martes, 9 de septiembre de 2014

LA FLOR Y EL JARDINERO






LA FLOR Y EL JARDINERO

©Giuseppe Isgró C.


Era un aprendiz de jardinero, que practicaba su arte como un hobby en su tiempo libre.
Aquella mañana soleada, encontró una flor, hermosa variante de margaritas, de color anaranjado, de las que tanto cultivaba su madre, cuando era un niño, en el jardín de su casa, en su pueblo natal. Alguien la había arrancado de un pequeño jardín, al frente de una oficina, en la avenida principal. El joven la recoge, se la coloca en el bolsillo izquierdo de su pantalón, y se forja el propósito de sembrarla en la jardinera de su casa.
Así lo hace y al poco tiempo nacen dos pequeñas planticas, de las cuales solo una llega a desarrollarse medianamente, y alcanza a dar dos margaritas.
Una vez secas las dos flores, el jardinero siembra las semillas, y esta vez nacen un mayor número de planticas. Luego, repite el proceso, sembrando las semillas de las nuevas flores; al germinar, la jardinera se pobló abundantemente.
Cada nueva flor seca, le aportaba las semillas que volvía a sembrar con el propósito de llenar su jardín de aquella maravillosa margarita, que en su crecimiento y desarrollo adoptaba una gran variedad de colores.
En la segunda generación, el jardinero observa con asombro, que algunas plantas dan flores que son diferentes unas de otras; es decir, unas plantas dan la misma flor pero sin los pétalos. Es como si fuera el “macho” de la planta, al igual que ocurre con otras especies, por ejemplo, la lechosa, o papaya. Por lo menos, esto es lo que pensaba el novel jardinero.
Pero, allí estaban las dos variedades que habían salido de una sola y única planta.
Cada mañana, al salir al jardín, experimentaba una profunda emoción al contemplar la inmensa variedad de colores de aquellas exóticas flores, que alegraban la vista de todos quienes pasaban por el frente.
Las flores parecían decirle al jardinero: Gracias!!! Porque las plantas, aunque alguien pueda no creerlo, experimentan sentimientos y emociones, y, también “piensan”; están conscientes de lo que ocurre a su alrededor. Saben quien les ha sembrado, y quien las cuida, y se esmeran en agradarle hermoseando sus formas con coloridos más brillantes y atractivos. Y le sonríen; sí, le sonríen alegres y agradecidas.
Esa belleza y respuesta a los cuidos del jardinero, le estimulan para que le siga cultivando, limpiando el jardín de la maleza, y regarla con agua, todas las noches, o casi.
Al prosperar su jardín, lo hace, también, la persona, por cuanto se armoniza con la naturaleza, y su vida comienza a fluir con una energía vivificante. Se integra con la naturaleza, y ésta le utiliza como su instrumento, para lograr sus objetivos cósmicos.
De las semillas encontradas por pura y aparente casualidad, han nacido ya, centenares de plantas y miles de flores. Muchos de los transeúntes, al pasar, arrancan una flor, con la emoción de sembrar las semillas en su propio jardín. Otros, mas respetuosos, se acercan y solicitan permiso para tomar una flor seca para sembrar sus semillas en sus casas.
De esta manera, las hermosas plantas se van expandiendo en su reproducción, abarcando inmensos territorios, y seguramente, van pasando de un continente a otro, inspirando a quienes les contemplan, la idea de que les siembren en sus propios jardines.
O, acaso no fue pura casualidad que el joven jardinero encontrara aquella mañana la flor, destinada al basurero? O, al estar arrinconada, y secarse, quizá, sería arrastrada por el viento, y habría nacido en cualquier lugar a donde aquel le condujese? Pero, el jardinero nunca iba por aquel lugar por donde recogió la flor. Qué extraña coincidencia le llevó allí? Y, luego, viendo la flor, fue inspirado para acacharse y recogerla, y, posteriormente, sembrar las semillas, cuidar su crecimiento hasta verle florecer, esperando con intensa emoción mientras eso ocurría.
No deja de ser extraña dicha constancia. Pero, es el caso que en su mente se imaginó el jardín lleno de hermosas margaritas anaranjadas, tal como ahora lo contemplaba. No será que el Espíritu de aquella hermosa planta, y flor, le inspirara aquel cuadro mental, para moverle a la acción?
Hoy se sabe que las plantas perciben, y comprenden. También, que se comunican telepáticamente. Y, quien sabe cuantas cosas más hacen, muchas de las cuales, la ciencia ha ido desentrañando.
Los experimentos realizados por científicos de todo el mundo, han verificado que las plantas son capaces de percibir cuando las personas dicen la verdad, o no. También, reconocen a las personas que les hacen daño, y a aquellas que les cuidan.
Responden a las emociones de la música agradable, a la conversación amistosas del jardinero que les habla. Esta es la razón por la cual Luther Burbank logró que los cactus de su jardín crecieran sin espinas. El les decía, mientras las regaba, que crecieran sin espinas, porque no las iban a necesitar, ya que él las cuidaría. Los cactus, atendiendo al mensaje de aquel ilustre genio, le complacieron y, al crecer, lo hicieron sin espinas.
El jardinero recordaba un día, que al salir de su apartamento, la imagen de una planta seca y una fuerza irresistible le hicieron asomarse en un área escondida, por la que nunca se asomaba. Allí se encontraba una planta olvidada que estaba secándose, Fue a buscar un balde de agua y la regó. Con el tiempo, dos veces más sintió la misma impresión y fuerza, con el mismo resultado. En otro lugar, con el mismo tipo de planta, experimentó idéntico fenómeno. El jardinero, alberga la certeza de que las plantas se comunican telepáticamente entre ellas, y también con las personas, animales y con los Espíritus elementales de la naturaleza, en el reino mineral.
El novel jardinero recuerda, también, como al sembrar, en años anteriores, en su jardín, algunos carpachos, al poco tiempo, al manifestarse las primeras flores, parecían sonreírle, como dándole las gracias. Cuántas mañanas experimentó profundas emociones contemplando a aquellas flores de hermosas tonalidades de colores entre el blanco, anaranjado y el amarillo.
Lo mismo experimentó al brotar del capullo la primera rosa roja, en un rosal que sembrara. Él recuerda como, caminando por Madrid, al pasar por un hermoso jardín en la zona de “Ventas”, una fuerza irresistible le indujo a voltear, y con asombro contempló unas rosas y otras hermosas flores que parecían sonreírle. Sintió como si ellas supieran que él, aunque aprendiz, era un jardinero en potencia, que, sentía un profundo amor hacía las plantas, y se ocupaba en cuidar un jardín que, día tras día, iba de mejor en mejor. Para las plantas, cada jardinero, representa un benefactor del reino vegetal. Ellas están conscientes de esto, y siempre quieren estimular a quienes muestran aptitudes para seguir por ese hermoso camino de autorrealización.
Con razón, muchos aprendices del budismo zen, y taoístas, practican la meditación mediante el cultivo de la jardinería, u otro arte análogo, por ejemplo, el del bonsái. Por este medio alcanzan elevados niveles de iluminación.
Es natural que a través del arte del cultivo de un jardín se alcancen profundos estados de conciencia y sus respectivas estaciones de comprensión. Primeramente, el jardinero se antepone un propósito: Cultivar su jardín, Elige las plantas que desea. Aunque no sabemos si él es quien elige, o alguien de la dimensión espiritual del reino vegetal le inspira las plantas que debe elegir. A veces pienso que, los Espíritus de las plantas que desean encontrar un instrumento para lograr su objetivo de expansión, eligen al jardinero, y el lugar, a donde quieren expandirse. Le inspiran la imagen de la planta, y el deseo de cultivarla, se la recrean en la mente del mismo una y otra vez, hasta que el anhelo de tener tan hermosas plantas, le mueve a la acción y va en busca de las semillas, las siembra con emoción, y atención expectante, y espera hasta que aparezcan las primeras flores, cultivándolas con amor y dedicación.
Se da cuenta, tan pronto como se forja el propósito de cultivar dichas plantas, como se manifiesta un sentimiento de felicidad. Por todas partes las observa donde antes jamás las había visto. Es que ya, su mente, se encuentra en perfecta sintonía, y la ley de atracción comienza a realizar su trabajo. Donde se centra la atención se expande la conciencia perceptiva, comprensiva y realizadora.
Y esto mismo ocurre en el arte zen, y también en el taoísta, en el sufís, en el espirita, y en el místico, o en el de cualquier otra clase. Se manifiesta el sentimiento de un propósito claramente definido, los objetivos enunciados por escrito con la descripción los resultados que se desean alcanzar a corto, mediano y largo plazo, que aportan un sentido de dirección y cuantificación; se experimenta la emoción del logro como si ya lo hubiese alcanzado; fluye la energía creadora hacia la realización del ideal cultivado, primeramente, en la imaginación sintética o creativa, de la mente, y luego, plasmándolo en la realidad objetiva por la firme constancia que logra hasta lo que aparentemente pareciera imposible. Con dedicación y amor se transforma en realidad tangible cualquier resultado que ardientemente se desee, cuya conquista aporta un motivo poderoso de vida, proporcionando felicidad, autorrealización e iluminación. A esto se le denomina Nirvana, Satori, Conciencia Cósmica, y tantas otras cosas que, cada quien, en su caso particular, sabe a que se refiere. Se alcanza el éxtasis místico que aporta la comprensión de las leyes de la naturaleza; entra en perfecta armonía con las mismas; y a través de la compenetración con la naturaleza divina de las plantas, por el cultivo de las plantas de su jardín, va observando, descubriendo y comprendiendo, en cada una de las plantas, y de los seres de su jardín, a Dios. Sí, en su jardín, comienza a contemplar la presencia de Dios. Allí está la vida fluyendo, y por lo tanto, también está Dios y le percibe con un profundo sentimiento de amor. Se da cuenta de que, cultivar su jardín representa una forma de adoración a Dios, y Él responde haciendo manifestar la Divina Presencia, también con Amor; con Su Amor.
Cada mañana vienen hermosas mariposas, algunas de ellas, las denominadas Monarcas, y abejas, a absorber el néctar de las flores; también se han visto colibríes, canarios y potoquitas. Recientemente, se ve con emoción a una pequeñísima iguanita, bebé, apenas, que hizo del jardín su hogar, ya que, dos meses más tarde, aún permanecía allí. La mañana de un domingo, la iguanita se introduce en las rejas de su puerta, como diciéndole: Mira, aquí estoy yo! Quien la descubre, es la perrita de la casa, una caniche, de nombre Pepa, que la contempla como a una vieja amiga y compañera.


