viernes, 15 de marzo de 2013

CONSIDERACIONES SOBRE LA PLURALIDAD DE LAS EXISTENCIAS, O REENCARNACIÓN



CONSIDERACIONES SOBRE LA PLURALIDAD
DE LAS EXISTENCIAS

Autor: Allan Kardec
Versión castellana y comentarios exegéticos:
Giuseppe Isgró

Capítulo IX de: EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS

1. La idea de la reencarnación, -dicen algunos-, no es nueva; se remonta a Pitágoras”-. Y nosotros, quizá, hemos dicho que la doctrina espirita sea invención moderna? El Espiritismo es una ley de la naturaleza; por lo cual ha debido existir desde el origen de los tiempos, y nosotros nos hemos propuestos de probar que se reencuentran las huellas en la más remota antigüedad. Pitágoras, como todos saben, no es el autor del sistema de la metempsicosis, por cuanto lo ha tomado de los filósofos hindúes y de los egipcios, entre quienes existía desde tiempos inmemoriales.
Las ideas de la transmigración de los Espíritus era, por lo tanto, una creencia popular, admitida por los seres humanos más eminentes. Cómo y de quién la habían recibido? Por revelación o por intuición? No se sabe; empero, sea como fuere la cosa, una idea no atraviesa el tiempo y no es aceptada de la flor y nata de los ingenios sin que tenga algún lado serio. La antigüedad de nuestra doctrina sería, por lo tanto, más bien una prueba que una objeción. Pero, es también notorio que entre la metempsicosis de los antiguos y la doctrina moderna de la reencarnación existe una enorme diferencia, por cuanto los Espíritus rechazan en el modo más absoluto la transmigración del Espíritu del ser humano en los animales.
Los Espíritus, por lo tanto, enseñando la pluralidad de las existencias corpóreas, renuevan una doctrina que tuvo origen en las primeras edades del mundo, y se ha conservado hasta nuestros días en el pensamiento íntimo de un sinnúmero de personas; pero, la presentan bajo un aspecto más racional, conforme a las leyes progresivas de la naturaleza, y en armonía con la sabiduría del Creador, despojándola de todo aquello que le ha agregado la superstición.  Es una circunstancia digna de notar, que ellos, en estos tiempos, no la han enseñado solamente en este libro. Mucho antes de que este libro fuese publicado, innumerables comunicaciones de la misma naturaleza se habían obtenido  en diversos países, y se han, después, considerablemente, multiplicado. Aquí sería el caso de examinar por qué no todos los Espíritus están de acuerdo sobre este punto; pero, volveremos sobre el tema, seguidamente.
Consideremos la cosa, por ahora, bajo otro aspecto, sin tener en cuenta las instrucciones de los Espíritus. Pongámoslas aparte, por un momento, y supongamos que esta teoría no es obra de ellos, más bien, que no se ha hablado jamás de Espíritus. Pongámonos, por un instante, sobre un terreno virgen de cada preconcepto, admitiendo en el mismo grado de probabilidad las dos hipótesis, es decir, la de la pluralidad y la de la unidad de las existencias corpóreas, y veamos de cual parte nos guiará la razón y nuestro propio interés.
Algunos rechazan la idea de la reencarnación por el solo hecho de que no la encuentran a su gusto, aseverando de tener ya demasiado con una sola existencia, y de no querer recomenzar otra. Nosotros conocemos a algunos, quienes se desmoralizan con solo pensar en la posibilidad de regresar a la tierra. A estos no tenemos que preguntar sino una sola cosa, lo cual es: si piensan que Dios ha consultado su gusto y manera de pensar para regular el universo. Del resto, no hay vía de medio: la encarnación o existe o no existe. Ahora, si existe, tienen una bella manera de protestar, empero, le convendría, más bien, que la asuman. Dios no le pedirá, a ellos, permiso. Sería muy cómodo al carente de salud, si pudiese decir: por hoy he tenido suficiente, mañana quiero estar bien. Empero, es preciso que tenga paciencia hasta restablecerse totalmente. De igual manera, si aquellos renuentes deben vivir de nuevo, regresarán a un nuevo ciclo existencial y si reencarnan, no le servirá de nada obstinarse como niños que no desean ir a la escuela, o al igual que los condenados, que evaden el lugar que les está destinado: será necesario pasar por la experiencia que le corresponde. Estas objeciones son muy pueriles para merecer un examen serio. Sin embargo, para reconfortarlos, les diremos que la doctrina espirita sobre la encarnación no es tan tremenda como creen, y que, si la hubiesen estudiado bien, no se encontrarían desconcertados de esta manera, por cuanto sabrían que las condiciones de la nueva existencia dependen de ellos mismos: esa será feliz o lo contrario según lo que hayan hecho aquí con el fin de poder, ya en esta vida, elevarse tan alto que no teman una recaída en fango.
Hay que observar que suponemos de hablar a quien cree en un porvenir cualquiera posterior a la desencarnación y no a quienes tienen por prospectiva la nada, o quieren sumergir su Espíritu en un Todo universal sin individualidad, como las gotas de la lluvia en el Océano, lo cual, poco más o menos, es lo mismo. Si, de alguna manera, creéis en un porvenir sea cual fuere, no admitiréis, ciertamente, que sea el mismo para todos; diversamente, en qué consistiría la utilidad del bien? Por qué habría que imponerse sacrificios? Por qué no satisfacer todas las pasiones y deseos, aunque fuese a costa de los demás, ya que no  habría nada que perder, ni ganar? Si creéis que el porvenir de la dimensión espiritual será más o menos feliz, o lo contrario, según las obras de vuestra vida, no podéis más que desear de devenir verdaderamente felices, por cuanto se trata de la eternidad. Tendréis, quizá, vosotros, la pretensión de ser las personas más perfectas que hayan existido sobre la tierra, y de tener, de esta manera, sin duda, el derecho a la suprema felicidad? Ciertamente, no; por lo cual admitís que existen seres que, superándoos en meritos, tienen derecho a un puesto mejor, sin que por esto vosotros forméis parte de los réprobos. Ahora bien, poneos por un instante con el pensamiento en esta condición intermedia, que será, probablemente, la vuestra, y suponed que alguien venga a deciros: Vosotros sufrís, no sois felices cuanto podríais, mientras tenéis en frente seres que gozan de una perfecta felicidad, queréis cambiar vuestra condición con la de ellos? Sin duda, diríais vosotros: qué hay que hacer? Reparad el mal hecho, y buscar de hacer mejor las cosas. Dudaríais vosotros de aceptar aunque fuese al precio de muchas existencias de pruebas? Ciertamente no! Si una persona, quien, sin encontrarse en una situación extrema, sufre, todavía, privaciones por sus ganancias limitadas, alguien le dijese: Aquí hay una inmensa fortuna: os la podéis apropiaros, pero a cambio de trabajar a fondo por un minuto! Aunque fuese el ser menos trabajador de la tierra, no diría sin emoción: Trabajemos un minuto, dos minutos, una hora, un día, si es necesario: qué significa un día de trabajo si me pondrá en condiciones de vivir en medio a los bienes? Ahora reflexionad: Qué representa la duración de una vida corpórea en comparación con la eternidad? Menos de un minuto, menos de un segundo.
Otros opositores de la reencarnación parten de un principio diferente, diciendo: -“Dios, que es sumamente bueno, no puede imponer al ser humano de reiniciar una secuela de miserias y de tribulaciones”. Encontraréis, vosotros, quizá, que sea mayor bondad condenarle a un suplicio eterno por algunos momentos de error, en vez de darle los medios de reparar sus fallos? Oíd: Dos industriales tenían cada uno un trabajador, que podía aspirar, un día, ser su socio. Ocurrió, en cierta oportunidad, que ambos disiparon su jornal, mereciendo un severo castigo. Uno de los dos industriales despidió a su trabajador sin tener piedad de sus lágrimas; y éste, sin encontrar trabajo, pereció en la miseria. El otro, en cambio, dijo al trabajador negligente: Tú has perdido un día de trabajo, y me debe una en compensación; has ejecutado mal tu cometido y me debe resarcir por ello; yo te permito de hacerlo. Busca de trabajar con empeño y yo te dejaré a mi lado y podrás, siempre, esperar el premio que te había prometido. Hay, quizá, necesidad de preguntar quien de estos dos industriales fue más humano? Y, queréis que Dios, no obstante su infinita clemencia, fuese más inexorable que una persona?
El pensamiento de que nuestra suerte sea decretada para toda la eternidad, después de pocos años de pruebas, aún cuando no sea de peso, entre nosotros, alcanzar la perfección sobre la tierra, deja de poner en el ánimo el consuelo y la confianza. En cambio, la idea de reparar el mal hecho, o el bien descuidado, nos infunde coraje y nos consuela, por cuanto nos deja la esperanza.
Por lo cual, sin pronunciarnos en pro o en contra de la pluralidad de las existencias, no tenemos dificultad para afirmar que, si fuese dado al ser humano de elegir, nadie preferiría el juicio sin apelación. Un filósofo escribió, que, si Dios no existiese habría que inventarlo por la felicidad del ser humano; se podría decir lo mismo de la pluralidad de las existencias. Empero, repetimos: Dios no pide nuestro permiso, y no consulta nuestras opiniones: el nudo consiste en saber si la reencarnación es un sueño o una realidad. Consideremos, por lo tanto, la cuestión, todavía desde otro punto de vista, siempre sin contar con las enseñanzas de los Espíritus, y solamente como estudio filosófico.
Es evidente que, si no hubiese la reencarnación tendríamos una única vida corpórea; ahora, si la actual nuestra existencia corpórea es la única, el Espíritu de cada persona es creado al momento de su nacimiento, a menos que no se admita la preexistencia, en cuyo caso surge, espontáneamente, la pregunta, qué era el Espíritu antes de la encarnación, y si aquel estado no constituya una existencia bajo cualquier forma. No hay escapatoria: o el Espíritu existía, o no existía antes del cuerpo. Si sí, en qué modo? Tenía o no la conciencia de sí mismo? Si no, sería como si no hubiese existido; si poseía individualidad, debía ser progresiva, o estacionaria: en ambos casos se tiene razón de preguntar: a cuál grado había llegado cuando encarnó? Admitiendo, en cambio, de acuerdo a la creencia vulgar, de que el Espíritu nazca contemporáneamente al cuerpo, o, lo que es lo mismo, que antes de su encarnación tenga sólo facultades negativas, nosotros preguntamos:
1)                Por qué el Espíritu muestra tendencias tan diversas e independientes de las ideas adquiridas con la educación?
2)                De dónde proviene la aptitud extraordinaria de ciertos niños por un determinado arte, o ciencia, mientras que otros son incapaces, o quedan mediocres por toda la vida?
3)                De dónde toman algunos aquellas ideas innatas que no existen en otros?
4)                De qué se derivan, en algún niño, aquellos instintos prematuros de vicio o de virtud, y los sentimientos innatos de dignidad o de bajeza, que contrastan con el ambiente en que nacieron?
5)                Por qué hay personas, las cuales, independientemente de la educación, son más progresadas de las otras?
6)                Por qué hay personas salvajes e incivilizadas? Si tomáis un niño Hotentote (Tribu de Sud Africa) y lo educáis en nuestros más famosos liceos, haréis de él un Laplace o un Newton?
Cuál es la filosofía que puede resolver estas cuestiones? Los Espíritus, al nacimiento de los seres, en la dimensión física, o son iguales o son desiguales: si iguales, por qué aquellas aptitudes tan desiguales? Hay quien asevera que esas diferencias dependen del organismo; pero, una tal doctrina sería más monstruosa e inmoral, por cuanto, entonces, el ser humano, reducido a simple maquina, juguete de la materia, no debería responder más de sus propios actos, y podría responsabilizar de todo a sus imperfecciones físicas. Si, en cambio, son desiguales,  y fue Dios en crearlos así, entonces, a qué se debe aquella innata superioridad concedida a algunos? Podría esta parcialidad ser conforme a su justicia y al amor igual, que rigen a todas sus criaturas?
Admitiendo, en cambio, una sucesión de existencias anteriores progresivas, todo se explica por si solo. Los seres humanos, traen, naciendo, la intuición de lo que han aprehendido, y son más o menos progresados según el número de las existencias transcurridas, lo cual, refleja su mayor o menor lejanía con el origen; perfectamente como en un conjunto de personas de cada edad, donde cada una tendrá un desarrollo proporcionado al número de los años vividos, por cuanto, las coexistencias sucesivas son para la vida del Espíritu lo que los años representan para la vida del cuerpo. Agrupad a mil personas desde la edad de un año hasta ochenta, y suponed que un velo grueso os esconda su pasado de manera de creerle nacidas todas el mismo día. Naturalmente, no podréis dejar de preguntaros por qué las unas sean grandes y las otras pequeñas, las unas viejas y las otras jóvenes, las unas doctas y las otras ignorantes. Pero, si aquel velo ocultador se rasgase, si vinieseis a conocimiento de que esas personas han vivido en un diverso espacio de tiempo más o menos largo, todo os aparecería límpidamente claro. Dios, en su justicia, no ha podido crear Espíritus más o menos perfectos, y con la pluralidad de las existencias, dicha disparidad no tiene nada más de contrario a su equidad. Quizás, este nuestro razonamiento se apoya sobre un sistema, sobre una suposición arbitraria? No. Basando nuestras consideraciones sobre un hecho inexpugnable, es decir, el de la desigualdad de las aptitudes y el del desarrollo intelectual y moral, lo encontramos inexplicable de acuerdo a las demás teorías, mientras que, al contrario, simple, natural, lógico, evidente, según la nuestra. Deberíamos, por lo tanto, preferir aquellas que no explican nada, a la que lo explica todo?
