas”, en Estados Unidos, en edad avanzada, expresó que su intención siempre había sido la de “dar un mensaje positivo en todas sus actuaciones, para hacer reír a las personas, con el fin de que fuesen felices. Luego recalcaba: -Que nunca dejéis de reír!”.

En nuestro poema intitulado Las lágrimas de un Payaso, ponía como mensaje de las andanzas por el mundo de Santo Berto, el siguiente: -"Mientras el hombre ríe, no es malo ni pobre, es sabio, es rico"-.

Estas ideas siguen vigentes. La persona que ríe, o sonríe, está demostrando que se encuentra por encima de todas las situaciones que afronta. Que está feliz, rebosante de alegría, ya que las dos expresiones van aparejadas la una con la otra. Si se está alegre, se ríe; si feliz, puede, al mismo tiempo, llorarse de sentimiento, o emoción.

El acto de reír demuestra que tiene un amplia fe en las bondades de la vida y de que todo, siempre, saldrá bien si mantiene, tenazmente, una actitud mental positiva, acompañada del trabajo inherente, en cada caso. Implica, también, disciplina mental.

Además, es señal inequívoca de que confía en sus propias aptitudes, y actitudes, para resolver lo que sea preciso, o para alcanzar los eventuales objetivos de turno, exitosamente.

Indica un desapego en los resultados, y esa actitud le otorga el poder suficiente para sobreponerse a todas las circunstancias, por cuanto, sean cuales fueren los logros obtenidos, no se parará hasta alcanzar los máximos satisfactorios, factibles, en el mejor de los casos, o los mínimos factibles, en el menos favorable  de los mismos.

 El desapego le otorga el control sobre sí, y sobre las situaciones, buscando lo justo para las partes involucradas, permitiéndole que se exprese la creatividad, el pensamiento positivo y el sentimiento de la ecuanimidad y de la cortesía, en toda palabra emitida o acto realizado.

La persona que expresa un ánimo contento, y ríe, al igual que el agua, siempre encontrará una rendija por donde continuar fluyendo sea cual fuere el terreno por el que le toque hacerlo, o para superar cualquier eventual obstáculo que se le presente.
Esa actitud de calma interior, al activar los poderes creadores de la mente, por efecto de resonancia magnética y por la ley de las correspondencias, va creando fuera lo mismo que la persona tiene adentro. Al mismo tiempo, se atrae la cooperación de análoga condición positiva desde la dimensión espiritual y del entorno en el cual actúa.

Quien ríe demuestra que posee una actitud mental positiva, y de que sus expectativas son de la misma polaridad. Cada persona, en la vida, obtiene lo mismo que espera, y por supuesto, merece, sea cual fuere su índole. Una condición sine qua non: Jamás abandonar a mitad de camino una vez emprendida la acción respectiva en dirección de la meta. Muestra, silenciosamente, de que se encuentra en posesión de objetivos claramente definidos por escrito a corto, mediano y largo plazo, y de que sabe a dónde va, lo que tiene que hacer, en línea de máxima, en todo momento, y en cuanto tiempo, y se enrumba al logro de ese propósito, con confianza. La representación mental de que alcanza el resultado apetecido, hace aflorar, en forma automática, la suave sonrisa a flor de labios; es un reír sin reír, dentro del ser, empero se percibe exteriormente. Esa alegría interior es imposible que no se refleje en la cara, en los ojos radiantes, llenos de luz, y en el buen humor constante. Y, sobre todo, en una actitud agradecida frente a la vida, y hacia todos los seres de los cuatro reinos naturales. Esto significa, que toda situación la considera buena y siempre busca de encontrar la nuez dentro de la cáscara. En toda situación por resolver busca la oportunidad de servir y de expresar la maestría del ser interno, en conexión con la divinidad.

Reír, o sonreír, es señal evidente de que la persona asume la responsabilidad de lo que piensa, siente, dice, hace o deje de hacer. Indica que comprende las leyes de la vida y actúa en consecuencia.

La serenidad acompaña a la risa genuina con que la persona aborda todo asunto que le compete. La serenidad es señal cierta de autodominio, de valor, coraje y/o fortaleza, y, simultáneamente, de templanza, moderación, austeridad, capacidad de resistencia, de paciencia, de tolerancia, de bondad, de amor y de equilibrio.

Las personas que sonríen suelen reflejar bondad, seguridad, cortesía, voluntad de servicio, cordialidad, afecto, aprecio y amistad.

Por supuesto, nos referimos a la sonrisa afable, sincera y espontánea, rasgo distintivo del carácter de la persona. Como señal de su autenticidad está siempre acompañada de la constancia en su expresión. La risa inauténtica es efímera, se esfuma como el humo al primer contratiempo, dejando, acto seguido, en evidencia el verdadero carácter de la persona y sus reales intenciones, o estados de conciencia.

La sonrisa constante es el rasgo distintivo del genio, aunque la persona parezca ser un ser común y corriente. La persona que ríe auténticamente no se toma demasiado en serio a sí misma. Es decir, está consciente de su importancia, pero, también, de la de todos los seres en los cuatro reinos naturales, y armoniza con ellos en la ejecución de los planes trazados por el Gran Arquitecto del Universo.

La risa del sabio está imbuida de un perfecto control de sus pensamientos, sentimientos, deseos, palabras y actos. La disciplina de la templanza moldea la belleza de sus facciones, la ecuanimidad de su carácter, y permite que la persona que la ejerce cautive a todos quienes entren en su contacto, abriendo nuevos caminos, creando lazos de amistad. Empero, toda virtud siempre va acompañada de las otras que les son inherentes, en este caso, de la prudencia, de la justicia, de la fortaleza, del respeto y de una sólida autoestima.

