domingo, 26 de enero de 2014

EL DISCURSO DEL FUEGO


EL DISCURSO DEL FUEGO*

Plática por el Venerable U Silananda
Traducción española Bertha Imaz
Editado por Ronald Martínez-Lahoz



Hoy examinaremos el discurso sobre el fuego. El nombre del discurso (sutta) en pali es Adittapariyaya Sutta y significa el discurso sobre lo que está ardiendo. Fue ofrecido ante mil monjes (bhikkhus), siendo uno de los primeros discursos ofrecidos por Buddha.

Buddha pronunció su primer discurso durante la luna llena de julio, al principio de la estación de las lluvias. Él permaneció durante la estación de las lluvias en Benares, en el Parque de los Ciervos. Muchos miembros de los clanes acudieron a donde estaba Buddha, se ordenaron como monjes, y alcanzaron el estado de Arahants. Cuando hubo un total de sesenta y un Arahants en el mundo, Buddha los envió a diferentes lugares para el bienestar, beneficio y  felicidad de muchos. Envió a estos monjes a enseñar su doctrina (Dhamma) a la gente.

Después del período de las lluvias (vassa) fue a un lugar llamado Gayasisa. Allí estaban tres hermanos que eran ascetas. El mayor tenía quinientos seguidores ascetas, el del medio trescientos, y el más joven doscientos. Entre todos tenían un total de mil seguidores. Estos ascetas eran adoradores del fuego. Buddha fue a donde estaban ellos para enseñarles y hacer posible que pudieran realizar la verdad. Al principio no pudo convencerlos de que todavía no eran Arahants pues estos ascetas pensaban que ya lo eran. A pesar de que había ido a donde se encontraban, y les había mostrado algunos prodigios, aún pensaban que eran Arahants, y que el Buddha no lo era. Así, Buddha tuvo que mostrarles muchos prodigios hasta que comprendieron que todavía no eran Arahants. Se convirtieron en sus discípulos y fueron admitidos en la Orden.

Cuando se reunieron los tres hermanos y los mil monjes recién ordenados, Buddha les ofreció este discurso, el Discurso del fuego. Era apropiado que Buddha les transmitiera este discurso porque ellos eran adoradores del fuego, tal vez un fuego para sacrificios.

“Esto es lo que he escuchado”. Cuando el Venerable Ananda comunicó este Sutta en el Primer Concilio Buddhista, él dijo: Esto es lo que he escuchado: En una ocasión el Bendito estaba viviendo en Gayasisa, en Gaya, con mil bhikkhus. Allí se dirigió a los bhikkhus: ‘bhikkhus, todo está ardiendo. ¿Qué es ‘todo’ lo que está ardiendo? bhikkhus, el ojo está ardiendo, las formas visuales están ardiendo, la conciencia visual está ardiendo, la sensación visual está ardiendo. También está ardiendo toda sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión visual. ¿Ardiendo con qué? Ardiendo con el fuego de la pasión, ardiendo con el fuego del odio, ardiendo con el fuego de la ignorancia. Yo digo que arde con el nacimiento, la vejez y la muerte; con el pesar, la lamentación,  el dolor,  la aflicción y la desesperación.

El oído está ardiendo, los sonidos están ardiendo, la conciencia auditiva está ardiendo y la sensación auditiva está ardiendo. También está ardiendo toda sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión auditiva.  ¿Ardiendo con qué? Ardiendo con el fuego de la pasión, ardiendo con el fuego del odio, ardiendo con  el fuego de la ignorancia. Yo digo que está ardiendo con el nacimiento, la vejez y la muerte; con el pesar, la lamentación, el dolor, la aflicción y la desesperación.

La nariz está ardiendo, los olores están ardiendo, la conciencia olfatoria está ardiendo y la sensación olfatoria está ardiendo. También  está ardiendo cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión olfatoria. ¿Ardiendo con qué? Ardiendo  con el fuego de la pasión, ardiendo  con el fuego del odio, ardiendo con el fuego de la ignorancia. Yo digo que está ardiendo con el nacimiento, la vejez y la muerte; con el pesar, con la lamentación, con el dolor, con la aflicción, con la desesperación.

La lengua está ardiendo, los sabores están ardiendo, la conciencia gustativa está ardiendo y la sensación gustativa está ardiendo. También está ardiendo cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión gustativa. ¿Ardiendo con qué? Ardiendo con el fuego de la pasión, ardiendo con el fuego del odio, ardiendo con el fuego de la ignorancia. Yo digo que está ardiendo con el nacimiento, la vejez y la muerte; con el pesar, con la lamentación, con el dolor, con la aflicción, con la desesperación.

El cuerpo está ardiendo, las cosas tangibles están ardiendo, la conciencia táctil está ardiendo y la sensación táctil está ardiendo. También está ardiendo cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión táctil. ¿Ardiendo con qué? Ardiendo con el fuego de la pasión, ardiendo con el fuego del odio, ardiendo con el fuego de la ignorancia. Yo digo que está ardiendo con el nacimiento, la vejez y la muerte; con el pesar, con la lamentación, con el dolor, con la aflicción, con la desesperación.

La mente está ardiendo, los objetos mentales están ardiendo, la conciencia mental está ardiendo y la impresión mental  está ardiendo. También está ardiendo cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión mental. ¿Ardiendo con qué? Ardiendo con el fuego de la pasión, ardiendo con el fuego del odio, ardiendo con el fuego de la ignorancia. Yo digo que está ardiendo con el nacimiento, la vejez y la muerte; con el pesar, con la lamentación, con el dolor, con la aflicción, con  la desesperación.

bhikkhus, el sabio y noble discípulo que comprende tales cosas se vuelve ecuánime con respecto al ojo, se vuelve ecuánime con respecto a la forma visual, se vuelve ecuánime con respecto a la conciencia visual y se vuelve ecuánime con respecto a la impresión visual. También se vuelve ecuánime con respecto  a cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión visual.

Se vuelve ecuánime con respecto al oído, se vuelve ecuánime con respecto a los sonidos, se vuelve ecuánime con respecto a la conciencia auditiva y con respecto a la impresión auditiva. También  se vuelve ecuánime con respecto a cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de impresión auditiva

Se vuelve ecuánime con respecto a la nariz, se vuelve ecuánime con respecto a los olores, se vuelve ecuánime con respecto a la conciencia olfatoria y llega a la ecuanimidad con respecto a la impresión olfatoria. También se vuelve ecuánime con respecto a cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión olfatoria.

Se vuelve ecuánime con respecto a la lengua, se vuelve ecuánime con respecto a los sabores, se vuelve ecuánime con respecto a la conciencia gustativa y se vuelve ecuánime con respecto a la impresión gustativa. También se vuelve ecuánime con respecto a cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión gustativa.

Se vuelve ecuánime con respecto al cuerpo, se vuelve ecuánime con respecto a las cosas tangibles, se vuelve ecuánime con respecto a la conciencia táctil y se vuelve ecuánime con respecto a la impresión táctil. También se vuelve ecuánime con respecto a la sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión táctil.

Se vuelve ecuánime con respecto a la mente, se vuelve ecuánime con respecto a los objetos mentales, se vuelve ecuánime con respecto a la conciencia mental y se vuelve ecuánime con respecto a la impresión mental. También se vuelve ecuánime con respecto a cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión mental.

Se desapega al ser ecuánime. Se libera a través del desapego. Con la liberación está el conocimiento de que se ha liberado. Comprende que el nacimiento ha sido consumido, que ha vivido la vida de santidad, que ha sido hecho todo lo que había que hacer. No hay más nada que hacer.

Esto dijo el Bendito. Los bhikkhus se alegraron y se regocijaron con sus palabras. Las mentes de aquellos mil bhikkhus fueron liberadas de impurezas sin apego mientras pronunciaba este discurso.

Buddha utilizaba diferentes métodos o formas de presentar los asuntos cuando enseñaba a la gente, cuando pronunciaba estos discursos. Esto es lo que ha sido llamado ‘elegancia en la presentación’, algo peculiar solamente de los Buddhas. Buddha conocía los temperamentos de sus oyentes y para adaptarse a ellos usaba distintos métodos en sus diferentes discursos (suttas). Esta es la razón por la que variaban las formas de presentación en sus enseñanzas. En un discurso (sutta), un cierto dhamma puede ser llamado impureza y en otro grillete o torrente, o atadura o tendencia latente, etc.  Así que a la misma clase de dhamma le daba diferentes nombres de acuerdo a los temperamentos de sus oyentes.

Buddha habló en este discurso acerca de lo que está ardiendo. En este discurso algunas de las impurezas son llamadas ‘fuego,’ aquello que quema. Primero el Buddha dijo, “El ojo está ardiendo, las formas visuales están ardiendo, la conciencia está ardiendo y la sensación visual está ardiendo. También está ardiendo cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión visual.” Buddha dijo que todo está ardiendo. Los ojos están ardiendo, las formas visuales están ardiendo. La conciencia visual, la conciencia de ver y la sensación visual está ardiendo. La impresión visual significa lo que nosotros llamamos ‘contacto’. En los cincuenta y dos factores mentales esto se conoce como phassa.  El contacto que acompaña la conciencia visual también está ardiendo. También está ardiendo cualquier sensación (vedana) que acompaña la conciencia de ver. Esa sensación puede ser placentera, dolorosa o neutra. Tenemos sensación placentera cuando vemos cosas que queremos ver. Tenemos sensación dolorosa cuando vemos cosas que no queremos ver. Tenemos sensación neutral cuando vemos cosas que ni queremos ni no queremos ver. En un momento puede haber una sensación agradable, una sensación dolorosa, o una sensación neutra. Buddha dijo que esta sensación también está ardiendo.

¿Ardiendo con qué? Cuando Buddha dijo que el ojo está ardiendo y las formas visuales están ardiendo etc. estamos tentados a preguntar: ¿Ardiendo con qué? Nosotros no vemos fuego en el ojo, ni en la forma visual, ni en los demás. Buddha dijo que están ardiendo con el fuego de la pasión, con el fuego del odio, con el fuego del engaño, en pali: lobha, dosa y moha. Cuando la conciencia visual o la conciencia de ver está acompañada por codicia, deseo o apego se dice que está ardiendo con lobha, está ardiendo con codicia, está ardiendo con deseo, está ardiendo con apego.