El jardín comienza a tomar mejor forma cuando al jardinero se le suma el apoyo de su esposa. Entonces, al poco tiempo, se vuelve en un espectáculo digno de verse. Y ya las personas se atreven más a pedir las semillas para sembrarlas en sus propios jardines.
Un día, a la esposa del jardinero se le ocurre de poner en el jardín un puñado de alpiste. A partir de ese momento, los canarios fluyen a todas horas y también pájaros de diversas especies. Ya, es un propósito firme, cada semana proveerse de un paquete de alpiste para los nuevos amigos que, a diario, vienen a alimentarse en aquel hermoso jardín, impregnándolo de mágica vida.  
Tanto el jardinero, como su esposa, e hijos, y la perrita Pepa, que comparte como un miembro “humano” más de la familia, disfrutan la emoción de contemplar, a todas horas, aquel espectáculo de flores, mariposas, canarios, pájaros diversos, la iguanita y quien sabe cuántas cosas más se experimentarán. La esposa del jardinero anhela que en su jardín llegue una ranita, que ella denomina: “Ranita de la suerte”. A tal fin le colocó un envase plástico con agua, entre los carpachos, que, de momento, parece que quien la usa es la iguanita, a quien, aún, no se le ha puesto nombre. Pero, ya se le ocurrirá uno, o se lo inspirará la misma interesada. Para que vengan los Azulejos, plantó una higuera, ya que, cada mañana vienen a comer su ración de higos, casi siempre la mitad de uno, por día.
Ahora, hay muchísima plantas naciendo en aquel lugar. La otra mañana, el jardinero, al salir a contemplar las flores, sintió dentro de su conciencia, lo que le pareció un mensaje claro, nítido. En él percibía a las flores que le decían: -“Hay muchas semillas que aquí no tienes suficiente espacio para sembrarlas; cada vez que sales, o cuando puedas, llévate algunas semillas, y las dejas caer por los jardines por donde vayas, o pases. De esta manera, contribuirás a nuestra propagación por otras partes, donde, al igual que a ti, podamos alegrarle la vida a muchas más personas, con nuestra belleza y sensibilidad, y además, cumplir con la misión que nos ha encomendado el Creador. Recuerda que en nosotras se encierran profundos secretos que un día la ciencia descubrirá, y entonces, se percibirá que en nuestra aparente sencillez e insignificancia somos valiosas benefactoras de la humanidad y que compartimos el planeta tierra como iguales del reino humano, animal y mineral”.
El jardinero, a partir de aquel día, ha comenzado a esparcir por lugares idóneos las semillas de sus amigas, las margaritas de hermosos colores anaranjados, cuyo nombre científico ignora. Ya ha visto con emoción, un rincón olvidado de un edificio, como han nacido, y están creciendo, por lo menos, una cincuenta planticas, que alegrarán la vista de todos los transeúntes que por allí pasen. Muchos, alargarán las manos para llevarse una flor y sembrar sus semillas. Y así se va expandiendo la Creación, y nosotros, sin darnos cuenta, vamos dando el propio aporte, creyendo que es una iniciativa nuestra, y quizá lo sea. Pero, no deja de ser cierto, que, al fin y al cabo, no dejamos de ser instrumentos de la naturaleza de las cosas, que nos usas creativamente, si escuchamos el llamados de embellecer a la creación, y en el cultivo del arte de jardinero, alcanzar la iluminación, y en la misma, contemplar a Dios. Cada una de las plantas, es un ser que ha emanado del Ser Universal, sin separarse de Él, y sin dejar de ser Él. Al percibir esto, se habrá alcanzado la iluminación suprema.
El jardinero se ha dado cuenta ya, de cómo, a partir de una pequeña semilla, o idea, si se cree en ella y se quiere realizar un propósito claramente definido, se puede alcanzar cualquier prodigio de embellecer a la Creación con los valores inherentes al cultivo de un arte cualquiera, a ejemplo del que ejercita el jardinero, y que, jamás faltarán la inspiración y la intuición que aporten el conocimiento del qué, del cómo, del cuándo, del quién, del dónde, del cuándo y del por qué.
Haciendo lo que debe hacer con rectos propósitos, pensamientos positivos, acciones justas y perfectas, esfuerzo suficiente, atención sostenida, intención correcta, y concentración de recursos y energía en el logro de un objetivo a la vez, en el tiempo perfecto de Dios, se expande la conciencia perceptiva, comprensiva y realizadora, por la que fluyen los sentimientos del amor, de la prudencia, de la justicia, de la fortaleza, de la belleza, de la armonía y la sabiduría de los demás valores universales, o atributos de la Divinidad. Esa es la conciencia cósmica que permite percibir la Unidad en la diversidad, y de que, todo es Uno.
Adelante.