A la sexta pregunta se responderá, sin duda, que el Hotentote, es de un grupo étnico inferior. Entonces, preguntaremos: Pero, el Hotentote es un hombre, o no? Si lo es, por qué Dios le ha privado, conjuntamente con sus coterráneos, de los privilegios concedidos al grupo étnico caucásico? Si no lo es, por qué buscáis de convertirlo en cristiano? La doctrina espirita es más lógica: para ella no existen diversas especies de seres humanos, sino solamente seres humanos cuyo Espíritu es más o menos en retardo evolutivo, empero, siempre capaz de progresar. No es, por lo tanto, esta doctrina más conforme con la justicia de Dios?
Hasta aquí hemos visto el Espíritu en su pasado y en su presente; si le consideramos en su porvenir, encontramos las mismas circunstancias.
1)             Si la sola existencia presente debe decidir la propia suerte futura, cuál es en la dimensión espiritual la condición del salvaje y la del ser incivilizado? Se encuentran ellos en el mismo grado, o se diferencian en la suma de la eterna felicidad?
2)             El ser que pudo dedicar toda su vida al propio mejoramiento se encuentra en el mismo grado de aquel que le quedó rezagado en progreso, no por su culpa, sino porque no tuvo ni el tiempo, ni la posibilidad de hacer lo mismo?
3)             El ser humano que hace el mal por ignorancia del bien, puede obligársele a responder de cierto estado de cosas que no dependen de él?
4)             Se trabaja para iluminar a los seres humanos, para moralizarlos y civilizarlos; pero, en el ínterin, mientras se logra educar a uno, millones desencarnan diariamente cada día, antes de que la luz haya llegado hasta ellos. Cuál es, por lo tanto, la suerte de ellos? Son tratados como réprobos? Y, en el caso contrario, qué han hecho para merecer de encontrarse en el mismo grado de los demás?
5)             Cuál es la suerte de los niños que desencarnan antes de haber podido hacer el bien o el mal? Si son los elegidos, por qué este favor sin que hayan podido merecerlo? Por cuál motivo están exentos de las tribulaciones de la vida?
Aquí tenemos otras cuestiones insolubles según cualquier otra doctrina; mientras, si admitís para el Espíritu más existencias consecutivas, todo se os explica de manera conforme con la justicia de Dios. Por otra parte, lo que no se pudo hacer en una existencia, se puede hacer en otra; así nadie escapa a la ley del progreso, todos son recompensados en la medida del merito real, y nadie queda excluido de la felicidad suprema, a la cual puede llegar, por muy grande que sean los obstáculos que encuentre en su camino.
Tales cuestiones podrían multiplicarse hasta el infinito desde el momento en que los problemas psicológicos y morales, que no encuentran solución sino en la pluralidad de existencias, son innumerables. Nosotros nos hemos limitados a los más generales.
Sea como fuere, se objetará que la doctrina de la reencarnación no es admitida por cuanto significaría un desmoronamiento de las religiones. A este fin, por cuanto no es nuestra intención tratar, ahora, este argumento, nos es suficiente haber demostrado que la reencarnación es perfectamente lógica y moral: ahora, lo que es moral y lógico, no puede ser contrario a una espiritualidad que proclama a Dios como la bondad y la razón por excelencia. Qué habría ocurrido de la espiritualidad, si de acuerdo con la verdad universal y a los dictámenes de la ciencia no se hubiese adaptado a las nuevas percepciones de la realidad?
Por otra parte, el principio de la reencarnación se refleja en varios pasajes de las Escrituras y en el Nuevo Testamento, el cual es profesado de la manera más explícita:
-“Al momento de descender de la montaña, (después de la transfiguración), Jesús hizo esta advertencia y les dijo: No hablad a nadie de lo que habéis visto, hasta que el hijo del Hombre haya renacido”. Entonces sus discípulos le preguntaron: Pues, por qué dicen los escribas que Elías debía venir primero? Y él le respondió: Elías, en verdad, ha de venir y restablecerá todas las cosas. Pero os digo que ya vino Elías y no le conocieron, antes hicieron  con él cuanto quisieron. Así ellos harán padecer al hijo del hombre. Entonces entendieron los discípulos que de Juan El Bautista les había hablado”. (Mateo, cap. XVII, V. 10 a 13; Marcos, cap. IX, V. 10,11,y 12).
Por cuanto Juan El Bautista era Elías, el Espíritu de Elías debía haberse reencarnado en el cuerpo de Juan El Bautista.
De cualquier manera, del resto, el concepto que uno se forma de la reencarnación, la admita o no, si en verdad existe, le convendrá asimilarla y asumirla.  Nosotros, nos conformamos en insistir sobre el punto esencial, es decir, que la enseñanza de los Espíritus es de manera sublime real, por cuanto se apoya sobre la inmortalidad del Espíritu, las penas y las recompensas futuras, la justicia de Dios, el libre albedrío del ser humano y la moral enseñada por Jesús. Sería un error considerarle en desacuerdo con la verdad universal.
Hemos razonado, tal como nos lo habíamos propuesto, al margen de la enseñanza espirita. Si nosotros y tantos otros hemos adoptado la doctrina de la pluralidad de existencias, no es porque ella es enseñada por los Espíritus, sino porque nos ha parecido la más lógica, por cuanto, sólo ella resuelve tantas cuestiones insolubles hasta ahora. Aunque nos la hubiese enseñado un simple hombre como nosotros, la habríamos aceptado igualmente, sin dudar un instante en renegar nuestras ideas personales. Donde un error es demostrado, el amor propio tiene más de perder que de ganar obstinándose en ello. De igual manera, posteriormente, la habríamos rechazado, aunque hubiese sido enseñada por los Espíritus, si nos hubiese parecido contraria a la razón, por cuanto sabemos, por experiencia, que no se debe aceptar pasivamente todo lo que nos es enseñado por ellos, al igual que los que nos es enseñado por los seres humanos. De acuerdo con nuestra visión, la teoría de la reencarnación tiene títulos de gran relieve: primeramente, el de ser estrictamente lógica, y después, la de ser confirmada por los hechos, positivos e incontrastables, que un estudio atento y razonado puede aportar a quienquiera se dedique a observar con paciencia, y frente a los cuales no es posible más la duda. Dado que estos hechos serán divulgados como los de la formación del movimiento de la tierra, es preciso atenerse a la evidencia y os opositores deberán retractarse de sus negaciones, oportunamente.
Concluimos, por lo tanto, repitiendo que la doctrina de la pluralidad de las existencias explica lo que sin ella es inexplicable; que nos aporta inefables consolaciones; que responde a la justicia más rigurosa; y que es para el ser humano el ancla de seguridad que Dios les ha otorgado en su misericordia.
Las palabras mismas de Jesús lo afirman decisivamente. Es aquí lo que se lee en el evangelio según Juan en el Cap. III:
3) –“Jesús, respondiendo a Nicodemus, le dijo: En verdad, en verdad te digo, que, si el ser humano no renace, no puede ver el reino de Dios”-.
4) –“Nicodemus, le dijo: Cómo el ser humano puede nacer cuando es viejo? Puede él reentrar en el seno de su madre, y nacer una segunda vez?”
5)  –“Jesús contestó: En verdad te digo que si el ser humano no nace de agua y de espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del espíritu, es espíritu. No te maravilles de lo que te he dicho; es preciso que nazcáis de nuevo”-. (Ver Nº 1.010).
COMENTARIO EXEGÉTICO GIC: Denota, sin duda alguna, profunda percepción de la realidad sobre la reencarnación y sus leyes vinculantes,  este ensayo de Allan Kardec. Quienes, ahora, lo leemos, vemos con naturalidad los distintos aspectos comentados por el maestro y forman parte de nuestro bagaje de conocimientos normales, ya que constituyen conceptos básicos y esenciales en el ámbito de la Doctrina Universal, hoy en día.
Es cierto, hoy en día. Pero, que ocurría en el tiempo en que se publicó El libro de los Espíritus, en 1857?
En esa época, Allan Kardec, con su magna obra, volvía a colocar en el tapete el tema de la Reencarnación y la Ley de compensación, entre otros principios, después de que, durante 1.600 años, ese movimiento nacido en el primer Concilio de Nicea, en la ciudad de Isnik, Turquía, en el año 325 de nuestra era, comenzara un proceso sistemático, a sangre y fuego, de tergiversación histórico-espiritual que culminó en el olvido, virtualmente total, del tema de la reencarnación, en la memoria colectiva del mundo occidental.
Es cierto que hubo pensadores que se ocuparon del tema de la reencarnación, como fue el caso de Marsilio Ficino, en el siglo XV, durante el  Renacimiento, quien les explica a sus discípulos que, al leer un ensayo de Plotino, tengan presente de que se trata del mismo Espíritu de Platón, lo que indica que conocía la temática con precisión. Además, Ficino percibía que el mismo era una reencarnación del ilustre filósofo ateniense. La elevación de su obra, entre la que se cuenta su Teología Platónica, denota un nivel equivalente entre Platón, Plotino y Marsilio Ficino. Es decir, un hilo conductor se manifiesta en el pensamiento de los tres.
En el siglo XIX, el tema de la Reencarnación se reactiva con Allan Kardec, con la publicación de El Libro de los Espíritus, marcando una nueva era a partir de entonces: La del Espíritu.
También retoma la temática palingenésica  Madame Blavasky, en 1875, con la fundación de la Sociedad Teosófica, y el excelente grupo de ocultistas franceses. Hacia finales del siglo XIX, el Dr. Gerard Encausse, -Papus-, publica un excelente libro sobre Reencarnación, y el tema ya pasa a ser materia de estudio en el ámbito occidental.
En Oriente, siempre se mantuvo la continuidad en el estudio de la Reencarnación, desde la más remota antigüedad. Las Leyes de Manú, del siglo XXXVIII antes de nuestra era, hablan de Reencarnación y de la ley del karma; el Bagavad Gita, es una joya del pensamiento universal que aporta un conocimiento avanzado sobre ambas doctrinas y otros que les son inherentes. El hinduismo, el budismo, y otras corrientes de pensamientos, al igual que los más importantes pensadores de todos los tiempos, sustentan ideas claras y precisas al respecto.
Tomando en cuenta que Kardec se inicia en la investigación espirita en 1854, y que la publicación de El libro de los Espíritus se lleva a cabo el 18 de abril de 1857, es decir, tres años después, la labor que llevó a cabo este insigne humanista fue gigantesca, de por sí. Solamente la concepción de las preguntas que formuló a los Espíritus, el ordenamiento de las respuestas, las repreguntas, y los comentarios que en toda la obra va colocando, en donde su propia percepción tiene algo importante que aportar, demuestran un intenso trabajo y una preparación previa importante. Sin duda, el elevado nivel formativo en la cultura clásica y en las doctrinas orientalistas, le aportaban una visión trascendental que contribuyó a la universalidad de su pensamiento.
Este capítulo, que constituye un comentario de Allan Kardec, al anterior de El Libro de los Espíritus, sobre la Pluralidad de Existencias, indica que, en solo tres años de estudio, había desarrollado su pensamiento sobre la Reencarnación y todas las leyes que les son vinculantes, además de de una visión integral de la doctrina espirita. Su excelencia permite que, aún después de tanto tiempo, conserven plena vigencia.
Repetimos, hoy nos parecen ideas normales, pero, en su época, Kardec fue un pionero, y el primero que, en el siglo XIX retoma el hilo de continuidad, en la materia, en el mundo occidental, dando acceso al sol del porvenir, del progreso y de la sabiduría espiritual en un grado como nunca antes lo hubo, y pese al férreo esfuerzo de la tergiversación histórico espiritual nacida en Nicea.
Empieza la nueva era de luz ya imparable, a partir de entonces, y hoy, con las investigaciones científicas realizadas por las más importantes universidades del mundo, alcanzan, ya, a más de cinco mil los casos de reencarnación científicamente comprobados. Entre los eminentes exponentes descuellan las figuras de los Dres. Ian Stevenson y Hamendranath Banarjé.
Empero, se cuentan por millares los estudiosos de la Reencarnación y de las leyes que les son inherentes, que están transformando la conciencia de la humanidad a nivel global. Muchas instituciones vinculadas con la espiritualidad deberán, en corto tiempo, reformular sus doctrinas, so pena de desaparecer del escenario, por cuanto han dejado, ya, de representar la verdad universal.
La verdad universal se impone siempre; la luz evacua la oscuridad. El bien prevalece sobre el mal. El conocimiento emancipará al ser humano. Los temas vinculados con la Doctrina de la Reencarnación y la ley del karma, y otros principios inherentes, contribuirán a forjar esa humanidad con la conciencia elevada creadora de la nueva edad de oro en el planeta Tierra.
Hoy en día más del 80% de la humanidad cree en la supervivencia del Espíritu y en la Reencarnación. El resto, es cuestión de tiempo. De nada sirve cerrar los ojos frente a la realidad y tratar de opacar la luz del sol con un dedo.
Concluimos, dejando constancia de que, una de las obras más portentosas sobre el tema de la Reencarnación y sus valores intrínsicos, es la de la andaluza Amalia Domingo Soler, que lo estudia en las más amplias vertientes y variantes. Sus obras: Hechos que prueban…, Te perdono, y su extensa bibliografía, ofrecen al estudioso la más completa enciclopedia sobre la Reencarnación. En cada ensayo se plasma el genio inigualable de esta insigne y relevante exponente de la Doctrina Universal.