Experimentamos cólera o surge odio en nosotros cuando vemos algo que no queremos ver o que detestamos ver. Cuando nuestra conciencia de ver está acompañada por odio o cólera, se dice que esa conciencia está ardiendo con odio, arde con dosa. El fuego de la ignorancia es moha y siempre está acompañada de pasión y odio. Siempre que hay pasión hay también ignorancia. La ignorancia siempre está presente con los tipos de conciencias insanas. Algunas veces no tenemos ni pasión ni odio, sólo ignorancia. Entonces se dice que la  conciencia visual está ardiendo con ignorancia, con moha.

Estos son los tres fuegos que queman nuestros ojos, queman  la forma visual y arden con la conciencia visual. Hay factores mentales que acompañan la conciencia visual. Uno de ellos es el contacto o phassa. Éste también está ardiendo porque está acompañado por la pasión, el odio o la ignorancia. Cuando hay contacto hay sensación porque la sensación nace del contacto. Esa sensación también está ardiendo porque está acompañada por pasión, odio o ignorancia.

No solamente existen estos tres fuegos. Hay otros fuegos. “Yo digo que está ardiendo con el nacimiento, la vejez y la muerte; con el pesar, el lamento, el dolor, la aflicción y la desesperación.” También se dice que está ardiendo con el nacimiento o el renacer porque causa dolor. Es la fuente del dolor y del sufrimiento.

Se arde con la vejez pues todo se torna viejo, todo cambia y envejece. El proceso de envejecimiento oprime todo, así que se dice que todo arde con la vejez. Se arde con la muerte pues en cada momento se desaparece. En cada momento hay cesación. ‘Muerte’ significa no solamente la muerte al final de la vida, sino en cada momento cuando las cosas desaparecen, cuando los fenómenos mentales y físicos cesan. Todo es oprimido por la muerte, la desaparición, la disolución. Así que se dice que está ardiendo con la muerte.

Algunas veces decimos que arde con pesar. Tenemos pesar cuando alguien querido por nosotros muere. En ese momento ardemos con pesar. Otras veces lloramos. Cuando esto ocurre ardemos con lamentaciones. A veces tenemos dolor corporal, entonces, en tal momento ardemos con dolor. Otras veces tenemos dolor mental. Cuando esto ocurre ardemos con aflicción. Otras veces nos desesperamos por algo. En ese momento ardemos con desesperación.

Se dice que todas estas cosas; el ojo, la forma visual, la conciencia de ver, el contacto y la sensación arden con estas once clases de fuegos. ¿Pueden nombrar los once? Éstas son;  pasión, odio, ignorancia, nacimiento, vejez, muerte, pesar, lamentación, dolor, aflicción y desesperación. Estas once son llamadas ‘las once clases de fuego’. Todo en el mundo se está quemando con una o más de estas once clases de fuego.

El ojo arde porque las propiedades físicas que hacen al ojo siempre están cambiando, surgiendo y desapareciendo. Surge una nueva propiedad material y entonces desaparece. Así  que el ojo arde  con el nacimiento, la vejez y la muerte. La conciencia arde con pasión, odio, ignorancia, pesar, lamentación, dolor, aflicción y desesperación. Todo arde en este mundo.

Podrán pensar que es deprimente saber que todo está ardiendo. Mucha gente tiene la impresión de que el buddhismo solamente enseña y se interesa en el dolor. Piensan que los buddhistas sólo hablan acerca del  sufrimiento. El buddhismo habla acerca del origen,  la cesación y el camino para salir del sufrimiento.

Buddha es como un médico. Cuando un médico examina a una persona y encuentra que está enferma, le dice que tiene tal o cual enfermedad. No podemos acusar al médico de ser pesimista al decir esto porque sólo está expresando un hecho. La persona está enferma y debe ser cuidada. En la misma forma, Buddha quiso apuntar a un  hecho cuando expresó que todo está ardiendo. Este hecho no puede ser evitado, ocultado o escondido. Cuando Buddha dijo que todo está ardiendo estaba expresando un hecho, la experiencia de la realidad. Todo arde  con el fuego de la pasión, el odio, la ignorancia y otras clases de fuegos.

“El oído está ardiendo. Los sonidos están ardiendo. La conciencia auditiva está ardiendo. La impresión auditiva está ardiendo. También está ardiendo la sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surge por motivo de la impresión auditiva. ¿Ardiendo con qué? Ardiendo con el fuego de la pasión...” Lo mismo ocurre con la nariz, la lengua, el cuerpo y la mente. Todo está ardiendo.

El oído está ardiendo. Los sonidos están ardiendo. ¿Cuándo están ardiendo el oído y los sonidos? Cuando hay en nuestra mente pasión, odio o ignorancia. Se dice que arde la conciencia, la impresión y sensación auditiva. Y el oído arde con el nacimiento, la vejez y la muerte. Estamos ardiendo con pesar, lamentación, dolor, aflicción y desesperación cuando sentimos pesares debido a algo que oímos. Por tanto, el oído es un lugar que puede también arder con diferentes clases de fuegos.

La nariz está ardiendo. Los olores están ardiendo, etc. Surge en nosotros pasión o deseo cuando olemos algo que nos gusta, por ejemplo, el olor de un perfume. Se dice que la conciencia olfativa arde con pasión, deseo y apego cuando hay pasión, deseo o apego en nuestras mentes. Sentimos coraje cuando olemos algo que no queremos oler como un mal olor.  En ese momento estamos ardiendo con odio, ardiendo con cólera. Se dice que estamos ardiendo con ignorancia cuando estamos indecisos sobre algo que olemos, cuando no conocemos acerca de algo que olemos. La nariz y los olores tienen un principio y un fin. Por tanto, arden con nacimiento, vejez y muerte. También podemos sentir pesar, lamentación, dolor, aflicción y desesperación cuando sentimos pesar por algo que olemos. Arde todo lo relacionado con la nariz; olores, conciencia, impresiones y sensaciones.

“La lengua está ardiendo. Los sabores están ardiendo.” Podemos tener apego o deseo cuando probamos algo que nos gusta. En ese momento arden nuestras lenguas. Sentimos odio o cólera cuando probamos algo que no nos gusta. Así que en ese momento nuestras lenguas también están ardiendo.

Esto ocurre muy a menudo porque cada día experimentamos imágenes, sonidos, olores, sabores, objetos tangibles y mentales. Tendemos a sentir deseo o apego cuando nos topamos con cosas que nos gustan. Tendemos a sentir cólera u odio cuando nos encontramos ante cosas que no nos gustan. Por tanto, es muy difícil mantenerse a salvo de caer en lobha o dosa.

“El cuerpo está ardiendo. Las cosas tangibles están ardiendo. La conciencia táctil está ardiendo... etc.” Se dice que nuestra conciencia táctil y nuestra conciencia corporal están ardiendo con pasión cuando sentimos apego al tocar algo agradable al tacto. Podemos sentir cólera u odio cuando tocamos algo que no nos gusta o cuando nos golpeamos contra algo y sentimos dolor. Nuestra conciencia táctil o corporal arde con odio cuando el enojo o el odio están presentes. Se dice que nuestra conciencia está ardiendo con ignorancia cuando estamos indecisos o no sabemos lo que tocamos. El nacimiento, la vejez y la muerte oprimen al cuerpo, los objetos tangibles y la conciencia. Ellos también arden con estos fuegos. Estamos ardiendo con pesar, lamentación, dolor, aflicción y desesperación cuando hay pesar con respecto al cuerpo.

“La mente está ardiendo. Los objetos mentales arden.” Algunas veces pensamos en algo que en nuestra mente es agradable o desagradable. Podemos sentir apego o codicia cuando pensamos en cosas agradables. Puede surgir apego o pasión cuando pensamos en algo agradable. Podemos sentir odio o cólera con objetos desagradables. Así que la conciencia mental también puede arder con pasión, odio, ignorancia y otros fuegos. También la mente es impermanente, va y viene. Se genera para luego desaparecer. Está oprimida por el nacimiento, la vejez y la muerte. Nuestra mente está ardiendo con pesar, lamentación, dolor, aflicción y desesperación cuando hay pesar, etc. con respecto a objetos mentales. En este contexto los objetos mentales significan “objetos del dhamma”.

De acuerdo con esto hay fuego en todas partes. Todo está ardiendo. Pero ¿hay fuego todo el tiempo? ¿Ardemos todo el tiempo? ¿Arden sus oídos todo el tiempo? Podrán decir “no” de comprender el Abhidhamma. No arde todo el tiempo. Sólo arde cuando la conciencia está acompañada por lobha, dosa o moha. Arde solamente cuando se tienen conciencias akusala, conciencias insanas con respecto al ojo, etc. El fuego se puede extinguir si podemos actuar en tal forma que no surjan conciencias akusala con respecto a los ojos, objetos visuales y demás. El fuego se puede evitar.  Se evita con respecto al ojo y al objeto visual cuando ven  algo placentero y no sienten apego hacia ese objeto. Lo mismo es cierto cuando ven algo desagradable y no se perturban o enojan. De esta manera evitan el fuego con respecto al ojo y al objeto visual. El fuego existe solamente cuando tenemos conciencias akusala. Podemos detener o evitar este fuego si logramos evitar que surjan las conciencias akusala cada vez que vemos, oímos, olemos, probamos, tocamos o pensamos.

Buddha dijo: bhikkhus, el sabio y noble discípulo que comprende tales cosas se vuelve  ecuánime con respecto al ojo, se vuelve ecuánime con respecto a la forma visual, se vuelve ecuánime con respecto a la conciencia visual y se vuelve ecuánime con respecto a la impresión visual. También se vuelve ecuánime con respecto a cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión visual.