Quien ríe es como un sol a mediodía; una luz en la oscuridad que alumbra el camino a seguir con seguridad. Refleja la primera condición indispensable para alcanzar un liderazgo perdurable: La visión del qué, del cómo, del cuándo, del dónde, del quién, del cuánto y del por qué. La risa franca, sincera, es sinónimo de entusiasmo que vuelve incansable a toda persona en la realización de sus objetivos, en la creación de una realidad mejor, en el aporte de un nuevo invento, o la innovación en los bienes y servicios con que anhela contribuir en el mercado.

La persona que ríe, sosegadamente, permite que los sentimientos de los valores universales se expresen en polaridad positiva. Jamás las dos polaridades podrán manifestarse al mismo tiempo; o lo hace la una, o la otra. O se tiene el dominio de las situaciones o no se tiene; si se posee, la persona lo reflejará con una actitud serena, con una sonrisa, aunque tenue, a flor de labios, emanando desde adentro, con naturalidad, reflejando la verdadera potencia de la que está dotada la persona en particular.

Volver a sonreír desde adentro, a partir del Espíritu, evidentemente implica tomar, constantemente, el control de la propia vida, de los pensamientos, de los sentimientos, de los deseos, de las palabras y de los actos. Significa aceptar la realidad que se afronta y asumir la dirección de la situación observando cuál es el aprendizaje que la vida quiere aportar cuando pone a nuestro lado a determinadas personas.

Los afines siempre se juntan; los opuestos jamás lo hacen, por lo menos sin una justa razón. Algunas veces no se valoran lo suficiente a las personas con las que se suele convivir. Buscamos la perfección en lo demás y con frecuencia vemos únicamente sus fallas, que no dejan de ser, simplemente, las propias. Se observa que, casi siempre, las personas suelen ver en los demás lo mismo que poseen en sí mismas.

La gente exitosa percibe en todo ser que encuentra en su camino, las potencialidades del éxito que posee, y las estimula en su desarrollo con un elogio sincero, llamando su atención sobre un don particular o una cualidad inherente, o, simplemente, aportando una sugerencia.

Hay que aceptar la realidad tal cual es, y luego, ver que es lo que se puede cambiar, mejorándolo.

Decía Epicteto, que las cosas que se afrontan en la vida son de dos clases: las primeras, aquellas cuyo control se encuentra en nuestro poder, como son las opiniones, el estado anímico, las apetencias o aspiraciones y la aversión, es decir, todas las que desembocan en los propios actos. En una palabra: los pensamientos y los sentimientos, que, en esencia, constituyen el núcleo creador de las palabras y de las acciones.

Epicteto decía, además, que las cosas colocadas en nuestro poder son de naturaleza libre, es decir, nadie puede impedir que las ejecutemos.

En cambio, las segundas, por depender de una voluntad ajena, humana o de la naturaleza, son las que suelen afectar a las personas.

Empero, si cada quien se centra en lo que está en su facultad controlar como son los pensamientos, los sentimientos, los deseos, las palabras y los actos, se tendrá un control sobre todas las situaciones, por cuanto, quien se domina a sí mismo lo hace, simultáneamente, sobre todas las cosas que les resultan inherentes.

Esta es la razón por la cual Epicteto, también expresaba: -“Lo que importa no son las cosas en sí mismas, sino nuestra propia actitud y comprensión frente a ellas”.
La doctrina estoica de Epicteto sugería que quien quisiese alcanzar este estado de felicidad precisaba desarrollar su ánimo a niveles por encima de la media y despreocuparse de las cosas que escapan al propio control de manifestación, y que, por encima de todo, habría que centrar la atención en las cosas que dependen de sí y que se encuentran bajo la propia voluntad.

Sólo la práctica de todas las virtudes, acompañada del estudio de todas las ciencias, de todas las filosofías y de todas las artes, podrían manifestar un estado de dignidad personal y de riqueza integral, y sobre todo, un estado de libertad interior, verdadero ejercicio del don del libre albedrío, que permite reír desde adentro, sosegadamente, como decía Don Quijote, y anhela hacerlo toda persona que vive conscientemente el éxito.

Quizá Cantinflas habría sido el actor indicado para interpretar de la mejor manera posible a Don Quijote, por cuanto las filosofías de ambos se compaginan perfectamente.

Mientras el genial Mario Moreno, alias Cantinflas, sugería: “Que nadie nunca deje de reír, para ser feliz”, el personaje imaginario, aunque ahora más real que ningún otro, del genio incomparable de Cervantes, Don Quijote, a cada paso, acompañaba todos los actos que ejecutaba con una actitud sosegada.

Quien cultiva la actitud del sosiego, por actuar, siempre, con un sentido claro de lo justo, podrá reír desde adentro con naturalidad, y sinceramente, porque su conciencia se encuentra en paz.

Se evidencia claramente que, para reír, o sonreír, es preciso, antes, tener sosiego. Para estar sosegado implica tener pleno dominio de los propios pensamientos, sentimientos, deseos, palabras y actos. Para lograr este estado de conciencia es necesario poseer la sabiduría de los valores universales, para enmarcar la propia conducta dentro de sus parámetros. El logro de estos estados mentales de los sentimientos de los valores universales, expresados en la propia conciencia, en sus ilimitadas estaciones o grados, es lo que permite el ánimo sosegado de Don Quijote, y el reír auténtico de Cantinflas, como expresión de felicidad humana.  En este caso, cada quien puede reír desde adentro, a partir de los sentimientos de los valores universales expresados en la propia conciencia, y en ese instante comprenderemos que esa es la sonrisa de la Divinidad que fluye en la faz de cada ser en los cuatro reinos naturales, al vivir una vida virtuosa, o al dar el primer paso para consolidarla.

Recordemos, por un momento la sonrisa, y la risa  franca de un niño, y la de sus padres, al contemplarle llenos de felicidad; la de los abuelos con sus nietos, y la de éstos con aquellos; la de dos personas que se aman; la de dos amigos cuya amistad es sincera, que se encuentran; y la que aflora en el acto de alcanzar la meta propuesta. El abrazo cariñoso suele acompañar estos momentos llenos de sentimientos y sublimes emociones que gratifican la existencia humana y la de los demás reinos naturales.