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EL ENCUENTRO EN LA VICTORIA



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UN ENCUENTRO EN LA VICTORIA

Autor: ©Giuseppe Isgró C.

Del libro: La Victoria

Capítulo I

Me encontraba un día, en una fuente de aguas tranquilas, cristalinas, cuando se me acercó un Venerable hombre, vestido a la antigua usanza, con bata blanca, larga, pelo y barba que alguna vez fueron de color pelirrojo y un báculo en la mano derecha.

Concentró sus ojos en los míos; su mirada era profunda, serena y apacible.

Con voz suave y afectiva, me dijo:

-“Hola, hijo, como estás”-.

–Bien, -le contesté-; y, ¿usted?

–Por aquí andamos; -fue su respuesta-, mientras me sonreía.

-¿Dónde estamos?, -le pregunté al Venerable hombre-.

-Este sitio es conocido como La Victoria; -me contestó-. –¿Qué haces por estos lados?

-Salí esta mañana, temprano, con el coche, a dar un paseo; luego, al llegar a esta zona, me paré a contemplar la belleza de los araguaneyes y decidí caminar un poco y la verdad que, absorto en mis reflexiones, caminé por lo menos durante dos horas, hasta llegar aquí. Desconocía este hermoso lugar. Y, usted, -¿vive por aquí cerca? -le pregunté-.