Algunas veces cuando leemos los discursos debemos también entender lo que no está explícitamente dicho. El Buddha dijo: bhikkhus, el sabio y noble discípulo que comprende tales cosas se vuelve  ecuánime con respecto al ojo etc. Un discípulo debe practicar algo con el fin de ser ecuánime con respecto al ojo o las formas visuales. Antes de lograr la ecuanimidad debe hacer algo con respecto a esas cosas.

Cuando decimos que alguien es un doctor queremos decir que esa persona estuvo en una escuela de medicina durante un número determinado de años hasta llegar a ser doctor. Una persona es doctor porque debió haber sido estudiante durante un número de años. De la misma manera, cuando un discípulo sabe y logra ser ecuánime es debido a que tuvo que haber hecho algo antes de lograr la ecuanimidad con respecto a los ojos y demás.

Ahora, ¿qué debemos hacer para ser ecuánimes con respecto a los ojos, formas visuales y demás? Debemos practicar vipassana. Deben practicar estar en completa atención. Cuando practican estar en atención completa se logra ver la verdadera naturaleza del ojo, de las formas visuales, de la conciencia visual y demás. Verán que hay mente y cuerpo cuando lleguen a un cierto grado de concentración. Hay una mente que va hacia al cuerpo o materia pues la materia no percibe. Luego verán  que existe una relación de causa y efecto entre los diferentes fenómenos mentales y físicos. Todo sale de algo. No hay nada que venga de nada. Existe una relación de causa y efecto entre todas las cosas.

Luego llegarán a ver el surgir y cesar de las cosas. Cuando vean este surgir y cesar de las cosas podrán ver su naturaleza insatisfactoria así como la incapacidad de ejercer autoridad sobre ellas. No les podrán decir: No sean impermanentes. Así es que poco a poco podrán ir viendo la verdadera naturaleza de la mente y el cuerpo, la mente y la materia, hasta que se tornen ecuánimes hacia ellos.

Deben hacer algo antes de ser ecuánimes con los ojos y demás. Deben practicar meditación vipassana. Con la práctica de la meditación vipassana lograrán ser ecuánimes porque verán la naturaleza de las cosas al alcanzar samadhi (concentración) y el conocimiento de penetración. Verán cómo las cosas van y vienen, surgen y cesan, y no existen ni siquiera en dos momentos consecutivos. Se tornarán ecuánimes cuando algo aparece y desaparece, surge y cesa. No se aferrarán, ni desearán, ni apegarán a ello. Al ver a través de vipassana  se tornarán ecuánimes con respecto a todas las seis clases de objetos y sus conciencias correspondientes.

“Se desapegan al ser ecuánimes.” En este contexto ‘desapegado’ significa iluminación. Querrán liberarse de estas cosas cuando son ecuánimes hacia ellas.  Tratarán de salir de ellas y el resultado es que saldrán de ellas. Se dice que al salir de ellas se “volverán desapegados”, verdaderamente desapegados. Es como remover una mancha. A uno no le gusta tener una mancha en la ropa.  Uno es ecuánime con respecto a la mancha y trata de removerla. La ropa se vuelve limpia cuando la mancha es removida. En la misma forma tenemos las manchas de la pasión, el odio, la ignorancia y muchas otras. La mente se purifica cuando éstas son removidas y se torna verdaderamente desapegada.

Así que cuando se dice que: “Se desapega al ser ecuánime” significa que practica la meditación vipassana. Va de un estado mas alto a otro hasta llegar al estado de realización. En este estado su mente está desapegada. Se libera a través del desapego. Cuando hay desapego hay liberación de las impurezas mentales y finalmente también habrá liberación del pesar, la lamentación y demás, liberación de la rueda de renacimiento.

“Cuando se libera habrá el conocimiento de que se está liberado.” Cuando se está liberado se sabe que se está liberado. Esa realización o conocimiento llega por sí mismo a la persona. “Sabrá que el nacimiento ha sido consumado.” Sabrá que no habrá más renacimientos cuando se ha liberado. “Ha sido vivida la vida de santidad.” La ‘vida de santidad’ significa la práctica del sasana, la práctica de las enseñanzas de Buddha, la práctica de vipassana. La vida de santidad ha sido vivida. No hay nada más que hacer.

“Ha sido hecho lo que había que hacer.” Se refiere específicamente a lo que los monjes tienen que hacer. Aquí ‘lo que había que hacer’ significa practicar la meditación vipassana para liberarse de las impurezas mentales y del ciclo de renacimientos. Esto también se hace.
“No queda nada que hacer sobre esto.” No hay nada y no queda nada por hacer. Todo lo que se tenía que hacer ha sido hecho.

“La persona que está liberada conoce.” Se refiere al conocimiento reflexivo que llega después de la realización de la verdad y que llega después de los diferentes estados de santidad. “Esto dijo el Bendito,” es decir, Buddha dijo esto.“Los bhikkhus se alegraron y se regocijaron con sus palabras.” Los bhikkhus se alegraron y regocijaron con sus palabras mientras escuchaban el discurso. Aceptaron sus palabras.

“Las mentes de aquellos mil bhikkhus fueron liberadas de impurezas sin apego mientras se pronunciaba este discurso.” Esto significa que después de escuchar este discurso lograron convertirse en Arahants. Estos mil monjes escucharon el discurso del Buddha atentamente con alegría y aceptación. Al final del discurso sus mentes estaban libres de impurezas mentales. Ellos se convirtieron en Arahants.

Se asemeja a la realización que ocurre en un instante. Esto era posible durante la época del Buddha. Actualmente es muy, muy difícil. Aún la realización gradual es difícil. Fueron muy afortunadas aquellas personas que conocieron al Buddha y tuvieron la oportunidad de escuchar sus enseñanzas. Fueron aquellas que habían acumulado en sus vidas pasadas las cualidades o perfecciones necesarias. Eran los que estaban listos para alcanzar la iluminación. Esa es la razón por la que nacieron durante la época del Buddha, lo conocieron, escucharon sus enseñanzas y lograron la iluminación. Pero las personas de hoy día no son tan afortunadas como aquellas personas. No podemos ver a Buddha ni escuchar las enseñanzas de su persona o la comunicación personal de sus discursos. Así que  nos encontramos ahora aquí..

Hoy día sus enseñanzas todavía están disponibles. Lo que dijo Buddha cuando estaba a punto de  morir fue: “Ananda, cuando me haya ido mis enseñanzas serán el maestro.” Buddha no designó a ninguna persona para que lo sucediera. Dejó sus enseñanzas para que sus discípulos las consideraran como el maestro, como el Buddha. Ahora las enseñanzas están con nosotros. Podemos comprenderlas y leerlas. Aun hoy día podemos poner en práctica las enseñanzas de Buddha. Por tanto, no somos tan desafortunados.

También podremos llegar a realizar la verdad en esta vida si hemos acumulado suficientes perfecciones. Si no tenemos ninguna de las perfecciones podremos acumularlas ahora mediante la práctica de la meditación, siguiendo las instrucciones de Buddha y mediante la práctica de sus enseñanzas. No hay razón para desesperarse. Debemos tomar lo que tenemos ahora. Tenemos ahora las enseñanzas de Buddha y la práctica de meditación, especialmente de la meditación vipassana.

Solamente la meditación vipassana puede conducirnos a la liberación final, a la erradicación total de las impurezas de nuestras mentes. Aun cuando no podamos alcanzar en esta vida este estado superior, podremos disminuir las impurezas mentales o deshacernos de ellas poco a poco a tal grado que nos permita acercarnos a la realización, conforme pase el tiempo.

La práctica de la meditación vipassana debe hacerse con diligencia. Debe practicarse todos los días a fin de acrecentar nuestra observación de manera que desarrollemos el  conocimiento sobre los fenómenos físicos tal como verdaderamente son. Este conocimiento nos permitirá alcanzar la realización final de la verdad.

La meditación vipassana no es sólo para leerse o discutirse. Es para practicarse. Solamente cuando se  practica es que se pueden obtener beneficios de ella. Es como la medicina que tiene que tomarse para curar la enfermedad.

La meditación trata con nuestras mentes. Intenta limpiar nuestras mentes de impurezas. Por eso debemos esforzarnos. Nadie puede purificar nuestras mentes. Ni Buddha puede hacerlo. El maestro puede darnos instrucciones, decirnos qué hacer y qué no hacer, pero no puede purificar nuestras mentes. Solamente nosotros podemos purificar nuestras mentes. Debemos practicar y depender en nosotros mismos. Los maestros solamente pueden guiar, enseñar o instruir pero no pueden practicar por nosotros. El buddhismo o lo que nos  enseñó Buddha es una enseñanza que depende de uno mismo. Ustedes deben confiar en sí mismos. Entonces alcanzarán lo que Buddha y sus discípulos alcanzaron. Traten de practicar meditación y de hacer de la práctica parte de su vida diaria.

La meditación es como comer o dormir. Cada día comemos y dormimos. En la misma forma necesitamos cada día de la meditación porque nuestras mentes están casi siempre con impurezas mentales. Necesitamos limpiar nuestras mentes de estas impurezas mentales. La meditación es el único camino para lograrlo.

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* Plática por Venerable U Silananda. Traducción Española por Bertha Imaz. Editado por Ronald Martínez-Lahoz. Este material puede ser reproducido para uso personal, puede ser distribuido sólo en forma gratuita. ©CMBT 1999. Última revisión lunes, 13 de marzo de 2000. Fondo Dhamma Dana.

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EL ENCUENTRO EN LA VICTORIA



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UN ENCUENTRO EN LA VICTORIA

Autor: ©Giuseppe Isgró C.

Del libro: La Victoria

Capítulo I

Me encontraba un día, en una fuente de aguas tranquilas, cristalinas, cuando se me acercó un Venerable hombre, vestido a la antigua usanza, con bata blanca, larga, pelo y barba que alguna vez fueron de color pelirrojo y un báculo en la mano derecha.

Concentró sus ojos en los míos; su mirada era profunda, serena y apacible.

Con voz suave y afectiva, me dijo:

-“Hola, hijo, como estás”-.