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EL ENCUENTRO EN LA VICTORIA



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UN ENCUENTRO EN LA VICTORIA

Autor: ©Giuseppe Isgró C.

Del libro: La Victoria

Capítulo I

Me encontraba un día, en una fuente de aguas tranquilas, cristalinas, cuando se me acercó un Venerable hombre, vestido a la antigua usanza, con bata blanca, larga, pelo y barba que alguna vez fueron de color pelirrojo y un báculo en la mano derecha.

Concentró sus ojos en los míos; su mirada era profunda, serena y apacible.

Con voz suave y afectiva, me dijo:

-“Hola, hijo, como estás”-.

–Bien, -le contesté-; y, ¿usted?

–Por aquí andamos; -fue su respuesta-, mientras me sonreía.

-¿Dónde estamos?, -le pregunté al Venerable hombre-.

-Este sitio es conocido como La Victoria; -me contestó-. –¿Qué haces por estos lados?

-Salí esta mañana, temprano, con el coche, a dar un paseo; luego, al llegar a esta zona, me paré a contemplar la belleza de los araguaneyes y decidí caminar un poco y la verdad que, absorto en mis reflexiones, caminé por lo menos durante dos horas, hasta llegar aquí. Desconocía este hermoso lugar. Y, usted, -¿vive por aquí cerca? -le pregunté-.

Un poco más arriba, en esa colina boscosa. Hace algunos años, -relata el Venerable hombre- decidí retirarme de la agitada vida ejecutiva en que me desenvolvía profesionalmente, como abogado, en la ciudad de Quebec, Canadá, aunque he viajado por diversos países asesorando a incontables líderes. Construí la casa, en esta zona tropical, con la idea de pasar aquí los meses de invierno. Me dedico al estudio de la vida, a la meditación y a cultivar mi jardín y de vez en cuando, a escribir mis reflexiones, las cuales, algún día, habrán de ser publicadas para esparcir un poco la luz que he podido vislumbrar en mis estudios metafísicos-espirituales.

-¿Quieres tomar un café? –Me preguntó el Venerable hombre-. Lo he traído de Caripe El Guácharo; es de los más exquisitos que he probado.

-Sí, con gusto se lo acepto; -le contesté-.

Nos fuimos caminando por un sendero rodeado de árboles cargados de mangos, aguacates, naranjas y una hilera de cayenas de diversos colores. A lo lejos, el ruido de la brisa se oía apaciblemente. Todo era quietud, armonía y paz. Pero, sobre todo, lo que más me impresionaba era la apacibilidad y el sosiego del Venerable hombre de La Victoria. Emanaba de él un flujo de fuerza que, en su presencia, me sentía con un poder y una seguridad nunca antes experimentados. Fuerzas bienhechoras se iban apoderando de mí y aquella paz y relax que buscaba en la mañana, al salir a dar un paseo, sin percatarme de ello, las estaba experimentando ya.

Después de unos quince minutos de caminar, llegamos a la casa del Venerable hombre. Su aspecto exterior humilde estaba lejos de dejar entrever lo que segundos después habría de asombrarme con lo que encontré en el interior.

Al entrar, en la casa, una joven de unos veinte años saludó al Venerable hombre.

-¡Hola, abuelo!, ¿cómo estás?

–Bien, hija, -contestó el Venerable hombre-. -Prepara un poco de café, Lucía, mientras conversamos un poco, adentro.

-Por cierto, te presento a Santiago, quien ha llegado paseando hasta La Victoria.

Después de la presentación, entramos en la biblioteca del Venerable hombre. Un salón grande, lleno de estantes de libros por todas partes, lo cual hacía inimaginable dicho cuadro desde el exterior. Algunos cuadros al óleo de morichales y de personajes históricos, presentaban un ambiente acogedor. En un rincón se encontraban diversos retratos de Tagore, Gandhi, Cicerón, Séneca, Ibn Arabi y un dibujo de Don Quijote y Sancho Panza. En un pequeño cuadro, podía leerse: -“Lo que Alá quiera. Nada se le asemeja”-.

-Le felicito por este inmenso tesoro que usted tiene aquí, -le dije al Venerable hombre-. -¿Cuáles son los temas de su interés?