Un poco más arriba, en esa colina boscosa. Hace algunos años, -relata el Venerable hombre- decidí retirarme de la agitada vida ejecutiva en que me desenvolvía profesionalmente, como abogado, en la ciudad de Quebec, Canadá, aunque he viajado por diversos países asesorando a incontables líderes. Construí la casa, en esta zona tropical, con la idea de pasar aquí los meses de invierno. Me dedico al estudio de la vida, a la meditación y a cultivar mi jardín y de vez en cuando, a escribir mis reflexiones, las cuales, algún día, habrán de ser publicadas para esparcir un poco la luz que he podido vislumbrar en mis estudios metafísicos-espirituales.

-¿Quieres tomar un café? –Me preguntó el Venerable hombre-. Lo he traído de Caripe El Guácharo; es de los más exquisitos que he probado.

-Sí, con gusto se lo acepto; -le contesté-.

Nos fuimos caminando por un sendero rodeado de árboles cargados de mangos, aguacates, naranjas y una hilera de cayenas de diversos colores. A lo lejos, el ruido de la brisa se oía apaciblemente. Todo era quietud, armonía y paz. Pero, sobre todo, lo que más me impresionaba era la apacibilidad y el sosiego del Venerable hombre de La Victoria. Emanaba de él un flujo de fuerza que, en su presencia, me sentía con un poder y una seguridad nunca antes experimentados. Fuerzas bienhechoras se iban apoderando de mí y aquella paz y relax que buscaba en la mañana, al salir a dar un paseo, sin percatarme de ello, las estaba experimentando ya.

Después de unos quince minutos de caminar, llegamos a la casa del Venerable hombre. Su aspecto exterior humilde estaba lejos de dejar entrever lo que segundos después habría de asombrarme con lo que encontré en el interior.

Al entrar, en la casa, una joven de unos veinte años saludó al Venerable hombre.

-¡Hola, abuelo!, ¿cómo estás?

–Bien, hija, -contestó el Venerable hombre-. -Prepara un poco de café, Lucía, mientras conversamos un poco, adentro.

-Por cierto, te presento a Santiago, quien ha llegado paseando hasta La Victoria.

Después de la presentación, entramos en la biblioteca del Venerable hombre. Un salón grande, lleno de estantes de libros por todas partes, lo cual hacía inimaginable dicho cuadro desde el exterior. Algunos cuadros al óleo de morichales y de personajes históricos, presentaban un ambiente acogedor. En un rincón se encontraban diversos retratos de Tagore, Gandhi, Cicerón, Séneca, Ibn Arabi y un dibujo de Don Quijote y Sancho Panza. En un pequeño cuadro, podía leerse: -“Lo que Alá quiera. Nada se le asemeja”-.

-Le felicito por este inmenso tesoro que usted tiene aquí, -le dije al Venerable hombre-. -¿Cuáles son los temas de su interés?

A lo cual, me contestó: -Como usted puede ver, Santiago, -y me invitó a recorrer los estantes- aquí hay libros de variados temas: clásicos de todos los países y épocas, desde los Vedas, los Upanishads, el Mahabaratha, los libros de Confucio, El Tao te King, de Lao Tse, el Poema de Gilgamesh, el Código de Amurabí, autores griegos, como Homero y Hesiodo. Se encuentran las obras completas de Euclides, Platón, Aristóteles, Teofrasto, Demetrio de Falereo, de los Presocráticos, Epicteto, Plutarco, etcétera; de los latinos, autores como Séneca, Cicerón, -que son mis preferidos-, Julio César, Tito Livio, Dionisio de Halicarnaso, Marco Aurelio, así como libros de Psicología, Gerencia, Sufismo, Yoga, ensayos, filosofía, parapsicología, hermetismo, El Quijote, libros de economía, filosofía, etcétera, en fin, un poco de todo lo que es preciso conocer para poder entender el significado de la vida: de dónde venimos, por qué estamos aquí y hacía dónde vamos, sin lo cual, la vida no tendría sentido, sobre todo por el gran afán a que está sometido el ser humano en la agitada vida moderna.

Nos sentamos en sendas butacas y nos entretuvimos conversando de temas diversos. Al poco rato, entró Lucía con dos tazas de oloroso café y unos biscochos, que degustamos con agrado en una amena e interesante conversación. Al fondo, podía oírse una suave música de Beethoven.

Pasamos cerca de una hora conversando de sobre la Atlántida, Egipto, los griegos, de Homero, de los sufíes, del budismo zen, los poderes del espíritu, meditación, etcétera, después de lo cual, le hice una pregunta directa.

-Seguramente, usted ha desarrollado alguna técnica de meditación y algún método de resolución de situaciones, en la vida, que me quisiera explicar, ya que, según observo, para tener usted una serenidad tan acentuada y una fortaleza física a la edad que imagino que usted debe tener, -cerca de noventa años- es porque ha encontrado en su larga experiencia algún secreto que quizás quisiera compartir conmigo.

Santiago, -me dijo el Venerable hombre, si vuelves a visitarme otro día, quizá te cuente algo que te pueda servir. Empero, antes de que te vayas, te haré entrega de unos apuntes que hace ya muchos años, en una época en que yo andaba a la búsqueda de sosiego y tratando de encontrarle sentido a la vida, un Venerable hombre que, en una edad similar a la mía, a su vez me entregara y cuya práctica asidua me permitió domar la mente, encarrilar mi vida y poner bajo control los hilos del destino. Son veintidós manuscritos, y una meditación diaria, –continuó diciendo el Venerable hombre, que si bien son ya un poco antiguos, podrás copiarlos de nuevo y si pones en práctica las técnicas que contienen, darás a tu vida un esplendor que habrá de sorprenderte agradablemente.

-Una vez que los hayas probado con total y absoluta satisfacción de tu parte, -me dijo, ponlos en limpio, en forma de libro y publícalo para que su mensaje llegue a mayor número de personas. Hacía tiempo que esperaba a alguien a quien confiarle este legado y creo que hoy, al llegar aquí, en la forma en que lo has hecho, tus pasos han sido dirigidos por Aquel que todo lo sabe y puede, por la Ley Cósmica, y en cuyos planes universales, todos somos sus instrumentos.

Me despedí del Venerable hombre y de su adorable nieta, sintiendo dentro de mí fuerzas desconocidas hasta entonces que preanunciaban grandes cambios en mi vida.

En los días siguientes, aparté una hora diaria, antes de dormirme, y leí y releí, todos los manuscritos, de la siguiente manera: En primer lugar copié la Meditación diaria en un cuaderno, el cual leí durante veintidós noches y mañanas seguidas, tal como lo indicaban las instrucciones de la misma.

Una nota al pie de página mencionaba que si yo la transcribía en un cuaderno, el hecho de hacerlo, grabaría en mi ordenador mental las instrucciones y me sería más fácil desarrollar, en mi personalidad, las cualidades y condiciones que formaban parte de los objetivos implícitos en la misma.

De los veintidós manuscritos, cada lunes, a las once en punto de la noche, copiaba uno en el cuaderno, y durante el resto de la semana, a la misma hora, lo leía y meditaba, siguiendo las fáciles y efectivas técnicas e indicaciones al inicio del mismo.

Cuatro semanas después de leer durante veintidós días seguidos, en la noche y en la mañana, la meditación diaria, comenzaron a manifestarse en mi vida una serie de cambios positivos que me dejaban asombrado a mi mismo, pero, también, los miembros de mi familia y a mis amistades; sobre todo mi semblante comenzó a ser más apacible; volví a sonreír desde el interior; mi estado anímico era de contento; me sentía más seguro de mi mismo; comencé a confiar más en la gente, en la vida y a vislumbrar el sentido de mi misión en la vida –percibía cosas que antes me pasaban desapercibidas, a pesar de haber estado siempre allí. Sentía fluir en mí una nueva corriente vivificadora de prosperidad, de felicidad, de alegría de vivir. Mi entusiasmo y amor por la vida y por mi familia, por mi trabajo y por las personas, crecía día a día. En aproximadamente dos meses había logrado muchas de las cosas en las cuales había soñado desde hacía años. Había dado un paso sorprendente en el camino de la autorrealización.

Efectivamente, pude comprobar que me fue relativamente muy fácil desarrollar las aptitudes y actitudes a nivel físico, mental, emocional, espiritual y en diversos aspectos de mi vida, como el financiero, que comenzó a mejorar casi inmediatamente, así como, surgieron nuevas oportunidades que comencé a aprovechar, casi sin esfuerzo de mi parte.

Transcurría el año de 1967 y mi vida había encontrado un sendero que habría de conducirme a cooperar en forma más efectiva en el plan divino que el Supremo Hacedor, en algún momento, había diseñado para mí.

Tres meses después volví a aquel lugar donde había encontrado al Venerable hombre de La Victoria y allí estaba la fuente que él dijo llamarse La Victoria; empero, cuando traté de encontrar el camino para llegar a la casa donde amablemente me ofreció un delicioso café, preparado por su nieta Lucía, no logré encontrarlo, pese a haber recorrido durante un par de horas por los alrededores. Pregunté a varias personas para ver si podían indicarme como llegar a la casa del Venerable hombre y cual fue mi sorpresa, nadie lo conocía.