–Bien, -le contesté-; y, ¿usted?

–Por aquí andamos; -fue su respuesta-, mientras me sonreía.

-¿Dónde estamos?, -le pregunté al Venerable hombre-.

-Este sitio es conocido como La Victoria; -me contestó-. –¿Qué haces por estos lados?

-Salí esta mañana, temprano, con el coche, a dar un paseo; luego, al llegar a esta zona, me paré a contemplar la belleza de los araguaneyes y decidí caminar un poco y la verdad que, absorto en mis reflexiones, caminé por lo menos durante dos horas, hasta llegar aquí. Desconocía este hermoso lugar. Y, usted, -¿vive por aquí cerca? -le pregunté-.

Un poco más arriba, en esa colina boscosa. Hace algunos años, -relata el Venerable hombre- decidí retirarme de la agitada vida ejecutiva en que me desenvolvía profesionalmente, como abogado, en la ciudad de Quebec, Canadá, aunque he viajado por diversos países asesorando a incontables líderes. Construí la casa, en esta zona tropical, con la idea de pasar aquí los meses de invierno. Me dedico al estudio de la vida, a la meditación y a cultivar mi jardín y de vez en cuando, a escribir mis reflexiones, las cuales, algún día, habrán de ser publicadas para esparcir un poco la luz que he podido vislumbrar en mis estudios metafísicos-espirituales.

-¿Quieres tomar un café? –Me preguntó el Venerable hombre-. Lo he traído de Caripe El Guácharo; es de los más exquisitos que he probado.

-Sí, con gusto se lo acepto; -le contesté-.

Nos fuimos caminando por un sendero rodeado de árboles cargados de mangos, aguacates, naranjas y una hilera de cayenas de diversos colores. A lo lejos, el ruido de la brisa se oía apaciblemente. Todo era quietud, armonía y paz. Pero, sobre todo, lo que más me impresionaba era la apacibilidad y el sosiego del Venerable hombre de La Victoria. Emanaba de él un flujo de fuerza que, en su presencia, me sentía con un poder y una seguridad nunca antes experimentados. Fuerzas bienhechoras se iban apoderando de mí y aquella paz y relax que buscaba en la mañana, al salir a dar un paseo, sin percatarme de ello, las estaba experimentando ya.

Después de unos quince minutos de caminar, llegamos a la casa del Venerable hombre. Su aspecto exterior humilde estaba lejos de dejar entrever lo que segundos después habría de asombrarme con lo que encontré en el interior.

Al entrar, en la casa, una joven de unos veinte años saludó al Venerable hombre.

-¡Hola, abuelo!, ¿cómo estás?

–Bien, hija, -contestó el Venerable hombre-. -Prepara un poco de café, Lucía, mientras conversamos un poco, adentro.

-Por cierto, te presento a Santiago, quien ha llegado paseando hasta La Victoria.

Después de la presentación, entramos en la biblioteca del Venerable hombre. Un salón grande, lleno de estantes de libros por todas partes, lo cual hacía inimaginable dicho cuadro desde el exterior. Algunos cuadros al óleo de morichales y de personajes históricos, presentaban un ambiente acogedor. En un rincón se encontraban diversos retratos de Tagore, Gandhi, Cicerón, Séneca, Ibn Arabi y un dibujo de Don Quijote y Sancho Panza. En un pequeño cuadro, podía leerse: -“Lo que Alá quiera. Nada se le asemeja”-.

-Le felicito por este inmenso tesoro que usted tiene aquí, -le dije al Venerable hombre-. -¿Cuáles son los temas de su interés?

A lo cual, me contestó: -Como usted puede ver, Santiago, -y me invitó a recorrer los estantes- aquí hay libros de variados temas: clásicos de todos los países y épocas, desde los Vedas, los Upanishads, el Mahabaratha, los libros de Confucio, El Tao te King, de Lao Tse, el Poema de Gilgamesh, el Código de Amurabí, autores griegos, como Homero y Hesiodo. Se encuentran las obras completas de Euclides, Platón, Aristóteles, Teofrasto, Demetrio de Falereo, de los Presocráticos, Epicteto, Plutarco, etcétera; de los latinos, autores como Séneca, Cicerón, -que son mis preferidos-, Julio César, Tito Livio, Dionisio de Halicarnaso, Marco Aurelio, así como libros de Psicología, Gerencia, Sufismo, Yoga, ensayos, filosofía, parapsicología, hermetismo, El Quijote, libros de economía, filosofía, etcétera, en fin, un poco de todo lo que es preciso conocer para poder entender el significado de la vida: de dónde venimos, por qué estamos aquí y hacía dónde vamos, sin lo cual, la vida no tendría sentido, sobre todo por el gran afán a que está sometido el ser humano en la agitada vida moderna.

Nos sentamos en sendas butacas y nos entretuvimos conversando de temas diversos. Al poco rato, entró Lucía con dos tazas de oloroso café y unos biscochos, que degustamos con agrado en una amena e interesante conversación. Al fondo, podía oírse una suave música de Beethoven.

Pasamos cerca de una hora conversando de sobre la Atlántida, Egipto, los griegos, de Homero, de los sufíes, del budismo zen, los poderes del espíritu, meditación, etcétera, después de lo cual, le hice una pregunta directa.

-Seguramente, usted ha desarrollado alguna técnica de meditación y algún método de resolución de situaciones, en la vida, que me quisiera explicar, ya que, según observo, para tener usted una serenidad tan acentuada y una fortaleza física a la edad que imagino que usted debe tener, -cerca de noventa años- es porque ha encontrado en su larga experiencia algún secreto que quizás quisiera compartir conmigo.

Santiago, -me dijo el Venerable hombre, si vuelves a visitarme otro día, quizá te cuente algo que te pueda servir. Empero, antes de que te vayas, te haré entrega de unos apuntes que hace ya muchos años, en una época en que yo andaba a la búsqueda de sosiego y tratando de encontrarle sentido a la vida, un Venerable hombre que, en una edad similar a la mía, a su vez me entregara y cuya práctica asidua me permitió domar la mente, encarrilar mi vida y poner bajo control los hilos del destino. Son veintidós manuscritos, y una meditación diaria, –continuó diciendo el Venerable hombre, que si bien son ya un poco antiguos, podrás copiarlos de nuevo y si pones en práctica las técnicas que contienen, darás a tu vida un esplendor que habrá de sorprenderte agradablemente.

-Una vez que los hayas probado con total y absoluta satisfacción de tu parte, -me dijo, ponlos en limpio, en forma de libro y publícalo para que su mensaje llegue a mayor número de personas. Hacía tiempo que esperaba a alguien a quien confiarle este legado y creo que hoy, al llegar aquí, en la forma en que lo has hecho, tus pasos han sido dirigidos por Aquel que todo lo sabe y puede, por la Ley Cósmica, y en cuyos planes universales, todos somos sus instrumentos.

Me despedí del Venerable hombre y de su adorable nieta, sintiendo dentro de mí fuerzas desconocidas hasta entonces que preanunciaban grandes cambios en mi vida.

En los días siguientes, aparté una hora diaria, antes de dormirme, y leí y releí, todos los manuscritos, de la siguiente manera: En primer lugar copié la Meditación diaria en un cuaderno, el cual leí durante veintidós noches y mañanas seguidas, tal como lo indicaban las instrucciones de la misma.

Una nota al pie de página mencionaba que si yo la transcribía en un cuaderno, el hecho de hacerlo, grabaría en mi ordenador mental las instrucciones y me sería más fácil desarrollar, en mi personalidad, las cualidades y condiciones que formaban parte de los objetivos implícitos en la misma.

De los veintidós manuscritos, cada lunes, a las once en punto de la noche, copiaba uno en el cuaderno, y durante el resto de la semana, a la misma hora, lo leía y meditaba, siguiendo las fáciles y efectivas técnicas e indicaciones al inicio del mismo.

Cuatro semanas después de leer durante veintidós días seguidos, en la noche y en la mañana, la meditación diaria, comenzaron a manifestarse en mi vida una serie de cambios positivos que me dejaban asombrado a mi mismo, pero, también, los miembros de mi familia y a mis amistades; sobre todo mi semblante comenzó a ser más apacible; volví a sonreír desde el interior; mi estado anímico era de contento; me sentía más seguro de mi mismo; comencé a confiar más en la gente, en la vida y a vislumbrar el sentido de mi misión en la vida –percibía cosas que antes me pasaban desapercibidas, a pesar de haber estado siempre allí. Sentía fluir en mí una nueva corriente vivificadora de prosperidad, de felicidad, de alegría de vivir. Mi entusiasmo y amor por la vida y por mi familia, por mi trabajo y por las personas, crecía día a día. En aproximadamente dos meses había logrado muchas de las cosas en las cuales había soñado desde hacía años. Había dado un paso sorprendente en el camino de la autorrealización.

Efectivamente, pude comprobar que me fue relativamente muy fácil desarrollar las aptitudes y actitudes a nivel físico, mental, emocional, espiritual y en diversos aspectos de mi vida, como el financiero, que comenzó a mejorar casi inmediatamente, así como, surgieron nuevas oportunidades que comencé a aprovechar, casi sin esfuerzo de mi parte.

Transcurría el año de 1967 y mi vida había encontrado un sendero que habría de conducirme a cooperar en forma más efectiva en el plan divino que el Supremo Hacedor, en algún momento, había diseñado para mí.

Tres meses después volví a aquel lugar donde había encontrado al Venerable hombre de La Victoria y allí estaba la fuente que él dijo llamarse La Victoria; empero, cuando traté de encontrar el camino para llegar a la casa donde amablemente me ofreció un delicioso café, preparado por su nieta Lucía, no logré encontrarlo, pese a haber recorrido durante un par de horas por los alrededores. Pregunté a varias personas para ver si podían indicarme como llegar a la casa del Venerable hombre y cual fue mi sorpresa, nadie lo conocía.