A lo cual, me contestó: -Como usted puede ver, Santiago, -y me invitó a recorrer los estantes- aquí hay libros de variados temas: clásicos de todos los países y épocas, desde los Vedas, los Upanishads, el Mahabaratha, los libros de Confucio, El Tao te King, de Lao Tse, el Poema de Gilgamesh, el Código de Amurabí, autores griegos, como Homero y Hesiodo. Se encuentran las obras completas de Euclides, Platón, Aristóteles, Teofrasto, Demetrio de Falereo, de los Presocráticos, Epicteto, Plutarco, etcétera; de los latinos, autores como Séneca, Cicerón, -que son mis preferidos-, Julio César, Tito Livio, Dionisio de Halicarnaso, Marco Aurelio, así como libros de Psicología, Gerencia, Sufismo, Yoga, ensayos, filosofía, parapsicología, hermetismo, El Quijote, libros de economía, filosofía, etcétera, en fin, un poco de todo lo que es preciso conocer para poder entender el significado de la vida: de dónde venimos, por qué estamos aquí y hacía dónde vamos, sin lo cual, la vida no tendría sentido, sobre todo por el gran afán a que está sometido el ser humano en la agitada vida moderna.

Nos sentamos en sendas butacas y nos entretuvimos conversando de temas diversos. Al poco rato, entró Lucía con dos tazas de oloroso café y unos biscochos, que degustamos con agrado en una amena e interesante conversación. Al fondo, podía oírse una suave música de Beethoven.

Pasamos cerca de una hora conversando de sobre la Atlántida, Egipto, los griegos, de Homero, de los sufíes, del budismo zen, los poderes del espíritu, meditación, etcétera, después de lo cual, le hice una pregunta directa.

-Seguramente, usted ha desarrollado alguna técnica de meditación y algún método de resolución de situaciones, en la vida, que me quisiera explicar, ya que, según observo, para tener usted una serenidad tan acentuada y una fortaleza física a la edad que imagino que usted debe tener, -cerca de noventa años- es porque ha encontrado en su larga experiencia algún secreto que quizás quisiera compartir conmigo.

Santiago, -me dijo el Venerable hombre, si vuelves a visitarme otro día, quizá te cuente algo que te pueda servir. Empero, antes de que te vayas, te haré entrega de unos apuntes que hace ya muchos años, en una época en que yo andaba a la búsqueda de sosiego y tratando de encontrarle sentido a la vida, un Venerable hombre que, en una edad similar a la mía, a su vez me entregara y cuya práctica asidua me permitió domar la mente, encarrilar mi vida y poner bajo control los hilos del destino. Son veintidós manuscritos, y una meditación diaria, –continuó diciendo el Venerable hombre, que si bien son ya un poco antiguos, podrás copiarlos de nuevo y si pones en práctica las técnicas que contienen, darás a tu vida un esplendor que habrá de sorprenderte agradablemente.

-Una vez que los hayas probado con total y absoluta satisfacción de tu parte, -me dijo, ponlos en limpio, en forma de libro y publícalo para que su mensaje llegue a mayor número de personas. Hacía tiempo que esperaba a alguien a quien confiarle este legado y creo que hoy, al llegar aquí, en la forma en que lo has hecho, tus pasos han sido dirigidos por Aquel que todo lo sabe y puede, por la Ley Cósmica, y en cuyos planes universales, todos somos sus instrumentos.

Me despedí del Venerable hombre y de su adorable nieta, sintiendo dentro de mí fuerzas desconocidas hasta entonces que preanunciaban grandes cambios en mi vida.

En los días siguientes, aparté una hora diaria, antes de dormirme, y leí y releí, todos los manuscritos, de la siguiente manera: En primer lugar copié la Meditación diaria en un cuaderno, el cual leí durante veintidós noches y mañanas seguidas, tal como lo indicaban las instrucciones de la misma.

Una nota al pie de página mencionaba que si yo la transcribía en un cuaderno, el hecho de hacerlo, grabaría en mi ordenador mental las instrucciones y me sería más fácil desarrollar, en mi personalidad, las cualidades y condiciones que formaban parte de los objetivos implícitos en la misma.

De los veintidós manuscritos, cada lunes, a las once en punto de la noche, copiaba uno en el cuaderno, y durante el resto de la semana, a la misma hora, lo leía y meditaba, siguiendo las fáciles y efectivas técnicas e indicaciones al inicio del mismo.

Cuatro semanas después de leer durante veintidós días seguidos, en la noche y en la mañana, la meditación diaria, comenzaron a manifestarse en mi vida una serie de cambios positivos que me dejaban asombrado a mi mismo, pero, también, los miembros de mi familia y a mis amistades; sobre todo mi semblante comenzó a ser más apacible; volví a sonreír desde el interior; mi estado anímico era de contento; me sentía más seguro de mi mismo; comencé a confiar más en la gente, en la vida y a vislumbrar el sentido de mi misión en la vida –percibía cosas que antes me pasaban desapercibidas, a pesar de haber estado siempre allí. Sentía fluir en mí una nueva corriente vivificadora de prosperidad, de felicidad, de alegría de vivir. Mi entusiasmo y amor por la vida y por mi familia, por mi trabajo y por las personas, crecía día a día. En aproximadamente dos meses había logrado muchas de las cosas en las cuales había soñado desde hacía años. Había dado un paso sorprendente en el camino de la autorrealización.

Efectivamente, pude comprobar que me fue relativamente muy fácil desarrollar las aptitudes y actitudes a nivel físico, mental, emocional, espiritual y en diversos aspectos de mi vida, como el financiero, que comenzó a mejorar casi inmediatamente, así como, surgieron nuevas oportunidades que comencé a aprovechar, casi sin esfuerzo de mi parte.

Transcurría el año de 1967 y mi vida había encontrado un sendero que habría de conducirme a cooperar en forma más efectiva en el plan divino que el Supremo Hacedor, en algún momento, había diseñado para mí.

Tres meses después volví a aquel lugar donde había encontrado al Venerable hombre de La Victoria y allí estaba la fuente que él dijo llamarse La Victoria; empero, cuando traté de encontrar el camino para llegar a la casa donde amablemente me ofreció un delicioso café, preparado por su nieta Lucía, no logré encontrarlo, pese a haber recorrido durante un par de horas por los alrededores. Pregunté a varias personas para ver si podían indicarme como llegar a la casa del Venerable hombre y cual fue mi sorpresa, nadie lo conocía.