Empero, después de tanto buscar, volví a encontrar la casa donde vivía el Venerable hombre de La Victoria, pero se encontraba abandonada. Su aspecto indicaba que debía encontrarse en ese estado un lapso mayor del que mediaba con el encuentro de aquel ser extraordinario. Es sorprendente como los inmuebles solos acusan el paso del tiempo en mayor grado que los que son habitados. Si no fuera por los manuscritos pensaría que el encuentro no fue más que un simple sueño. -¿O se trata, acaso de un sueño combinado con un fenómeno de aporte? Personalmente, no lo creo. El encuentro fue muy vívido y real. El aromático café servido por Lucía estaba exquisito. Durante varios años volví al lugar varias veces, la casa seguía sola. La última vez que volví, no la pude ubicar y sin tener tiempo suficiente para seguir buscándola, me fui. Ahora, vivo muy lejos de aquella zona, en otro continente; han transcurrido muchos años y después de tanto tiempo es poco probable que vuelva allí; pero, los manuscritos y la meditación diaria obran en mi poder, me han transformado y han enriquecido mi vida.

Durante más de treinta y cinco años he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen los manuscritos y la meditación diaria y cada vez que los pongo en práctica, experimentos los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para mí.

Su contenido es eminentemente práctico; no hay teorías superfluas. Si lleva a cabo los ejercicios que contienen, es probable que, gradualmente, se vaya efectuando la transmutación alquímica de su ser sintonizándose con los elevados resultados existenciales, los cuales, por añadidura, al ser creados a nivel mental, se van manifestando en su propia vida, oportunamente.

Sobre todo, con estos ejercicios, me percaté, cuando el Venerable hombre me entregó los manuscritos, de que se dispone de un método para domar la mente y ejercer un pleno dominio sobre la vida en general y, por ende, sobre el destino y controlar, cuando eventualmente se presenten, todas las situaciones, manteniendo un perfecto equilibrio físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

El Venerable hombre de La Victoria me comentaba que todo se puede lograr en la vida si se siembra la respectiva semilla por medio de correctas decisiones acordes con la propia y elevada auto-estima y dignidad personal, desarrollando el convencimiento de que sí se puede hacer, por medio de las afirmaciones, las visualizaciones y meditaciones, la experimentación de un estado emocional acorde al momento de ser logrados los respectivos resultados y la practica del desapego, es decir, dejar encargada a la mente psiconsciente del logro, y además, se espera el tiempo necesario haciendo, mientras tanto, todo lo que se requiere, según el caso o los objetivos por alcanzar.

Estas técnicas funcionan, me decía una y otra vez el Venerable hombre de La Victoria; luego, agregaba: -las he probado por más de cincuenta años y quien, a su vez me las entregó, habría hecho otro tanto, aseverando que eran efectivas, si yo seguía fielmente las instrucciones y las ponía en práctica con expectativas positivas.

Desde que en 1967, el Venerable hombre me hiciera entrega de los manuscritos, han transcurrido un poco más de de treinta y cinco años, durante los cuales yo también he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen, y cada vez que me ejercito con ellos, experimento los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para todos los que hemos aplicado las enseñanzas del Venerable hombre de La Victoria.

Él me repetía constantemente: -“¡Tú puedes si crees que puedes hacerlo! ¡Hazlo y tendrás el poder!

Recuerdo que ese día el Venerable hombre me dijo: -ejercer el poder con que la naturaleza de las cosas ha dotado a cada ser, cultivando los dones inherentes y aprendiendo todo lo que se pueda de sí y del vasto universo del que se forma parte, es una manera efectiva de ser cada día más feliz. Luego, cuando me despedí de él, expresó: -“¡Que cada día brille más y mejor tu luz interior!”.- Adelante.

Capítulo 2

Meditación diaria

Es lunes en la noche, son las once en punto.

Me dispongo a copiar textualmente, en el cuaderno que he dispuesto para ello, el manuscrito identificado con el título:

Meditación diaria

Dice así:

Afirme, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desee, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubra cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en su vida:

MEDITACIÓN DIARIA

Afirma, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desees, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubre cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en tu vida. Al encender la luz en la mente se ilumina la propia existencia y todo en derredor vibra al unísono y con el mismo sentimiento de felicidad y bienestar, interrelacionándose por la ley de afinidad.

1. -Entro en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, contando de tres a uno: Tres, dos, uno.

Ø Ahora, estoy ya en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre.

Ø Voy a permanecer en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, durante quince minutos y voy a programar los siguientes efectos positivos, los cuales perduran, cada vez mejor, hasta que vuelva a realizar este acceso y programación mental:

Ø Todo va bien, siempre, en todos los aspectos de mi vida, cada día mejor. (Tres veces). –Imagínalo-.

Ø Todo va bien en mi trabajo; cada día logro mejores niveles de efectividad, prosperidad, riqueza, abundancia y bienestar. (Imagínalo).

2. Formo una unidad cósmica perfecta con el Creador Universal, -ELOÍ. (Diez veces, con los ojos cerrados). Hoy se expresa en mí la Perfección universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión en todos los aspectos de mi vida.

3. -Cada día, en todas formas y condiciones, mi cuerpo y mi mente funcionan mejor y mejor. La consciencia de mi conexión permanente e indisoluble con el Creador Universal, -ELOÍ-, restablece y mantiene en mí, diariamente, durante las veinticuatro horas del día, un perfecto estado de salud a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Creador Universal, por darme un cuerpo perfecto, saludable, lleno de energía. Aquí y ahora, me siento en perfecto equilibrio de salud, a nivel físico, mental, emocional y espiritual.

4. Afronto y resuelvo bien toda situación que me compete, siempre.

5. Todo tiene solución, en todas las situaciones de mi vida.

6. El Creador Universal, -ELOÍ-, es en mí, cada día mejor, en todos los aspectos de mi vida, fuente de amor, luz, sabiduría, éxito, riqueza, prosperidad, abundancia y armonía.

7. Permito que las leyes universales de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión actúen bien en el plan de mi vida.

8. Tengo prosperidad y poder. Cada día enriquezco mejor mi vida a través del servicio efectivo, del amor y de la práctica de todas las virtudes.

9. Mi dignidad personal me lleva a realizar las cosas que me competen con la máxima perfección posible.

10. Cada día, en todas formas y condiciones, en todos los aspectos de mi vida, estoy mejor y mejor a nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

11. Actúo con templanza, serenidad, autodominio y perfecto equilibrio en todo. Conservo plena autonomía y control sobre todas mis facultades físicas, mentales, emocionales, intelectuales y espirituales. Hecho está. (Visualizar un escudo protector de luz que te envuelve y protege; -una pirámide-).

12. Tengo fortaleza, valor, confianza y fe suficiente para triunfar y alcanzar todas mis metas, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y en armonía con sus planes cósmicos. Soy inmune e invulnerable a las influencias y sugestiones del medio ambiente y de cualquier persona a nivel físico, mental, emocional y espiritual, en las dimensiones objetivas y subjetivas y en cualesquiera otras en que sea requerido.

13. El orden universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión se establece en mi vida, en todos mis asuntos y en las personas interrelacionadas, aquí y ahora. Hecho está.

14. Asumo la responsabilidad de mis actos y cumplo bien todos mis compromisos, siempre oportunamente, de acuerdo con el orden cósmico.

15. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos da abundancia y armonía en el eterno presente. Vivo en abundancia y en armonía perfectas, aquí, ahora y siempre.

16. El Creador Universal, -ELOÍ-, se está ocupando de todo, en todos los aspectos de mi vida, y se expresa en mí conciencia intuitiva por medio de los sentimientos en correspondencia con los valores universales.

17. Gracias, Creador Universal, -ELOÍ-, por esta vida maravillosa. Que Tu Inteligencia Infinita, Amor, Sabiduría, Justicia, Luz, y Poder Creador guíen, adecuadamente, todas mis decisiones y acciones, ahora y siempre. Gracias, Eloí, por este día maravilloso.

18. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos proteja, aquí y en cualquier lugar, ahora y siempre. (Tres veces).

19. Siempre espero lo mejor, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y la Ley Cósmica, en armonía con todos.

20. Gracias, Creador Universal; todo va bien en todos los aspectos de mi vida, a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Eloí, todo va bien en mis practicas espirituales y en mi relación Contigo; Tú y yo formamos una unidad perfecta, armónica, aquí y ahora, en el eterno presente. Yo soy Tú, Tú eres yo. Te amo.

21. Voy a realizar –obtener o resolver- (mencionar), antes del: (fecha), de acuerdo al orden divino y en armonía con todos. (Si se trata de varios objetivos, anótelos y haga la afirmación y visualización con cada uno de ellos. Imagínelo concluido satisfactoriamente sin imponer canal alguno de manifestación.)

22. Tengo serenidad y calma imperturbable. Soy impasible frente a todo y a todos. No tengo temor a nada, a nadie ni de nadie en ningún nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero. Dentro de mí vibra la seguridad total. Tengo completa confianza en la vida y en mi propia capacidad de resolver situaciones y alcanzar los resultados satisfactorios que preciso, en cada caso, siempre.

A continuación anoté la fecha: Lunes 12 de agosto de 1967. Luego, tal como me lo indicó el Venerable hombre, anoté la fecha que correspondía veintidós días después: 03 de septiembre de 1967.

Acto seguido, me senté cómodamente, tomé tres respiraciones profundas y realicé la meditación.

Luego, cada noche, durante veintidós días, a las once en punto, me iba a mi cuarto, daba indicaciones de no ser interrumpido durante veinte minutos y realizaba la meditación del día, la cual, siempre complementaba con la lectura breve de uno de los libros de cabecera que siempre suelo tener en mi mesa de noche.