Empero, después de tanto buscar, volví a encontrar la casa donde vivía el Venerable hombre de La Victoria, pero se encontraba abandonada. Su aspecto indicaba que debía encontrarse en ese estado un lapso mayor del que mediaba con el encuentro de aquel ser extraordinario. Es sorprendente como los inmuebles solos acusan el paso del tiempo en mayor grado que los que son habitados. Si no fuera por los manuscritos pensaría que el encuentro no fue más que un simple sueño. -¿O se trata, acaso de un sueño combinado con un fenómeno de aporte? Personalmente, no lo creo. El encuentro fue muy vívido y real. El aromático café servido por Lucía estaba exquisito. Durante varios años volví al lugar varias veces, la casa seguía sola. La última vez que volví, no la pude ubicar y sin tener tiempo suficiente para seguir buscándola, me fui. Ahora, vivo muy lejos de aquella zona, en otro continente; han transcurrido muchos años y después de tanto tiempo es poco probable que vuelva allí; pero, los manuscritos y la meditación diaria obran en mi poder, me han transformado y han enriquecido mi vida.

Durante más de treinta y cinco años he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen los manuscritos y la meditación diaria y cada vez que los pongo en práctica, experimentos los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para mí.

Su contenido es eminentemente práctico; no hay teorías superfluas. Si lleva a cabo los ejercicios que contienen, es probable que, gradualmente, se vaya efectuando la transmutación alquímica de su ser sintonizándose con los elevados resultados existenciales, los cuales, por añadidura, al ser creados a nivel mental, se van manifestando en su propia vida, oportunamente.

Sobre todo, con estos ejercicios, me percaté, cuando el Venerable hombre me entregó los manuscritos, de que se dispone de un método para domar la mente y ejercer un pleno dominio sobre la vida en general y, por ende, sobre el destino y controlar, cuando eventualmente se presenten, todas las situaciones, manteniendo un perfecto equilibrio físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

El Venerable hombre de La Victoria me comentaba que todo se puede lograr en la vida si se siembra la respectiva semilla por medio de correctas decisiones acordes con la propia y elevada auto-estima y dignidad personal, desarrollando el convencimiento de que sí se puede hacer, por medio de las afirmaciones, las visualizaciones y meditaciones, la experimentación de un estado emocional acorde al momento de ser logrados los respectivos resultados y la practica del desapego, es decir, dejar encargada a la mente psiconsciente del logro, y además, se espera el tiempo necesario haciendo, mientras tanto, todo lo que se requiere, según el caso o los objetivos por alcanzar.

Estas técnicas funcionan, me decía una y otra vez el Venerable hombre de La Victoria; luego, agregaba: -las he probado por más de cincuenta años y quien, a su vez me las entregó, habría hecho otro tanto, aseverando que eran efectivas, si yo seguía fielmente las instrucciones y las ponía en práctica con expectativas positivas.

Desde que en 1967, el Venerable hombre me hiciera entrega de los manuscritos, han transcurrido un poco más de de treinta y cinco años, durante los cuales yo también he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen, y cada vez que me ejercito con ellos, experimento los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para todos los que hemos aplicado las enseñanzas del Venerable hombre de La Victoria.

Él me repetía constantemente: -“¡Tú puedes si crees que puedes hacerlo! ¡Hazlo y tendrás el poder!

Recuerdo que ese día el Venerable hombre me dijo: -ejercer el poder con que la naturaleza de las cosas ha dotado a cada ser, cultivando los dones inherentes y aprendiendo todo lo que se pueda de sí y del vasto universo del que se forma parte, es una manera efectiva de ser cada día más feliz. Luego, cuando me despedí de él, expresó: -“¡Que cada día brille más y mejor tu luz interior!”.- Adelante.

Capítulo 2

Meditación diaria

Es lunes en la noche, son las once en punto.

Me dispongo a copiar textualmente, en el cuaderno que he dispuesto para ello, el manuscrito identificado con el título:

Meditación diaria

Dice así:

Afirme, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desee, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubra cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en su vida:

MEDITACIÓN DIARIA

Afirma, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desees, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubre cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en tu vida. Al encender la luz en la mente se ilumina la propia existencia y todo en derredor vibra al unísono y con el mismo sentimiento de felicidad y bienestar, interrelacionándose por la ley de afinidad.

1. -Entro en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, contando de tres a uno: Tres, dos, uno.

Ø Ahora, estoy ya en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre.

Ø Voy a permanecer en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, durante quince minutos y voy a programar los siguientes efectos positivos, los cuales perduran, cada vez mejor, hasta que vuelva a realizar este acceso y programación mental:

Ø Todo va bien, siempre, en todos los aspectos de mi vida, cada día mejor. (Tres veces). –Imagínalo-.

Ø Todo va bien en mi trabajo; cada día logro mejores niveles de efectividad, prosperidad, riqueza, abundancia y bienestar. (Imagínalo).

2. Formo una unidad cósmica perfecta con el Creador Universal, -ELOÍ. (Diez veces, con los ojos cerrados). Hoy se expresa en mí la Perfección universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión en todos los aspectos de mi vida.

3. -Cada día, en todas formas y condiciones, mi cuerpo y mi mente funcionan mejor y mejor. La consciencia de mi conexión permanente e indisoluble con el Creador Universal, -ELOÍ-, restablece y mantiene en mí, diariamente, durante las veinticuatro horas del día, un perfecto estado de salud a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Creador Universal, por darme un cuerpo perfecto, saludable, lleno de energía. Aquí y ahora, me siento en perfecto equilibrio de salud, a nivel físico, mental, emocional y espiritual.

4. Afronto y resuelvo bien toda situación que me compete, siempre.

5. Todo tiene solución, en todas las situaciones de mi vida.

6. El Creador Universal, -ELOÍ-, es en mí, cada día mejor, en todos los aspectos de mi vida, fuente de amor, luz, sabiduría, éxito, riqueza, prosperidad, abundancia y armonía.

7. Permito que las leyes universales de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión actúen bien en el plan de mi vida.

8. Tengo prosperidad y poder. Cada día enriquezco mejor mi vida a través del servicio efectivo, del amor y de la práctica de todas las virtudes.

9. Mi dignidad personal me lleva a realizar las cosas que me competen con la máxima perfección posible.

10. Cada día, en todas formas y condiciones, en todos los aspectos de mi vida, estoy mejor y mejor a nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

11. Actúo con templanza, serenidad, autodominio y perfecto equilibrio en todo. Conservo plena autonomía y control sobre todas mis facultades físicas, mentales, emocionales, intelectuales y espirituales. Hecho está. (Visualizar un escudo protector de luz que te envuelve y protege; -una pirámide-).

12. Tengo fortaleza, valor, confianza y fe suficiente para triunfar y alcanzar todas mis metas, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y en armonía con sus planes cósmicos. Soy inmune e invulnerable a las influencias y sugestiones del medio ambiente y de cualquier persona a nivel físico, mental, emocional y espiritual, en las dimensiones objetivas y subjetivas y en cualesquiera otras en que sea requerido.

13. El orden universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión se establece en mi vida, en todos mis asuntos y en las personas interrelacionadas, aquí y ahora. Hecho está.

14. Asumo la responsabilidad de mis actos y cumplo bien todos mis compromisos, siempre oportunamente, de acuerdo con el orden cósmico.

15. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos da abundancia y armonía en el eterno presente. Vivo en abundancia y en armonía perfectas, aquí, ahora y siempre.

16. El Creador Universal, -ELOÍ-, se está ocupando de todo, en todos los aspectos de mi vida, y se expresa en mí conciencia intuitiva por medio de los sentimientos en correspondencia con los valores universales.

17. Gracias, Creador Universal, -ELOÍ-, por esta vida maravillosa. Que Tu Inteligencia Infinita, Amor, Sabiduría, Justicia, Luz, y Poder Creador guíen, adecuadamente, todas mis decisiones y acciones, ahora y siempre. Gracias, Eloí, por este día maravilloso.

18. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos proteja, aquí y en cualquier lugar, ahora y siempre. (Tres veces).

19. Siempre espero lo mejor, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y la Ley Cósmica, en armonía con todos.

20. Gracias, Creador Universal; todo va bien en todos los aspectos de mi vida, a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Eloí, todo va bien en mis practicas espirituales y en mi relación Contigo; Tú y yo formamos una unidad perfecta, armónica, aquí y ahora, en el eterno presente. Yo soy Tú, Tú eres yo. Te amo.

21. Voy a realizar –obtener o resolver- (mencionar), antes del: (fecha), de acuerdo al orden divino y en armonía con todos. (Si se trata de varios objetivos, anótelos y haga la afirmación y visualización con cada uno de ellos. Imagínelo concluido satisfactoriamente sin imponer canal alguno de manifestación.)

22. Tengo serenidad y calma imperturbable. Soy impasible frente a todo y a todos. No tengo temor a nada, a nadie ni de nadie en ningún nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero. Dentro de mí vibra la seguridad total. Tengo completa confianza en la vida y en mi propia capacidad de resolver situaciones y alcanzar los resultados satisfactorios que preciso, en cada caso, siempre.

A continuación anoté la fecha: Lunes 12 de agosto de 1967. Luego, tal como me lo indicó el Venerable hombre, anoté la fecha que correspondía veintidós días después: 03 de septiembre de 1967.

Acto seguido, me senté cómodamente, tomé tres respiraciones profundas y realicé la meditación.

Luego, cada noche, durante veintidós días, a las once en punto, me iba a mi cuarto, daba indicaciones de no ser interrumpido durante veinte minutos y realizaba la meditación del día, la cual, siempre complementaba con la lectura breve de uno de los libros de cabecera que siempre suelo tener en mi mesa de noche.

Iba notando, día a día como emergía de mi interior una nueva y desconocida fortaleza, seguridad, estado de ánimo contento, actitud más decidida, optimismo frente a la vida y a las situaciones; comencé a llevarme mejor en las relaciones con las demás personas, a ser más comedido en todo y sobre todo comenzaba a tener conciencia de cosas que antes me solían pasar desapercibidas.