Empero, después de tanto buscar, volví a encontrar la casa donde vivía el Venerable hombre de La Victoria, pero se encontraba abandonada. Su aspecto indicaba que debía encontrarse en ese estado un lapso mayor del que mediaba con el encuentro de aquel ser extraordinario. Es sorprendente como los inmuebles solos acusan el paso del tiempo en mayor grado que los que son habitados. Si no fuera por los manuscritos pensaría que el encuentro no fue más que un simple sueño. -¿O se trata, acaso de un sueño combinado con un fenómeno de aporte? Personalmente, no lo creo. El encuentro fue muy vívido y real. El aromático café servido por Lucía estaba exquisito. Durante varios años volví al lugar varias veces, la casa seguía sola. La última vez que volví, no la pude ubicar y sin tener tiempo suficiente para seguir buscándola, me fui. Ahora, vivo muy lejos de aquella zona, en otro continente; han transcurrido muchos años y después de tanto tiempo es poco probable que vuelva allí; pero, los manuscritos y la meditación diaria obran en mi poder, me han transformado y han enriquecido mi vida.

Durante más de treinta y cinco años he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen los manuscritos y la meditación diaria y cada vez que los pongo en práctica, experimentos los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para mí.

Su contenido es eminentemente práctico; no hay teorías superfluas. Si lleva a cabo los ejercicios que contienen, es probable que, gradualmente, se vaya efectuando la transmutación alquímica de su ser sintonizándose con los elevados resultados existenciales, los cuales, por añadidura, al ser creados a nivel mental, se van manifestando en su propia vida, oportunamente.

Sobre todo, con estos ejercicios, me percaté, cuando el Venerable hombre me entregó los manuscritos, de que se dispone de un método para domar la mente y ejercer un pleno dominio sobre la vida en general y, por ende, sobre el destino y controlar, cuando eventualmente se presenten, todas las situaciones, manteniendo un perfecto equilibrio físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

El Venerable hombre de La Victoria me comentaba que todo se puede lograr en la vida si se siembra la respectiva semilla por medio de correctas decisiones acordes con la propia y elevada auto-estima y dignidad personal, desarrollando el convencimiento de que sí se puede hacer, por medio de las afirmaciones, las visualizaciones y meditaciones, la experimentación de un estado emocional acorde al momento de ser logrados los respectivos resultados y la practica del desapego, es decir, dejar encargada a la mente psiconsciente del logro, y además, se espera el tiempo necesario haciendo, mientras tanto, todo lo que se requiere, según el caso o los objetivos por alcanzar.

Estas técnicas funcionan, me decía una y otra vez el Venerable hombre de La Victoria; luego, agregaba: -las he probado por más de cincuenta años y quien, a su vez me las entregó, habría hecho otro tanto, aseverando que eran efectivas, si yo seguía fielmente las instrucciones y las ponía en práctica con expectativas positivas.

Desde que en 1967, el Venerable hombre me hiciera entrega de los manuscritos, han transcurrido un poco más de de treinta y cinco años, durante los cuales yo también he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen, y cada vez que me ejercito con ellos, experimento los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para todos los que hemos aplicado las enseñanzas del Venerable hombre de La Victoria.

Él me repetía constantemente: -“¡Tú puedes si crees que puedes hacerlo! ¡Hazlo y tendrás el poder!

Recuerdo que ese día el Venerable hombre me dijo: -ejercer el poder con que la naturaleza de las cosas ha dotado a cada ser, cultivando los dones inherentes y aprendiendo todo lo que se pueda de sí y del vasto universo del que se forma parte, es una manera efectiva de ser cada día más feliz. Luego, cuando me despedí de él, expresó: -“¡Que cada día brille más y mejor tu luz interior!”.- Adelante.

Capítulo 2

Meditación diaria

Es lunes en la noche, son las once en punto.

Me dispongo a copiar textualmente, en el cuaderno que he dispuesto para ello, el manuscrito identificado con el título:

Meditación diaria

Dice así:

Afirme, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desee, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubra cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en su vida:

MEDITACIÓN DIARIA

Afirma, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desees, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubre cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en tu vida. Al encender la luz en la mente se ilumina la propia existencia y todo en derredor vibra al unísono y con el mismo sentimiento de felicidad y bienestar, interrelacionándose por la ley de afinidad.

1. -Entro en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, contando de tres a uno: Tres, dos, uno.

Ø Ahora, estoy ya en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre.

Ø Voy a permanecer en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, durante quince minutos y voy a programar los siguientes efectos positivos, los cuales perduran, cada vez mejor, hasta que vuelva a realizar este acceso y programación mental:

Ø Todo va bien, siempre, en todos los aspectos de mi vida, cada día mejor. (Tres veces). –Imagínalo-.

Ø Todo va bien en mi trabajo; cada día logro mejores niveles de efectividad, prosperidad, riqueza, abundancia y bienestar. (Imagínalo).

2. Formo una unidad cósmica perfecta con el Creador Universal, -ELOÍ. (Diez veces, con los ojos cerrados). Hoy se expresa en mí la Perfección universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión en todos los aspectos de mi vida.

3. -Cada día, en todas formas y condiciones, mi cuerpo y mi mente funcionan mejor y mejor. La consciencia de mi conexión permanente e indisoluble con el Creador Universal, -ELOÍ-, restablece y mantiene en mí, diariamente, durante las veinticuatro horas del día, un perfecto estado de salud a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Creador Universal, por darme un cuerpo perfecto, saludable, lleno de energía. Aquí y ahora, me siento en perfecto equilibrio de salud, a nivel físico, mental, emocional y espiritual.

4. Afronto y resuelvo bien toda situación que me compete, siempre.

5. Todo tiene solución, en todas las situaciones de mi vida.

6. El Creador Universal, -ELOÍ-, es en mí, cada día mejor, en todos los aspectos de mi vida, fuente de amor, luz, sabiduría, éxito, riqueza, prosperidad, abundancia y armonía.

7. Permito que las leyes universales de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión actúen bien en el plan de mi vida.

8. Tengo prosperidad y poder. Cada día enriquezco mejor mi vida a través del servicio efectivo, del amor y de la práctica de todas las virtudes.

9. Mi dignidad personal me lleva a realizar las cosas que me competen con la máxima perfección posible.

10. Cada día, en todas formas y condiciones, en todos los aspectos de mi vida, estoy mejor y mejor a nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

11. Actúo con templanza, serenidad, autodominio y perfecto equilibrio en todo. Conservo plena autonomía y control sobre todas mis facultades físicas, mentales, emocionales, intelectuales y espirituales. Hecho está. (Visualizar un escudo protector de luz que te envuelve y protege; -una pirámide-).