La sonrisa es un símbolo del amor, de la belleza, de la bondad, de la justicia, de la amistad, de la generosidad, del servicio efectivo y del triunfo en todas las acciones humanas, de la amabilidad, de la cortesía, de la confianza mutua, del respeto recíproco, de la admiración, y de tantos otros valores, y sus virtudes inherentes.

Recordemos, también, que el control de la euforia, de la expansión en el hablar excesivo, e innecesario, de la reserva en los objetivos, para evitar la generación de fuerzas antagónicas, y de la realización silenciosa de los propósitos, emulando a la naturaleza, permite un ahorro en la energía, que asegura la llegada a cada una de las metas antepuestas como resultados para ser alcanzados, en el espacio y en el tiempo.

Por eso el personaje imaginario de nuestro poema, Santo Berto, como resultado de sus extensas andanzas de payaso, por todo el mundo, había aprendido: -"Mientras el hombre ríe, no es malo ni pobre, es sabio, es rico"-.

Adelante.


Madrid, 20 de diciembre de 2012.


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EL ENCUENTRO EN LA VICTORIA



http://enbuscadelavictoria.blogspot.com/

UN ENCUENTRO EN LA VICTORIA

Autor: ©Giuseppe Isgró C.

Del libro: La Victoria

Capítulo I

Me encontraba un día, en una fuente de aguas tranquilas, cristalinas, cuando se me acercó un Venerable hombre, vestido a la antigua usanza, con bata blanca, larga, pelo y barba que alguna vez fueron de color pelirrojo y un báculo en la mano derecha.

Concentró sus ojos en los míos; su mirada era profunda, serena y apacible.

Con voz suave y afectiva, me dijo:

-“Hola, hijo, como estás”-.

–Bien, -le contesté-; y, ¿usted?

–Por aquí andamos; -fue su respuesta-, mientras me sonreía.

-¿Dónde estamos?, -le pregunté al Venerable hombre-.

-Este sitio es conocido como La Victoria; -me contestó-. –¿Qué haces por estos lados?

-Salí esta mañana, temprano, con el coche, a dar un paseo; luego, al llegar a esta zona, me paré a contemplar la belleza de los araguaneyes y decidí caminar un poco y la verdad que, absorto en mis reflexiones, caminé por lo menos durante dos horas, hasta llegar aquí. Desconocía este hermoso lugar. Y, usted, -¿vive por aquí cerca? -le pregunté-.

Un poco más arriba, en esa colina boscosa. Hace algunos años, -relata el Venerable hombre- decidí retirarme de la agitada vida ejecutiva en que me desenvolvía profesionalmente, como abogado, en la ciudad de Quebec, Canadá, aunque he viajado por diversos países asesorando a incontables líderes. Construí la casa, en esta zona tropical, con la idea de pasar aquí los meses de invierno. Me dedico al estudio de la vida, a la meditación y a cultivar mi jardín y de vez en cuando, a escribir mis reflexiones, las cuales, algún día, habrán de ser publicadas para esparcir un poco la luz que he podido vislumbrar en mis estudios metafísicos-espirituales.

-¿Quieres tomar un café? –Me preguntó el Venerable hombre-. Lo he traído de Caripe El Guácharo; es de los más exquisitos que he probado.

-Sí, con gusto se lo acepto; -le contesté-.

Nos fuimos caminando por un sendero rodeado de árboles cargados de mangos, aguacates, naranjas y una hilera de cayenas de diversos colores. A lo lejos, el ruido de la brisa se oía apaciblemente. Todo era quietud, armonía y paz. Pero, sobre todo, lo que más me impresionaba era la apacibilidad y el sosiego del Venerable hombre de La Victoria. Emanaba de él un flujo de fuerza que, en su presencia, me sentía con un poder y una seguridad nunca antes experimentados. Fuerzas bienhechoras se iban apoderando de mí y aquella paz y relax que buscaba en la mañana, al salir a dar un paseo, sin percatarme de ello, las estaba experimentando ya.

Después de unos quince minutos de caminar, llegamos a la casa del Venerable hombre. Su aspecto exterior humilde estaba lejos de dejar entrever lo que segundos después habría de asombrarme con lo que encontré en el interior.

Al entrar, en la casa, una joven de unos veinte años saludó al Venerable hombre.

-¡Hola, abuelo!, ¿cómo estás?

–Bien, hija, -contestó el Venerable hombre-. -Prepara un poco de café, Lucía, mientras conversamos un poco, adentro.

-Por cierto, te presento a Santiago, quien ha llegado paseando hasta La Victoria.

Después de la presentación, entramos en la biblioteca del Venerable hombre. Un salón grande, lleno de estantes de libros por todas partes, lo cual hacía inimaginable dicho cuadro desde el exterior. Algunos cuadros al óleo de morichales y de personajes históricos, presentaban un ambiente acogedor. En un rincón se encontraban diversos retratos de Tagore, Gandhi, Cicerón, Séneca, Ibn Arabi y un dibujo de Don Quijote y Sancho Panza. En un pequeño cuadro, podía leerse: -“Lo que Alá quiera. Nada se le asemeja”-.

-Le felicito por este inmenso tesoro que usted tiene aquí, -le dije al Venerable hombre-. -¿Cuáles son los temas de su interés?

A lo cual, me contestó: -Como usted puede ver, Santiago, -y me invitó a recorrer los estantes- aquí hay libros de variados temas: clásicos de todos los países y épocas, desde los Vedas, los Upanishads, el Mahabaratha, los libros de Confucio, El Tao te King, de Lao Tse, el Poema de Gilgamesh, el Código de Amurabí, autores griegos, como Homero y Hesiodo. Se encuentran las obras completas de Euclides, Platón, Aristóteles, Teofrasto, Demetrio de Falereo, de los Presocráticos, Epicteto, Plutarco, etcétera; de los latinos, autores como Séneca, Cicerón, -que son mis preferidos-, Julio César, Tito Livio, Dionisio de Halicarnaso, Marco Aurelio, así como libros de Psicología, Gerencia, Sufismo, Yoga, ensayos, filosofía, parapsicología, hermetismo, El Quijote, libros de economía, filosofía, etcétera, en fin, un poco de todo lo que es preciso conocer para poder entender el significado de la vida: de dónde venimos, por qué estamos aquí y hacía dónde vamos, sin lo cual, la vida no tendría sentido, sobre todo por el gran afán a que está sometido el ser humano en la agitada vida moderna.