Cabe destacar que, en el punto número veintiuno de la meditación, había anotado siete objetivos que desde hacía tiempo quería realizar y para mi sorpresa, treinta días después de haber terminado de efectuar la meditación del manuscrito número veintidós comencé a observar como, en forma aparentemente casual se iban manifestando la resultados de cada uno de ellos hasta que, algunos meses después, antes de la fechas previstas, los había realizado todos, menos dos, por lo cual, me senté y volví a anotar, en una hoja de mi cuaderno, otros diez objetivos, encabezados por los dos pendientes de la lista anterior, les puse la fecha tope a cada uno, antes de la cual debían ser logrados, para seguir visualizando, su logro, periódicamente.

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domingo, 26 de enero de 2014

EL DISCURSO DEL FUEGO


EL DISCURSO DEL FUEGO*

Plática por el Venerable U Silananda
Traducción española Bertha Imaz
Editado por Ronald Martínez-Lahoz



Hoy examinaremos el discurso sobre el fuego. El nombre del discurso (sutta) en pali es Adittapariyaya Sutta y significa el discurso sobre lo que está ardiendo. Fue ofrecido ante mil monjes (bhikkhus), siendo uno de los primeros discursos ofrecidos por Buddha.

Buddha pronunció su primer discurso durante la luna llena de julio, al principio de la estación de las lluvias. Él permaneció durante la estación de las lluvias en Benares, en el Parque de los Ciervos. Muchos miembros de los clanes acudieron a donde estaba Buddha, se ordenaron como monjes, y alcanzaron el estado de Arahants. Cuando hubo un total de sesenta y un Arahants en el mundo, Buddha los envió a diferentes lugares para el bienestar, beneficio y  felicidad de muchos. Envió a estos monjes a enseñar su doctrina (Dhamma) a la gente.

Después del período de las lluvias (vassa) fue a un lugar llamado Gayasisa. Allí estaban tres hermanos que eran ascetas. El mayor tenía quinientos seguidores ascetas, el del medio trescientos, y el más joven doscientos. Entre todos tenían un total de mil seguidores. Estos ascetas eran adoradores del fuego. Buddha fue a donde estaban ellos para enseñarles y hacer posible que pudieran realizar la verdad. Al principio no pudo convencerlos de que todavía no eran Arahants pues estos ascetas pensaban que ya lo eran. A pesar de que había ido a donde se encontraban, y les había mostrado algunos prodigios, aún pensaban que eran Arahants, y que el Buddha no lo era. Así, Buddha tuvo que mostrarles muchos prodigios hasta que comprendieron que todavía no eran Arahants. Se convirtieron en sus discípulos y fueron admitidos en la Orden.

Cuando se reunieron los tres hermanos y los mil monjes recién ordenados, Buddha les ofreció este discurso, el Discurso del fuego. Era apropiado que Buddha les transmitiera este discurso porque ellos eran adoradores del fuego, tal vez un fuego para sacrificios.

“Esto es lo que he escuchado”. Cuando el Venerable Ananda comunicó este Sutta en el Primer Concilio Buddhista, él dijo: Esto es lo que he escuchado: En una ocasión el Bendito estaba viviendo en Gayasisa, en Gaya, con mil bhikkhus. Allí se dirigió a los bhikkhus: ‘bhikkhus, todo está ardiendo. ¿Qué es ‘todo’ lo que está ardiendo? bhikkhus, el ojo está ardiendo, las formas visuales están ardiendo, la conciencia visual está ardiendo, la sensación visual está ardiendo. También está ardiendo toda sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión visual. ¿Ardiendo con qué? Ardiendo con el fuego de la pasión, ardiendo con el fuego del odio, ardiendo con el fuego de la ignorancia. Yo digo que arde con el nacimiento, la vejez y la muerte; con el pesar, la lamentación,  el dolor,  la aflicción y la desesperación.

El oído está ardiendo, los sonidos están ardiendo, la conciencia auditiva está ardiendo y la sensación auditiva está ardiendo. También está ardiendo toda sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión auditiva.  ¿Ardiendo con qué? Ardiendo con el fuego de la pasión, ardiendo con el fuego del odio, ardiendo con  el fuego de la ignorancia. Yo digo que está ardiendo con el nacimiento, la vejez y la muerte; con el pesar, la lamentación, el dolor, la aflicción y la desesperación.

La nariz está ardiendo, los olores están ardiendo, la conciencia olfatoria está ardiendo y la sensación olfatoria está ardiendo. También  está ardiendo cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión olfatoria. ¿Ardiendo con qué? Ardiendo  con el fuego de la pasión, ardiendo  con el fuego del odio, ardiendo con el fuego de la ignorancia. Yo digo que está ardiendo con el nacimiento, la vejez y la muerte; con el pesar, con la lamentación, con el dolor, con la aflicción, con la desesperación.

La lengua está ardiendo, los sabores están ardiendo, la conciencia gustativa está ardiendo y la sensación gustativa está ardiendo. También está ardiendo cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión gustativa. ¿Ardiendo con qué? Ardiendo con el fuego de la pasión, ardiendo con el fuego del odio, ardiendo con el fuego de la ignorancia. Yo digo que está ardiendo con el nacimiento, la vejez y la muerte; con el pesar, con la lamentación, con el dolor, con la aflicción, con la desesperación.

El cuerpo está ardiendo, las cosas tangibles están ardiendo, la conciencia táctil está ardiendo y la sensación táctil está ardiendo. También está ardiendo cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión táctil. ¿Ardiendo con qué? Ardiendo con el fuego de la pasión, ardiendo con el fuego del odio, ardiendo con el fuego de la ignorancia. Yo digo que está ardiendo con el nacimiento, la vejez y la muerte; con el pesar, con la lamentación, con el dolor, con la aflicción, con la desesperación.

La mente está ardiendo, los objetos mentales están ardiendo, la conciencia mental está ardiendo y la impresión mental  está ardiendo. También está ardiendo cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión mental. ¿Ardiendo con qué? Ardiendo con el fuego de la pasión, ardiendo con el fuego del odio, ardiendo con el fuego de la ignorancia. Yo digo que está ardiendo con el nacimiento, la vejez y la muerte; con el pesar, con la lamentación, con el dolor, con la aflicción, con  la desesperación.

bhikkhus, el sabio y noble discípulo que comprende tales cosas se vuelve ecuánime con respecto al ojo, se vuelve ecuánime con respecto a la forma visual, se vuelve ecuánime con respecto a la conciencia visual y se vuelve ecuánime con respecto a la impresión visual. También se vuelve ecuánime con respecto  a cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión visual.

Se vuelve ecuánime con respecto al oído, se vuelve ecuánime con respecto a los sonidos, se vuelve ecuánime con respecto a la conciencia auditiva y con respecto a la impresión auditiva. También  se vuelve ecuánime con respecto a cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de impresión auditiva

Se vuelve ecuánime con respecto a la nariz, se vuelve ecuánime con respecto a los olores, se vuelve ecuánime con respecto a la conciencia olfatoria y llega a la ecuanimidad con respecto a la impresión olfatoria. También se vuelve ecuánime con respecto a cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión olfatoria.

Se vuelve ecuánime con respecto a la lengua, se vuelve ecuánime con respecto a los sabores, se vuelve ecuánime con respecto a la conciencia gustativa y se vuelve ecuánime con respecto a la impresión gustativa. También se vuelve ecuánime con respecto a cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión gustativa.

Se vuelve ecuánime con respecto al cuerpo, se vuelve ecuánime con respecto a las cosas tangibles, se vuelve ecuánime con respecto a la conciencia táctil y se vuelve ecuánime con respecto a la impresión táctil. También se vuelve ecuánime con respecto a la sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión táctil.

Se vuelve ecuánime con respecto a la mente, se vuelve ecuánime con respecto a los objetos mentales, se vuelve ecuánime con respecto a la conciencia mental y se vuelve ecuánime con respecto a la impresión mental. También se vuelve ecuánime con respecto a cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión mental.

Se desapega al ser ecuánime. Se libera a través del desapego. Con la liberación está el conocimiento de que se ha liberado. Comprende que el nacimiento ha sido consumido, que ha vivido la vida de santidad, que ha sido hecho todo lo que había que hacer. No hay más nada que hacer.

Esto dijo el Bendito. Los bhikkhus se alegraron y se regocijaron con sus palabras. Las mentes de aquellos mil bhikkhus fueron liberadas de impurezas sin apego mientras pronunciaba este discurso.

Buddha utilizaba diferentes métodos o formas de presentar los asuntos cuando enseñaba a la gente, cuando pronunciaba estos discursos. Esto es lo que ha sido llamado ‘elegancia en la presentación’, algo peculiar solamente de los Buddhas. Buddha conocía los temperamentos de sus oyentes y para adaptarse a ellos usaba distintos métodos en sus diferentes discursos (suttas). Esta es la razón por la que variaban las formas de presentación en sus enseñanzas. En un discurso (sutta), un cierto dhamma puede ser llamado impureza y en otro grillete o torrente, o atadura o tendencia latente, etc.  Así que a la misma clase de dhamma le daba diferentes nombres de acuerdo a los temperamentos de sus oyentes.

Buddha habló en este discurso acerca de lo que está ardiendo. En este discurso algunas de las impurezas son llamadas ‘fuego,’ aquello que quema. Primero el Buddha dijo, “El ojo está ardiendo, las formas visuales están ardiendo, la conciencia está ardiendo y la sensación visual está ardiendo. También está ardiendo cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión visual.” Buddha dijo que todo está ardiendo. Los ojos están ardiendo, las formas visuales están ardiendo. La conciencia visual, la conciencia de ver y la sensación visual está ardiendo. La impresión visual significa lo que nosotros llamamos ‘contacto’. En los cincuenta y dos factores mentales esto se conoce como phassa.  El contacto que acompaña la conciencia visual también está ardiendo. También está ardiendo cualquier sensación (vedana) que acompaña la conciencia de ver. Esa sensación puede ser placentera, dolorosa o neutra. Tenemos sensación placentera cuando vemos cosas que queremos ver. Tenemos sensación dolorosa cuando vemos cosas que no queremos ver. Tenemos sensación neutral cuando vemos cosas que ni queremos ni no queremos ver. En un momento puede haber una sensación agradable, una sensación dolorosa, o una sensación neutra. Buddha dijo que esta sensación también está ardiendo.