12. Tengo fortaleza, valor, confianza y fe suficiente para triunfar y alcanzar todas mis metas, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y en armonía con sus planes cósmicos. Soy inmune e invulnerable a las influencias y sugestiones del medio ambiente y de cualquier persona a nivel físico, mental, emocional y espiritual, en las dimensiones objetivas y subjetivas y en cualesquiera otras en que sea requerido.

13. El orden universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión se establece en mi vida, en todos mis asuntos y en las personas interrelacionadas, aquí y ahora. Hecho está.

14. Asumo la responsabilidad de mis actos y cumplo bien todos mis compromisos, siempre oportunamente, de acuerdo con el orden cósmico.

15. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos da abundancia y armonía en el eterno presente. Vivo en abundancia y en armonía perfectas, aquí, ahora y siempre.

16. El Creador Universal, -ELOÍ-, se está ocupando de todo, en todos los aspectos de mi vida, y se expresa en mí conciencia intuitiva por medio de los sentimientos en correspondencia con los valores universales.

17. Gracias, Creador Universal, -ELOÍ-, por esta vida maravillosa. Que Tu Inteligencia Infinita, Amor, Sabiduría, Justicia, Luz, y Poder Creador guíen, adecuadamente, todas mis decisiones y acciones, ahora y siempre. Gracias, Eloí, por este día maravilloso.

18. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos proteja, aquí y en cualquier lugar, ahora y siempre. (Tres veces).

19. Siempre espero lo mejor, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y la Ley Cósmica, en armonía con todos.

20. Gracias, Creador Universal; todo va bien en todos los aspectos de mi vida, a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Eloí, todo va bien en mis practicas espirituales y en mi relación Contigo; Tú y yo formamos una unidad perfecta, armónica, aquí y ahora, en el eterno presente. Yo soy Tú, Tú eres yo. Te amo.

21. Voy a realizar –obtener o resolver- (mencionar), antes del: (fecha), de acuerdo al orden divino y en armonía con todos. (Si se trata de varios objetivos, anótelos y haga la afirmación y visualización con cada uno de ellos. Imagínelo concluido satisfactoriamente sin imponer canal alguno de manifestación.)

22. Tengo serenidad y calma imperturbable. Soy impasible frente a todo y a todos. No tengo temor a nada, a nadie ni de nadie en ningún nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero. Dentro de mí vibra la seguridad total. Tengo completa confianza en la vida y en mi propia capacidad de resolver situaciones y alcanzar los resultados satisfactorios que preciso, en cada caso, siempre.

A continuación anoté la fecha: Lunes 12 de agosto de 1967. Luego, tal como me lo indicó el Venerable hombre, anoté la fecha que correspondía veintidós días después: 03 de septiembre de 1967.

Acto seguido, me senté cómodamente, tomé tres respiraciones profundas y realicé la meditación.

Luego, cada noche, durante veintidós días, a las once en punto, me iba a mi cuarto, daba indicaciones de no ser interrumpido durante veinte minutos y realizaba la meditación del día, la cual, siempre complementaba con la lectura breve de uno de los libros de cabecera que siempre suelo tener en mi mesa de noche.

Iba notando, día a día como emergía de mi interior una nueva y desconocida fortaleza, seguridad, estado de ánimo contento, actitud más decidida, optimismo frente a la vida y a las situaciones; comencé a llevarme mejor en las relaciones con las demás personas, a ser más comedido en todo y sobre todo comenzaba a tener conciencia de cosas que antes me solían pasar desapercibidas.

Cabe destacar que, en el punto número veintiuno de la meditación, había anotado siete objetivos que desde hacía tiempo quería realizar y para mi sorpresa, treinta días después de haber terminado de efectuar la meditación del manuscrito número veintidós comencé a observar como, en forma aparentemente casual se iban manifestando la resultados de cada uno de ellos hasta que, algunos meses después, antes de la fechas previstas, los había realizado todos, menos dos, por lo cual, me senté y volví a anotar, en una hoja de mi cuaderno, otros diez objetivos, encabezados por los dos pendientes de la lista anterior, les puse la fecha tope a cada uno, antes de la cual debían ser logrados, para seguir visualizando, su logro, periódicamente.

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martes, 9 de septiembre de 2014

LA FLOR Y EL JARDINERO






LA FLOR Y EL JARDINERO

©Giuseppe Isgró C.