Iba notando, día a día como emergía de mi interior una nueva y desconocida fortaleza, seguridad, estado de ánimo contento, actitud más decidida, optimismo frente a la vida y a las situaciones; comencé a llevarme mejor en las relaciones con las demás personas, a ser más comedido en todo y sobre todo comenzaba a tener conciencia de cosas que antes me solían pasar desapercibidas.

Cabe destacar que, en el punto número veintiuno de la meditación, había anotado siete objetivos que desde hacía tiempo quería realizar y para mi sorpresa, treinta días después de haber terminado de efectuar la meditación del manuscrito número veintidós comencé a observar como, en forma aparentemente casual se iban manifestando la resultados de cada uno de ellos hasta que, algunos meses después, antes de la fechas previstas, los había realizado todos, menos dos, por lo cual, me senté y volví a anotar, en una hoja de mi cuaderno, otros diez objetivos, encabezados por los dos pendientes de la lista anterior, les puse la fecha tope a cada uno, antes de la cual debían ser logrados, para seguir visualizando, su logro, periódicamente.

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viernes, 15 de marzo de 2013

CONSIDERACIONES SOBRE LA PLURALIDAD DE LAS EXISTENCIAS, O REENCARNACIÓN



CONSIDERACIONES SOBRE LA PLURALIDAD
DE LAS EXISTENCIAS

Autor: Allan Kardec
Versión castellana y comentarios exegéticos:
Giuseppe Isgró

Capítulo IX de: EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS

1. La idea de la reencarnación, -dicen algunos-, no es nueva; se remonta a Pitágoras”-. Y nosotros, quizá, hemos dicho que la doctrina espirita sea invención moderna? El Espiritismo es una ley de la naturaleza; por lo cual ha debido existir desde el origen de los tiempos, y nosotros nos hemos propuestos de probar que se reencuentran las huellas en la más remota antigüedad. Pitágoras, como todos saben, no es el autor del sistema de la metempsicosis, por cuanto lo ha tomado de los filósofos hindúes y de los egipcios, entre quienes existía desde tiempos inmemoriales.
Las ideas de la transmigración de los Espíritus era, por lo tanto, una creencia popular, admitida por los seres humanos más eminentes. Cómo y de quién la habían recibido? Por revelación o por intuición? No se sabe; empero, sea como fuere la cosa, una idea no atraviesa el tiempo y no es aceptada de la flor y nata de los ingenios sin que tenga algún lado serio. La antigüedad de nuestra doctrina sería, por lo tanto, más bien una prueba que una objeción. Pero, es también notorio que entre la metempsicosis de los antiguos y la doctrina moderna de la reencarnación existe una enorme diferencia, por cuanto los Espíritus rechazan en el modo más absoluto la transmigración del Espíritu del ser humano en los animales.
Los Espíritus, por lo tanto, enseñando la pluralidad de las existencias corpóreas, renuevan una doctrina que tuvo origen en las primeras edades del mundo, y se ha conservado hasta nuestros días en el pensamiento íntimo de un sinnúmero de personas; pero, la presentan bajo un aspecto más racional, conforme a las leyes progresivas de la naturaleza, y en armonía con la sabiduría del Creador, despojándola de todo aquello que le ha agregado la superstición.  Es una circunstancia digna de notar, que ellos, en estos tiempos, no la han enseñado solamente en este libro. Mucho antes de que este libro fuese publicado, innumerables comunicaciones de la misma naturaleza se habían obtenido  en diversos países, y se han, después, considerablemente, multiplicado. Aquí sería el caso de examinar por qué no todos los Espíritus están de acuerdo sobre este punto; pero, volveremos sobre el tema, seguidamente.
Consideremos la cosa, por ahora, bajo otro aspecto, sin tener en cuenta las instrucciones de los Espíritus. Pongámoslas aparte, por un momento, y supongamos que esta teoría no es obra de ellos, más bien, que no se ha hablado jamás de Espíritus. Pongámonos, por un instante, sobre un terreno virgen de cada preconcepto, admitiendo en el mismo grado de probabilidad las dos hipótesis, es decir, la de la pluralidad y la de la unidad de las existencias corpóreas, y veamos de cual parte nos guiará la razón y nuestro propio interés.
Algunos rechazan la idea de la reencarnación por el solo hecho de que no la encuentran a su gusto, aseverando de tener ya demasiado con una sola existencia, y de no querer recomenzar otra. Nosotros conocemos a algunos, quienes se desmoralizan con solo pensar en la posibilidad de regresar a la tierra. A estos no tenemos que preguntar sino una sola cosa, lo cual es: si piensan que Dios ha consultado su gusto y manera de pensar para regular el universo. Del resto, no hay vía de medio: la encarnación o existe o no existe. Ahora, si existe, tienen una bella manera de protestar, empero, le convendría, más bien, que la asuman. Dios no le pedirá, a ellos, permiso. Sería muy cómodo al carente de salud, si pudiese decir: por hoy he tenido suficiente, mañana quiero estar bien. Empero, es preciso que tenga paciencia hasta restablecerse totalmente. De igual manera, si aquellos renuentes deben vivir de nuevo, regresarán a un nuevo ciclo existencial y si reencarnan, no le servirá de nada obstinarse como niños que no desean ir a la escuela, o al igual que los condenados, que evaden el lugar que les está destinado: será necesario pasar por la experiencia que le corresponde. Estas objeciones son muy pueriles para merecer un examen serio. Sin embargo, para reconfortarlos, les diremos que la doctrina espirita sobre la encarnación no es tan tremenda como creen, y que, si la hubiesen estudiado bien, no se encontrarían desconcertados de esta manera, por cuanto sabrían que las condiciones de la nueva existencia dependen de ellos mismos: esa será feliz o lo contrario según lo que hayan hecho aquí con el fin de poder, ya en esta vida, elevarse tan alto que no teman una recaída en fango.
Hay que observar que suponemos de hablar a quien cree en un porvenir cualquiera posterior a la desencarnación y no a quienes tienen por prospectiva la nada, o quieren sumergir su Espíritu en un Todo universal sin individualidad, como las gotas de la lluvia en el Océano, lo cual, poco más o menos, es lo mismo. Si, de alguna manera, creéis en un porvenir sea cual fuere, no admitiréis, ciertamente, que sea el mismo para todos; diversamente, en qué consistiría la utilidad del bien? Por qué habría que imponerse sacrificios? Por qué no satisfacer todas las pasiones y deseos, aunque fuese a costa de los demás, ya que no  habría nada que perder, ni ganar? Si creéis que el porvenir de la dimensión espiritual será más o menos feliz, o lo contrario, según las obras de vuestra vida, no podéis más que desear de devenir verdaderamente felices, por cuanto se trata de la eternidad. Tendréis, quizá, vosotros, la pretensión de ser las personas más perfectas que hayan existido sobre la tierra, y de tener, de esta manera, sin duda, el derecho a la suprema felicidad? Ciertamente, no; por lo cual admitís que existen seres que, superándoos en meritos, tienen derecho a un puesto mejor, sin que por esto vosotros forméis parte de los réprobos. Ahora bien, poneos por un instante con el pensamiento en esta condición intermedia, que será, probablemente, la vuestra, y suponed que alguien venga a deciros: Vosotros sufrís, no sois felices cuanto podríais, mientras tenéis en frente seres que gozan de una perfecta felicidad, queréis cambiar vuestra condición con la de ellos? Sin duda, diríais vosotros: qué hay que hacer? Reparad el mal hecho, y buscar de hacer mejor las cosas. Dudaríais vosotros de aceptar aunque fuese al precio de muchas existencias de pruebas? Ciertamente no! Si una persona, quien, sin encontrarse en una situación extrema, sufre, todavía, privaciones por sus ganancias limitadas, alguien le dijese: Aquí hay una inmensa fortuna: os la podéis apropiaros, pero a cambio de trabajar a fondo por un minuto! Aunque fuese el ser menos trabajador de la tierra, no diría sin emoción: Trabajemos un minuto, dos minutos, una hora, un día, si es necesario: qué significa un día de trabajo si me pondrá en condiciones de vivir en medio a los bienes? Ahora reflexionad: Qué representa la duración de una vida corpórea en comparación con la eternidad? Menos de un minuto, menos de un segundo.
Otros opositores de la reencarnación parten de un principio diferente, diciendo: -“Dios, que es sumamente bueno, no puede imponer al ser humano de reiniciar una secuela de miserias y de tribulaciones”. Encontraréis, vosotros, quizá, que sea mayor bondad condenarle a un suplicio eterno por algunos momentos de error, en vez de darle los medios de reparar sus fallos? Oíd: Dos industriales tenían cada uno un trabajador, que podía aspirar, un día, ser su socio. Ocurrió, en cierta oportunidad, que ambos disiparon su jornal, mereciendo un severo castigo. Uno de los dos industriales despidió a su trabajador sin tener piedad de sus lágrimas; y éste, sin encontrar trabajo, pereció en la miseria. El otro, en cambio, dijo al trabajador negligente: Tú has perdido un día de trabajo, y me debe una en compensación; has ejecutado mal tu cometido y me debe resarcir por ello; yo te permito de hacerlo. Busca de trabajar con empeño y yo te dejaré a mi lado y podrás, siempre, esperar el premio que te había prometido. Hay, quizá, necesidad de preguntar quien de estos dos industriales fue más humano? Y, queréis que Dios, no obstante su infinita clemencia, fuese más inexorable que una persona?