¿Ardiendo con qué? Cuando Buddha dijo que el ojo está ardiendo y las formas visuales están ardiendo etc. estamos tentados a preguntar: ¿Ardiendo con qué? Nosotros no vemos fuego en el ojo, ni en la forma visual, ni en los demás. Buddha dijo que están ardiendo con el fuego de la pasión, con el fuego del odio, con el fuego del engaño, en pali: lobha, dosa y moha. Cuando la conciencia visual o la conciencia de ver está acompañada por codicia, deseo o apego se dice que está ardiendo con lobha, está ardiendo con codicia, está ardiendo con deseo, está ardiendo con apego.

Experimentamos cólera o surge odio en nosotros cuando vemos algo que no queremos ver o que detestamos ver. Cuando nuestra conciencia de ver está acompañada por odio o cólera, se dice que esa conciencia está ardiendo con odio, arde con dosa. El fuego de la ignorancia es moha y siempre está acompañada de pasión y odio. Siempre que hay pasión hay también ignorancia. La ignorancia siempre está presente con los tipos de conciencias insanas. Algunas veces no tenemos ni pasión ni odio, sólo ignorancia. Entonces se dice que la  conciencia visual está ardiendo con ignorancia, con moha.

Estos son los tres fuegos que queman nuestros ojos, queman  la forma visual y arden con la conciencia visual. Hay factores mentales que acompañan la conciencia visual. Uno de ellos es el contacto o phassa. Éste también está ardiendo porque está acompañado por la pasión, el odio o la ignorancia. Cuando hay contacto hay sensación porque la sensación nace del contacto. Esa sensación también está ardiendo porque está acompañada por pasión, odio o ignorancia.

No solamente existen estos tres fuegos. Hay otros fuegos. “Yo digo que está ardiendo con el nacimiento, la vejez y la muerte; con el pesar, el lamento, el dolor, la aflicción y la desesperación.” También se dice que está ardiendo con el nacimiento o el renacer porque causa dolor. Es la fuente del dolor y del sufrimiento.

Se arde con la vejez pues todo se torna viejo, todo cambia y envejece. El proceso de envejecimiento oprime todo, así que se dice que todo arde con la vejez. Se arde con la muerte pues en cada momento se desaparece. En cada momento hay cesación. ‘Muerte’ significa no solamente la muerte al final de la vida, sino en cada momento cuando las cosas desaparecen, cuando los fenómenos mentales y físicos cesan. Todo es oprimido por la muerte, la desaparición, la disolución. Así que se dice que está ardiendo con la muerte.

Algunas veces decimos que arde con pesar. Tenemos pesar cuando alguien querido por nosotros muere. En ese momento ardemos con pesar. Otras veces lloramos. Cuando esto ocurre ardemos con lamentaciones. A veces tenemos dolor corporal, entonces, en tal momento ardemos con dolor. Otras veces tenemos dolor mental. Cuando esto ocurre ardemos con aflicción. Otras veces nos desesperamos por algo. En ese momento ardemos con desesperación.

Se dice que todas estas cosas; el ojo, la forma visual, la conciencia de ver, el contacto y la sensación arden con estas once clases de fuegos. ¿Pueden nombrar los once? Éstas son;  pasión, odio, ignorancia, nacimiento, vejez, muerte, pesar, lamentación, dolor, aflicción y desesperación. Estas once son llamadas ‘las once clases de fuego’. Todo en el mundo se está quemando con una o más de estas once clases de fuego.

El ojo arde porque las propiedades físicas que hacen al ojo siempre están cambiando, surgiendo y desapareciendo. Surge una nueva propiedad material y entonces desaparece. Así  que el ojo arde  con el nacimiento, la vejez y la muerte. La conciencia arde con pasión, odio, ignorancia, pesar, lamentación, dolor, aflicción y desesperación. Todo arde en este mundo.

Podrán pensar que es deprimente saber que todo está ardiendo. Mucha gente tiene la impresión de que el buddhismo solamente enseña y se interesa en el dolor. Piensan que los buddhistas sólo hablan acerca del  sufrimiento. El buddhismo habla acerca del origen,  la cesación y el camino para salir del sufrimiento.

Buddha es como un médico. Cuando un médico examina a una persona y encuentra que está enferma, le dice que tiene tal o cual enfermedad. No podemos acusar al médico de ser pesimista al decir esto porque sólo está expresando un hecho. La persona está enferma y debe ser cuidada. En la misma forma, Buddha quiso apuntar a un  hecho cuando expresó que todo está ardiendo. Este hecho no puede ser evitado, ocultado o escondido. Cuando Buddha dijo que todo está ardiendo estaba expresando un hecho, la experiencia de la realidad. Todo arde  con el fuego de la pasión, el odio, la ignorancia y otras clases de fuegos.

“El oído está ardiendo. Los sonidos están ardiendo. La conciencia auditiva está ardiendo. La impresión auditiva está ardiendo. También está ardiendo la sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surge por motivo de la impresión auditiva. ¿Ardiendo con qué? Ardiendo con el fuego de la pasión...” Lo mismo ocurre con la nariz, la lengua, el cuerpo y la mente. Todo está ardiendo.

El oído está ardiendo. Los sonidos están ardiendo. ¿Cuándo están ardiendo el oído y los sonidos? Cuando hay en nuestra mente pasión, odio o ignorancia. Se dice que arde la conciencia, la impresión y sensación auditiva. Y el oído arde con el nacimiento, la vejez y la muerte. Estamos ardiendo con pesar, lamentación, dolor, aflicción y desesperación cuando sentimos pesares debido a algo que oímos. Por tanto, el oído es un lugar que puede también arder con diferentes clases de fuegos.

La nariz está ardiendo. Los olores están ardiendo, etc. Surge en nosotros pasión o deseo cuando olemos algo que nos gusta, por ejemplo, el olor de un perfume. Se dice que la conciencia olfativa arde con pasión, deseo y apego cuando hay pasión, deseo o apego en nuestras mentes. Sentimos coraje cuando olemos algo que no queremos oler como un mal olor.  En ese momento estamos ardiendo con odio, ardiendo con cólera. Se dice que estamos ardiendo con ignorancia cuando estamos indecisos sobre algo que olemos, cuando no conocemos acerca de algo que olemos. La nariz y los olores tienen un principio y un fin. Por tanto, arden con nacimiento, vejez y muerte. También podemos sentir pesar, lamentación, dolor, aflicción y desesperación cuando sentimos pesar por algo que olemos. Arde todo lo relacionado con la nariz; olores, conciencia, impresiones y sensaciones.

“La lengua está ardiendo. Los sabores están ardiendo.” Podemos tener apego o deseo cuando probamos algo que nos gusta. En ese momento arden nuestras lenguas. Sentimos odio o cólera cuando probamos algo que no nos gusta. Así que en ese momento nuestras lenguas también están ardiendo.

Esto ocurre muy a menudo porque cada día experimentamos imágenes, sonidos, olores, sabores, objetos tangibles y mentales. Tendemos a sentir deseo o apego cuando nos topamos con cosas que nos gustan. Tendemos a sentir cólera u odio cuando nos encontramos ante cosas que no nos gustan. Por tanto, es muy difícil mantenerse a salvo de caer en lobha o dosa.

“El cuerpo está ardiendo. Las cosas tangibles están ardiendo. La conciencia táctil está ardiendo... etc.” Se dice que nuestra conciencia táctil y nuestra conciencia corporal están ardiendo con pasión cuando sentimos apego al tocar algo agradable al tacto. Podemos sentir cólera u odio cuando tocamos algo que no nos gusta o cuando nos golpeamos contra algo y sentimos dolor. Nuestra conciencia táctil o corporal arde con odio cuando el enojo o el odio están presentes. Se dice que nuestra conciencia está ardiendo con ignorancia cuando estamos indecisos o no sabemos lo que tocamos. El nacimiento, la vejez y la muerte oprimen al cuerpo, los objetos tangibles y la conciencia. Ellos también arden con estos fuegos. Estamos ardiendo con pesar, lamentación, dolor, aflicción y desesperación cuando hay pesar con respecto al cuerpo.

“La mente está ardiendo. Los objetos mentales arden.” Algunas veces pensamos en algo que en nuestra mente es agradable o desagradable. Podemos sentir apego o codicia cuando pensamos en cosas agradables. Puede surgir apego o pasión cuando pensamos en algo agradable. Podemos sentir odio o cólera con objetos desagradables. Así que la conciencia mental también puede arder con pasión, odio, ignorancia y otros fuegos. También la mente es impermanente, va y viene. Se genera para luego desaparecer. Está oprimida por el nacimiento, la vejez y la muerte. Nuestra mente está ardiendo con pesar, lamentación, dolor, aflicción y desesperación cuando hay pesar, etc. con respecto a objetos mentales. En este contexto los objetos mentales significan “objetos del dhamma”.

De acuerdo con esto hay fuego en todas partes. Todo está ardiendo. Pero ¿hay fuego todo el tiempo? ¿Ardemos todo el tiempo? ¿Arden sus oídos todo el tiempo? Podrán decir “no” de comprender el Abhidhamma. No arde todo el tiempo. Sólo arde cuando la conciencia está acompañada por lobha, dosa o moha. Arde solamente cuando se tienen conciencias akusala, conciencias insanas con respecto al ojo, etc. El fuego se puede extinguir si podemos actuar en tal forma que no surjan conciencias akusala con respecto a los ojos, objetos visuales y demás. El fuego se puede evitar.  Se evita con respecto al ojo y al objeto visual cuando ven  algo placentero y no sienten apego hacia ese objeto. Lo mismo es cierto cuando ven algo desagradable y no se perturban o enojan. De esta manera evitan el fuego con respecto al ojo y al objeto visual. El fuego existe solamente cuando tenemos conciencias akusala. Podemos detener o evitar este fuego si logramos evitar que surjan las conciencias akusala cada vez que vemos, oímos, olemos, probamos, tocamos o pensamos.