Era un aprendiz de jardinero, que practicaba su arte como un hobby en su tiempo libre.
Aquella mañana soleada, encontró una flor, hermosa variante de margaritas, de color anaranjado, de las que tanto cultivaba su madre, cuando era un niño, en el jardín de su casa, en su pueblo natal. Alguien la había arrancado de un pequeño jardín, al frente de una oficina, en la avenida principal. El joven la recoge, se la coloca en el bolsillo izquierdo de su pantalón, y se forja el propósito de sembrarla en la jardinera de su casa.
Así lo hace y al poco tiempo nacen dos pequeñas planticas, de las cuales solo una llega a desarrollarse medianamente, y alcanza a dar dos margaritas.
Una vez secas las dos flores, el jardinero siembra las semillas, y esta vez nacen un mayor número de planticas. Luego, repite el proceso, sembrando las semillas de las nuevas flores; al germinar, la jardinera se pobló abundantemente.
Cada nueva flor seca, le aportaba las semillas que volvía a sembrar con el propósito de llenar su jardín de aquella maravillosa margarita, que en su crecimiento y desarrollo adoptaba una gran variedad de colores.
En la segunda generación, el jardinero observa con asombro, que algunas plantas dan flores que son diferentes unas de otras; es decir, unas plantas dan la misma flor pero sin los pétalos. Es como si fuera el “macho” de la planta, al igual que ocurre con otras especies, por ejemplo, la lechosa, o papaya. Por lo menos, esto es lo que pensaba el novel jardinero.
Pero, allí estaban las dos variedades que habían salido de una sola y única planta.
Cada mañana, al salir al jardín, experimentaba una profunda emoción al contemplar la inmensa variedad de colores de aquellas exóticas flores, que alegraban la vista de todos quienes pasaban por el frente.
Las flores parecían decirle al jardinero: Gracias!!! Porque las plantas, aunque alguien pueda no creerlo, experimentan sentimientos y emociones, y, también “piensan”; están conscientes de lo que ocurre a su alrededor. Saben quien les ha sembrado, y quien las cuida, y se esmeran en agradarle hermoseando sus formas con coloridos más brillantes y atractivos. Y le sonríen; sí, le sonríen alegres y agradecidas.
Esa belleza y respuesta a los cuidos del jardinero, le estimulan para que le siga cultivando, limpiando el jardín de la maleza, y regarla con agua, todas las noches, o casi.
Al prosperar su jardín, lo hace, también, la persona, por cuanto se armoniza con la naturaleza, y su vida comienza a fluir con una energía vivificante. Se integra con la naturaleza, y ésta le utiliza como su instrumento, para lograr sus objetivos cósmicos.
De las semillas encontradas por pura y aparente casualidad, han nacido ya, centenares de plantas y miles de flores. Muchos de los transeúntes, al pasar, arrancan una flor, con la emoción de sembrar las semillas en su propio jardín. Otros, mas respetuosos, se acercan y solicitan permiso para tomar una flor seca para sembrar sus semillas en sus casas.
De esta manera, las hermosas plantas se van expandiendo en su reproducción, abarcando inmensos territorios, y seguramente, van pasando de un continente a otro, inspirando a quienes les contemplan, la idea de que les siembren en sus propios jardines.
O, acaso no fue pura casualidad que el joven jardinero encontrara aquella mañana la flor, destinada al basurero? O, al estar arrinconada, y secarse, quizá, sería arrastrada por el viento, y habría nacido en cualquier lugar a donde aquel le condujese? Pero, el jardinero nunca iba por aquel lugar por donde recogió la flor. Qué extraña coincidencia le llevó allí? Y, luego, viendo la flor, fue inspirado para acacharse y recogerla, y, posteriormente, sembrar las semillas, cuidar su crecimiento hasta verle florecer, esperando con intensa emoción mientras eso ocurría.
No deja de ser extraña dicha constancia. Pero, es el caso que en su mente se imaginó el jardín lleno de hermosas margaritas anaranjadas, tal como ahora lo contemplaba. No será que el Espíritu de aquella hermosa planta, y flor, le inspirara aquel cuadro mental, para moverle a la acción?
Hoy se sabe que las plantas perciben, y comprenden. También, que se comunican telepáticamente. Y, quien sabe cuantas cosas más hacen, muchas de las cuales, la ciencia ha ido desentrañando.
Los experimentos realizados por científicos de todo el mundo, han verificado que las plantas son capaces de percibir cuando las personas dicen la verdad, o no. También, reconocen a las personas que les hacen daño, y a aquellas que les cuidan.
Responden a las emociones de la música agradable, a la conversación amistosas del jardinero que les habla. Esta es la razón por la cual Luther Burbank logró que los cactus de su jardín crecieran sin espinas. El les decía, mientras las regaba, que crecieran sin espinas, porque no las iban a necesitar, ya que él las cuidaría. Los cactus, atendiendo al mensaje de aquel ilustre genio, le complacieron y, al crecer, lo hicieron sin espinas.
El jardinero recordaba un día, que al salir de su apartamento, la imagen de una planta seca y una fuerza irresistible le hicieron asomarse en un área escondida, por la que nunca se asomaba. Allí se encontraba una planta olvidada que estaba secándose, Fue a buscar un balde de agua y la regó. Con el tiempo, dos veces más sintió la misma impresión y fuerza, con el mismo resultado. En otro lugar, con el mismo tipo de planta, experimentó idéntico fenómeno. El jardinero, alberga la certeza de que las plantas se comunican telepáticamente entre ellas, y también con las personas, animales y con los Espíritus elementales de la naturaleza, en el reino mineral.
El novel jardinero recuerda, también, como al sembrar, en años anteriores, en su jardín, algunos carpachos, al poco tiempo, al manifestarse las primeras flores, parecían sonreírle, como dándole las gracias. Cuántas mañanas experimentó profundas emociones contemplando a aquellas flores de hermosas tonalidades de colores entre el blanco, anaranjado y el amarillo.
Lo mismo experimentó al brotar del capullo la primera rosa roja, en un rosal que sembrara. Él recuerda como, caminando por Madrid, al pasar por un hermoso jardín en la zona de “Ventas”, una fuerza irresistible le indujo a voltear, y con asombro contempló unas rosas y otras hermosas flores que parecían sonreírle. Sintió como si ellas supieran que él, aunque aprendiz, era un jardinero en potencia, que, sentía un profundo amor hacía las plantas, y se ocupaba en cuidar un jardín que, día tras día, iba de mejor en mejor. Para las plantas, cada jardinero, representa un benefactor del reino vegetal. Ellas están conscientes de esto, y siempre quieren estimular a quienes muestran aptitudes para seguir por ese hermoso camino de autorrealización.
Con razón, muchos aprendices del budismo zen, y taoístas, practican la meditación mediante el cultivo de la jardinería, u otro arte análogo, por ejemplo, el del bonsái. Por este medio alcanzan elevados niveles de iluminación.
Es natural que a través del arte del cultivo de un jardín se alcancen profundos estados de conciencia y sus respectivas estaciones de comprensión. Primeramente, el jardinero se antepone un propósito: Cultivar su jardín, Elige las plantas que desea. Aunque no sabemos si él es quien elige, o alguien de la dimensión espiritual del reino vegetal le inspira las plantas que debe elegir. A veces pienso que, los Espíritus de las plantas que desean encontrar un instrumento para lograr su objetivo de expansión, eligen al jardinero, y el lugar, a donde quieren expandirse. Le inspiran la imagen de la planta, y el deseo de cultivarla, se la recrean en la mente del mismo una y otra vez, hasta que el anhelo de tener tan hermosas plantas, le mueve a la acción y va en busca de las semillas, las siembra con emoción, y atención expectante, y espera hasta que aparezcan las primeras flores, cultivándolas con amor y dedicación.
Se da cuenta, tan pronto como se forja el propósito de cultivar dichas plantas, como se manifiesta un sentimiento de felicidad. Por todas partes las observa donde antes jamás las había visto. Es que ya, su mente, se encuentra en perfecta sintonía, y la ley de atracción comienza a realizar su trabajo. Donde se centra la atención se expande la conciencia perceptiva, comprensiva y realizadora.
Y esto mismo ocurre en el arte zen, y también en el taoísta, en el sufís, en el espirita, y en el místico, o en el de cualquier otra clase. Se manifiesta el sentimiento de un propósito claramente definido, los objetivos enunciados por escrito con la descripción los resultados que se desean alcanzar a corto, mediano y largo plazo, que aportan un sentido de dirección y cuantificación; se experimenta la emoción del logro como si ya lo hubiese alcanzado; fluye la energía creadora hacia la realización del ideal cultivado, primeramente, en la imaginación sintética o creativa, de la mente, y luego, plasmándolo en la realidad objetiva por la firme constancia que logra hasta lo que aparentemente pareciera imposible. Con dedicación y amor se transforma en realidad tangible cualquier resultado que ardientemente se desee, cuya conquista aporta un motivo poderoso de vida, proporcionando felicidad, autorrealización e iluminación. A esto se le denomina Nirvana, Satori, Conciencia Cósmica, y tantas otras cosas que, cada quien, en su caso particular, sabe a que se refiere. Se alcanza el éxtasis místico que aporta la comprensión de las leyes de la naturaleza; entra en perfecta armonía con las mismas; y a través de la compenetración con la naturaleza divina de las plantas, por el cultivo de las plantas de su jardín, va observando, descubriendo y comprendiendo, en cada una de las plantas, y de los seres de su jardín, a Dios. Sí, en su jardín, comienza a contemplar la presencia de Dios. Allí está la vida fluyendo, y por lo tanto, también está Dios y le percibe con un profundo sentimiento de amor. Se da cuenta de que, cultivar su jardín representa una forma de adoración a Dios, y Él responde haciendo manifestar la Divina Presencia, también con Amor; con Su Amor.
Cada mañana vienen hermosas mariposas, algunas de ellas, las denominadas Monarcas, y abejas, a absorber el néctar de las flores; también se han visto colibríes, canarios y potoquitas. Recientemente, se ve con emoción a una pequeñísima iguanita, bebé, apenas, que hizo del jardín su hogar, ya que, dos meses más tarde, aún permanecía allí. La mañana de un domingo, la iguanita se introduce en las rejas de su puerta, como diciéndole: Mira, aquí estoy yo! Quien la descubre, es la perrita de la casa, una caniche, de nombre Pepa, que la contempla como a una vieja amiga y compañera.