Nos sentamos en sendas butacas y nos entretuvimos conversando de temas diversos. Al poco rato, entró Lucía con dos tazas de oloroso café y unos biscochos, que degustamos con agrado en una amena e interesante conversación. Al fondo, podía oírse una suave música de Beethoven.

Pasamos cerca de una hora conversando de sobre la Atlántida, Egipto, los griegos, de Homero, de los sufíes, del budismo zen, los poderes del espíritu, meditación, etcétera, después de lo cual, le hice una pregunta directa.

-Seguramente, usted ha desarrollado alguna técnica de meditación y algún método de resolución de situaciones, en la vida, que me quisiera explicar, ya que, según observo, para tener usted una serenidad tan acentuada y una fortaleza física a la edad que imagino que usted debe tener, -cerca de noventa años- es porque ha encontrado en su larga experiencia algún secreto que quizás quisiera compartir conmigo.

Santiago, -me dijo el Venerable hombre, si vuelves a visitarme otro día, quizá te cuente algo que te pueda servir. Empero, antes de que te vayas, te haré entrega de unos apuntes que hace ya muchos años, en una época en que yo andaba a la búsqueda de sosiego y tratando de encontrarle sentido a la vida, un Venerable hombre que, en una edad similar a la mía, a su vez me entregara y cuya práctica asidua me permitió domar la mente, encarrilar mi vida y poner bajo control los hilos del destino. Son veintidós manuscritos, y una meditación diaria, –continuó diciendo el Venerable hombre, que si bien son ya un poco antiguos, podrás copiarlos de nuevo y si pones en práctica las técnicas que contienen, darás a tu vida un esplendor que habrá de sorprenderte agradablemente.

-Una vez que los hayas probado con total y absoluta satisfacción de tu parte, -me dijo, ponlos en limpio, en forma de libro y publícalo para que su mensaje llegue a mayor número de personas. Hacía tiempo que esperaba a alguien a quien confiarle este legado y creo que hoy, al llegar aquí, en la forma en que lo has hecho, tus pasos han sido dirigidos por Aquel que todo lo sabe y puede, por la Ley Cósmica, y en cuyos planes universales, todos somos sus instrumentos.

Me despedí del Venerable hombre y de su adorable nieta, sintiendo dentro de mí fuerzas desconocidas hasta entonces que preanunciaban grandes cambios en mi vida.

En los días siguientes, aparté una hora diaria, antes de dormirme, y leí y releí, todos los manuscritos, de la siguiente manera: En primer lugar copié la Meditación diaria en un cuaderno, el cual leí durante veintidós noches y mañanas seguidas, tal como lo indicaban las instrucciones de la misma.

Una nota al pie de página mencionaba que si yo la transcribía en un cuaderno, el hecho de hacerlo, grabaría en mi ordenador mental las instrucciones y me sería más fácil desarrollar, en mi personalidad, las cualidades y condiciones que formaban parte de los objetivos implícitos en la misma.

De los veintidós manuscritos, cada lunes, a las once en punto de la noche, copiaba uno en el cuaderno, y durante el resto de la semana, a la misma hora, lo leía y meditaba, siguiendo las fáciles y efectivas técnicas e indicaciones al inicio del mismo.

Cuatro semanas después de leer durante veintidós días seguidos, en la noche y en la mañana, la meditación diaria, comenzaron a manifestarse en mi vida una serie de cambios positivos que me dejaban asombrado a mi mismo, pero, también, los miembros de mi familia y a mis amistades; sobre todo mi semblante comenzó a ser más apacible; volví a sonreír desde el interior; mi estado anímico era de contento; me sentía más seguro de mi mismo; comencé a confiar más en la gente, en la vida y a vislumbrar el sentido de mi misión en la vida –percibía cosas que antes me pasaban desapercibidas, a pesar de haber estado siempre allí. Sentía fluir en mí una nueva corriente vivificadora de prosperidad, de felicidad, de alegría de vivir. Mi entusiasmo y amor por la vida y por mi familia, por mi trabajo y por las personas, crecía día a día. En aproximadamente dos meses había logrado muchas de las cosas en las cuales había soñado desde hacía años. Había dado un paso sorprendente en el camino de la autorrealización.

Efectivamente, pude comprobar que me fue relativamente muy fácil desarrollar las aptitudes y actitudes a nivel físico, mental, emocional, espiritual y en diversos aspectos de mi vida, como el financiero, que comenzó a mejorar casi inmediatamente, así como, surgieron nuevas oportunidades que comencé a aprovechar, casi sin esfuerzo de mi parte.

Transcurría el año de 1967 y mi vida había encontrado un sendero que habría de conducirme a cooperar en forma más efectiva en el plan divino que el Supremo Hacedor, en algún momento, había diseñado para mí.

Tres meses después volví a aquel lugar donde había encontrado al Venerable hombre de La Victoria y allí estaba la fuente que él dijo llamarse La Victoria; empero, cuando traté de encontrar el camino para llegar a la casa donde amablemente me ofreció un delicioso café, preparado por su nieta Lucía, no logré encontrarlo, pese a haber recorrido durante un par de horas por los alrededores. Pregunté a varias personas para ver si podían indicarme como llegar a la casa del Venerable hombre y cual fue mi sorpresa, nadie lo conocía.