Buddha dijo: bhikkhus, el sabio y noble discípulo que comprende tales cosas se vuelve  ecuánime con respecto al ojo, se vuelve ecuánime con respecto a la forma visual, se vuelve ecuánime con respecto a la conciencia visual y se vuelve ecuánime con respecto a la impresión visual. También se vuelve ecuánime con respecto a cualquier sensación placentera o dolorosa, o ni dolorosa ni placentera que surja por motivo de la impresión visual.

Algunas veces cuando leemos los discursos debemos también entender lo que no está explícitamente dicho. El Buddha dijo: bhikkhus, el sabio y noble discípulo que comprende tales cosas se vuelve  ecuánime con respecto al ojo etc. Un discípulo debe practicar algo con el fin de ser ecuánime con respecto al ojo o las formas visuales. Antes de lograr la ecuanimidad debe hacer algo con respecto a esas cosas.

Cuando decimos que alguien es un doctor queremos decir que esa persona estuvo en una escuela de medicina durante un número determinado de años hasta llegar a ser doctor. Una persona es doctor porque debió haber sido estudiante durante un número de años. De la misma manera, cuando un discípulo sabe y logra ser ecuánime es debido a que tuvo que haber hecho algo antes de lograr la ecuanimidad con respecto a los ojos y demás.

Ahora, ¿qué debemos hacer para ser ecuánimes con respecto a los ojos, formas visuales y demás? Debemos practicar vipassana. Deben practicar estar en completa atención. Cuando practican estar en atención completa se logra ver la verdadera naturaleza del ojo, de las formas visuales, de la conciencia visual y demás. Verán que hay mente y cuerpo cuando lleguen a un cierto grado de concentración. Hay una mente que va hacia al cuerpo o materia pues la materia no percibe. Luego verán  que existe una relación de causa y efecto entre los diferentes fenómenos mentales y físicos. Todo sale de algo. No hay nada que venga de nada. Existe una relación de causa y efecto entre todas las cosas.

Luego llegarán a ver el surgir y cesar de las cosas. Cuando vean este surgir y cesar de las cosas podrán ver su naturaleza insatisfactoria así como la incapacidad de ejercer autoridad sobre ellas. No les podrán decir: No sean impermanentes. Así es que poco a poco podrán ir viendo la verdadera naturaleza de la mente y el cuerpo, la mente y la materia, hasta que se tornen ecuánimes hacia ellos.

Deben hacer algo antes de ser ecuánimes con los ojos y demás. Deben practicar meditación vipassana. Con la práctica de la meditación vipassana lograrán ser ecuánimes porque verán la naturaleza de las cosas al alcanzar samadhi (concentración) y el conocimiento de penetración. Verán cómo las cosas van y vienen, surgen y cesan, y no existen ni siquiera en dos momentos consecutivos. Se tornarán ecuánimes cuando algo aparece y desaparece, surge y cesa. No se aferrarán, ni desearán, ni apegarán a ello. Al ver a través de vipassana  se tornarán ecuánimes con respecto a todas las seis clases de objetos y sus conciencias correspondientes.

“Se desapegan al ser ecuánimes.” En este contexto ‘desapegado’ significa iluminación. Querrán liberarse de estas cosas cuando son ecuánimes hacia ellas.  Tratarán de salir de ellas y el resultado es que saldrán de ellas. Se dice que al salir de ellas se “volverán desapegados”, verdaderamente desapegados. Es como remover una mancha. A uno no le gusta tener una mancha en la ropa.  Uno es ecuánime con respecto a la mancha y trata de removerla. La ropa se vuelve limpia cuando la mancha es removida. En la misma forma tenemos las manchas de la pasión, el odio, la ignorancia y muchas otras. La mente se purifica cuando éstas son removidas y se torna verdaderamente desapegada.

Así que cuando se dice que: “Se desapega al ser ecuánime” significa que practica la meditación vipassana. Va de un estado mas alto a otro hasta llegar al estado de realización. En este estado su mente está desapegada. Se libera a través del desapego. Cuando hay desapego hay liberación de las impurezas mentales y finalmente también habrá liberación del pesar, la lamentación y demás, liberación de la rueda de renacimiento.

“Cuando se libera habrá el conocimiento de que se está liberado.” Cuando se está liberado se sabe que se está liberado. Esa realización o conocimiento llega por sí mismo a la persona. “Sabrá que el nacimiento ha sido consumado.” Sabrá que no habrá más renacimientos cuando se ha liberado. “Ha sido vivida la vida de santidad.” La ‘vida de santidad’ significa la práctica del sasana, la práctica de las enseñanzas de Buddha, la práctica de vipassana. La vida de santidad ha sido vivida. No hay nada más que hacer.

“Ha sido hecho lo que había que hacer.” Se refiere específicamente a lo que los monjes tienen que hacer. Aquí ‘lo que había que hacer’ significa practicar la meditación vipassana para liberarse de las impurezas mentales y del ciclo de renacimientos. Esto también se hace.
“No queda nada que hacer sobre esto.” No hay nada y no queda nada por hacer. Todo lo que se tenía que hacer ha sido hecho.

“La persona que está liberada conoce.” Se refiere al conocimiento reflexivo que llega después de la realización de la verdad y que llega después de los diferentes estados de santidad. “Esto dijo el Bendito,” es decir, Buddha dijo esto.“Los bhikkhus se alegraron y se regocijaron con sus palabras.” Los bhikkhus se alegraron y regocijaron con sus palabras mientras escuchaban el discurso. Aceptaron sus palabras.

“Las mentes de aquellos mil bhikkhus fueron liberadas de impurezas sin apego mientras se pronunciaba este discurso.” Esto significa que después de escuchar este discurso lograron convertirse en Arahants. Estos mil monjes escucharon el discurso del Buddha atentamente con alegría y aceptación. Al final del discurso sus mentes estaban libres de impurezas mentales. Ellos se convirtieron en Arahants.

Se asemeja a la realización que ocurre en un instante. Esto era posible durante la época del Buddha. Actualmente es muy, muy difícil. Aún la realización gradual es difícil. Fueron muy afortunadas aquellas personas que conocieron al Buddha y tuvieron la oportunidad de escuchar sus enseñanzas. Fueron aquellas que habían acumulado en sus vidas pasadas las cualidades o perfecciones necesarias. Eran los que estaban listos para alcanzar la iluminación. Esa es la razón por la que nacieron durante la época del Buddha, lo conocieron, escucharon sus enseñanzas y lograron la iluminación. Pero las personas de hoy día no son tan afortunadas como aquellas personas. No podemos ver a Buddha ni escuchar las enseñanzas de su persona o la comunicación personal de sus discursos. Así que  nos encontramos ahora aquí..

Hoy día sus enseñanzas todavía están disponibles. Lo que dijo Buddha cuando estaba a punto de  morir fue: “Ananda, cuando me haya ido mis enseñanzas serán el maestro.” Buddha no designó a ninguna persona para que lo sucediera. Dejó sus enseñanzas para que sus discípulos las consideraran como el maestro, como el Buddha. Ahora las enseñanzas están con nosotros. Podemos comprenderlas y leerlas. Aun hoy día podemos poner en práctica las enseñanzas de Buddha. Por tanto, no somos tan desafortunados.

También podremos llegar a realizar la verdad en esta vida si hemos acumulado suficientes perfecciones. Si no tenemos ninguna de las perfecciones podremos acumularlas ahora mediante la práctica de la meditación, siguiendo las instrucciones de Buddha y mediante la práctica de sus enseñanzas. No hay razón para desesperarse. Debemos tomar lo que tenemos ahora. Tenemos ahora las enseñanzas de Buddha y la práctica de meditación, especialmente de la meditación vipassana.

Solamente la meditación vipassana puede conducirnos a la liberación final, a la erradicación total de las impurezas de nuestras mentes. Aun cuando no podamos alcanzar en esta vida este estado superior, podremos disminuir las impurezas mentales o deshacernos de ellas poco a poco a tal grado que nos permita acercarnos a la realización, conforme pase el tiempo.

La práctica de la meditación vipassana debe hacerse con diligencia. Debe practicarse todos los días a fin de acrecentar nuestra observación de manera que desarrollemos el  conocimiento sobre los fenómenos físicos tal como verdaderamente son. Este conocimiento nos permitirá alcanzar la realización final de la verdad.

La meditación vipassana no es sólo para leerse o discutirse. Es para practicarse. Solamente cuando se  practica es que se pueden obtener beneficios de ella. Es como la medicina que tiene que tomarse para curar la enfermedad.

La meditación trata con nuestras mentes. Intenta limpiar nuestras mentes de impurezas. Por eso debemos esforzarnos. Nadie puede purificar nuestras mentes. Ni Buddha puede hacerlo. El maestro puede darnos instrucciones, decirnos qué hacer y qué no hacer, pero no puede purificar nuestras mentes. Solamente nosotros podemos purificar nuestras mentes. Debemos practicar y depender en nosotros mismos. Los maestros solamente pueden guiar, enseñar o instruir pero no pueden practicar por nosotros. El buddhismo o lo que nos  enseñó Buddha es una enseñanza que depende de uno mismo. Ustedes deben confiar en sí mismos. Entonces alcanzarán lo que Buddha y sus discípulos alcanzaron. Traten de practicar meditación y de hacer de la práctica parte de su vida diaria.

La meditación es como comer o dormir. Cada día comemos y dormimos. En la misma forma necesitamos cada día de la meditación porque nuestras mentes están casi siempre con impurezas mentales. Necesitamos limpiar nuestras mentes de estas impurezas mentales. La meditación es el único camino para lograrlo.

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* Plática por Venerable U Silananda. Traducción Española por Bertha Imaz. Editado por Ronald Martínez-Lahoz. Este material puede ser reproducido para uso personal, puede ser distribuido sólo en forma gratuita. ©CMBT 1999. Última revisión lunes, 13 de marzo de 2000. Fondo Dhamma Dana.

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