El jardín comienza a tomar mejor forma cuando al jardinero se le suma el apoyo de su esposa. Entonces, al poco tiempo, se vuelve en un espectáculo digno de verse. Y ya las personas se atreven más a pedir las semillas para sembrarlas en sus propios jardines.
Un día, a la esposa del jardinero se le ocurre de poner en el jardín un puñado de alpiste. A partir de ese momento, los canarios fluyen a todas horas y también pájaros de diversas especies. Ya, es un propósito firme, cada semana proveerse de un paquete de alpiste para los nuevos amigos que, a diario, vienen a alimentarse en aquel hermoso jardín, impregnándolo de mágica vida.  
Tanto el jardinero, como su esposa, e hijos, y la perrita Pepa, que comparte como un miembro “humano” más de la familia, disfrutan la emoción de contemplar, a todas horas, aquel espectáculo de flores, mariposas, canarios, pájaros diversos, la iguanita y quien sabe cuántas cosas más se experimentarán. La esposa del jardinero anhela que en su jardín llegue una ranita, que ella denomina: “Ranita de la suerte”. A tal fin le colocó un envase plástico con agua, entre los carpachos, que, de momento, parece que quien la usa es la iguanita, a quien, aún, no se le ha puesto nombre. Pero, ya se le ocurrirá uno, o se lo inspirará la misma interesada. Para que vengan los Azulejos, plantó una higuera, ya que, cada mañana vienen a comer su ración de higos, casi siempre la mitad de uno, por día.
Ahora, hay muchísima plantas naciendo en aquel lugar. La otra mañana, el jardinero, al salir a contemplar las flores, sintió dentro de su conciencia, lo que le pareció un mensaje claro, nítido. En él percibía a las flores que le decían: -“Hay muchas semillas que aquí no tienes suficiente espacio para sembrarlas; cada vez que sales, o cuando puedas, llévate algunas semillas, y las dejas caer por los jardines por donde vayas, o pases. De esta manera, contribuirás a nuestra propagación por otras partes, donde, al igual que a ti, podamos alegrarle la vida a muchas más personas, con nuestra belleza y sensibilidad, y además, cumplir con la misión que nos ha encomendado el Creador. Recuerda que en nosotras se encierran profundos secretos que un día la ciencia descubrirá, y entonces, se percibirá que en nuestra aparente sencillez e insignificancia somos valiosas benefactoras de la humanidad y que compartimos el planeta tierra como iguales del reino humano, animal y mineral”.
El jardinero, a partir de aquel día, ha comenzado a esparcir por lugares idóneos las semillas de sus amigas, las margaritas de hermosos colores anaranjados, cuyo nombre científico ignora. Ya ha visto con emoción, un rincón olvidado de un edificio, como han nacido, y están creciendo, por lo menos, una cincuenta planticas, que alegrarán la vista de todos los transeúntes que por allí pasen. Muchos, alargarán las manos para llevarse una flor y sembrar sus semillas. Y así se va expandiendo la Creación, y nosotros, sin darnos cuenta, vamos dando el propio aporte, creyendo que es una iniciativa nuestra, y quizá lo sea. Pero, no deja de ser cierto, que, al fin y al cabo, no dejamos de ser instrumentos de la naturaleza de las cosas, que nos usas creativamente, si escuchamos el llamados de embellecer a la creación, y en el cultivo del arte de jardinero, alcanzar la iluminación, y en la misma, contemplar a Dios. Cada una de las plantas, es un ser que ha emanado del Ser Universal, sin separarse de Él, y sin dejar de ser Él. Al percibir esto, se habrá alcanzado la iluminación suprema.
El jardinero se ha dado cuenta ya, de cómo, a partir de una pequeña semilla, o idea, si se cree en ella y se quiere realizar un propósito claramente definido, se puede alcanzar cualquier prodigio de embellecer a la Creación con los valores inherentes al cultivo de un arte cualquiera, a ejemplo del que ejercita el jardinero, y que, jamás faltarán la inspiración y la intuición que aporten el conocimiento del qué, del cómo, del cuándo, del quién, del dónde, del cuándo y del por qué.
Haciendo lo que debe hacer con rectos propósitos, pensamientos positivos, acciones justas y perfectas, esfuerzo suficiente, atención sostenida, intención correcta, y concentración de recursos y energía en el logro de un objetivo a la vez, en el tiempo perfecto de Dios, se expande la conciencia perceptiva, comprensiva y realizadora, por la que fluyen los sentimientos del amor, de la prudencia, de la justicia, de la fortaleza, de la belleza, de la armonía y la sabiduría de los demás valores universales, o atributos de la Divinidad. Esa es la conciencia cósmica que permite percibir la Unidad en la diversidad, y de que, todo es Uno.
Adelante.


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