Empero, después de tanto buscar, volví a encontrar la casa donde vivía el Venerable hombre de La Victoria, pero se encontraba abandonada. Su aspecto indicaba que debía encontrarse en ese estado un lapso mayor del que mediaba con el encuentro de aquel ser extraordinario. Es sorprendente como los inmuebles solos acusan el paso del tiempo en mayor grado que los que son habitados. Si no fuera por los manuscritos pensaría que el encuentro no fue más que un simple sueño. -¿O se trata, acaso de un sueño combinado con un fenómeno de aporte? Personalmente, no lo creo. El encuentro fue muy vívido y real. El aromático café servido por Lucía estaba exquisito. Durante varios años volví al lugar varias veces, la casa seguía sola. La última vez que volví, no la pude ubicar y sin tener tiempo suficiente para seguir buscándola, me fui. Ahora, vivo muy lejos de aquella zona, en otro continente; han transcurrido muchos años y después de tanto tiempo es poco probable que vuelva allí; pero, los manuscritos y la meditación diaria obran en mi poder, me han transformado y han enriquecido mi vida.

Durante más de treinta y cinco años he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen los manuscritos y la meditación diaria y cada vez que los pongo en práctica, experimentos los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para mí.

Su contenido es eminentemente práctico; no hay teorías superfluas. Si lleva a cabo los ejercicios que contienen, es probable que, gradualmente, se vaya efectuando la transmutación alquímica de su ser sintonizándose con los elevados resultados existenciales, los cuales, por añadidura, al ser creados a nivel mental, se van manifestando en su propia vida, oportunamente.

Sobre todo, con estos ejercicios, me percaté, cuando el Venerable hombre me entregó los manuscritos, de que se dispone de un método para domar la mente y ejercer un pleno dominio sobre la vida en general y, por ende, sobre el destino y controlar, cuando eventualmente se presenten, todas las situaciones, manteniendo un perfecto equilibrio físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

El Venerable hombre de La Victoria me comentaba que todo se puede lograr en la vida si se siembra la respectiva semilla por medio de correctas decisiones acordes con la propia y elevada auto-estima y dignidad personal, desarrollando el convencimiento de que sí se puede hacer, por medio de las afirmaciones, las visualizaciones y meditaciones, la experimentación de un estado emocional acorde al momento de ser logrados los respectivos resultados y la practica del desapego, es decir, dejar encargada a la mente psiconsciente del logro, y además, se espera el tiempo necesario haciendo, mientras tanto, todo lo que se requiere, según el caso o los objetivos por alcanzar.

Estas técnicas funcionan, me decía una y otra vez el Venerable hombre de La Victoria; luego, agregaba: -las he probado por más de cincuenta años y quien, a su vez me las entregó, habría hecho otro tanto, aseverando que eran efectivas, si yo seguía fielmente las instrucciones y las ponía en práctica con expectativas positivas.

Desde que en 1967, el Venerable hombre me hiciera entrega de los manuscritos, han transcurrido un poco más de de treinta y cinco años, durante los cuales yo también he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen, y cada vez que me ejercito con ellos, experimento los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para todos los que hemos aplicado las enseñanzas del Venerable hombre de La Victoria.

Él me repetía constantemente: -“¡Tú puedes si crees que puedes hacerlo! ¡Hazlo y tendrás el poder!

Recuerdo que ese día el Venerable hombre me dijo: -ejercer el poder con que la naturaleza de las cosas ha dotado a cada ser, cultivando los dones inherentes y aprendiendo todo lo que se pueda de sí y del vasto universo del que se forma parte, es una manera efectiva de ser cada día más feliz. Luego, cuando me despedí de él, expresó: -“¡Que cada día brille más y mejor tu luz interior!”.- Adelante.

Capítulo 2

Meditación diaria

Es lunes en la noche, son las once en punto.

Me dispongo a copiar textualmente, en el cuaderno que he dispuesto para ello, el manuscrito identificado con el título:

Meditación diaria

Dice así:

Afirme, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desee, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubra cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en su vida:

MEDITACIÓN DIARIA

Afirma, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desees, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubre cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en tu vida. Al encender la luz en la mente se ilumina la propia existencia y todo en derredor vibra al unísono y con el mismo sentimiento de felicidad y bienestar, interrelacionándose por la ley de afinidad.

1. -Entro en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, contando de tres a uno: Tres, dos, uno.

Ø Ahora, estoy ya en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre.

Ø Voy a permanecer en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, durante quince minutos y voy a programar los siguientes efectos positivos, los cuales perduran, cada vez mejor, hasta que vuelva a realizar este acceso y programación mental:

Ø Todo va bien, siempre, en todos los aspectos de mi vida, cada día mejor. (Tres veces). –Imagínalo-.

Ø Todo va bien en mi trabajo; cada día logro mejores niveles de efectividad, prosperidad, riqueza, abundancia y bienestar. (Imagínalo).

2. Formo una unidad cósmica perfecta con el Creador Universal, -ELOÍ. (Diez veces, con los ojos cerrados). Hoy se expresa en mí la Perfección universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión en todos los aspectos de mi vida.

3. -Cada día, en todas formas y condiciones, mi cuerpo y mi mente funcionan mejor y mejor. La consciencia de mi conexión permanente e indisoluble con el Creador Universal, -ELOÍ-, restablece y mantiene en mí, diariamente, durante las veinticuatro horas del día, un perfecto estado de salud a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Creador Universal, por darme un cuerpo perfecto, saludable, lleno de energía. Aquí y ahora, me siento en perfecto equilibrio de salud, a nivel físico, mental, emocional y espiritual.

4. Afronto y resuelvo bien toda situación que me compete, siempre.

5. Todo tiene solución, en todas las situaciones de mi vida.

6. El Creador Universal, -ELOÍ-, es en mí, cada día mejor, en todos los aspectos de mi vida, fuente de amor, luz, sabiduría, éxito, riqueza, prosperidad, abundancia y armonía.

7. Permito que las leyes universales de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión actúen bien en el plan de mi vida.

8. Tengo prosperidad y poder. Cada día enriquezco mejor mi vida a través del servicio efectivo, del amor y de la práctica de todas las virtudes.