El pensamiento de que nuestra suerte sea decretada para toda la eternidad, después de pocos años de pruebas, aún cuando no sea de peso, entre nosotros, alcanzar la perfección sobre la tierra, deja de poner en el ánimo el consuelo y la confianza. En cambio, la idea de reparar el mal hecho, o el bien descuidado, nos infunde coraje y nos consuela, por cuanto nos deja la esperanza.
Por lo cual, sin pronunciarnos en pro o en contra de la pluralidad de las existencias, no tenemos dificultad para afirmar que, si fuese dado al ser humano de elegir, nadie preferiría el juicio sin apelación. Un filósofo escribió, que, si Dios no existiese habría que inventarlo por la felicidad del ser humano; se podría decir lo mismo de la pluralidad de las existencias. Empero, repetimos: Dios no pide nuestro permiso, y no consulta nuestras opiniones: el nudo consiste en saber si la reencarnación es un sueño o una realidad. Consideremos, por lo tanto, la cuestión, todavía desde otro punto de vista, siempre sin contar con las enseñanzas de los Espíritus, y solamente como estudio filosófico.
Es evidente que, si no hubiese la reencarnación tendríamos una única vida corpórea; ahora, si la actual nuestra existencia corpórea es la única, el Espíritu de cada persona es creado al momento de su nacimiento, a menos que no se admita la preexistencia, en cuyo caso surge, espontáneamente, la pregunta, qué era el Espíritu antes de la encarnación, y si aquel estado no constituya una existencia bajo cualquier forma. No hay escapatoria: o el Espíritu existía, o no existía antes del cuerpo. Si sí, en qué modo? Tenía o no la conciencia de sí mismo? Si no, sería como si no hubiese existido; si poseía individualidad, debía ser progresiva, o estacionaria: en ambos casos se tiene razón de preguntar: a cuál grado había llegado cuando encarnó? Admitiendo, en cambio, de acuerdo a la creencia vulgar, de que el Espíritu nazca contemporáneamente al cuerpo, o, lo que es lo mismo, que antes de su encarnación tenga sólo facultades negativas, nosotros preguntamos:
1)                Por qué el Espíritu muestra tendencias tan diversas e independientes de las ideas adquiridas con la educación?
2)                De dónde proviene la aptitud extraordinaria de ciertos niños por un determinado arte, o ciencia, mientras que otros son incapaces, o quedan mediocres por toda la vida?
3)                De dónde toman algunos aquellas ideas innatas que no existen en otros?
4)                De qué se derivan, en algún niño, aquellos instintos prematuros de vicio o de virtud, y los sentimientos innatos de dignidad o de bajeza, que contrastan con el ambiente en que nacieron?
5)                Por qué hay personas, las cuales, independientemente de la educación, son más progresadas de las otras?
6)                Por qué hay personas salvajes e incivilizadas? Si tomáis un niño Hotentote (Tribu de Sud Africa) y lo educáis en nuestros más famosos liceos, haréis de él un Laplace o un Newton?
Cuál es la filosofía que puede resolver estas cuestiones? Los Espíritus, al nacimiento de los seres, en la dimensión física, o son iguales o son desiguales: si iguales, por qué aquellas aptitudes tan desiguales? Hay quien asevera que esas diferencias dependen del organismo; pero, una tal doctrina sería más monstruosa e inmoral, por cuanto, entonces, el ser humano, reducido a simple maquina, juguete de la materia, no debería responder más de sus propios actos, y podría responsabilizar de todo a sus imperfecciones físicas. Si, en cambio, son desiguales,  y fue Dios en crearlos así, entonces, a qué se debe aquella innata superioridad concedida a algunos? Podría esta parcialidad ser conforme a su justicia y al amor igual, que rigen a todas sus criaturas?
Admitiendo, en cambio, una sucesión de existencias anteriores progresivas, todo se explica por si solo. Los seres humanos, traen, naciendo, la intuición de lo que han aprehendido, y son más o menos progresados según el número de las existencias transcurridas, lo cual, refleja su mayor o menor lejanía con el origen; perfectamente como en un conjunto de personas de cada edad, donde cada una tendrá un desarrollo proporcionado al número de los años vividos, por cuanto, las coexistencias sucesivas son para la vida del Espíritu lo que los años representan para la vida del cuerpo. Agrupad a mil personas desde la edad de un año hasta ochenta, y suponed que un velo grueso os esconda su pasado de manera de creerle nacidas todas el mismo día. Naturalmente, no podréis dejar de preguntaros por qué las unas sean grandes y las otras pequeñas, las unas viejas y las otras jóvenes, las unas doctas y las otras ignorantes. Pero, si aquel velo ocultador se rasgase, si vinieseis a conocimiento de que esas personas han vivido en un diverso espacio de tiempo más o menos largo, todo os aparecería límpidamente claro. Dios, en su justicia, no ha podido crear Espíritus más o menos perfectos, y con la pluralidad de las existencias, dicha disparidad no tiene nada más de contrario a su equidad. Quizás, este nuestro razonamiento se apoya sobre un sistema, sobre una suposición arbitraria? No. Basando nuestras consideraciones sobre un hecho inexpugnable, es decir, el de la desigualdad de las aptitudes y el del desarrollo intelectual y moral, lo encontramos inexplicable de acuerdo a las demás teorías, mientras que, al contrario, simple, natural, lógico, evidente, según la nuestra. Deberíamos, por lo tanto, preferir aquellas que no explican nada, a la que lo explica todo?
A la sexta pregunta se responderá, sin duda, que el Hotentote, es de un grupo étnico inferior. Entonces, preguntaremos: Pero, el Hotentote es un hombre, o no? Si lo es, por qué Dios le ha privado, conjuntamente con sus coterráneos, de los privilegios concedidos al grupo étnico caucásico? Si no lo es, por qué buscáis de convertirlo en cristiano? La doctrina espirita es más lógica: para ella no existen diversas especies de seres humanos, sino solamente seres humanos cuyo Espíritu es más o menos en retardo evolutivo, empero, siempre capaz de progresar. No es, por lo tanto, esta doctrina más conforme con la justicia de Dios?
Hasta aquí hemos visto el Espíritu en su pasado y en su presente; si le consideramos en su porvenir, encontramos las mismas circunstancias.
1)             Si la sola existencia presente debe decidir la propia suerte futura, cuál es en la dimensión espiritual la condición del salvaje y la del ser incivilizado? Se encuentran ellos en el mismo grado, o se diferencian en la suma de la eterna felicidad?
2)             El ser que pudo dedicar toda su vida al propio mejoramiento se encuentra en el mismo grado de aquel que le quedó rezagado en progreso, no por su culpa, sino porque no tuvo ni el tiempo, ni la posibilidad de hacer lo mismo?
3)             El ser humano que hace el mal por ignorancia del bien, puede obligársele a responder de cierto estado de cosas que no dependen de él?
4)             Se trabaja para iluminar a los seres humanos, para moralizarlos y civilizarlos; pero, en el ínterin, mientras se logra educar a uno, millones desencarnan diariamente cada día, antes de que la luz haya llegado hasta ellos. Cuál es, por lo tanto, la suerte de ellos? Son tratados como réprobos? Y, en el caso contrario, qué han hecho para merecer de encontrarse en el mismo grado de los demás?
5)             Cuál es la suerte de los niños que desencarnan antes de haber podido hacer el bien o el mal? Si son los elegidos, por qué este favor sin que hayan podido merecerlo? Por cuál motivo están exentos de las tribulaciones de la vida?
Aquí tenemos otras cuestiones insolubles según cualquier otra doctrina; mientras, si admitís para el Espíritu más existencias consecutivas, todo se os explica de manera conforme con la justicia de Dios. Por otra parte, lo que no se pudo hacer en una existencia, se puede hacer en otra; así nadie escapa a la ley del progreso, todos son recompensados en la medida del merito real, y nadie queda excluido de la felicidad suprema, a la cual puede llegar, por muy grande que sean los obstáculos que encuentre en su camino.
Tales cuestiones podrían multiplicarse hasta el infinito desde el momento en que los problemas psicológicos y morales, que no encuentran solución sino en la pluralidad de existencias, son innumerables. Nosotros nos hemos limitados a los más generales.
Sea como fuere, se objetará que la doctrina de la reencarnación no es admitida por cuanto significaría un desmoronamiento de las religiones. A este fin, por cuanto no es nuestra intención tratar, ahora, este argumento, nos es suficiente haber demostrado que la reencarnación es perfectamente lógica y moral: ahora, lo que es moral y lógico, no puede ser contrario a una espiritualidad que proclama a Dios como la bondad y la razón por excelencia. Qué habría ocurrido de la espiritualidad, si de acuerdo con la verdad universal y a los dictámenes de la ciencia no se hubiese adaptado a las nuevas percepciones de la realidad?
Por otra parte, el principio de la reencarnación se refleja en varios pasajes de las Escrituras y en el Nuevo Testamento, el cual es profesado de la manera más explícita:
-“Al momento de descender de la montaña, (después de la transfiguración), Jesús hizo esta advertencia y les dijo: No hablad a nadie de lo que habéis visto, hasta que el hijo del Hombre haya renacido”. Entonces sus discípulos le preguntaron: Pues, por qué dicen los escribas que Elías debía venir primero? Y él le respondió: Elías, en verdad, ha de venir y restablecerá todas las cosas. Pero os digo que ya vino Elías y no le conocieron, antes hicieron  con él cuanto quisieron. Así ellos harán padecer al hijo del hombre. Entonces entendieron los discípulos que de Juan El Bautista les había hablado”. (Mateo, cap. XVII, V. 10 a 13; Marcos, cap. IX, V. 10,11,y 12).
Por cuanto Juan El Bautista era Elías, el Espíritu de Elías debía haberse reencarnado en el cuerpo de Juan El Bautista.
De cualquier manera, del resto, el concepto que uno se forma de la reencarnación, la admita o no, si en verdad existe, le convendrá asimilarla y asumirla.  Nosotros, nos conformamos en insistir sobre el punto esencial, es decir, que la enseñanza de los Espíritus es de manera sublime real, por cuanto se apoya sobre la inmortalidad del Espíritu, las penas y las recompensas futuras, la justicia de Dios, el libre albedrío del ser humano y la moral enseñada por Jesús. Sería un error considerarle en desacuerdo con la verdad universal.
Hemos razonado, tal como nos lo habíamos propuesto, al margen de la enseñanza espirita. Si nosotros y tantos otros hemos adoptado la doctrina de la pluralidad de existencias, no es porque ella es enseñada por los Espíritus, sino porque nos ha parecido la más lógica, por cuanto, sólo ella resuelve tantas cuestiones insolubles hasta ahora. Aunque nos la hubiese enseñado un simple hombre como nosotros, la habríamos aceptado igualmente, sin dudar un instante en renegar nuestras ideas personales. Donde un error es demostrado, el amor propio tiene más de perder que de ganar obstinándose en ello. De igual manera, posteriormente, la habríamos rechazado, aunque hubiese sido enseñada por los Espíritus, si nos hubiese parecido contraria a la razón, por cuanto sabemos, por experiencia, que no se debe aceptar pasivamente todo lo que nos es enseñado por ellos, al igual que los que nos es enseñado por los seres humanos. De acuerdo con nuestra visión, la teoría de la reencarnación tiene títulos de gran relieve: primeramente, el de ser estrictamente lógica, y después, la de ser confirmada por los hechos, positivos e incontrastables, que un estudio atento y razonado puede aportar a quienquiera se dedique a observar con paciencia, y frente a los cuales no es posible más la duda. Dado que estos hechos serán divulgados como los de la formación del movimiento de la tierra, es preciso atenerse a la evidencia y os opositores deberán retractarse de sus negaciones, oportunamente.
Concluimos, por lo tanto, repitiendo que la doctrina de la pluralidad de las existencias explica lo que sin ella es inexplicable; que nos aporta inefables consolaciones; que responde a la justicia más rigurosa; y que es para el ser humano el ancla de seguridad que Dios les ha otorgado en su misericordia.
Las palabras mismas de Jesús lo afirman decisivamente. Es aquí lo que se lee en el evangelio según Juan en el Cap. III:
3) –“Jesús, respondiendo a Nicodemus, le dijo: En verdad, en verdad te digo, que, si el ser humano no renace, no puede ver el reino de Dios”-.
4) –“Nicodemus, le dijo: Cómo el ser humano puede nacer cuando es viejo? Puede él reentrar en el seno de su madre, y nacer una segunda vez?”
5)  –“Jesús contestó: En verdad te digo que si el ser humano no nace de agua y de espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del espíritu, es espíritu. No te maravilles de lo que te he dicho; es preciso que nazcáis de nuevo”-. (Ver Nº 1.010).
COMENTARIO EXEGÉTICO GIC: Denota, sin duda alguna, profunda percepción de la realidad sobre la reencarnación y sus leyes vinculantes,  este ensayo de Allan Kardec. Quienes, ahora, lo leemos, vemos con naturalidad los distintos aspectos comentados por el maestro y forman parte de nuestro bagaje de conocimientos normales, ya que constituyen conceptos básicos y esenciales en el ámbito de la Doctrina Universal, hoy en día.
Es cierto, hoy en día. Pero, que ocurría en el tiempo en que se publicó El libro de los Espíritus, en 1857?
En esa época, Allan Kardec, con su magna obra, volvía a colocar en el tapete el tema de la Reencarnación y la Ley de compensación, entre otros principios, después de que, durante 1.600 años, ese movimiento nacido en el primer Concilio de Nicea, en la ciudad de Isnik, Turquía, en el año 325 de nuestra era, comenzara un proceso sistemático, a sangre y fuego, de tergiversación histórico-espiritual que culminó en el olvido, virtualmente total, del tema de la reencarnación, en la memoria colectiva del mundo occidental.
Es cierto que hubo pensadores que se ocuparon del tema de la reencarnación, como fue el caso de Marsilio Ficino, en el siglo XV, durante el  Renacimiento, quien les explica a sus discípulos que, al leer un ensayo de Plotino, tengan presente de que se trata del mismo Espíritu de Platón, lo que indica que conocía la temática con precisión. Además, Ficino percibía que el mismo era una reencarnación del ilustre filósofo ateniense. La elevación de su obra, entre la que se cuenta su Teología Platónica, denota un nivel equivalente entre Platón, Plotino y Marsilio Ficino. Es decir, un hilo conductor se manifiesta en el pensamiento de los tres.
En el siglo XIX, el tema de la Reencarnación se reactiva con Allan Kardec, con la publicación de El Libro de los Espíritus, marcando una nueva era a partir de entonces: La del Espíritu.
También retoma la temática palingenésica  Madame Blavasky, en 1875, con la fundación de la Sociedad Teosófica, y el excelente grupo de ocultistas franceses. Hacia finales del siglo XIX, el Dr. Gerard Encausse, -Papus-, publica un excelente libro sobre Reencarnación, y el tema ya pasa a ser materia de estudio en el ámbito occidental.
En Oriente, siempre se mantuvo la continuidad en el estudio de la Reencarnación, desde la más remota antigüedad. Las Leyes de Manú, del siglo XXXVIII antes de nuestra era, hablan de Reencarnación y de la ley del karma; el Bagavad Gita, es una joya del pensamiento universal que aporta un conocimiento avanzado sobre ambas doctrinas y otros que les son inherentes. El hinduismo, el budismo, y otras corrientes de pensamientos, al igual que los más importantes pensadores de todos los tiempos, sustentan ideas claras y precisas al respecto.
Tomando en cuenta que Kardec se inicia en la investigación espirita en 1854, y que la publicación de El libro de los Espíritus se lleva a cabo el 18 de abril de 1857, es decir, tres años después, la labor que llevó a cabo este insigne humanista fue gigantesca, de por sí. Solamente la concepción de las preguntas que formuló a los Espíritus, el ordenamiento de las respuestas, las repreguntas, y los comentarios que en toda la obra va colocando, en donde su propia percepción tiene algo importante que aportar, demuestran un intenso trabajo y una preparación previa importante. Sin duda, el elevado nivel formativo en la cultura clásica y en las doctrinas orientalistas, le aportaban una visión trascendental que contribuyó a la universalidad de su pensamiento.
Este capítulo, que constituye un comentario de Allan Kardec, al anterior de El Libro de los Espíritus, sobre la Pluralidad de Existencias, indica que, en solo tres años de estudio, había desarrollado su pensamiento sobre la Reencarnación y todas las leyes que les son vinculantes, además de de una visión integral de la doctrina espirita. Su excelencia permite que, aún después de tanto tiempo, conserven plena vigencia.
Repetimos, hoy nos parecen ideas normales, pero, en su época, Kardec fue un pionero, y el primero que, en el siglo XIX retoma el hilo de continuidad, en la materia, en el mundo occidental, dando acceso al sol del porvenir, del progreso y de la sabiduría espiritual en un grado como nunca antes lo hubo, y pese al férreo esfuerzo de la tergiversación histórico espiritual nacida en Nicea.
Empieza la nueva era de luz ya imparable, a partir de entonces, y hoy, con las investigaciones científicas realizadas por las más importantes universidades del mundo, alcanzan, ya, a más de cinco mil los casos de reencarnación científicamente comprobados. Entre los eminentes exponentes descuellan las figuras de los Dres. Ian Stevenson y Hamendranath Banarjé.
Empero, se cuentan por millares los estudiosos de la Reencarnación y de las leyes que les son inherentes, que están transformando la conciencia de la humanidad a nivel global. Muchas instituciones vinculadas con la espiritualidad deberán, en corto tiempo, reformular sus doctrinas, so pena de desaparecer del escenario, por cuanto han dejado, ya, de representar la verdad universal.
La verdad universal se impone siempre; la luz evacua la oscuridad. El bien prevalece sobre el mal. El conocimiento emancipará al ser humano. Los temas vinculados con la Doctrina de la Reencarnación y la ley del karma, y otros principios inherentes, contribuirán a forjar esa humanidad con la conciencia elevada creadora de la nueva edad de oro en el planeta Tierra.
Hoy en día más del 80% de la humanidad cree en la supervivencia del Espíritu y en la Reencarnación. El resto, es cuestión de tiempo. De nada sirve cerrar los ojos frente a la realidad y tratar de opacar la luz del sol con un dedo.
Concluimos, dejando constancia de que, una de las obras más portentosas sobre el tema de la Reencarnación y sus valores intrínsicos, es la de la andaluza Amalia Domingo Soler, que lo estudia en las más amplias vertientes y variantes. Sus obras: Hechos que prueban…, Te perdono, y su extensa bibliografía, ofrecen al estudioso la más completa enciclopedia sobre la Reencarnación. En cada ensayo se plasma el genio inigualable de esta insigne y relevante exponente de la Doctrina Universal.

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