9. Mi dignidad personal me lleva a realizar las cosas que me competen con la máxima perfección posible.

10. Cada día, en todas formas y condiciones, en todos los aspectos de mi vida, estoy mejor y mejor a nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

11. Actúo con templanza, serenidad, autodominio y perfecto equilibrio en todo. Conservo plena autonomía y control sobre todas mis facultades físicas, mentales, emocionales, intelectuales y espirituales. Hecho está. (Visualizar un escudo protector de luz que te envuelve y protege; -una pirámide-).

12. Tengo fortaleza, valor, confianza y fe suficiente para triunfar y alcanzar todas mis metas, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y en armonía con sus planes cósmicos. Soy inmune e invulnerable a las influencias y sugestiones del medio ambiente y de cualquier persona a nivel físico, mental, emocional y espiritual, en las dimensiones objetivas y subjetivas y en cualesquiera otras en que sea requerido.

13. El orden universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión se establece en mi vida, en todos mis asuntos y en las personas interrelacionadas, aquí y ahora. Hecho está.

14. Asumo la responsabilidad de mis actos y cumplo bien todos mis compromisos, siempre oportunamente, de acuerdo con el orden cósmico.

15. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos da abundancia y armonía en el eterno presente. Vivo en abundancia y en armonía perfectas, aquí, ahora y siempre.

16. El Creador Universal, -ELOÍ-, se está ocupando de todo, en todos los aspectos de mi vida, y se expresa en mí conciencia intuitiva por medio de los sentimientos en correspondencia con los valores universales.

17. Gracias, Creador Universal, -ELOÍ-, por esta vida maravillosa. Que Tu Inteligencia Infinita, Amor, Sabiduría, Justicia, Luz, y Poder Creador guíen, adecuadamente, todas mis decisiones y acciones, ahora y siempre. Gracias, Eloí, por este día maravilloso.

18. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos proteja, aquí y en cualquier lugar, ahora y siempre. (Tres veces).

19. Siempre espero lo mejor, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y la Ley Cósmica, en armonía con todos.

20. Gracias, Creador Universal; todo va bien en todos los aspectos de mi vida, a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Eloí, todo va bien en mis practicas espirituales y en mi relación Contigo; Tú y yo formamos una unidad perfecta, armónica, aquí y ahora, en el eterno presente. Yo soy Tú, Tú eres yo. Te amo.

21. Voy a realizar –obtener o resolver- (mencionar), antes del: (fecha), de acuerdo al orden divino y en armonía con todos. (Si se trata de varios objetivos, anótelos y haga la afirmación y visualización con cada uno de ellos. Imagínelo concluido satisfactoriamente sin imponer canal alguno de manifestación.)

22. Tengo serenidad y calma imperturbable. Soy impasible frente a todo y a todos. No tengo temor a nada, a nadie ni de nadie en ningún nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero. Dentro de mí vibra la seguridad total. Tengo completa confianza en la vida y en mi propia capacidad de resolver situaciones y alcanzar los resultados satisfactorios que preciso, en cada caso, siempre.

A continuación anoté la fecha: Lunes 12 de agosto de 1967. Luego, tal como me lo indicó el Venerable hombre, anoté la fecha que correspondía veintidós días después: 03 de septiembre de 1967.

Acto seguido, me senté cómodamente, tomé tres respiraciones profundas y realicé la meditación.

Luego, cada noche, durante veintidós días, a las once en punto, me iba a mi cuarto, daba indicaciones de no ser interrumpido durante veinte minutos y realizaba la meditación del día, la cual, siempre complementaba con la lectura breve de uno de los libros de cabecera que siempre suelo tener en mi mesa de noche.

Iba notando, día a día como emergía de mi interior una nueva y desconocida fortaleza, seguridad, estado de ánimo contento, actitud más decidida, optimismo frente a la vida y a las situaciones; comencé a llevarme mejor en las relaciones con las demás personas, a ser más comedido en todo y sobre todo comenzaba a tener conciencia de cosas que antes me solían pasar desapercibidas.

Cabe destacar que, en el punto número veintiuno de la meditación, había anotado siete objetivos que desde hacía tiempo quería realizar y para mi sorpresa, treinta días después de haber terminado de efectuar la meditación del manuscrito número veintidós comencé a observar como, en forma aparentemente casual se iban manifestando la resultados de cada uno de ellos hasta que, algunos meses después, antes de la fechas previstas, los había realizado todos, menos dos, por lo cual, me senté y volví a anotar, en una hoja de mi cuaderno, otros diez objetivos, encabezados por los dos pendientes de la lista anterior, les puse la fecha tope a cada uno, antes de la cual debían ser logrados, para seguir visualizando, su logro, periódicamente.

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viernes, 21 de diciembre de 2012

QUE NUNCA DEJÉIS DE REÍR


QUE NUNCA DEJÉIS DE REÍR

POR ©GIUSEPPE ISGRÓ C.

En una entrevista que le hicieron a Mario Moreno “Cantinflas”, en Estados Unidos, en edad avanzada, expresó que su intención siempre había sido la de “dar un mensaje positivo en todas sus actuaciones, para hacer reír a las personas, con el fin de que fuesen felices. Luego recalcaba: -Que nunca dejéis de reír!”.

En nuestro poema intitulado Las lágrimas de un Payaso, ponía como mensaje de las andanzas por el mundo de Santo Berto, el siguiente: -"Mientras el hombre ríe, no es malo ni pobre, es sabio, es rico"-.

Estas ideas siguen vigentes. La persona que ríe, o sonríe, está demostrando que se encuentra por encima de todas las situaciones que afronta. Que está feliz, rebosante de alegría, ya que las dos expresiones van aparejadas la una con la otra. Si se está alegre, se ríe; si feliz, puede, al mismo tiempo, llorarse de sentimiento, o emoción.

El acto de reír demuestra que tiene un amplia fe en las bondades de la vida y de que todo, siempre, saldrá bien si mantiene, tenazmente, una actitud mental positiva, acompañada del trabajo inherente, en cada caso. Implica, también, disciplina mental.

Además, es señal inequívoca de que confía en sus propias aptitudes, y actitudes, para resolver lo que sea preciso, o para alcanzar los eventuales objetivos de turno, exitosamente.

Indica un desapego en los resultados, y esa actitud le otorga el poder suficiente para sobreponerse a todas las circunstancias, por cuanto, sean cuales fueren los logros obtenidos, no se parará hasta alcanzar los máximos satisfactorios, factibles, en el mejor de los casos, o los mínimos factibles, en el menos favorable  de los mismos.

 El desapego le otorga el control sobre sí, y sobre las situaciones, buscando lo justo para las partes involucradas, permitiéndole que se exprese la creatividad, el pensamiento positivo y el sentimiento de la ecuanimidad y de la cortesía, en toda palabra emitida o acto realizado.

La persona que expresa un ánimo contento, y ríe, al igual que el agua, siempre encontrará una rendija por donde continuar fluyendo sea cual fuere el terreno por el que le toque hacerlo, o para superar cualquier eventual obstáculo que se le presente.
Esa actitud de calma interior, al activar los poderes creadores de la mente, por efecto de resonancia magnética y por la ley de las correspondencias, va creando fuera lo mismo que la persona tiene adentro. Al mismo tiempo, se atrae la cooperación de análoga condición positiva desde la dimensión espiritual y del entorno en el cual actúa.

Quien ríe demuestra que posee una actitud mental positiva, y de que sus expectativas son de la misma polaridad. Cada persona, en la vida, obtiene lo mismo que espera, y por supuesto, merece, sea cual fuere su índole. Una condición sine qua non: Jamás abandonar a mitad de camino una vez emprendida la acción respectiva en dirección de la meta. Muestra, silenciosamente, de que se encuentra en posesión de objetivos claramente definidos por escrito a corto, mediano y largo plazo, y de que sabe a dónde va, lo que tiene que hacer, en línea de máxima, en todo momento, y en cuanto tiempo, y se enrumba al logro de ese propósito, con confianza. La representación mental de que alcanza el resultado apetecido, hace aflorar, en forma automática, la suave sonrisa a flor de labios; es un reír sin reír, dentro del ser, empero se percibe exteriormente. Esa alegría interior es imposible que no se refleje en la cara, en los ojos radiantes, llenos de luz, y en el buen humor constante. Y, sobre todo, en una actitud agradecida frente a la vida, y hacia todos los seres de los cuatro reinos naturales. Esto significa, que toda situación la considera buena y siempre busca de encontrar la nuez dentro de la cáscara. En toda situación por resolver busca la oportunidad de servir y de expresar la maestría del ser interno, en conexión con la divinidad.

Reír, o sonreír, es señal evidente de que la persona asume la responsabilidad de lo que piensa, siente, dice, hace o deje de hacer. Indica que comprende las leyes de la vida y actúa en consecuencia.

La serenidad acompaña a la risa genuina con que la persona aborda todo asunto que le compete. La serenidad es señal cierta de autodominio, de valor, coraje y/o fortaleza, y, simultáneamente, de templanza, moderación, austeridad, capacidad de resistencia, de paciencia, de tolerancia, de bondad, de amor y de equilibrio.

Las personas que sonríen suelen reflejar bondad, seguridad, cortesía, voluntad de servicio, cordialidad, afecto, aprecio y amistad.

Por supuesto, nos referimos a la sonrisa afable, sincera y espontánea, rasgo distintivo del carácter de la persona. Como señal de su autenticidad está siempre acompañada de la constancia en su expresión. La risa inauténtica es efímera, se esfuma como el humo al primer contratiempo, dejando, acto seguido, en evidencia el verdadero carácter de la persona y sus reales intenciones, o estados de conciencia.

La sonrisa constante es el rasgo distintivo del genio, aunque la persona parezca ser un ser común y corriente. La persona que ríe auténticamente no se toma demasiado en serio a sí misma. Es decir, está consciente de su importancia, pero, también, de la de todos los seres en los cuatro reinos naturales, y armoniza con ellos en la ejecución de los planes trazados por el Gran Arquitecto del Universo.

La risa del sabio está imbuida de un perfecto control de sus pensamientos, sentimientos, deseos, palabras y actos. La disciplina de la templanza moldea la belleza de sus facciones, la ecuanimidad de su carácter, y permite que la persona que la ejerce cautive a todos quienes entren en su contacto, abriendo nuevos caminos, creando lazos de amistad. Empero, toda virtud siempre va acompañada de las otras que les son inherentes, en este caso, de la prudencia, de la justicia, de la fortaleza, del respeto y de una sólida autoestima.

Quien ríe es como un sol a mediodía; una luz en la oscuridad que alumbra el camino a seguir con seguridad. Refleja la primera condición indispensable para alcanzar un liderazgo perdurable: La visión del qué, del cómo, del cuándo, del dónde, del quién, del cuánto y del por qué. La risa franca, sincera, es sinónimo de entusiasmo que vuelve incansable a toda persona en la realización de sus objetivos, en la creación de una realidad mejor, en el aporte de un nuevo invento, o la innovación en los bienes y servicios con que anhela contribuir en el mercado.

La persona que ríe, sosegadamente, permite que los sentimientos de los valores universales se expresen en polaridad positiva. Jamás las dos polaridades podrán manifestarse al mismo tiempo; o lo hace la una, o la otra. O se tiene el dominio de las situaciones o no se tiene; si se posee, la persona lo reflejará con una actitud serena, con una sonrisa, aunque tenue, a flor de labios, emanando desde adentro, con naturalidad, reflejando la verdadera potencia de la que está dotada la persona en particular.

Volver a sonreír desde adentro, a partir del Espíritu, evidentemente implica tomar, constantemente, el control de la propia vida, de los pensamientos, de los sentimientos, de los deseos, de las palabras y de los actos. Significa aceptar la realidad que se afronta y asumir la dirección de la situación observando cuál es el aprendizaje que la vida quiere aportar cuando pone a nuestro lado a determinadas personas.

Los afines siempre se juntan; los opuestos jamás lo hacen, por lo menos sin una justa razón. Algunas veces no se valoran lo suficiente a las personas con las que se suele convivir. Buscamos la perfección en lo demás y con frecuencia vemos únicamente sus fallas, que no dejan de ser, simplemente, las propias. Se observa que, casi siempre, las personas suelen ver en los demás lo mismo que poseen en sí mismas.

La gente exitosa percibe en todo ser que encuentra en su camino, las potencialidades del éxito que posee, y las estimula en su desarrollo con un elogio sincero, llamando su atención sobre un don particular o una cualidad inherente, o, simplemente, aportando una sugerencia.

Hay que aceptar la realidad tal cual es, y luego, ver que es lo que se puede cambiar, mejorándolo.

Decía Epicteto, que las cosas que se afrontan en la vida son de dos clases: las primeras, aquellas cuyo control se encuentra en nuestro poder, como son las opiniones, el estado anímico, las apetencias o aspiraciones y la aversión, es decir, todas las que desembocan en los propios actos. En una palabra: los pensamientos y los sentimientos, que, en esencia, constituyen el núcleo creador de las palabras y de las acciones.

Epicteto decía, además, que las cosas colocadas en nuestro poder son de naturaleza libre, es decir, nadie puede impedir que las ejecutemos.

En cambio, las segundas, por depender de una voluntad ajena, humana o de la naturaleza, son las que suelen afectar a las personas.

Empero, si cada quien se centra en lo que está en su facultad controlar como son los pensamientos, los sentimientos, los deseos, las palabras y los actos, se tendrá un control sobre todas las situaciones, por cuanto, quien se domina a sí mismo lo hace, simultáneamente, sobre todas las cosas que les resultan inherentes.

Esta es la razón por la cual Epicteto, también expresaba: -“Lo que importa no son las cosas en sí mismas, sino nuestra propia actitud y comprensión frente a ellas”.
La doctrina estoica de Epicteto sugería que quien quisiese alcanzar este estado de felicidad precisaba desarrollar su ánimo a niveles por encima de la media y despreocuparse de las cosas que escapan al propio control de manifestación, y que, por encima de todo, habría que centrar la atención en las cosas que dependen de sí y que se encuentran bajo la propia voluntad.

Sólo la práctica de todas las virtudes, acompañada del estudio de todas las ciencias, de todas las filosofías y de todas las artes, podrían manifestar un estado de dignidad personal y de riqueza integral, y sobre todo, un estado de libertad interior, verdadero ejercicio del don del libre albedrío, que permite reír desde adentro, sosegadamente, como decía Don Quijote, y anhela hacerlo toda persona que vive conscientemente el éxito.

Quizá Cantinflas habría sido el actor indicado para interpretar de la mejor manera posible a Don Quijote, por cuanto las filosofías de ambos se compaginan perfectamente.

Mientras el genial Mario Moreno, alias Cantinflas, sugería: “Que nadie nunca deje de reír, para ser feliz”, el personaje imaginario, aunque ahora más real que ningún otro, del genio incomparable de Cervantes, Don Quijote, a cada paso, acompañaba todos los actos que ejecutaba con una actitud sosegada.

Quien cultiva la actitud del sosiego, por actuar, siempre, con un sentido claro de lo justo, podrá reír desde adentro con naturalidad, y sinceramente, porque su conciencia se encuentra en paz.

Se evidencia claramente que, para reír, o sonreír, es preciso, antes, tener sosiego. Para estar sosegado implica tener pleno dominio de los propios pensamientos, sentimientos, deseos, palabras y actos. Para lograr este estado de conciencia es necesario poseer la sabiduría de los valores universales, para enmarcar la propia conducta dentro de sus parámetros. El logro de estos estados mentales de los sentimientos de los valores universales, expresados en la propia conciencia, en sus ilimitadas estaciones o grados, es lo que permite el ánimo sosegado de Don Quijote, y el reír auténtico de Cantinflas, como expresión de felicidad humana.  En este caso, cada quien puede reír desde adentro, a partir de los sentimientos de los valores universales expresados en la propia conciencia, y en ese instante comprenderemos que esa es la sonrisa de la Divinidad que fluye en la faz de cada ser en los cuatro reinos naturales, al vivir una vida virtuosa, o al dar el primer paso para consolidarla.

Recordemos, por un momento la sonrisa, y la risa  franca de un niño, y la de sus padres, al contemplarle llenos de felicidad; la de los abuelos con sus nietos, y la de éstos con aquellos; la de dos personas que se aman; la de dos amigos cuya amistad es sincera, que se encuentran; y la que aflora en el acto de alcanzar la meta propuesta. El abrazo cariñoso suele acompañar estos momentos llenos de sentimientos y sublimes emociones que gratifican la existencia humana y la de los demás reinos naturales.

La sonrisa es un símbolo del amor, de la belleza, de la bondad, de la justicia, de la amistad, de la generosidad, del servicio efectivo y del triunfo en todas las acciones humanas, de la amabilidad, de la cortesía, de la confianza mutua, del respeto recíproco, de la admiración, y de tantos otros valores, y sus virtudes inherentes.

Recordemos, también, que el control de la euforia, de la expansión en el hablar excesivo, e innecesario, de la reserva en los objetivos, para evitar la generación de fuerzas antagónicas, y de la realización silenciosa de los propósitos, emulando a la naturaleza, permite un ahorro en la energía, que asegura la llegada a cada una de las metas antepuestas como resultados para ser alcanzados, en el espacio y en el tiempo.

Por eso el personaje imaginario de nuestro poema, Santo Berto, como resultado de sus extensas andanzas de payaso, por todo el mundo, había aprendido: -"Mientras el hombre ríe, no es malo ni pobre, es sabio, es rico"-.

Adelante.


Madrid, 20 de diciembre de 2012.


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